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Expresidente de la Cámara de Diputados Antonio Leal a Cambio21: "Los que llaman al rechazo van contra un mundo que va a otra dirección, hacia otra civilización"

Por Rodrigo Cabezón
 
Conversamos sobre el proceso constitucional y las reformas al sistema político con Antonio Leal, ex Presidente de la Cámara de Diputados, Sociólogo, Master en Relaciones Políticas Internacionales y Doctor en Filosofía.
El ex parlamentario nos señala tajante a Cambio21 con miras al plebiscito del 25 de octubre: "Me resulta inexplicable que haya quienes llaman al rechazo, porque es ir contra de un mundo que se mueve aceleradamente en otra dirección, hacia otra civilización".
 
¿Cómo se plantea hoy a su juicio el tema del proceso constituyente o la pandemia hace perder fuerza al menos a la realización del plebiscito?
Frente a quienes creen que pueden relativizar el acuerdo constitucional de noviembre pasado me permito recordar que fueron las grandes manifestaciones sociales las que impusieron un proceso constituyente que se transforma en un hito histórico porque por primera vez una Convención Constituyente elegida por todos los chilenos, políticamente plural, con paridad de género y presencia inclusiva de los pueblos originarios, elaborará un nuevo texto Constitucional, sancionado en un plebiscito.
 
En ella, todos los chilenos podremos sentirnos representados, sin el estigma de la actual Constitución hecha en dictadura que ha dividido al país por cuarenta años, y que en sus valores, principios y normas deberá incorporar los temas acuciantes de hoy, los derechos sociales, de género, étnicos y de diversidad, una democracia con ciudadanía participativa e incidente, un modelo de desarrollo sustentable que proteja el medio ambiente, un Estado presente en la construcción de una sociedad más integrativa, igualitaria.
Una Constitución que responda a la complejidad del mundo global, digital, de la inteligencia artificial, el mundo del siglo XXI que ya no es el mundo simple y lineal de los 80 sino un mundo caracterizado por la aceleración, la incertidumbre, la liquidez, el riesgo, pero a la vez grandes cambios tecnocientíficos, biopolíticos, bioéticos que pueden potenciar positivamente la vida de los seres humanos.
Pero, hay un mundo, según encuestas de un 20 a un 30 por ciento, que está por el rechazo
Me resulta inexplicable que haya quienes llaman al rechazo, porque es ir contra de un mundo que se mueve aceleradamente en otra dirección, hacia otra civilización, y porque las sociedades necesitan un piso común donde nos reconozcamos todos, un nosotros, que responda a la realidad cambiante, flexible, y donde las legítimas diferencias se expresen dentro del ámbito de la democracia, de las libertades políticas, sociales y culturales, de la tolerancia y la no violencia.
 
Ello lo debe establecer una Nueva Constitución y es enteramente responsabilidad del gobierno garantizar que este proceso se cumpla y que tengamos el plebiscito del 25 de Octubre, adoptando las medidas de resguardo que las condiciones sanitarias exijan y que se han tomado en otros países que han realizado sus consultas electorales.
 
Usted ha dicho que es partidario de cambiar el sistema presidencialista que rige en Chile desde 1925
La reforma del sistema político debe estar en el centro del debate sobre la Nueva Constitución. El Filósofo Pierre Rosanvallon dice que hay en el mundo un excesivo presidencialismo que genera dos tendencias : liderazgos individualistas y mesiánicos y un sofocamiento de la democracia representativa que por doctrina es el Parlamento del cual Bobbio dice que debe ser “el pueblo en miniatura”.
 
En Chile vivimos un hiperpresidencialismo que produce bloqueos institucionales y que en su extrema rigidez estructural carece de mecanismos para resolver los conflictos. El Presidente tiene atribuciones múltiples que tienden a intervenir las facultades de otros poderes del Estado y en particular del Parlamento: iniciativa exclusiva de ley, facultad de ejercer veto, calificación de las urgencias legislativas, participar del debate legislativo, constitución comisiones prelegislativas fuera del Parlamento. Además el Presidente puede dictar Decretos con Fuerza de Ley y goza de autonomía para decretar estados de excepción constitucional.
 
Todo ello redunda en que el Presidente no solo controla el poder ejecutivo sino que además interviene en la agenda legislativa y se transforma en un colegislador fundamental lo cual sobrepasa el necesario equilibrio que debe existir entre estos dos poderes del Estado, que al ser ambos electos directamente por el pueblo, genera una competencia sobre la legitimidad de la representación popular y no olvidemos que instituciones rígidas en un Chile donde sectores de la derecha renuncian con facilidad a las reglas y valores de la democracia han terminado en golpes de Estado.
 
Autores de doctrina política tan importantes como Giovanni Sartori y Juan Linz, entre otros, señalan que el presidencialismo centraliza y concentra el poder en la figura del Presidente y cuando este pierde adhesión en la ciudadanía se debilita todo el sistema y afecta al conjunto de la legitimidad de las instituciones. A ello se suma que los conflictos recurrentes entre un Presidente, sin mayoría en el Parlamento y con un mandato fijo, crea un vacío y muchas veces una parálisis institucional sin que haya mecanismos para resolver las confrontaciones sin generar una crisis política de mayor envergadura.
 
Muchas veces, en América Latina hay variados ejemplos al respecto, el exceso de poder alimenta en el Presidente posturas mesiánicas, la convicción de tener una gran misión que cumplir en nombre de todo un pueblo independientemente de los grados de apoyo reales que obviamente son variables en un electorado que sobre todo hoy es fluido e itinerante. El presidencialismo alienta la fragmentación y el surgimiento de partidos pequeños y la aparición de figuras extrasistema que se potencian de las continuas crisis de competencia.
¿Y cómo se soluciona esa crisis?
Creo que en Chile una parte de la crisis política de legitimidad y de funcionamiento de las instituciones que observamos, incluso más allá del gobierno actual donde se concentran “de manual” los excesos y los males del presidencialismo y la hipertrofia de este, reside en la existencia de este hiperpresidencialismo y , por ello, soy partidario de cambiar el sistema presidencialista que ha ido adquiriendo una carácter cada vez más autocrático y que se transforma en un obstáculo para el ejercicio de una gobernabilidad democrática en un mundo donde se requiere flexibilidad, descentralización del poder, horizontalidad respecto de una sociedad civil que debe adquirir carácter incidente en las decisiones, temporalidad en la gestión.
 
¿Es partidario de un sistema más flexible e integrado como el semipresidencialismo?
Si, soy partidario de un sistema semipresidencial que por esencia fija atribuciones distintas a cada figura o ente institucional y al hacerlo no solo mantiene la separación de poderes de Montesquieu sino que además lo reparte porque funciona sobre la base de un poder compartido, dual, el Presidente comparte el poder con un Primer Ministro que a su vez depende de la mayoría parlamentaria. Hay un mayor equilibrio de poderes que en el Presidencialismo y creo que tiene ventajas sobre el régimen puramente parlamentarista porque crea un camino mixto dado que da valor y poder al voto popular y a la confianza depositada por la ciudadanía en el Presidente lo cual responde a la larga tradición y a la idiosincrasia de los chilenos.
 
Giovanni Sartori señala que un régimen semipresidencial se caracteriza porque el Presidente, que es el Jefe de Estado, es elegido por el voto popular por un período determinado de tiempo y tiene como función primordial garantizar el funcionamiento regular de las instituciones, y dirige la política exterior, la diplomacia y las fuerzas armadas. Comparte el poder ejecutivo con un Primer Ministro al cual designa pero que es independiente en la medida que él y su gabinete dependen de la mayoría en el Parlamento que lo elije y para lo cual debe mantener una mayoría dado que está sujeto al voto de confianza y al voto de censura del Parlamento.
 
Es decir, el Jefe de Estado es independiente del Parlamento ya que es elegido por voto popular, pero no se le permite gobernar solo o directamente, y en consecuencia debe canalizar su voluntad política a través de su gobierno que designa el parlamento. Si el Primer Ministro pierde la mayoría dimite ante el Jefe de Estado el que procede a designar a otro líder que pueda recomponer la mayoría o generar una nueva, lo cual potencia los asuntos programáticos, o disuelve el Parlamento y convoca a nuevas elecciones que recompongan una mayoría. Además el Presidente o Jefe de Estado al no gestionar el ejecutivo directamente mantiene una relación no conflictiva con los dirigentes de los partidos contrarios y favorece el compromiso, la negociación y la moderación de las fuerzas en pugna.
 
El semipresidencialismo es un sistema de gobierno mucho más flexible, que posibilita el funcionamiento del régimen democrático con un Gobierno que sea expresión de la mayoría parlamentaria; facilita la superación de los conflictos institucionales que pueden tornarse insuperables dentro del presidencialismo y desarrolla límites en el ejercicio del poder lo que expresa un cambio en la cultura política. También el semipresidencialismo fortalece política e institucionalmente al Parlamento, reequilibra el sistema institucional, puede funcionar con un sistema unicameral o bicameral, potencia el rol de los partidos políticos y de sus visiones programáticas.
 
¿Es partidario de reemplazar el sistema bicameral por uno de una Asamblea Nacional o una sola Cámara?
He pensado bastante el tema porque pesa en mi opinión la antigua tradición política chilena de la existencia de un sistema bicameral desde los albores de la independencia. Sin embargo, la política y las instituciones enfrentan un problema real: caminarán a ritmo análogo o digital en un mundo y en sociedades que viven en red y donde el tiempo y el espacio se ha modificado radicalmente. Una de las mayores críticas de la población en contra de los parlamentos es la lentitud para absorver y procesar los problemas, temas, reivindicaciones de una sociedad que vive entre la velocidad del mercado y la de la revolución digital e instituciones que tienen ritmos muy diferentes y que no responden a los cambios adecuadamente no solo a los tecnológicos sino también a la velocidad de los cambios culturales y de subjetividad de la población. Por ello, he llegado , en lo personal, a la conclusión que los tiempos exigen un Parlamento unicameral, elegido con ley proporcional, se puede pensar en una lista cerrada desbloqueda donde el elector vota por la lista o por uno de los candidatos, lo cual da más poder al debate de ideas y de programas que a la figura misma del candidato. Plantea un desafío político, electoral y cultural mayor que incentiva en los electores a votar por propuestas y a quien es elegido a comprometerse con ellas en su gestión parlamentaria.
 
Sin embargo, quiero observar que el cambio de sistema político es uno de los factores que incide en el fortalecimiento de la democracia representativa, el otro es el del rol de la ciudadanía y de como se enfrentan las causas más estructurales de la crisis de la política...
 
A partir del 18 de Octubre la ciudadanía es capaz de autoconvocarse y de plantear reivindicaciones
 
En efecto, en su debate con el filósofo español Daniel Innerarity y se planteó que el sistema político no absorvía las demandas, ¿como se aborda esto desde el punto de vista de la necesidad de una ciudadanía más influyente?
Innerarity plantea algo de fondo: cuando la información estaba concentrada en los instrumentos de la política era relativamente viable una democracia representativa vertical, pero cuando la información y las comunicaciones se expanden y la revolución digital transforma la forma de comunicar y cada persona tiene acceso a ella incluso globalmente, cae la mediación ideológica de los partidos y de las instituciones, y se requieren formas de gobierno horizontales que permitan absorben, canalizar, el malestar, la desconfianza, que rápidamente se transforma en indignación y, como hemos visto con la explosión social del 18 de Octubre, en acción que sobrepasa a todos los poderes porque la ciudadanía es capaz de autoconvocarse y de plantear reivindicaciones que hoy son policonflictuales y, por tanto, transversales y muy complejas de manejar con los instrumentos políticos del pasado.
 
Ello implica pensar en una ciudadanía que debe estar dentro della stanza dei bottoni, como dirían los italianos, dentro de las instancias donde se toman las decisiones y no fuera de ellas, Es decir, una ciudadanía que ejerce formas de democracia directa, que establece agendas, debe ser parte incidente de las políticas y de la gobernabilidad porque las formas de representación simple de una sociedad simple han dejado de tener vigencia y hay que, como dice Innereraty, resetear la política para que una ciudadanía incidente sea un factor actuante de una nueva democracia representativa cuyos alcances, espacio, derechos, formas de participación, deben también ser establecidos constitucionalmente. Democracia política, democracia social, democracia transnacional, democracia intergeneracional, democracia de género, democracia ambiental. Es otra manera de mirar la política, las instituciones y el rol de la ciudadanía.