Después de la dura derrota política con el retiro del 10% de las AFP’s y el rechazo al veto presidencial, Piñera ha optado por “los halcones” y los representantes de la derecha dura para ponerlos a la cabeza del gabinete buscando reagrupar a sus fuerzas para llegar al 30% en el plebiscito del 25 de octubre.
Es un cambio de gabinete que no se hace cargo de la triple crisis (sanitaria, social y económica) sólo se reduce a reordenar las fuerzas al interior de la derecha buscando minimizar a la derecha social y potenciando el rol de la derecha dura (alianza UDI-Allamand).
Se puede apostar que Piñera cedió su iniciativa a la derecha dura y se tendrá a un gobierno jugado por el Rechazo para el 25 de octubre. Pone en el Comité Político a la UDI conservadora, dura y orgullosa de su pasado pinochetista como es el nuevo ministro del Interior, Víctor Pérez que hoy es senador pero que fue alcalde designado por Pinochet. Coloca de vocero a otro UDI (Bellolio) que quiso ser alternativa pero que terminó coaptado por el mundo nostálgico de la derecha e incluso en los últimos días había anunciado su voto por el rechazo.
En Defensa, coloca al ex presidente de RN Mario Desbordes incorporándolo a su Gabinete lo que anula su rol en la construcción de una derecha social, más demócratica y deja a ese partido en la incógnita de quién va a conducir politicamente en esta etapa en que Piñera pide que se disciplinen tras su agenda.
Evopolis es el partido más perjudicado. No le sirvió de nada su lealtad y sólo quedo reducido a la influencia del deteriorado ministro de Hacienda Ignacio Briones que claramente queda con menor margen de acción ante la decisión política –expresada en el discurso de Piñera- de que este un gabinete para enfrentar las próximas “7 elecciones”.
El reagrupamiento de la derecha pasa por darle poder a la derecha dura, nostálgica del pinochetismo y que ella sea quien dirija el gobierno para enfrentar las próximas 7 elecciones. Anula el emergente liderazgo de Mario Desbordes y apunta a recuperar el apoyo electoral perdido desde las elecciones presidenciales.
La derecha dura recupera el protagonismo político –vía Pérez, Bellolio y Allamand- y Piñera intenta salvar su deplorable gestión que lo tiene con casi un 85 por ciento de rechazo ciudadano y los intentos de renovación de la derecha pueden quedar anulados ante la orden política de ganar las 7 elecciones que vienen.
Ante este nuevo escenario la Oposición de centro-izquierda sigue dispersa y fragmentada, sin coordinación política ya sea para la agenda legislativa ni para movilizar a la ciudadanía para ganar el plebiscito del 25 de octubre. Tampoco tiene opciones unitarias para las municipales y regionales, ni menos una agenda programática común para enfrentar la recuperación de la economía ni para una reforma solidaria de las pensiones.
Ahora comenzó otro partido: el de las 7 elecciones y la derecha dura salió a la cancha y la duda es si al frente tendrá un equipo o una montonera.