Son las tres de la mañana en Chile continental. La calma de la noche, acentuada por un nuevo toque de queda, cubre el lento avance de una enfermedad que hace 5 meses hubiera sido sólo posible en una película de ciencia ficción. Chile y el mundo se tambalean ante un adversario en las sombras cuyo nombre cada vez cobra más vidas y siembra más temores.
Si algo tienen en común ambos momentos históricos e inesperados para Chile, el de octubre 2019 y marzo 2020, son los rostros cubiertos de muchos de nuestros compatriotas, pasando del estigma y controversia de la capucha a la demanda global y falta alarmante de mascarillas o similares para protegernos del contagio de la extraña enfermedad. La gran diferencia. Las lacrimógenas se veían venir mientras el Covid-19 no se puede saber cuándo estará al lado tuyo o entrará en tu organismo.
Claramente el Gobierno de Sebastián Piñera está enfrentando con poco criterio estratégico y táctico este desafío y el costo se reflejará, más temprano que tarde, en vidas humanas, chilenos y extranjeros. Me explico. No hay vacuna, no hay tratamiento y lo único que se tiene claro es que poco se sabe de un virus cuya información varía al igual que él es capaz de mutar también.
Así lo que en una primera etapa en el gigante asiático se daba por cierto, al poco andar ya había dejado de serlo. Los asintomáticos que se creía no contagiaban, ahora se sabe que sí pueden hacerlo. Las altas temperaturas del verano que se pensaba impedían o, al menos, dificultaban la llegada del virus, claramente no lo impiden. Finalmente, los síntomas son tan generales que terminan por ser asociados a cualquier resfrío, pero uno que se propaga tan rápido como se puede con igual rapidez agravar, dejando sufrimiento y muerte no sólo en los adultos mayores, sino también en los más jóvenes. Lo anterior, sin mencionar otros efectos que van desde la incertidumbre más profunda hasta una crisis económica de proporciones insospechadas que recién inicia.
En este contexto no podemos no decir con fuerza y claridad que la estrategia de identificar a los grupos de contacto de cada contagiado para decretarles sólo cuarentena sin obligatoriedad de testearles, que es lo que está haciendo el MINSAL, nos está haciendo perder 14 o más días y, eventualmente, está ocultando y activando pequeñas, pero múltiples, bombas de tiempo diseminadas a lo largo y ancho de nuestro territorio.
Peor aún, tal diseño ministerial tiende a instalar una falsa sensación de seguridad y autocomplacencias y un ineficiente, por no decir casi ausente, sistema de seguimiento de casos confirmados y en observación detallada, pues sin saber fehacientemente quiénes de los de cada grupo de contacto están, a su vez, contagiados, se está posibilitando que después de dos semanas los asintomáticos de ese grupo queden libres para propagar la enfermedad en la falsedad de la sanación.
En cambio, si el test fuera la orden tendríamos positivos reales en 20 horas, estrategia y mecanismo en que hay que invertir, también, en mayores capacidades y tiempos de respuesta, pues en la medida que así no ocurra y los casos aumenten, esas preciosas horas tenderán a incrementarse, lamentablemente, significativamente.
Sólo testeando, detectando y aislando, sucesiva y repetidamente, a cada grupo de contacto de los contagiados posibilitaremos generar aislamiento objetivo y con sentido estratégico, pues las cuarentenas -quincenas en realidad- sin obligatoriedad de test no dan espacio al tratamiento diferenciado y oportuno, invisibilizando aún más la pandemia. Entiéndase por tratamiento diferenciado y oportuno básicamente las condiciones de aislamiento y las medidas paliativas rápidas, pues claramente no serán las mismas para un niño que para un anciano, ni menos para un sano que para un diabético o un enfermo del corazón.
Testear, testear, testear, detectar y aislar es la consigna que se deriva de los países cuya intervención ha sido más exitosa y a la que el Gobierno torpemente hace caso omiso. Mientras, estamos ante una débil y poco clara estrategia de aplanamiento que es sólo dilación y donde el aumento de casos será la realidad permanente. Esto es tan así que ya podemos preguntarnos cuál es el segundo paso después de los 14 días ? Quedamos todos en total libertad ? Absurdo. Se renovará obviamente la recomendada medida, tal vez ahora obligatoriamente. El punto es cuánto tiempo más se puede ello sostener ?
Es cierto que no estamos aún en cuarentena total, pero el proceso paulatinamente conduce a ello. Obvio las medidas de restricción al contacto social son acertadas y van de la mano del aumento del nivel de conciencia individual y ahí, además, decisiones como las de distanciamiento en los puntos de atención y pago, horarios diferenciados para adultos mayores y el resto de la población, sanitización de ingreso, que vemos en los supermercados, son claves y acertadas.
Pero insisto, puede enfrentarse esta pandemia sólo con cuarentenas y esta acertada gama de medidas y cambios conductuales ?. Chile aún no está ni siquiera a mitad del otoño, lejos aún del invierno que será, de mantenerse el virus en nuestro territorio, la época más dura por la llegada conjunta de la gripe común, la influenza y los problemas respiratorios de distinto tipo. Se pretende estar sólo en cuarentena en esa época ? 30, 60, 90, 120 o más días ? Con qué logística de apoyo para la provisión de alimentos ? ; y qué decisiones por la autoridad se diseñan para la no interrupción de los suministros básicos como el agua potable, aún en casos de imposibilidad de pago ? .
La compra de elementos que nos permitan tener más de dos mil camas UCI y, en lo posible, aumentar en al menos 20 mil camas generales las actuales casi 40 mil disponibles es una decisión táctica para el momento más complejo de desarrollo de la pandemia y hay que implementarla y apoyarla. De paso expone la fragilidad del que ha sido catalogado por la cabeza del sector como el mejor sistema de salud del planeta.
O alguien tiene alguna duda que si al igual que Tortel, La Pintana, Lo Espejo o Cerrillos fueren las comunas de mayor número de casos positivos no estarían ya totalmente aisladas y bajo estricto control militar y condiciones de cuarentena y aislamiento totales, para no usar el vocablo de extremos. Obviamente se evidencia, sin la más mínima vergüenza, un tratamiento territorial manifiestamente discriminatorio por parte de una irresponsable autoridad sanitaria, discriminación que nos costará caro a todos incluida a ella misma.
Por tanto, estimados lectores, si el Gobierno de Sebastián Piñera no implementa un cambio radical de estrategia poniendo el acento en la detección rápida de los grupos de contacto de cada contagiado, para testearles a todos, de manera que las cuarentenas tengan sentido lógico y estratégico; y si no emprende ya una campaña de test masivos en las zonas de mayor brote del virus, detectando y aislando, previo aislamiento de dichas zonas y el cierre de la región metropolitana, y dado el irresponsable veranito de San Juan de algunos en la costa, también el de toda la Región de Valparaíso, tendremos más y más casos, más y más cifras y más y más problemas derivados de una crisis social y económica que nos puede retrotraer al 18 de octubre, haciendo de marzo y aquél mes del año recién pasado meses de mayores coincidencias que diferencias.