En Chile existen más de un millón de personas postradas; niños, adultos y personas mayores. En la mayor parte de los casos son las mujeres de la familia las que asumen el rol de cuidado sin mayor capacitación o recursos, viéndose obligadas muchas veces a dejar sus propios trabajos y poner en pausa su vida, sacrificando tiempo y energías para cuidar de otros. Muchas de ellas están solas. Este acto de amor puede romantizarse, sin embargo, genera dramáticos impactos en la vida de quienes cuidan. El agotamiento físico y mental, el aislamiento social, sentimientos de culpa y preocupación, lo que, sumados, son la receta perfecta para terminar con un cuadro severo de depresión. 

Esta fue una realidad ignorada por muchos años en Chile, hasta que en 2016 el Estado creó el Bono para Cuidadores, que se otorga a personas que cuidan a alguien con dependencia severa. En 2025, el monto de este beneficio alcanza apenas los $32.991 y para recibirlo es necesario postular. Ni siquiera es para todos los que lo necesitan. 

Nadie puede negar que Chile necesita con urgencia una política pública integral que se haga cargo del cuidado. Que cuide a quienes cuidan. Pienso que dicha política debe diseñarse desde una perspectiva solidaria y comunitaria, con cobertura universal, que sea flexible y capaz de adaptarse a los diferentes casos de la realidad chilena. Porque cada familia es diferente, si bien, compartimos un dolor en común. Cuidar de un paciente postrado es un acto de amor, que no puede seguir siendo un acto solitario.

Para esto es urgente construir un Sistema de Apoyos y Cuidados que pueda responder de forma oportuna desde un enfoque de derechos, que incluya además de un aporte económico significativo, herramientas de autocuidado: Una red apoyo psicológico y emocional, que permita sostener de verdad a quienes cuidan de otros. 

Porque en todas las familias habrá alguien a quien cuidar en algún momento de nuestras vidas.