La dirigenta PC advierte que el electo presidente Piñera “subvalora” el rol de la organización sindical y que esa fue una de las mayores debilidades de su primer gobierno. También aclara que “la solidez del voto no es para barrer con todo”.
Bárbara Figueroa, presidenta de la CUT: “La identidad del nuevo Gobierno está en la empresa”
Como presidenta de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), Bárbara Figueroa negoció dos reajustes del sector público con el primer gobierno de Sebastián Piñera. En la mesa, quien lideraba las tratativas era el entonces ministro de Hacienda Felipe Larraín, secundado por las autoridades de Trabajo. La profesora PC recuerda como hitos el que pudieron cerrar un primer acuerdo con la aprobación inédita de los 15 gremios que integran la mesa y al año siguiente con el apoyo de 13 de ellos.
Su experiencia, dice, no fue negativa al enfrentar posiciones con el primer gobierno de centroderecha desde el retorno a la democracia, pero aclara que así como antes, ahora vuelve a oír del electo presidente Piñera lo que califica como “una subvaloración” de las organizaciones de trabajadores.
“En la relación política institucional el saldo fue positivo. Pero donde hago el punto de inflexión es que así como no comparto el análisis sólo respecto de los datos o los hitos, una de las mayores debilidades en el primer gobierno de Piñera fue precisamente la subvaloración del rol de la organización sindical. Recuerdo cuando el entonces candidato y luego ya Presidente dijo y lo volvió a repetir en su segunda campaña, que no se iba a entender con las cúpulas sindicales, porque estas eran sobreideologizadas, sino que lo haría con los trabajadores de manera directa”, afirma Figueroa a La Tercera.
¿Esos dichos son señal de una futura convivencia difícil entre la CUT y el futuro gobierno?
Ahí hay un punto de tensión bien sustantivo y apelo a que esas materias las podamos resolver. No espero imponerlas, sino que las resolvamos desde un análisis que no sólo interpele el rol de las contrapartes, sino que interpele el desafío país. Chile no resiste gobiernos que pretendan llegar e imponer sus políticas por más respaldo ciudadano que tengan. En esto soy majadera: nadie le quita un ápice de reconocimiento al triunfo que se obtuvo, habría que ser iluso pretender cerrarse ante eso, pero sí diría ‘cuidado, ese voto no hay que asociarlo mecánicamente a una expresión que tenga que ver con políticas más conservadoras’.
Pero el voto ciudadano sí fue para un gobierno de tinte conservador.
Sí, pero se logró de manera muy habilidosa por parte de la centroderecha, al representar esta suerte de tensión y de temor, este camino de salida respecto de la relación crecimiento-empleo, crecimiento-estabilidad y, por tanto, de mi proyección personal como sujeto. Mi punto es que nadie puede pretender asociar mecánicamente que todo eso sea necesariamente a costa de lo que hemos ido logrando. Y una de las cosas que hemos ido logrando en este período, más allá del alcance de las reformas, de las cuales tengo una valoración positiva, es que ningún gobierno en democracia puede suplantar a los actores. Las democracias se sostienen con el reconocimiento del rol que cada actor juega: el mundo social, el Ejecutivo, el Parlamento, los expertos, los trabajadores y los empresarios, y no uno versus el otro.
¿Será difícil para la CUT ser escuchada desde marzo de 2018?
La CUT siempre ha debido luchar para ser escuchada y prueba de eso es que en 13 años, en los que hubo mayoría de gobiernos de la Concertación, no hubo reformas laborales (la última fue en 2000-2001). El punto aquí es que el nuevo Ejecutivo no puede decir ‘mira, por la solidez de mi votación, entonces barro con todo aquello que no se acerque a esta línea, porque para eso se expresó el voto ciudadano’…
¿Cree que la administración Piñera quiere “barrer con todo”?
Espero que no, pero sin ser dramática tampoco soy ingenua. Actuar de ese modo puede significar no sólo un riesgo para un gobierno, que es el riesgo de tensionarse, generar conflicto social, sino que por sobre todas las cosas puede seguir agudizando en nuestro país un debate y una relación con la política en que lo que se pierde es la reflexión y terminamos actuando sólo sobre la base de la confrontación, sobre la base reactiva.
¿Por qué no ve una mejor relación ahora? En la centroderecha hoy conviven fuerzas diversas…
Lo que nos toca en los próximos cuatro años es un gobierno de centroderecha en algunos temas y de derecha en otros, pero en el consolidado es un gobierno que tiene una clara sensibilidad por priorizar el crecimiento económico por sobre todo lo demás, con hacer políticas públicas que no afecten ciertos sectores o industrias, por superponer las necesidades del crecimiento sobre el mundo del trabajo y por representar a los sectores dueños del capital, al empresariado, a los de mayores ingresos. Fue así antes y será así siempre, porque así ha sido desde siempre aquí en Chile y también lo vemos en el resto de la región. El Presidente (Mauricio) Macri con una reforma antipensiones en Argentina; el Presidente Michel Temer en Brasil, que lo primero que hizo fue una reforma laboral que suprime derechos.
¿Con este gobierno les fue bien?
Como CUT hemos tenido que ir a demandar y exigir y generar estrategia para marcar la agenda de este gobierno, como lo tendremos que hacer con cualquier otro, y eso no es que sea malo, es así. Ningún gobierno per se puede resolver todas tus inquietudes, ni tú tampoco puedes transformarte en una organización paternalista que sólo hace política a partir de lo que un gobierno te da. Eso sería caer en un reduccionismo infantil, no lo comparto y por eso ayer, hoy y mañana sigo sosteniendo que la autonomía debe estar siempre presente y no en una perspectiva estética. Esto se trata de coincidir cuando se tenga que coincidir, en puntos donde haya convergencia y no tener temor a decirlo, y tener diferencias cuando haya que tener diferencias.
Por el perfil del nuevo gobierno, ¿serán diferencias más severas?
El dato de realidad nos indica, no sólo por la historia de nuestro país, sino también por el cuadro de la región, que cuando más hemos podido avanzar en demandas del mundo social y del mundo sindical es con gobiernos progresistas. No es ese el signo del gobierno que llega y tendremos que ver cómo se establece relación con él, pero insisto, desde factores tan trascendentales como el reconocimiento de las contrapartes, el respeto al rol de cada uno y el diálogo social.
Se dice que entre las cartas posibles para Trabajo hay un empresario, ¿sería un pro o un contra?
Si es un empresario, economista, abogado, etc., para la CUT no es tema. Y no es tema por un dato de realidad: quien llegue al Ministerio del Trabajo y a los demás ministerios es parte de un gobierno cuya identidad política e histórica está en el mundo de la empresa, evidentemente sensible a la agenda de la empresa, a las preocupaciones del empresariado y del mercado. Ese gobierno debe llevar adelante el proyecto programático con el que ganó la votación soberana, pero también actuar en línea con la visión de un sector que, en este caso, superpone el crecimiento sobre todas las otras cosas, que puede estar de acuerdo con el aborto en tres causales y ahora con la gratuidad en educación técnico-profesional, pero no con la titularidad sindical, la huelga sin reemplazo y con que la empresa pague más impuestos…
La gente le dio el triunfo a Piñera con todas sus propuestas.
Como CUT somos férreos defensores de la democracia y, por tanto, entendemos que lo que se jugaba en esta elección era trascendental. Pero la voz de la soberanía se expresó y, en mi opinión, no señalando que el camino de las reformas hay que retrocederlo. Creo que más bien lo que la voz soberana señaló es que había algo en el planteamiento de las candidaturas que no lograba cuajar respecto de las necesidades de la ciudadanía, y en eso hay una debilidad que sí tenemos que asumir como mundo del trabajo y es que el tema de la empleabilidad, la garantía del trabajo, este vínculo que no comparto y que sabemos que no es tan así, de que sólo con más crecimiento se garantiza inmediatamente empleo, al final se instaló en el ideario colectivo, porque fue un elemento al que se la jugó con todo la candidatura de Piñera y le significó un rédito significativo para obtener el resultado que obtuvo.
Su sector también mostró unidad.
Hay que sumar la capacidad de cohesión que tuvieron como bloque de centroderecha. En una entrevista hace unos meses yo decía que si algo nos arriesgábamos era a presentar una dispersión del mundo progresista, que los partidos se arriesgaban con esa suerte de primaria electoral como parte de la primera vuelta, frente a una alianza de derecha con distintos candidatos, pero todos con posibilidad de converger, porque en el fondo eran una suerte de puntos de fuga lo que lograban capturar.
¿Son lo mismo Evópoli, la derecha de José Antonio Kast y la derecha de Manuel José Ossandón?
Tenían distintos rostros, pero en el fondo eran una suma, no una disputa, y eso no se puede relativizar.
¿Relativizar cómo?
Uno podrá discrepar, podrá tener impresiones diversas sobre los niveles de conciencia de la clase trabajadora, pero lo que no se puede relativizar es que ahí se expresó a favor de Piñera y es que hubo trabajadores, trabajadoras, ciudadanos que sentían legítimamente que en la propuesta representada por él se podía jugar este anhelo de mantener trabajo, de progresar, de proyectarse so pretexto del crecimiento. Ese es el dato.