A todos los jueces y juezas de la Corte Suprema y Corte de Apelaciones que han violado sistemáticamente durante 47 años los Tratados Internacionales de Derechos Humanos.
Se imaginan salir de casa un día, despedir con un beso a vuestra familia, ese gesto tan cotidiano que a veces no tiene peso. Y de pronto al anochecer su esposa no llega, o su marido no llega, o su padre si tiene, y lo tiene, le avisa que su madre no llego, o al revés, o su hermano, hermana, su vecino, ¿qué hace?
Llama, ¿no es cierto?, llama a los amigos, a la oficina, empieza a recordar si había algo pendiente por hacer, llama a los hospitales, y tiene que esperar esos malditos días para hacer la denuncia por presunta desgracia, y mientras tanto usted se angustia, la llaman por teléfono al amanecer y le dicen comunista concha tu madre, te vamos a matar.
Usted ya no duerme, no come, mira hacia todos lados buscando… buscando, sale a la calle, la siguen, la vigilan, saben perfectamente cada paso que da, también bajo sospecha y observación esta toda su familia, que la han puesto en las múltiples mirillas de los asesinos, y usted señor juez o señora jueza, debe seguir, debe buscar, a su amor, a su madre, a su hermano, a su hermana, a su tío, a su hija Nalvia; tenía apenas 20 años, que lamentablemente estaba embarazada y lamentable, porque nunca nacerá ese nieto, nieta, su hija se desangro en la tortura, ¿le suena?
A ella, a su hija le metían ratones por la vagina, por el ano, le quemaron los pezones con cigarrillos, la violaban incansablemente y ahí salió su nieto destruido y convertido en sangre; luego de la última aplicación de corriente que esos hombres y mujeres aplicaban sagradamente a su hija hasta dejarla inconsciente.
¿Y sabe lo qué hacía su hija?, gritaba, aullaba, apretaba la boca resistiendo, usted se imaginaba sus gritos pero nunca la oyó, nunca más volvió a verla, la amarraron, señor y señora jueza, la amarraron a un riel y la lanzaron al mar, y usted nunca más pudo abrazarla; en su mente pasaban imágenes, momentos felices, su cara, su risa, su cuerpo moviéndose abrazándola, ¿cuándo fue la última vez que abrazó a su hija, lo recuerda? De seguro atesora cada recuerdo porque hoy no tiene un lugar para ir a sentarse, hablarle, nunca la enterró, nunca le llevo un ramo de flores, la desparecieron en este angosto país, nunca más le vio su cara destruida, deformada por la tortura.
Y si hubiera sido su padre, o su hermano, que tenía una vida ordenada, si, fíjese que pensaba en un país hecho por todos, pensaba en todos los ricos recursos que tiene esta tierra, deseaba que cada niño y niña tuviera una educación para así realizar sus sueños y trabajar, estudiar pensando en todos, eran simples sueños y trabajos de una vida digna, ¿le suena esa palabra, sabe su significado?
Y tuvo esa tarde la noticia que le cambió su vida, no sólo a usted, a su familia entera y de pronto notó que sus vecinos ya no lo saludaban, más bien lo esquivaban, y pasó un día, dos días y su padre no llegaba, hasta que le avisan que está detenido y usted parte casi feliz, pero al llegar, le dicen que no, que nadie lo llamó, y ya va imaginando lo que viene, ya lo ha oído, ya tiene amigos de los que nunca más supo o que llevan meses encarcelados, sin poder verlos.
Solo la gente de los alrededores escuchaban sus gritos a cualquier hora y también sus cantos y las voces de esos valientes soldados que torturan, roban, insultan; y usted se acuerda de Pedro, ese chico de 14 años que lo tomaron en la panadería de su barrio, y su madre le contó la última vez que lo vio apoyado en una baranda del estadio nacional, lo distinguió por su chaleco rojo que ella le había tejido. Lo mataron con 33 balazos por la espalda. Se le hace una feroz mueca en su cara.
Piensa en su padre, en que ya no está donde le dijeron que estaba preso, no, ahora tendrá que tomar una varilla y buscar por un canal, así le ordenan los carabineros que están a su lado acechándolo; hasta dar con su padre si tiene suerte, y mire lo que le digo: si tiene suerte, ya sabe, supongo que sabe, hay muchos que nunca aparecieron, y sí, ¡tuvo suerte!, lo encontró, ¿y qué le hicieron a su padre señor juez, señora jueza?
Lo reventaron a golpes, le aplastaron con neumáticos gigantes su torso dejándole apenas tres costillas buenas, le pusieron corriente en los testículos y en el pene, en la boca, saltaron los dientes, las manos reventadas a punta de martillazos, le administraron gas sarín, ¿sabe lo que es?, y como golpe de gracia le metieron su cabeza entre dos escalones y se la torcieron, y usted años más tarde tuvo que armar hueso por hueso el cuerpo de su padre; porque ya sabe, cambiaban los cuerpos, los sacaban de sus tumbas y los echaban cual desperdicio en cualquier otro lugar.
Y han pasado tantos años y por fin reventó un cansancio agolpado ahí justo en ese latido que lo hace soñar, y llegó el 18 de octubre y Chile Despertó, ese era y es el canto que se escucha, susurra y se anhela; y nuevamente señor juez, señora jueza. ¿Usted sabe el horror vivido por Gustavo?, le dispararon a sus ojos y perdió ambos, y es más, usted ya sabe que hay 445 jóvenes con mutilación ocular, que hay 2.500 jóvenes detenidos por estar en la calle exigiendo ni más ni menos que una vida digna, le pregunto nuevamente: ¿sabe el significado de la palabra DIGNIDAD?, de seguro que no, y también sabe que a muchos de los que hoy están presos los han violado, torturado.
Y usted señor juez, señora jueza ¿qué hacen? Liberan a los culpables, a los que dispararon y son responsables de ceguera, aquel que disparó a la cara una bomba molotov, ¿sabe de quién hablo? Fabiola Campillay, se la recuerdo. Los asesinos libres, le molesta esa palabra: asesinos, ¡¡que usada está en este país!!!, es igual a esa otra palabra INJUSTICIA, esa sí que la maneja ¡¡y son expertos en aplicarla!!! Sí, usted señor juez, señora jueza, libera a los asesinos y no encarcela a los asesinos, ¡¡mire que juego de palabras!!! Mire cómo juegan ustedes con la vida, con el derecho, a propósito ¿sabe el significado de DERECHO?, es seguro que no lo saben.
Usted señor juez, señora jueza, tienen todo mi desprecio asegurado. No es necesario hacer más mérito, mi familia como muchas lleva 44 años esperando justicia, ustedes hablan de violencia, sabe señor juez, señora jueza, ha sido poca la violencia, ha sido muy poco lo destruido, eso que les importa a las personas dormidas, muertas en vida que sólo cuidan su pequeño hábitat y todo lo que acontece a su alrededor les importa un carajo.
Me encantaría que aceptara mi invitación para conversar con los chicos y chicas de la primera línea, a esos que tiene presos, me gustaría llevarla y que conociera a Valentina, una chica de 17 años que vive en La Legua y que cada tarde preparaba comida y se la llevaba a los chicos gratuitamente a Plaza Dignidad, que viera dónde y cómo vive, una población sitiada por el Narco, se ha preguntado usted alguna vez ¿por qué reina el Narco, quién los protege y sustenta?, ¡¡apuesto que lo sabe, pero ejerce tan bien su profesión!!!; cuida al delincuente, al asesino, al ladrón.
La verdad, la ira e impotencia que siento crece día a día, y eso sucede con cada ciudadano que tiene metido en la sangre el conocimiento y desea vivir con DIGNIDAD y que se respeten sus DERECHOS.
Le deseo señor juez, señora jueza que un día la vida se les de vuelta y sufran lo que miles hemos sufrido, les deseo que donde los vean se les recuerde su amparo a los asesinos, su crueldad diaria con los prisioneros políticos de la revuelta, les deseo el desprecio de algún familiar y amistad que sepan su proceder.
En su destacada cobardía y no respeto a las leyes, usted señor juez y señora jueza son uno de los poderes más relevantes que están haciendo presión, para que la revuelta del 18 de octubre no tenga comparación alguna con la que va a venir una vez que el virus amaine.
Usted señor juez, señora jueza, son cómplices de cada tortura, de cada desaparición, de cada preso, de cada mutilado, tengan ustedes mi más profundo asco.
Carmen Soria González-Vera
Santiago, 13 de abril 2020