Hijo de campesinos iletrados, Pedro Castillo, de 51 años, profesor de una escuela rural primaria y sindicalista de izquierda, ha logrado una importante conexión con el Perú profundo, del cual él proviene. Eso lo ha llevado a la presidencia.
Su elección ha despertado las esperanzas de los sectores populares, de los excluidos, y la expectativa de la región. Ajeno a la clase política y a los círculos del poder, su llegada a la presidencia ha sido una sorpresa para todos. Su discurso de cambio y su procedencia popular y andina han atemorizado a las élites y gatillado reacciones racistas. Nació en el pequeño poblado de Puña, en la provincia andina de Chota.
En el colegio conoció a quien sería su esposa, Lilia Paredes. Ambos también estudiaron juntos para convertirse en maestros. Para ir a enseñar a una pequeña escuela primaria rural debía caminar una hora desde su casa. Combinaba su trabajo de maestro con sus labores en su pequeña chacra.
Saltó a las primeras planas en 2017, cuando encabezó una huelga nacional de maestros que duró más de dos meses. Lo hizo dirigiendo una facción disidente del sindicato de profesores. Exigían aumento de sueldos y anular las evaluaciones a los maestros. Con ese antecedente, en 2020 fue llamado por el partido Perú Libre para que sea su candidato a la presidencia.
Este miércoles, Castillo se convertirá en el primer presidente peruano que llega al poder postulando por un partido de izquierda. Un antecedente es el de Ollanta Humala, que ganó la presidencia en 2011 apoyado por la izquierda, pero él mismo y su partido nunca se definieron de izquierda y a los pocos meses de entrar al gobierno Humala rompió con sus aliados progresistas. El único precedente de un régimen de izquierda en el país es el del general Juan Velasco (1968 – 1975), que llegó al poder con un golpe militar, y salió igual. Velasco encabezó un gobierno que puso en marcha una serie de reformas económicas y sociales que eran bandera de la izquierda.