Dormir en una cama king size, entrenar en un gimnasio abierto las 24 horas y tener a disposición una enorme cocina profesional, son algunas de las ventajas de la cuarentena cinco estrellas de Belén, una argentina confinada en un hotel de lujo en París. "Sé que estoy viviendo una cuarentena de lujo.
Mi mamá se ríe cuando me ve que estoy confinada en una habitación más grande que mi departamento ¡y que encima me pagan!", cuenta a la AFP esta mujer de 33 años. Esta jefa de personal y un reducido grupo de empleados -un contable, un encargado de recursos humanos y un técnico de seguridad- optaron por pasar la cuarentena en el hotel en el que trabajan, ubicado en el prestigioso distrito XVI de la capital francesa, cerca de los Campos Elíseos y el Arco del Triunfo.
Aunque el hotel dejó de recibir clientes el 17 de marzo pasado, cuando se ordenó el confinamiento general de la población y el cierre de todos los comercios no esenciales, el establecimiento no podía quedarse abandonado. "Hay un personal mínimo que debe encargarse de cancelar las reservas, realizar los reembolsos y velar por la seguridad del recinto", explica.
"La dirección nos ofreció quedarnos para evitar ir y venir, y tomar los transportes públicos. Es una manera de cuidarnos a nosotros y a nuestros compañeros", dice. Para esta mujer, soltera y sin hijos, decidir fue fácil. "A todos nos ayudaba", dice.
Además, pasar la cuarentena en un hotel con todas las comodidades, tiene sus ventajas. Un mate mirando a la Torre Eiffel Belén se despierta cada día en una suite espectacular de 32 m2 -más grande que su pequeño departamento parisino- con techos altos y exquisitas molduras, minibar, control de temperatura individual y una televisión de pantalla plana con canales internacionales.
El baño tiene bañera y ducha independiente. "Cada mañana me tomo unos mates mirando a la Torre Eiffel", cuenta, feliz, esta porteña. Esa vista excepcional tiene, en tiempo normal, un costo, de entre 280 euros y 700 euros, (entre 260 mil y 650 mil pesos) por noche, en función del tipo de habitación y la temporada del año.
Antes de entrar a trabajar, por turnos de ocho horas, hace una hora de ejercicio en el completo gimnasio del hotel. "¡Es maravilloso!", dice. "Por supuesto no vamos todos al mismo tiempo, pero la dirección prefería mil veces que nos quedemos en el hotel y usemos el gimnasio a que salgamos a correr", agrega.
Y cuando no está trabajando se sienta a leer, frente a una chimenea en la biblioteca del hotel, o se prepara un plato en la cocina del establecimiento, que tiene tres heladeras llenas de frutas, verduras y carne de la mejor calidad. "El chef antes de irse nos dijo: 'Coman todo para que no se eche a perder'", cuenta. Pasillos vacíos "Sabemos que hay gente en situaciones difíciles y estamos todos contentos de estar trabajando, porque obviamente los que estamos aquí cobramos nuestro salario entero, el resto está en desempleo parcial y solo cobra el 84% del sueldo neto", explica.
Pero a pesar del lujo en el que vive desde hace cuatro semanas, Belén ansía poder ver los pasillos de este hotel, situado en un elegante edificio estilo haussmaniano, nuevamente llenos. "En parte es súper triste, es como que el hotel no tiene vida. Uno está acostumbrado a ver clientes, maletas, escuchar gente hablando un montón de idiomas en los pasillos y a saludar a todo el mundo", señala. Pero para que esto ocurra habrá que esperar meses. "Calculamos que no podremos retomar una actividad normal hasta septiembre u octubre", concluye.