Oh I'm just counting

Exclusivo. Líder del MIR Andrés Pascal cuenta en Cambio21 como vivió el 11 de septiembre y la clandestinidad: “La muerte de Allende me produjo gran dolor y rabia por la cercanía con el tío Chicho”

Por O.R.P.

="Ni el MIR ni toda la izquierda estábamos en condición de enfrentar a las Fuerzas Armadas golpistas”
=“No disponíamos ni de 200 armas de guerra”
=La anécdota cuando Allende le envío una pistola


Andrés Pascal Allende, es sociólogo, estudió en el Saint George y tenía una cercanía especial por su “tío Chicho”, el Presidente Allende. El mandatario era hermano de su madre la ex diputada Laura Allende Gossens.

Fue uno de los líderes del Movimiento Izquierda Revolucionario (MIR) antes del golpe y luego en plena dictadura y anteslos asesinatos de Miguel Enríquez y otros dirigentes del Mir, asumió como secretario  general en la clandestinidad.

En Wikipedia, en su biografía aparece como “ex guerrillero”.
En la dictadura su nombre de batalla o clandestino era “Pituto” y se enfrentó armado a agentes de la Dina en la zona de Malloco, donde logró evadir el ataque a balazos junto a su pareja.
Hoy es Presidente de la Fundación Miguel Enríquez. Este es su relato a Cambio21.

¿Dónde estaba usted el 11 de Septiembre de 1973?
Me encontraba en una casa de seguridad en Santiago, ya que desde agosto de 1973, Miguel Enríquez y otros dirigentes de la Comisión Política del MIR éramos buscados por la “justicia” por promover la “sedición anti golpista” en las Fuerzas Armadas. Cerca de 300 suboficiales, clases y marineros fueron detenidos y torturados. También en las demás ramas de las FFAA se había iniciado una persecución de uniformados simpatizantes del Gobierno de Allende.

Me llamaron temprano para avisarme que había desplazamiento de tropas en Valparaíso y Santiago. Miguel me había dado la tarea de que en tal situación me dirigiera a la Embajada de Cuba a recoger armamento. En varias ocasiones habíamos pedido a Fidel Castro que nos entregara armas para la autodefensa, pero nos respondió que no podía hacerlo sin la autorización del Presidente Allende, salvo en el caso que se produjera abiertamente un golpe en que nos entregaría un lote de armas que se guardaban en la Embajada. Así que el día 11 de Septiembre me dirigí en temprano a la Embajada con una camioneta y acompañado de dos compañeros para recoger las armas, pero el Embajador y el encargado político no se atrevieron a entregarlas sin una nueva autorización directa de Fidel.

La Embajada estaba ubicada en Los Estanques, una calle corta que solo tenía acceso por Pedro de Valdivia. Mientras discutíamos con los diplomáticos cubanos, un grupo armado de Patria y Libertad secundados por Carabineros, hicieron una barricada cerrando la calle. De continuar esperando en la Embajada quedaríamos encajonados allí, así que no esperamos más y nos dirigimos con la camioneta hasta la barricada. Lamentablemente un Patria y Libertad me reconoció, así que aceleré derribando la barricada mientras mis dos compañeros respondían con dos pistolas el nutrido fuego de los “araña” y los pacos. Afortunadamente, logramos salir de allí con la camioneta bien agujereada, pero sin recibir nosotros ningún disparo.

¿Presumía días antes del golpe que se estaba organizando una asonada militar?
Desde el mismo 4 de Septiembre de 1970 en que Salvador Allende ganó las elecciones presidenciales con un programa socialista que amenazaba los intereses de la oligarquía nacional y de las grandes empresas extranjeras, así   como la hegemonía norteamericana en el país en el marco de la Guerra Fría, el peligro de un golpe cívico-militar se hizo presente. Recordemos el asesinato del General Schneider.  

A medida que el proceso de reformas estructurales avanzó, el apoyo político electoral al Gobierno de la Unidad Popular creció, y la movilización y organización social se multiplicó, la oposición desplegó una estrategia cada vez más ofensiva de boicot económico e institucional que preparara el terreno para la opción golpista.  Durante 1973, tanto el Presidente Allende, como nosotros el MIR, sabíamos que la oficialidad golpista estaba preparando una asonada militar con el apoyo del Partido Nacional y parte de la Democracia Cristiana, y la injerencia directa de la Embajada Norteamericana.

Usted era familiar del Presidente Allende, era su tío. ¿Conversó con él sobre el peligro de golpe de Estado?
La Comisión Política del MIR, de la cual yo era parte, teníamos una relación política muy directa con el Presidente Allende. De hecho, nosotros organizamos su estructura de seguridad personal y compartíamos con él, y el General Prats, la información de inteligencia obtenida a través nuestro trabajo organizativo de redes clandestinas de miembros democráticos y anti golpistas, especialmente suboficiales, clases y soldados, en las tres ramas de las FFAA y Carabineros. En diversas reuniones con Allende conversamos sobre el peligro del golpe, pero teníamos diferencias de cómo había que enfrentarlo.

¿Cuáles eran esas diferencias?
El Presidente Allende confiaba en que las FFAA eran un cuerpo armado esencialmente respetuoso de la institucionalidad republicana. Desde luego, no era ciego del peligro que representaba la presencia de oficiales reconocidos como derechistas y vinculados con la embajada norteamericana, pero estaba convencido de que el alto mando constitucionalista era capaz de aislar ese peligro y asegurar la disciplina institucional. Tanto es así que, a través de mi madre, Laura Allende, le hice llegar varias solicitudes de oficiales y suboficiales democráticos de reunirse discretamente con él para darle a conocer como se estaba agravando el peligro golpista, pero nunca aceptó.  Su norma fue no pasar sobre el General Prats, no intervenir él directamente dentro de las FFAA.

¿Qué proponía el MIR?
Nosotros considerábamos que el Gobierno de la Unidad Popular, y la izquierda en su conjunto, debíamos impulsar una política institucional, y a la vez directa, de democratización ciudadana de las FFAA y de participación activa de éstas en el proceso de reformas estructurales se vivía en el país. Simultáneamente, impulsar la organización de la autodefensa popular en industrias, barrios, campos, lo cual el Ejecutivo podía promoverlo recurriendo al resquicio legal de la Defensa Civil. Recuerdo que acompañé a Miguel Enríquez a una reunión con el General Prats en su casa, donde tratamos este tema. De hecho, fue Prats quien nos abrió los ojos sobre esta posibilidad.

¿El MIR creía que era posible detener, derrotar, o al menos resistir, el golpe militar?
El MIR sólo, no. Para el 11 de Septiembre de 1973 no disponíamos ni 200 armas de guerra, y el PC y PS no mucho más. Nosotros impulsamos en los frentes sociales la auto defensa de masas, hacíamos algo de instrucción, pero eran masas desarmadas. En el contexto de la Guerra Fría, ni la URSS, ni Cuba, estaba en condiciones de prestar apoyo militar al Gobierno de la Unidad Popular, y Chile estaba rodeado de dictaduras militares. En resumen, ni el MIR, ni toda la izquierda, estábamos en condiciones de enfrentar unas Fuerzas Armadas golpistas.

 El Presidente Allende no se equivocaba al considerar que la clave estratégica era ganar el apoyo de las Fuerzas Armadas al gobierno institucional. Hasta Julio de 1973 el Presidente Allende creyó que el General Prats y el alto mando constitucionalista podían asegurar ese apoyo institucional del conjunto de las FFAA.

No quedó al Presidente Allende otra alternativa que buscar la negociación con la oposición, especialmente la Democracia Cristiana, para evitar el golpe y buscar una salida a la crisis institucional a través de un plebiscito que lo más probable era que lo perdiera. En realidad el golpe de Estado no era ya necesario para lograr un cambio de gobierno, pero si el establecimiento de una Dictadura Cívico Militar era necesaria para decapitar y desarticular a los partidos de izquierda y el movimiento popular, restablecer mediante el terror la quebrada disciplina social, y retrotraer los cambios estructurales que afectaban los intereses de los sectores que tradicionalmente dominaban la sociedad chilena.

¿Ustedes no midieron la violencia brutal con que actuaron los militares ese día once, que significó una casi nula resistencia de los partidarios de Allende?
La verdad es que ni yo, ni mis compañeros, imaginamos que los militares y civiles golpistas desplegarían una violencia tan brutal como innecesaria para enfrentar un movimiento social y una izquierda que habían perdido la iniciativa, estaban debilitados y habían iniciado un profundo repliegue antes del golpe del 11 de Septiembre, lo cual explica la débil resistencia al golpe.

Algunos militantes del MIR señalan que el 11 de Septiembre intentaron una tenue resistencia al golpe en la zona sur de Santiago. ¿Es efectivo eso?

Efectivamente hubo focos de resistencia de grupos del MIR, y también del Partido Socialista y de trabajadores en los Cordones Industriales de San Miguel, Cerrillos, Vicuña Mackenna, poblaciones como La Legua, en algunos edificios públicos del centro de Santiago, y algunos centros universitarios. Lo mismo ocurrió en Neltume y otras localidades rurales cercanas a Chillán, Valdivia y la zona mapuche.

En lo personal me tocó participar con Miguel Enríquez  y un pequeño grupo del MIR, junto a un contingente socialista más numeroso, en un enfrentamiento con el Grupo Móvil (hoy Fuerzas Especiales) de  Carabineros que atacó esa mañana la Industria Indumet en San Miguel, lugar de acuartelamiento del Partido Socialista. Logramos romper el cerco.

Allende le envío una pistola para defenderse

¿Qué sintió cuando conoce la muerte del Presidente Allende en la Moneda?
Fue justamente después de romper el cerco en Indumet y sortear otros encuentros con fuerzas represivas de carabineros y de la aviación, logrando llegar al lugar de acuartelamiento de la Comisión Política del MIR en San Miguel, cuando supimos de la muerte de Allende en La Moneda. Nos impactó fuertemente a todos, nos hizo tomar conciencia que junto con Allende moría ese Chile de grandes esperanzas de cambio, de fuerte identidad y solidaridad social, de grandes movilizaciones y ampliación de los espacios participación democrática para los de abajo, de alegría y expresión cultural popular y libertaria que surgió bajo su presidencia. Al mismo tiempo intuíamos que la fuerte polarización política que remecía al país, se convertiría con el Golpe en un abismo de división nacional, de temor, enfrentamientos y odios muy difíciles de superar históricamente.

A mí en particular me produjo un gran dolor y rabia por la cercana relación familiar que desde niño había tenido con el “tío Chicho”, relación que luego se transformó en una fuerte identidad política, y al mismo tiempo de discrepancias en mi búsqueda de un camino independiente y distinto al suyo. A pesar de ello, mantuvimos siempre una relación de mutua preocupación y respeto. Hay una anécdota que he contado otras veces porque refleja esa estrecha y particular relación, y la fuerte consecuencia moral que caracterizaba a Allende: en el año 1969 la Comisión Política del MIR, perseguida por el gobierno de Frei Montalva, pasamos por primera vez a la clandestinidad y comenzamos a realizar acciones de propaganda armada, expropiaciones de bancos, acciones directas de masas tales como ocupaciones de fundos y sitios urbanos baldíos. Para ser honesto debo aclarar que esa persecución era una broma si la comparamos con la posterior represión dictatorial, pero igualmente preocupados Allende, mi madre, los Palestro, Joel Marambio y otros dirigentes socialistas nos apoyaron consiguiendo casas donde escondernos y facilitándonos autos. Un día recibí a través de nuestra red de enlace una caja de zapatos que me enviaba Allende. Al abrirla encontré una pistola Colt 45 y una nota en que, más o menos (no recuerdo las palabras exactas), decía: difiero con el camino político que has optado, pero si lo escogiste no dudo que serás consecuente con ello.

El retorno clandestino

El Mir, ¿qué decidió ese mismo día y en días posteriores del golpe?
Ya en la tarde del mismo día 11, con la información recogida, nos quedó claro que toda resistencia abierta era infructuosa y que debíamos replegarnos para iniciar un largo y difícil camino de resistencia clandestina contra la dictadura.  

-¿Cuál fue su primera acción política o militar luego que se instalan los golpistas en el poder y derrocan al Presidente Allende?
Después del Golpe nos dedicamos por completo a la rearticulación y reorganización clandestina del MIR, lo cual no era fácil para un movimiento político que con sus frentes intermedios agrupaba cerca de 50 mil miembros, el grueso de ellos dedicados a la lucha política y movilización social abierta, por lo cual eran dirigentes y activistas conocidos en su medio que había que esconder y mantener seguros de un día a otro, todo ello bajo la masiva represión de la Dictadura. No lo logramos, salvo con una pequeña columna vertebral. Muchos compañeros y compañeras fueron detenidos, torturados, encerrados en campos de concentración, asesinados y/o hechos desaparecer. Otros se vieron obligados a salir del país. Pero la Dirección del MIR, encabezada por Miguel Enríquez, se mantuvo en el país impulsando la resistencia, la cual se limitaba a la impresión y distribución clandestina del periódico El Rebelde, hacer rayados, distribuir declaraciones. Era más que nada una resistencia moral. No estábamos en condiciones de hacer acciones armadas, como no fuera resistirse con las armas a ser detenidos. Fue el caso de Miguel cuando cae combatiendo en su casa de seguridad de Santa Fé contra la DINA, o  cuando fuimos rodeados por fuerzas represivas en una parcela en Malloco, donde cayó resistiendo Dagoberto Pérez, y con Nelson Gutiérrez y nuestras compañeras logramos hacer retroceder a los atacantes y escapar llevando a su pequeña hija que unos campesinos escondieron para entregarla días después a la Vicaría de la Solidaridad.

Muere Miguel Enríquez y varios de sus compañeros del MIR, enfrentándose a la DINA-CNI. ¿Qué decisión toman para que no sigan muriendo camaradas de su organización política?

Foto: Miguel Enríquez, médico, fundador y secretario del MIR

En los años 76 y 77 solo quedaba un pequeño grupo de alrededor de 60 compañeros y compañeras organizados en la clandestinidad, más algunos grupos más pequeños desconectados. Pero se inició la resistencia abierta desde las cárceles y campos de concentración, y la lucha por los derechos humanos a través de las agrupaciones de familiares de prisioneros políticos y desaparecidos miristas y de otros sectores anti dictatoriales. Hacia fines de 1978 iniciamos el retorno clandestino desde el exterior para, junto a los compañeros que se mantenían clandestinos en el país y otros que salieron de las cárceles, iniciar una nueva etapa de reorganización del MIR y de impulso de la resistencia activa.  Fue en esta etapa que comenzamos a realizar acciones de propaganda (por ejemplo, la recuperación de la bandera donde se juró la independencia nacional, o las emisiones clandestinas de Radio Liberación interviniendo ondas de canales de TV), acciones de sabotaje (cortes de luz), acciones de hostigamiento contra cuarteles de la dictadura y atentados contra jefes y miembros de los aparatos represivos, expropiaciones bancarias.  Teníamos claro que con esas acciones no íbamos a derrocar la dictadura, pero si podíamos demostrar que era posible resistir activamente contra ella.

Aunque esas acciones eran las que más se hacían notar, nuestro esfuerzo principal y el mayor número de los retornados, así como de los nuevos compañeros y compañeras que se incorporaban al MIR y a los Comités de Resistencia Popular, estuvo orientado a la re-vinculación con los frentes sociales y el impulso organizativo democrático en poblaciones, sindicatos, sector estudiantil, derechos humanos, cultura, y las alianzas anti dictatoriales (Movimiento Democrático Popular-MDP). En el exterior se desplegó un amplio movimiento de solidaridad internacional que desarrolló múltiples formas de apoyo a la resistencia popular en Chile.

Hoy uno piensa críticamente que debimos ser más cautelosos y graduales en la política de retorno, porque perdimos un número importante de compañeros y compañeras irremplazables. Pero no es menos cierto que ese temprano compromiso, voluntad y valentía de lucha del MIR y otros sectores anti dictatoriales, fue un factor decisivo para abrir curso durante los primeros años de la década del 80 a un ofensivo ciclo de lucha democrática popular cuya más alta expresión fueron las reiteradas y masivas protestas nacionales.

Esas luchas democráticas populares, junto a la profunda crisis económica abierta el año 1981, fueron desgastando el respaldo político de la dictadura en las clases dominantes y sus aliados internacionales. Para evitar una mayor radicalización social y escalada de violencia el gobierno norteamericano presionó al gobierno cívico militar para que permitiera un espacio de oposición abierta a la Democracia Cristiana y la izquierda más moderada, autorizando el retorno de sus dirigentes. Al mismo tiempo la dictadura redobló la represión contra la oposición democrática más radical, con lo que lograron socavar la unidad del movimiento anti dictatorial. Se llevaron a cabo intentos intermitentes de negociación con los dirigentes de la “oposición tolerada” ya que dentro del gobierno había sectores uniformados y civiles que consideraban que era necesario abrir paso a una transición pactada del régimen militar a un régimen civil protegido. Pinochet se oponía, pero la presión norteamericana, de sectores de la derecha y dentro de la alta oficialidad era fuerte. Entonces el General Pinochet buscó perpetuarse a través del plebiscito de 1988.

“Me equivoqué para el plebiscito de 1988”

Ese Plebiscito abrió paso a la transición democrática. ¿Cuál fue la política del MIR y su posición respecto al plebiscito?   

El MIR, fuertemente golpeado por la represión dictatorial, sufrió en 1986 una crisis política interna que llevó a su división en diversos sectores y grupos. Hubo fracciones miristas que llamaron a participar y otras a no participar en el plebiscito de 1988.

Después de fracasar mis esfuerzos como Secretario General para evitar la división del MIR convocando a un Congreso Unitario, me hice a un lado y no participé en ninguna de las fracciones y grupos en que se atomizó el movimiento. Me quedé en el exilio ya que el gobierno militar no me permitía volver legalmente al país. En lo personal pensaba que el plebiscito sería un fraude y que era un error participar. Pero debo reconocer que me equivoqué, ya que el plebiscito de 1988 se transformó en una gesta anti dictatorial que logró realimentar la esperanza democrática, movilizar a una vasta mayoría ciudadana, y abrir paso a la transición. El drama fue que después de ese extraordinario triunfo ciudadano la elite política concertacionista negoció una transición democrática limitada que aseguró la continuidad de aspectos centrales del Chile dictatorial.

¿Cómo vio la transición democrática luego de la dictadura?
Sin duda la llegada de la Concertación al gobierno significaría importantes avances respecto al periodo dictatorial en temas tales como el respeto de los DDHH (aunque no en el caso del pueblo mapuche), el restablecimiento de instituciones democráticas liberales, y una significativa reducción de la pobreza. Pero al mismo tiempo se mantuvo y profundizó el modelo económico neoliberal extractivista y dependiente impuesto bajo la dictadura, produciéndose una concentración de la riqueza aún mayor que en ese periodo. Hasta el día de hoy no se reestablecen todos los derechos sociales que históricamente habían conquistado los trabajadores: una política de educación y salud pública y gratuita; un sistema público solidario de jubilación; un código laboral que respete los derechos laborales; etc. Las tradiciones solidarias y de participación social democrática no han sido rescatadas y se ha profundizado el individualismo social y cultural. Se superó el sistema político autoritario impuesto por la Dictadura pero fue reemplazado por un sistema democrático restringido sustentado en el clientelismo conducido por una elite y una práctica política que la mayoría de los ciudadanos sienten distante e ilegítima. Hasta el día de hoy, aunque remozada, se mantiene vigente la misma Constitución de la dictadura que protege a los grandes poderes fácticos, entre ellos el monopolio de la violencia y los privilegios de la casta militar financiada por todos los chilenos. Y de la corrupción, bueno, es mejor ni hablar…