José Rizal es ejecutado en la madrugada del 30 de diciembre de 1896. Al caer la noche anterior, evitando la férrea vigilancia de los guardias del Fuerte Santiago, en Manila, centro de operaciones de España en Filipinas, donde estaba encarcelado, logra entregar subrepticiamente a su madre, doña Teodora Alonso, que lo visitaba por última vez, copia de su memorable y póstumo poema “Mi último Adiós”, que constituye uno de los más notables testimonios de heroísmo y amor a la patria que alguna vez se hayan escrito.
Su público fusilamiento intenta ser una señal de escarmiento para quienes osaran levantarse en contra del régimen. Su martirio, sin embargo, remece el alma de miles de sus connacionales, dando inicio a un proceso que culmina poco después con el fin del dominio español sobre Filipinas.
Cada aniversario de su inmolación Filipinas enarbola las banderas para saludar y homenajear al principal de sus héroes, médico y filósofo, políglota, de inteligencia sobresaliente, con estudios, además de Manila, en Madrid, París y Heidelberg, que dedicó su existencia a luchar por la independencia, libertad y soberanía de su nación, sin acudir jamás a la violencia, sino que al talento y fortaleza de su palabra escrita, especialmente a través de sus dos más famosas obras, “Noli me Tangere” (No me toques) y el “Filibusterismo”.
Rizal es de aquellos héroes muy improbablemente existentes en la actualidad, esto es, capaz de ofrendar la vida por ideales sublimes, no materiales ni económicos, sino superiores, como la libertad, la soberanía y la dignidad de la patria y de su pueblo y ha de ser un ejemplo en el mundo de hoy, en que esos valores sucumben ante el dinero, el relativismo y las vacías luchas del poder por el poder.
En homenaje a su impronta, he aquí dos de las catorce estrofas de su emocionante “Último Adiós”, redactadas por Rizal en perfecto castellano horas antes de su muerte:
"Adiós Patria adorada, región del sol querida,
perla del mar de oriente, nuestro perdido edén,
a darte voy alegre la triste mustia vida,
y fuera más brillante, más fresca más florida,
también por ti la diera, la diera por tu bien.
Mi Patria idolatrada, dolor de mis dolores,
querida Filipinas oye el postrer Adiós,
ahí lo dejo todo, mis padres, mis amores,
voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,
dónde la fe no mata, dónde el que reina es Dios".
La carencia hoy de heroísmo, -como en el ámbito religioso de santidad-, explican la crisis generalizada de liderazgo, desconfianza e incredulidad que azotan al mundo entero y es la razón que nos ha impulsado, al cumplirse un aniversario más de esta épica, a rememorar el amor de Rizal a la patria, su testimonio, ofrenda y sacrificio.
Santiago, Diciembre, 2018