No desprecio a los hombres, si así fuera, no podría gobernarlos. Los reconozco frívolos e ignorantes, inquietos, ávidos y capaces de todo por triunfar; y es algo que puedo saber, porque al menos por momentos, soy uno de ellos.
Estas palabras, atribuidas a un Emperador Romano, pueden interpretar el actual momento político, en que llegamos a una elección con aspirantes a la Presidencia de la República surgidos de improviso, porque hasta hace unos meses, nadie, ni siquiera ellos mismos, podrían haber sospechado que volarían a tales alturas.
Las posturas de ambos candidatos han sido situadas por los “analistas” en cada extremo del ámbito político, polarizando la elección y amedrentando a buena parte del electorado que; desde su limitada perspectiva, confinada en un intelecto que le inhibe de ampliar sus ideas; lo lleva a pensar que más allá de su postura, que asume como la correcta, está la opuesta, tan distante ideológicamente y... representativa del caos.
¿Y...? Si hiciéramos el ejercicio simple de pensar que el candidato del frente, no desprecia a los hombres, muy por el contrario, al sentirse como uno más de ellos, poseedor de sus defectos y virtudes, tal vez, con el apoyo de la ciudadanía y la oposición constructiva de la lista perdedora, gobierne para liderar las reformas que el país clama, derivando para ello, desde su inicial postura radical, hasta la moderación del centro que ambos candidatos hoy ofrecen adoptar con gusto.
Los hombres más opacos emiten a menudo resplandores redentores, y son muy pocos aquellos de los que no podamos aprender algo. A veces, nuestro error está en atribuir virtudes a quien no las posee, descuidando atender en cambio, aquellas aptitudes de las que es poseedor. El espíritu, impulsado por la voluntad, permite la obtención del resultado anhelado, y aquello siempre favorece al desposeído, que en cambio, nunca deja de ser víctima del fracaso de cualquier aventura política.
¡A la fuerza no es cariño! Era una expresión usada por mi abuela, que utilizo hoy para consignar el derecho a la libertad de votar de un ciudadano, y que no lo exime de concurrir a votar.
De otro modo, sin participar: ¿Cómo se puede contribuir a mejorar la sociedad? Es imperioso sin embargo, que el mundo político, seduzca al elector sin la aplicación de una ley para forzarlo, porque esa práctica ha sido rechazada por la comunidad, y quien pretenda reinstalarla, no sintoniza con los nuevos tiempos.
Con arrogancia, diversos personajes políticos se han estado sumando a las candidaturas, emergiendo como salvadores que, con su apoyo, otorgarán al candidato esa mínima diferencia que los “expertos” y las encuestas, han establecido que
definirá el resultado. Tales personajes, que mucho dieron al país, presentan hoy un discurso impregnado de una pátina patética. ¿No entienden acaso que su tiempo expiró y que la sabiduría que aún pueden ofrecer está en la palabra, alejados de la vida pública?
Ciudadano: el voto te pertenece, es algo secreto que tú acudes a expresar en un recinto cerrado, al que al ingresar, te enfrenta a un mundo permite colocar un grano de arena en la inconmensurable playa de la historia. Tú, estás contribuyendo al futuro del país y estás escribiendo la historia que sigue, aún con todas las sesgadas interpretaciones con que los historiadores la difamarán.
Habrá un ganador, al que con tu aporte, tú instalarás en el poder. Pero... ¡Cuidado! aunque no hayas votado por el candidato vencedor, tendrás el derecho para llamarlo tu Presidente, y el deber, de seguir participando del proceso, porque has sido parte del Acto Eleccionario y, porque de eso se trata la Democracia. Tu responsabilidad no cesa, tienes aún por delante muchas tareas: exigirle que cumpla sus promesas; ayudarlo con lealtad a desarrollar su programa de gobierno, y por sobre todo; desde tu trinchera, contribuir con tu generoso esfuerzo a tener un país mejor. ¡Son funciones de cualquier ciudadano coherente!
Cuando se publicó el libro -Confidenció el escritor- la gente del pueblo lo leyó y creyó reconocerse en los retratos que el autor había construido y se levantó contra él de manera casi unánime. El peligroso oficio de la escritura exige, para hacerlo bien, expresarse con el genuino impulso del alma, los trucos no ayudan a la gran literatura; y la verdad que de ahí emana, suele herir a personas queridas. Pero... es un compromiso irrenunciable...
El carácter, condición ineludible en un hombre, no omite la disciplina; que parte por el cuidado del cuerpo, y rige la conducta del ser, hasta conciliar ambas virtudes y someterlas al amplio sentido del bien común. Penetramos en el pensamiento de otros hombres hasta comprender que uno decide en la vida de acuerdo con las leyes que la naturaleza le ha otorgado, que son propias y tienen esencia irrenunciable.
Han surgido voces que promueven la indefinición para votar el domingo próximo ¡Qué
ajenas me resultan! Aducen el mérito de que los indecisos han forzado a los extremos a ubicarse en el centro y presentan al elector como alguien desorientado, que parado ante la urna no es capaz de elegir y acaba votando blanco o nulo. ¡Cómo choca esa acción con la esencia de mi temperamento!
Argumentan que no pueden optar entre dos opciones que definen como extremas. Reclaman los detractores de uno u otro candidato, de que si ese resulta ganador se violarán los derechos humanos y terminaremos en una dictadura. La incapacidad de argumentar mejor, lleva a utilizar conceptos opuestos al sentido común. ¿Cómo no va a ser posible determinar la mejor postura para el país, o si se quiere, la que le hará menos daño? En tiempos de crisis, la tibieza no ayuda, y mientras más hondo el conflicto, de más carácter se precisa para superarlo.
¡No! No te equivoques, jamás propondría agresividad o belicosidad, hablo de imponer la fuerza de la razón para defender nuestros postulados; hablo de la convicción para llegar a ellos luego de un recorrido de profunda reflexión; hablo de la
disciplina para ponerse al servicio del ganador, así no sea nuestro candidato; y hablo de nuestro compromiso para no marginarse nunca del proceso participativo.
Los grandes hombres nunca eluden su decisión frente al acontecimiento, por el contrario, aunque aprensivos, la aceptan con complacencia y es más, concurren alegres a expresar su voluntad, porque quieren ser escritores de la historia que ese día se escribirá.
El domingo 19 acudiremos a votar, hagámoslo con optimismo, porque nada malo ocurrirá, eso sí, tengamos presente estas decisiones: La primera será acudir a votar, no por obligación, sino en la certeza de que la fuerza del voto es la que todo lo puede; la segunda será definir por quien lo haremos (sería terrible que ganaran los nulos y blancos), sin vulnerar el primer misterio del voto: su secreto, que al confesarse, induce un quiebre destructivo del proceso, que propician quienes intentando incidir en el resultado usan tal burdo y poco noble argumento; la tercera será recordar que participas de un proceso democrático, y que tu responsabilidad, es la de asumir como tuyo al candidato ganador que, a partir de ahí, será, sin ambages, nuestro Presidente, y será nuestro común compromiso, exigirle un buen gobierno, ayudándole a lograrlo.