Oh I'm just counting

Elecciones presidenciales en Rusia a los ojos de un chileno en Moscú. Por Marcos Borcoski, periodista



 

Hubo elecciones presidenciales en la Federación de Rusia. El pasado domingo 18 de marzo, los habitantes del país más extenso del mundo acudieron a los lugares de votación para elegir a su presidente por los siguientes seis años.

Fue reelecto Vladímir Putin. No fue una sorpresa porque las encuestas y análisis internacionales le daban como seguro ganador. Y lo logró  con más del 70% de los sufragios a su favor. Raramente escribo mis artículos en primera persona, pero esta vez lo hago porque me correspondió observar directamente, in situ, el desarrollo de esas elecciones. ¿Por qué? Porque fui invitado como observador internacional para ese evento, por el Consejo de la Federación de la Asamblea Federal de la Federación de Rusia y actué como tal junto a otros 1.500 observadores internacionales procedentes de todo el mundo.

Fue, sin lugar a duda, una experiencia extraordinaria.

Mi jornada comenzó ese domingo cuando Ekaterina, la intérprete, pasó a recogerme al hotel.  El proceso electoral se inició a las 8 de la mañana. Fui testigo de cómo para los rusos el proceso de acudir a emitir su voto fue una verdadera fiesta nacional. Y creo que es justo destacar que pude realizar mi trabajo de observador internacional con total, plena y absoluta libertad.  Visité unos diez o doce lugares de votación, la mayoría de ellos en establecimientos educacionales.  Claro, me lo imagino. Muchos deben estar pensando: “si para los observadores tenían arreglado para que saliera todo bien.” Pues, les respondo enfáticamente que no fue así. Nadie me dijo a qué lugar acudir o que sitio de votación visitar. Yo, personalmente elegí qué lugares de votación visitaría y en qué momento lo haría. Y en cada uno de ellos, donde estaban instaladas las mesas de votación --dotadas con un moderno sistema electrónico. El presidente o presidenta de la mesa de votación, mediante la intérprete, me ofreció todas las facilidades del caso. Pero antes de aquello, la pregunta de rigor. Un diálogo que se repitió en casi todos los sitios de votación, apoyado por Ekaterina, la intérprete:

-De donde viene usted?

-Vengo desde Chile.

-Oh, ese es un país muy lejano.

Sí, estoy muy lejos de casa.

-Hizo un viaje muy largo.

-Sí, un viaje bastante largo.22 horas de vuelo.

-Pues, Bienvenido. Siéntase con la libertad de hacer su trabajo.

- Gracias. ¿Puedo quedarme algunos momentos en el lugar para ver cómo se da el proceso de votación?

-Claro que sí. No hay problemas.

- ¿Puedo conversar con los integrantes de la mesa electoral?

-Por supuesto. Haga las preguntas que usted desee.

- ¿Puede usted responderme algunas preguntas?

-Haga las preguntas que usted desee y estime convenientes.

-Tengo una cámara de video conmigo. ¿Puedo grabar algunas imágenes?

- Puede grabar lo que desee.

- ¿Puedo grabar el funcionamiento de las urnas electrónicas de votación?

-Adelante. Hágalo.

Y así ocurrió en cada uno de los sitios que visité. Mi intérprete me presentaba como observador internacional, y de inmediato afloraba una sonrisa amigable y un apretón de manos. Faltaría gravemente a la verdad si dijera o escribiera que en alguno de esos sitios tuve algún problema para desarrollar mi cometido o se me pusieron obstáculos. Para nada. Por el contrario, todas las facilidades.

Y digo que todo se desarrolló en un ambiente de fiesta. Por ejemplo, uno de los sitios de votación estaba adornado con globos de colores blanco, rojo y azul, los colores de la bandera rusa y en otro sitio—me llamó mucho la atención—en una antesala al lugar de votación, un grupo tocaban la guitarra, el acordeón y la balalaika entonando típicas canciones rusas mientras en el interior la gente iba a votar.

En varias oportunidades observé que familias completas acudían a sufragar. La mamá o el papá tomaban a los pequeños en sus brazos para que ellos depositaron la papeleta de sufragio en la máquina, que al recibir el papel expresaba:”Usted ha votado”.

Muy cerca de la hora de cierre, fijado a las 8 de la noche –hora de Moscú—visitamos el último sitio de sufragio. Muchas personas aún llegaban al lugar. A las 20 horas en punto, la presidenta de la mesa electoral anunció en voz alta:

-Son las 20 horas, hora de Moscú y se cierra el proceso de votación.”

 Junto a ello, el equipo electrónico donde se depositaron los votos dejó de funcionar automáticamente.

¿Por qué se anunció el cierre de la votación señalando la “hora de Moscú”? Porque Rusia es un país tan extenso, que en su territorio existen 11 husos horarios.

Vendría posteriormente el proceso de contar los votos que dieron a Vladímir Putin un amplio triunfo. Era lo que se esperaba. Como observador, me quedé con aquella sensación de haber sido testigo de las elecciones presidenciales de la Federación de Rusia, una potencia mundial.

Ahora bien.  ¿Si observé algo que me causó sospecha? No. ¿Si noté algo irregular? No. ¿Si observé buses trasladando a grupos de personas a un lugar de votación? No. ¿Si en algún lugar de sufragio me impidieron la entrada o limitaron mis movimientos? Definitivamente NO.

Para los rusos, el domingo 18 de marzo, el día de las elecciones, fue un día de fiesta. Pero también Moscú, la gigantesca capital rusa, funcionó como en un día normal, común y corriente:  restaurantes abiertos, tiendas, malls, todo en actividad.

Seguramente algún suspicaz en Chile va a cuestionar este artículo. Pero me queda la tranquilidad humana y profesional, de haber descrito mi experiencia sobre las elecciones presidenciales en la Federación de Rusia, tal como lo vi y tal como lo viví. Y lo viví con 17 grados bajo cero, a pesar de que Rusia ya entraba la primavera.

Fue, sin lugar a duda, una experiencia nueva y enriquecedora. Como profesional puedo decir que observé ángulos y un proceso correcto. Como decimos los chilenos “nadie me puede venir a contar cuentos”, porque en las elecciones presidenciales en Rusia, yo estuve allí. Observé y experimenté los hechos personalmente.

En definitiva, Vladímir Putin seguirá dirigiendo al país más extenso del mundo por otros seis años. El líder del Kremlin moscovita sabe de ese apoyo ciudadano. Y ese respaldo tiene una explicación muy clara, nítida y precisa. Pero de eso, bueno, lo escribiré en otro artículo.