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Poco civismo e impacto cultural negativo: el cara y sello de la campaña electoral con poca propaganda callejera

Lado bueno: limpieza en las calles. Lado malo: falta de ambiente que conduce al desconocimiento ciudadano. Comentan Fernando Meza, diputado del Partido Radical, y Rodrigo Larraín, sociólogo de la Universidad Central.

Por equipo Cambio21.
 
Si algo ha caracterizado a la actual campaña electoral es la casi total ausencia de propaganda política en avenidas, plazas y otros lugares con alta afluencia de público.
 
La principal “responsable” es la nueva ley que se estrenó en los comicios de municipales de 2016 y que regula los gastos y la cantidad de afiches, letreros, carteles y gigantografías que se pueden instalar en todo el país.
 
El lado bueno es la limpieza que se puede percibir en las calles, el malo la falta de ambiente que provoca la escasez de publicidad, lo que de paso lleva al desconocimiento de parte de la ciudadanía.
 
Falta de civismo
 
Fernando Meza, diputado del Partido Radical, señaló a Cambio21 que “la campaña, tal como nosotros la diseñamos en el proyecto de ley que cambió toda la forma de hacer política, quedó bien”.
 
“Se niveló la cancha entre los que tenemos menor recursos y los que tienen más. Por ende, se acabaron las grandes sumas de dinero y la cantidad estratosférica de palomas y monumentales puestas en cualquier lugar, qué sé yo, arboles, caminos, etc. Además, la ganancia para el medio ambiente ha sido grandísima, lo que ayuda a que la ciudadanía no esté invadida por propaganda en sus espacios públicos”, explicó.
 
 
“Lo único donde me podría quejar es que la falta de civismo que todavía existe y desgraciadamente no solo en el vandalismo que se ve en todas las sociedades. Me refiero a los que destrozan por destrozar”, añadió.
 
“Y lo peor -alega-, es que tenemos candidatos al Congreso que no han aprendido la lección de que en Chile tenemos que respetar las formas de pensar de cada uno. Yo no entiendo cómo pretenden representar a la ciudadanía cuando ellos infringen la ley destrozando la propaganda del adversario”.
 
“Entiendo que en política haya enemigos y rivales ideológicos, pero eso no tiene que ver con romper la propaganda”, insistió el legislador por Pucón y Villarrica.
 
Impacto cultural negativo
 
De forma crítica, Rodrigo Larraín, sociólogo de la Universidad Central, manifestó a este medio que “hay que buscar una compensación para que haya efectivamente más propaganda”.
 
“Lo que se muestra por televisión es muy poco, casi no he visto nada por los medios (escritos) y las palomas han disminuido significativamente en las calles. Por lo mismo, da la impresión de que no ha partido la campaña. De hecho, la propaganda tiene una superficie acotada por ley. O sea, yo no podría poner un letrero -si vivo en el sexto piso- más allá de algunas medidas”, expresó.
 
A juicio del profesional, “la mística que generan las batucadas, las banderas en las calles, las chapitas, los volantes y todo lo demás se ve muy precario… creo haber visto dos candidatos con tres banderas en una esquina. Y eso que yo recorro harto Santiago”.
 
 
“Siento que el poco impacto cultural nos puede jugar una mala pasada. Es cosa de ver que tenemos menos propaganda que, por ejemplo, Estados Unidos, Argentina y Francia, donde la publicidad es a todo dar y muy abundante en las radios y en las calles con pendones, afiches y challas”, enfatizó.
 
Otra cosa: “no sé por qué se acabaron las poleras que se comenzaron a usar en la primera elección de 1989 o los sombreros para el sol con el nombre del candidato. Hay muy poco merchandising. Y la verdad, no sé si están tan pobres los partidos. Además que la gente igual puede donar plata, de luca si es necesario, no que hagan transferencias tan grandes de dinero”, concluyó el académico.