La cruda realidad del aumento de contagiados por Covid19, especialmente en la Región Metropolitana en comunas tanto de la zona norte y sur, revelaron que el triunfalismo gubernamental de decretar el retorno seguro fue una mala decisión sanitaria y política.
Dijimos que era arriesgada y audaz la apuesta piñerista del retorno seguro, de abrir los malls, de presionar a las comunidades educativas para apurar retorno a las clases presenciales; esa mala decisión fue resistida por una parte importante de la sociedad que no comparte este plan gubernamental.
74% de la ciudadanía rechaza la apertura de los malls y 81% rechaza el retorno a las clases presenciales reveló la encuesta Pulso Ciudadano; por su parte el Consejo Asesor señaló hace dos semanas ante estos anuncios que “pueden crear un falso ambiente de fin de crisis, menoscabando los esfuerzos de la autoridad sanitaria sobre las medidas de prevención y de distancia social que son las efectivas”.
Se generó un relajamiento social, Joaquín Lavín encabezaba la apertura de los malls on line vía los matinales, más de 40.000 autos salían el fin de semana largo hacia la segunda vivienda en la playa o sea aquello que debilita las medidas sanitarias preventivas.
Y en este clima de malas señales gubernamentales (estamos en “la meseta de casos Covid19”, la promoción de “los cafecitos”) se conoció la mala noticia de que los casos de contagiados diarios habían aumentado superando la barrera de los 1.200 casos diarios.
El aplanamiento de la curva de contagiados no era tal, no había “meseta” y especialmente en la Región Metropolitana el virus se trasladó a comunas populares con más población, hacinamiento y trabajo informal.
Es claro que el triunfalismo piñerista generó “un falso ambiente de fin de crisis”. Y hoy debe volverse al camino de privilegiar los desafíos sanitarios y fortalecer el camino del distanciamiento físico mediante la cuarentena dinámica, que se decretó para Quilicura, Recoleta, Cerrillos, Antofagasta, que debiera continuar para Puente Alto y otras zonas de la Región Metropolitana que han visto aumentar los casos de contagiados. La Región Metropolitana no puede ser nuestro Nueva York.
Es también la hora de apurar los apoyos económicos a las familias vulnerables. El 8 de abril Piñera anunció un Fondo de Apoyo a los trabajadores informales e independientes de US$ 2.000 millones y “sus proyectos de ley” sólo significan un gasto fiscal de US$ 1.100 millones o sea apenas 55% de lo anunciado.
Su Ministro de Hacienda señala en el Congreso que “no hay más recursos fiscales”, pero la oposición sólo pide que se gaste lo anunciado revelando otra falta de cumplimiento de una promesa presidencial, lo que es muy grave porque afecta a 2,7 millones de trabajadores informales e independientes que son condenados a sobrevivir en esta recesión económica con un insuficiente apoyo fiscal.
El proyecto de ley gubernamental de “Ingreso familiar de Emergencia” propone un apoyo de $65.000 per cápita por tres meses a los miembros de las familias hasta el 40% más vulnerable que no tengan ingresos formales, si ese grupo familiar tiene alguien con algún ingreso formal como una pensión básica solidaria el aporte fiscal cae al 50% y en caso de que esa familia es parte del 41% al 60% más vulnerable el aporte decrece al 66% del monto recibido de la familia sin ingresos formales del 40% más vulnerable.
Claramente esos aportes son insuficientes para enfrentar estos tres meses de crisis económica, además obliga a postular a las familias vulnerables generando “barreras de entrada” difíciles de entender que no sea el ahorro fiscal en apoyar a los más humildes del país.
El país tiene ahorros fiscales para apoyar transitoriamente a los más pobres en una recesión económica. Pero para un gobierno de derecha es más urgente apoyar a las empresas, en especial las grandes que dar apoyo social a estos 2,7 millones de trabajadores informales.
Lo de Cencosud lo revela, se acogen a la ley 21.227 enviando al 70% de sus trabajadores al seguro de cesantía donde recibirán el 70% de sus salarios con cargo a su cuenta individual, pero reparten –una semana después- $91.000 millones de utilidades a sus accionistas.
Lo peor que puede pasar es que la crisis económica agudice las desigualdades sociales.