Oh I'm just counting

Lecciones de una foto: Piñera entre la arrogancia y la ineptitud. Por Luciano Valle, Cientista Político

En una reciente entrevista al eminente físico español José Ignacio Latorre, que dirige un
nuevo centro de investigación cuántica en los Emiratos Árabes Unidos, consultado sobre el
papel de la ciencia respecto de los grandes temas de la humanidad y en particular en
episodios traumáticos como los que vivimos, señaló que esta aporta: “Calma,
razonamiento, respeto por el pensamiento ajeno, disciplina, avance tecnológico”.

Luego añade, “La ciencia es nuestro tesoro. Nos da saber, y nos da los instrumentos para
generarlo y gestionarlo. Es cultura en esencia pura, es humanismo. Somos herederos tanto
de Sófocles, como de Pitágoras.
La ciencia es humilde porque busca, yerra, corrige, vuelve a buscar en un camino lleno de
pistas falsas.

Si ahonda, encontrará su intrínseca esencia: la duda y la búsqueda de la verdad.”
Más adelante, ante la pregunta sobre si considera que el impacto del COVID 19 en “la
humanidad entera es un golpe de humildad”, el reputado físico plantea:
“La arrogancia humana es un vestigio de la evolución y debería desaparecer con los siglos.
Ya no litigamos a base de garrotazos, ni el más fuerte siempre tiene razón.
Una sociedad formada, bien educada, debe conocer los elementos básicos de la naturaleza
y, en consecuencia, ser consciente de su propia fragilidad.

La humildad, no el sometimiento, es un signo de inteligencia.
Cualquier persona que se haya medido contra un problema sofisticado conoce sus
limitaciones. No hay espacio para la arrogancia en la verdadera lucha intelectual.”
Lo dicho por este relevante científico parece de “ciencia ficción” si lo contrastamos con
algunas actitudes y gestos de Sebastián Piñera.

A sus consabidas des-aprehensiones verbales, muchas de ellas abiertamente ridículas, y a
sus expresiones desproporcionadas sobre que “estamos en guerra”, a propósito de las
manifestaciones de octubre, agrega ahora el fotografiarse solo, en el lugar, transformado en
símbolo del reclamo por un Chile más justo, sin abusos, con mayor igualdad y dignidad.
Todo esto en periodo de cuarentena, dado el cuadro de crisis sanitaria que enfrentamos
como país y como humanidad.


Las lecturas son diversas tanto respecto de sus contenidos como de sus alcances y
motivaciones. Por decir lo menos se trata de una insensatez, de un acto no pensado con la
racionalidad mínima requerida para las actividades públicas, de un presidente y los
mensajes que estas proyectan. Más aún en la actualidad.

La fotografía de Piñera muestra indolencia y falta de respeto para millones de chilenas y
chilenos y en especial para quienes, en el contexto de lo que simboliza el lugar, fueron
mutilados, perdieron su visión, fueron abusadas y abusados, bajo su gobierno, por una
represión descontrolada y violatoria de las normas fundamentales universalmente
consagradas.

La insensatez muestra, asimismo, desprecio por las circunstancias del entorno y los
antecedentes sociales y colectivos que contiene. Igualmente refleja una personalidad con
fallas notorias en el sistema de frenos y contrapesos entre las dimensiones del Ello, el Yo y
el Súper YO, usando la terminología freudiana. No es baladí, y es más bien grave, que se
pudiese extender el sentido común de que el presidente tiene dificultades para el control de
sus pulsiones.

Así las cosas, habría que recomendarle “quinientena”, antes que cuarentena.
Sin embargo, la actitud es vista también como prepotencia, con la carga de imbecilidad e
inhumanidad que esta conlleva. Es la prepotencia del que se siente poderoso, tanto desde el
punto de vista político-institucional, como por el dinero que se tiene. Es la actitud de una
muy minoritaria clase que considera que el sistema socio económico en que se vive es el
estado natural e inmutable de las cosas. Que no admiten la posibilidad de la duda ni la
necesidad de reflexión y búsqueda colectiva y social, de formas o estadios distintos para
las sociedades.

Partiendo de esas visiones de mundo, a Piñera le es lejano el sentido de compasión y
bondad, de entender y sentir realmente, junto y con el otro, o de asumir las exigencias de
ecuanimidad, ponderación y serenidad para evaluar la proyección de sus dichos o gestos.
Pero sí es capaz de ignorar y atropellar el respeto esencial al dolor ajeno, burlarse de la
impotencia y protagonizar un acto de soberbia y megalomanía, profundamente ajeno a la
prudencia y responsabilidad que conlleva su posición.

Es una lástima por nuestro Chile.
El Gobierno, los partidos políticos, el sistema institucional, la ciudadanía toda, tienen la
obligación de enfrentar con voluntad y disposición de cooperación, las tareas para superar
la emergencia sanitaria que nos golpea y las consecuencias que en todos los ámbitos nos
impone. Hoy más que nunca se requiere cuidar la calidad y profundidad del debate político
y la exposición razonada y fundada de los argumentos.

En ese ambiente será mucho más provechoso el análisis sereno, respetuoso de las diversa y
legítimas lecturas de nuestros vacíos e insuficiencias, de las proposiciones que surjan, así
como de los valores, conceptos y horizontes de sentido que contengan los distintos
planteamientos para el Chile de hoy y el que proyectamos construir. Reiterando las palabras
del científico arriba citado, “No hay espacio para la arrogancia en la verdadera lucha
intelectual.”

Sebastián Piñera, debiendo ser el adalid de tales empeños, no está contribuyendo a la
creación del clima requerido. Más bien genera crispación e indignación. Es lamentable
tener que reiterar, como en un artículo anterior, la constatación de que Piñera simplemente
no ha estado a la altura de la dignidad que requiere la alta investidura de la Presidencia de
Chile.