El padre católico, Felipe Berríos, entrega sus impresiones acerca del rol de la Iglesia durante el estallido social y explica su voz ausente. También aboga por un rol más protagonista de las mujeres.
Apunta, del mismo modo, a las claves que podrían ir superando la crisis en Chile, transitando hacia un país más comunitario y menos individualista.
Berríos es sincero y dice lo que piensa. Opina de la realidad que lo circunda con opiniones, que puede molestar a parte de la Iglesia más conservadora, pero no se inmuta. Por ende, habla de política, de lo necesario de una Constitución en Chile, sobre religión y fútbol.
No es parte de la jerarquía eclesiástica y prefiere vivir el evangelio predicando con la gente, en sitios donde las personas tienen más necesidades. A partir del año 2015, dejó todo para establecerse en el campamento de la Chimba desde donde construyó una iglesia, en Antofagasta, además de un centro de formación técnica y un comedor que recibe a cientos de niños y permita a sus madres y padres trabajar.
“Cuando en Chile hablamos de la Iglesia, entendemos que nos referimos a la jerarquía, pero en realidad la base de la Iglesia somos todos los bautizados, y esa es la Iglesia que ha estado, y muchos de ellos han protestado, pidiendo cambios. La Iglesia jerárquica es la que ha estado muda, porque en realidad tiene poco que decir. Ha estado poco en contacto con el pueblo de Dios y de ahí su silencio”.

La Iglesia no ha mandado ningún mensaje de unidad…
Es que esos mensajes, para que tengan efectividad, tienen que tener autoridad de quien lo dice, legitimada por la gente. Y si la Iglesia se mantuvo en silencio por distintas razones y también cuando les sacaban los ojos a los jóvenes, o cuando se provocaban incendios, bueno, decir ahora algo como un llamado a la paz es como un huevo pasado por agua. Ya no valdría la pena.
¿El proceso constituyente puede calmar un poco las aguas en esta crisis social que enfrentamos?
No hay que dejarse confundir por unos pequeños grupos que pueden armar violencia. Hay que tratar de aislarlos y controlarlos. Yo creo que lo importante es que el pueblo de Chile, que desde el Gobierno anterior de Michelle Bachelet se planteó un cambio constitucional, no es que sea algo que estén pidiendo en masa, a gritos en la calle, pero sí la gente está pidiendo cambios fundamentales que son imposibles hacerlos sin un cambio de Constitución, como es el rol del Estado, que no sea subsidiario, sino que tenga un rol en la educación pública, en las universidades, que el Estado tenga un rol en las pensiones, en distintas cosas que son claves en la sociedad.
¿Usted espera un Estado más fuerte y un mercado más débil en el nuevo Chile que deberá emerger?
El mercado es excelente para lo que es. Se trata de un animal muy bonito y admirable, pero si el león se sale del zoológico y está metido en el living de tu casa, o en el comedor se transforma en algo peligroso, es decir, se convierte en peligroso cuando empieza a determinar la salud y la educación, que son cosas que le pertenecen al Estado.
¿Falta introducir el principio de solidaridad que reemplace el de subsidiariedad en la nueva Constitución?
Lo que pasa es que debemos entender al país como una comunidad. Y no como una máquina dispensadora donde yo saco lo que necesito y si no tengo plata, mala suerte. Uno está aterrado porque no puede estudiar, o los jóvenes terminan el colegio y no van a poder pagar algún estudio superior, o están aterrados de llegar a viejo y no se va a poder mantener, o porque no quiere enfermarse, etc. Entonces, acá en Chile no hay comunidad, cada uno se rasca con sus uñas. Y eso es lo que se trata de cambiar. No se trata de destruir lo bueno que se ha hecho. Se han hecho muchas cosas buenas en el país, pero llega un momento en que tenemos que pensar qué Chile queremos proyectar hacia adelante. Un Chile en el que cada uno se rasque con sus propias uñas o que el Estado te garantice ciertos derechos mínimos.

¿Tampoco la idea es que sea todo gratis?
Nadie está pidiendo las cosas gratis. No se trata tampoco de esa pelea infantil de si es mejor lo privado o público. O cuando te preguntaban si es mejor la mamá o el papá. Los dos son necesarios en colaborar entre el sector público y privado, pero eso no resta el hecho de que el Estado tiene que tener una presencia real en ciertas cosas básicas como lo son la salud, educación y pensiones.
¿Falta un llamado a la paz por parte de la Iglesia católica y terminar con su silencio?
Lo que pasa es que el problema con la jerarquía de la Iglesia católica es un problema de credibilidad, entonces, la ciudadanía no la siente cercana. No ven a la Iglesia en las micros, en las poblaciones, la gente ve a la jerarquía eclesiástica defender las institución más que vivir el evangelio, y mientras eso esté así, su palabra va a ser insignificante.
Hay que dejar de lado la violencia
¿Qué mensaje le diría a la población chilena?
No nos dejemos llevar por el miedo, porque es mal consejero. La idea es que no entremos a las polarizaciones y nos descalifiquemos los unos a los otros. No hay que tratar de enemigo al adversario político, porque tiene algo que aportar y nadie sobra en el país. No hay que tener miedo y debatir con altura de miras, escuchar al otro y dejar de lado las descalificaciones y la violencia.
¿Valora que sacerdotes hagan un trabajo comunitario, como el padre Mariano Puga en Villa Francia?
Yo creo que los curas tenemos que dejar de ser protagonistas y adherir más a la idea de que las mujeres religiosas lleven el pandero, y dejemos que ellas organicen las cosas, junto con los laicos. Ya pasó el momento en el que los curas éramos los profesores jefes. El Concilio Vaticano II hace muchos años planteó que los sacerdotes teníamos que tener un rol más secundario.