Hace tan solo un año, el posicionamiento era claro y la defensa a ultranza de Nicolás Maduro o Juan Guaidó entre los venezolanos era radical. Polarización nominal que rozaba un fanatismo que, si bien no ha desaparecido por completo, sí se ha difuminado con el paso del tiempo. Para muchos, urge un cambio drástico, una nueva era sin uno ni otro.
Las redes sociales se han convertido en un foro de opinión en todo el mundo, especialmente en países en los que las libertades de expresión y de prensa están en entredicho, como es el caso de Venezuela.
Y es ahí, a través de Twitter, Instagram u otras, donde la gente se desahoga, donde el miedo a represalias se minimiza -aunque sin desaparecer por completo-, donde las quejas, las decepciones, el descontento social y la rabia contenida se expresan con nombres y apellidos: las opciones actuales no sirven. Ni Maduro ni Guaidó.
A pesar de las pérdidas de popularidad de ambos, como en cualquier país, siempre quedarán los inamovibles, los eternamente fieles, los que, pase lo que pase, serán capaces de defender con el mismo entusiasmo una labor impecable que el mayor de errores, poniendo a su líder por delante de su propio bienestar. Esos siempre estarán ahí de un lado y de otro, admirando a su ídolo.
Los desencantados con las dos opciones actuales defienden la propuesta planteada en marzo pasado por el enviado especial de Estados Unidos para Venezuela, Elliott Abrams, quien abogó por conformar un Gobierno de Emergencia para resolver la crisis" sin Maduro ni Guaidó.
Abrams propuso que "se hagan a un lado, de modo que miembros elegidos en la Asamblea Nacional (Parlamento) de ambas partes puedan crear un Consejo de Estado que sirva como gobierno de transición, que organice elecciones presidenciales libres y justas".
Según explicó a Efe la internacionalista y analista venezolana Giovanna de Michele, los ciudadanos han visto, con el paso del tiempo, que Maduro no tiene "capacidad" para afrontar los problemas del país, y Guaidó ha diluido las esperanzas del pueblo por transmitir la idea errónea de que se podía "lograr una pronta solución" a la crisis.
"En el caso de la pérdida de apoyo de Maduro, evidentemente, ha sido consecuencia de su pésima gestión y el deterioro galopante y progresivo de la calidad del vida de los venezolanos, y también de los extranjeros que viven en Venezuela. Ha demostrado no tener capacidad para resolver los problemas de los venezolanos", señaló De Michele.
En referencia a Guaidó, detalló que el tiempo "ha conspirando en su contra (...) un gravísimo error que cometió la oposición venezolana fue tergiversar las verdaderas posibilidades de lograr una pronta solución a la crisis venezolana y hacer creer a los venezolanos que la salida de esta situación era mucho más fácil de lo que en realidad es".
La oposición "hizo creer que la comunidad internacional podía poner fin a la crisis venezolana y que una vez recuperada una parte del dinero incautado (por Estados Unidos y otros países) a los sancionados (Gobierno y funcionarios), iba a poder ser utilizado para mejorar la calidad de vida de forma inmediata".
Al no ser posible el cumplimiento de promesas por parte de Guaidó, la decepción y las críticas a su gestión fueron en aumento y el cansancio en la ciudadanía, a la espera de los pasos adecuados para generar el cambio, hizo mella hasta llegar al día en que muchos de los que fueron sus fieles defensores aseguran que es "igual que Maduro".
Si Maduro carga a sus espaldas con señalamientos nacionales e internacionales de violación sistemática de los derechos humanos, de detenciones arbitrarias, de anular las libertades de expresión y prensa, o de sostener a grupos paramilitares violentos, a Guaidó lo persigue la sombra de operaciones poco ortodoxas para acabar con el Gobierno.
La analista, también experta en Seguridad y Defensa Nacional, aseguró que el mayor daño "lo hicieron estas aventuras, como la Operación Gedeón que, aun cuando todavía no haya la certeza absoluta de que contaron con la aprobación de Guaidó, no cabe la menor duda de que algunos de los detenidos en el marco de esa operación son personas abiertamente identificadas con la oposición".
Esta operación, mediante la cual se buscaba, según el Gobierno, asesinar a Maduro y volar Miraflores (Presidencia), fue abortada cuando un grupo de hombres trataban de introducirse por mar en Venezuela de forma ilícita. Las pruebas ofrecidas por el Ejecutivo vincularon a Guaidó y sus colaboradores con el hecho, mientras el líder del Parlamento lo negó y acusó al Gobierno de hacer un "montaje, un falso positivo", señalando que fue el chavismo el que "infiltró" la Operación Gedeón para, posteriormente, acusar a la oposición del hecho.
Otro lastre con el que carga Guaidó es la "opacidad" respecto a la gestión de recursos financieros, un tema que "genera mucha preocupación y mucha desazón, en un momento en el que hay tantas necesidades económicas para los venezolanos dentro y fuera de Venezuela".
Pero los señalamientos de mal manejo de recursos recaen también sobre Maduro, quien es acusado por sus detractores de enriquecerse a costa de empobrecer, cada día más, a los ciudadanos.
Pese al desencanto ciudadano hacia ambos, De Michele considera que Maduro y Guaidó son los únicos que mantienen todavía cierto liderazgo y apoyos entre la opinión pública, de modo que cualquiera de los dos que "asome visos que permitan despertar de nuevo la esperanza en el pueblo es el que va a capitalizar inmediatamente este descontento y esta falta de credibilidad".
En este momento, "no hay otras opciones en Venezuela y ese es uno de los mayores problemas para el país, que no tiene liderazgos alternativos".