Si algo molesta a nuestros mecanismos nos sentimos incómodos. Ojalá desde el punto de vista espiritual pasemos por situaciones incómodas. No hay que temerle al sufrimiento. Quizás al dolor físico, pero no al sufrimiento espiritual.
Así habla Tito Fernández, el “maestro” del Centro Integral de Estudios Metafísicos (CIEM). Son un grupo de 13 personas que, como todos los miércoles a las 20.00, se reúnen en el Sindicato de Folcloristas, ubicado en un edificio de calle Phillips, al lado de Plaza de Armas, para escuchar las enseñanzas del cantante, según reportaje de La Tercera.
El lugar es un clásico de artistas y del público de la música popular chilena. Durante el día funciona como un restaurante que vende comida típica. Sus paredes están llenas de fotografías de destacados cantantes. Entre imágenes de Víctor Jara, Violeta Parra y Pedro Messone, también hay varias que retratan a Tito Fernández, uno de los miembros más notables del sindicato y le facilitan la sala más grande para sus conversatorios de metafísica.
La reunión empieza y el cantante lee en un tono bajo, casi susurrando, pasajes de un libro que escribió hace años. Es su propia biblia sobre espiritualidad. Una especie de guía para llevar una vida en armonía. Cada cierto tiempo, Fernández hace pausas para asegurarse de que su público reflexione. También escucha cualquier comentario o duda que pueda surgir. Luego vuelve a leer. Cuando una parte es importante, sube el volumen de su voz para asegurarse de que lo escuchen.
El supuesto encuentro con ovnis en una carretera camino a Antofagasta, ocurrido en agosto de 1974, cambió para siempre la vida de Tito Fernández. Tras la experiencia, el cantante decidió estudiar sobre astrología, esoterismo y espitiritualidad. La lectura de decenas de libros sobre el tema lo convirtieron en un experto. Se transformó en una mejor persona. Y decidió compartir ese aprendizaje con el resto.
“En estas conversaciones que se dan en los buses, viajando muchos kilómetros, me dijo que era parte de ‘los filosóficos’, un grupo de estudios . Y ahí se fueron dando conversaciones de humanidad. Empezamos a juntarnos, yo iba a su casa. Y surgió el tema de la metafísica en las conversaciones. Y en este hablar, él se dio cuenta de que este conocimiento podía ser traspasado a todos”, recuerda Claudio Guzmán, músico folclórico que estuvo presente en la fundación del CIEM, hace aproximadamente 30 años.
Tito Fernández invitó en esa época a otros cantantes, amigos y familiares a reunirse una vez a la semana para conversar sobre metafísica. El cantante se convirtió en una especie de guía para quienes no conocían nada sobre el tema. Les leía el libro que había escrito unos años antes y que es un método para llevar una vida espiritual.
En la página web del CIEM están los nombres de sus primeros siete miembros. En esa lista aparecen Humberto Baeza (nombre real de Tito Fernández), su primera esposa, Carmen Ramírez; su hija Jazmín Baeza, Nelson Varela y los cantantes Claudio Guzmán, Ramón Aguilera y Raúl Aliaga.
“Hace muchos años, Tito me leyó la carta astral y me regaló un libro maravilloso sobre psicología positiva, psicología luminosa. Quedé muy agradecido de esa experiencia, pero no formé parte del centro de estudios (…). Eso fue lo único que hice, pero lo mejor es que me integraron como parte de un grupo dentro de la carta astral y por el regalo del libro”, dice Raúl Aliaga.
Las actividades del grupo se organizaron como clases en las que Tito Fernández era el único profesor, quien enseñaba a llevar una vida mejor. Los nuevos alumnos se debían presentar frente a la clase, prendían una vela y debían decir unas palabras de presentación. A cambio se les entregaba un collar con una llave, que representaba la entrada al lugar.
Los miembros del CIEM, según su página web, están organizados según una pirámide jerárquica. En el primer nivel está “el maestro”. Luego vienen “el instructor”, “los sacerdotes y las sacerdotisas” y “los vigilantes”. El eslabón más bajo de esta organización son “los estudiantes de grado” y “los aspirantes”.
“El CIEM, hoy, tiene como tarea continuar la labor que desarrollara la Alianza de la Clave Mayor, la que, al cumplir con todos sus objetivos, desaparece para dejar paso a quienes continuarán con la obra de trabajar por una mejor calidad de vida y por un mundo mejor, donde el hombre y la mujer puedan desarrollarse integralmente y en plenitud”, explican en el sitio web oficial de la agrupación.
Para ir subiendo de grado se debe pasar por varias clases de instrucción. Entre las lecciones para llegar al último nivel se encuentran “el sexo”, “los siete centros del cuerpo (chakras) y “el silencio”.
Algunas personas que integraron el grupo recuerdan que tuvieron épocas doradas, con casi 90 personas llegando a cada reunión y realizando un par de viajes fuera de Santiago para hacer meditación. Ahora al CIEM van cerca de 15 personas, todos los miércoles, a las 20 horas. La actividad es gratuita: solo se cobra un pequeño monto de $ 5 mil para el arriendo del lugar.
Con el tiempo, la dinámica del grupo cambió. Ya no se hacen clases ni hay “niveles” de instrucción.
Hasta ahora, la existencia del Centro Integral de Estudios Metafísicos solo era un secreto a voces. Tito Fernández decidió que no necesitaban publicidad y nunca profundizó sobre sus enseñanzas esotéricas. Esto hasta ahora. Por primera vez, la rutina del grupo está siendo amenazada por la denuncia de una mujer que estuvo varios meses asistiendo a las reuniones y que se alejó repentinamente.
El 27 de agosto, la denunciante, quien pidió mantener su identidad en reserva, interpuso una querella en el 7° Juzgado de Garantía de Santiago por los delitos de abuso sexual y violación en contra de Humberto Baeza Fernández, el verdadero nombre de “El Temucano”. La denuncia es patrocinada por el Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género (Sernameg), dependiente del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género.
La denunciante llegó el martes 13 de febrero de este año a uno de los tres centros que Sernameg tiene para mujeres que fueron víctimas de agresiones sexuales. Se entrevistó con una abogada y una semana después ingresó a un programa de reparación que ya lleva 13 sesiones con especialistas. También recibió ayuda de sicólogos, siquiatras y asistentes que le dieron herramientas para relatar con tranquilidad lo que había vivido. Después elaboraron un proyecto integral de reparación.
“La gravedad de los hechos habla de que el Estado no puede estar ajeno. Nosotros tenemos una responsabilidad de hacernos cargo de todos los tipos de denuncias y el Estado tiene la obligación de hacer este trabajo con las mujeres”, dice la directora del Sernameg, Viviana Paredes.