Al conmemorar el 114 aniversario del natalicio del querido cardenal Raúl Silva Henríquez, la Corporación Cardenal del Pueblo, desea recordar algunos de los aspectos por él indicados en su “Testamento Espiritual”, que resultan ser hoy día cruciales en el momento actual, en que se deben tomar decisiones tan importantes para el futuro de Chile.
El Cardenal nos instó a manifestar “una profunda rebeldía ante la mentira, la violencia, la injusticia, la prepotencia y la falta de respeto de los derechos humanos”.
Nos dice don Raúl en su testamento:
Mi palabra es una palabra de amor a Chile. He amado intensamente a mi país. Es un país hermoso en su geografía y en su historia. Hermoso por sus montañas y sus mares, pero mucho más hermoso por su gente. El pueblo chileno es un pueblo muy noble, muy generoso y leal. Se merece lo mejor. A quienes tienen vocación o responsabilidad de servicio público les pido que sirvan a Chile, en sus hombres y mujeres, con especial dedicación. Cada ciudadano debe dar lo mejor de sí para que Chile no pierda nunca su vocación de justicia y libertad.
Mi palabra es una palabra de amor especial a los campesinos que trabajan con el sudor de su frente y con quienes compartí desde mi infancia. En ellos hay tantos valores que no siempre la sociedad sabe apreciar. Quiero pedir que se los ayude y se los escuche. A ellos les pido que amen y que cuiden la tierra como un hermoso don de nuestro Dios.
Mi palabra es una palabra de amor a los jóvenes. En los primeros y en los últimos años de mi ministerio sacerdotal a ellos les he dedicado de un modo especial mi consejo y mi amistad. Los jóvenes son buenos y generosos. Pero necesitan del afecto de sus padres y del apoyo de sus profesores para crecer por el camino de la virtud y del bien. La Iglesia y Chile tienen mucho que esperar de una juventud que está llamada a amar con transparencia y cuya voz no puede ser desoída.
La Corporación Cardenal del Pueblo, la corporación del cardenal Raúl Silva Henríquez, insta a todos los chilenos a poner en práctica lo pedido por don Raúl en su hermoso Testamento Espiritual.