El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha cambiado al ministro de Salud en el peor momento de la pandemia en el país, tras una semana en la que ha sumado 12.000 muertos. Es el tercer relevo, y el cuarto ministro, al frente de la cartera desde que comenzó la pandemia hace un año. Un médico, Marcelo Queiroga, sustituye al general Eduardo Pazuello, que nunca ha contrariado al presidente, pero del que este se ha querido deshacer en vista de la acelerada acumulación de fallecidos tras el fuerte aumento de contagios.
Los hospitales de buena parte del país están saturados o al límite. Queiroga era hasta ahora el presidente de la Asociación Brasileña de Cardiología.
A diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo, la pandemia se agrava en Brasil con un fuerte aumento de contagios y fallecidos. Con los 1.057 contabilizados en las últimas 24 horas, son casi 280.000 los brasileños muertos por coronavirus. Y este lunes se han sumado más de 36.000 nuevos casos positivos, con lo que el total supera los 11,5 millones. La variante brasileña de la covid —más contagiosa y que ataca más a los jóvenes que la cepa original— unida al discurso negacionista del presidente Bolsonaro está causando graves estragos.
Bolsonaro destituyó a Henrique Mandetta, médico ortopedista y antiguo diputado, en el primer mes de pandemia porque insistía en la necesidad de aplicar restricciones para frenar los contagios y el presidente consideraba -y sigue considerando- que cuarentenas y confinamientos van a destruir la economía.
El segundo ministro, el oncólogo Nelson Teich, duró un mes en el cargo. Abandonó el Gobierno ante las presiones presidenciales para que incluyera medicamentos sin aval científico en el tratamiento del coronavirus. El general Pazuello, que fue presentado como un experto en logística, es sacrificado ahora como cabeza de turco porque la vacunación avanza a paso lento por la falta de dosis ante la incompetencia o la desidia en las complejas negociaciones para cerrar contratos con las farmacéuticas.
Bolsonaro ha confirmado el nombramiento, que se produce tras las fuertes presiones que ha recibido de sus aliados políticos en el Congreso en favor de un relevo inmediato, presiones que salieron a la luz el domingo. Una de las médicas entrevistadas para dirigir el ministerio ha denunciado incluso amenazas por su férrea defensa de la ciencia.
El encargo al cardiólogo Queiroga es acelerar el proceso de vacunación, esencial para frenar una pandemia fuera de control en casi todo el territorio brasileño. Es imprescindible que los nuevos casos disminuyan para aliviar las UCI de los hospitales, porque el riesgo de un colapso generalizado en la red pública y privada preocupa a las autoridades locales. La inmunización en masa es considerada también esencial para acelerar la recuperación económica. Por ahora, un 2,2% de la población ha recibido las dos dosis y un 6%, la primera.
Por el momento, Brasil depende de la importación de vacunas, pero acaba de empezar a fabricar en su territorio con insumos importados.
El presidente Bolsonaro desprecia desde el primer momento la gravedad de la pandemia y en buena medida ha dejado la gestión de la crisis sanitaria en manos de gobernadores y alcaldes, cuyos esfuerzos para contener la enfermedad ha saboteado a menudo. Por ahora ha dado la espalda a la demanda de los gobernadores de coordinar una política nacional. Más de la mitad de los Estados ha adoptado algún tipo de restricción en los últimos días.
El militar Pazuello nunca ha ocultado que él es un hombre que cumple órdenes sin discutir. Ha sido un defensor de la cloroquina y la crisis por la falta de oxígeno en los hospitales de Manaos ya le colocó en la picota porque él mismo había sido reiteradamente advertido de que el suministro se estaba agotando.