Oh I'm just counting

El amanecer post plebiscito. Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

¡Qué desastre! -balbuceó Simón abatido, rumiando su contrariedad. -Nadie se esperaba una diferencia así -replicó Marcial- las peores encuestas daban al apruebo el 40%, y apenas llegó al 38.

-¡Era el resultado que usted quería! yo en cambio, quedé muy confundido. La ciudadanía -rio sin convicción- está siendo para los políticos como el monstruo del festival de Viña es para los artistas ¡Impredecible! - Buena ocurrencia –aceptó el viejo.

Siempre confié en el éxito del Rechazo, porque las encuestas no podían equivocarse tanto, y lo más importante, porque la propuesta fue mala; pero extrañamente, no estoy feliz…

 Desperté inquieto, sin controlar mi ansiedad, con la impresión de que se vienen tiempos malos. –

 ¡Nunca está satisfecho! -rio el joven- ¿Será que al envejecer uno se lo pasa quejando? -lo hostigó.

 - Mi escepticismo proviene de cierto olfato que con la edad se desarrolla y te permite husmear un ambiente enrarecido.

- El presidente no cumplirá su programa –dijo Simón amargado- me apena ver las infranqueables murallas que emergen por todos lados cuando se quiere hacer transformaciones.

- No quiero ser pájaro de mal agüero pero…, será peor que eso. Si no se persigue una revolución sangrienta, el arte de gobernar es conseguir consensos y eso significa persuadir al poderoso.

Sin arrastrarse, apelar a su generosidad… algo así como si teniendo tú un excedente mensual, yo te convenciera de que en vez de ahorrarlos, me los obsequies, con la sola razón de que me hacen falta para vivir de manera digna; y eso…, es difícil, porque con razón, sentirás que lo que te sobra te pertenece, ya que para ganarlo te has esforzado y porque además, de seres que requieren recursos para subsistir el universo se ha ido llenando.

-El presidente está debilitado –se empecinó Simón sin atenderlo. - Así es, y como dices, su ingobernabilidad puede impedirle cumplir con las enormes expectativas de la gente. Perderemos el tiempo un rato.

 - Lo paradójico es haber ganado el gobierno y perder luego la Constitución. Si hubiera ganado Kast, estoy seguro de que la nueva Constitución se habría aprobado ¡Esa inconsecuencia de la gente me molesta!

- ¡Es verdad! también pienso que independiente a su signo se implantó un sostenido repudio a la clase gobernante. Antes, la gente tenía genuino cariño por los presidentes, hoy, la ciudadanía, en los lugares públicos, no pierde oportunidad para atacarlos. ¿Viste que incluso Lagos, fue asediado mientras hacía la fila para votar?

 - ¡No me hable de ese señor! ¡Tan ambiguo! Ahora dice que el proceso fue un fracaso y culpa a la política chilena. ¿No es él acaso, parte de ella? ¿Por qué algunos viejos insisten -a riesgo de perder dignidad- en mantener su protagonismo? ¿No entienden que -de manera caprichosa o injusta, da lo mismo- la gente apuesta hoy por la renovación?

- ¿Qué crees que viene ahora? lo increpó Marcial. Simón no contestó y se enfrascaron en silenciosas conjeturas, mientras en sus oficinas, en un distinguido sector de Santiago, Ricardo, sobre el mismo tema, dialogaba con Matías, su socio.

 -¡Qué espléndido resultado! -se vanagloriaba- ha sido una bofetada contra la soberbia de los constituyentes. Se acabaron las tonteras, pero… hemos perdido dos años.

¿Quién paga la cuenta? ¡Deberían meter presos a estos gallos! Con gran madurez la gente expresó que no está para insensateces, ahora los políticos tienen que estar a la altura.

- Tengo dudas amigo, amanecí con los mismos temores de hace cincuenta años: Como salida a la crisis institucional de entonces, la gente acudió a los cuarteles y hubo un golpe de estado; y estuve de acuerdo porque me pareció la única salida posible a la improductividad y desorden que reinaba en el país, pero…, al día siguiente, desperté desconcertado… Influye quizás en mi desánimo, la visita de un antiguo colaborador que jubiló y vino a despedirse.

¡Más de cuarenta años juntos! ¡En las buenas y en las malas! Cómo envejeció y qué distinto advertí su cuerpo maltrecho, con el del joven mozo que conocí en mi primer trabajo.

Me conmovió su mirada humilde velada por la perenne humedad de la vejez. ¡Me observé ante mi propio espejo! Como nos destruye el paso del invencible tiempo...

-¡Vuelve Matías! no te dejes atrapar por la melancolía, es cierto que es triste despedir a un colaborador, pero te queda mucho aún. Lo del domingo fue una prueba contundente de que la ciudadanía no se engaña con monsergas, la voz del pueblo se pronunció de forma inapelable, el ciudadano exigirá oportunidades pero su madurez -esa es la gran diferencia entre estos cincuenta años le indica que no se consigue nada sin respeto, y que para lograrlo se debe acatar el trabajo y el esfuerzo.

–Esa es tu visión, una más de las que he visto; en la izquierda, los dirigentes que se referían al pueblo maduro que eligió a Boric, dictaminan ahora que, ese mismo pueblo unos meses después carece de madurez y, engatusado por el periodismo, los medios, las fake, o el gran despliegue de grupos económicos, fue inducido a rechazar.

Al otro lado, hay voces que, apelando a una máscara de ingenuidad, preguntan… ¿No debemos morigerar los cambios ante una respuesta tan categórica? Este resultado, aunque hay una corriente de centro amplia y poderosa, no posee la turbulencia de los extremos que, siendo muchos menos, hacen tanta bulla. Existe una fractura que, resquebrajada, aflorará…

 -No ¡Déjese de cosas! Entramos a un período fértil, la sensatez, erigida en légamo, permitirá jugosas cosechas. Ese es el camino que los resultados del domingo exigen; ese caudal que aludes, desde las izquierdas y derechas moderadas, arrasarán con los violentistas, y ya verás que nuestro edificio -controlada la inflación y vuelto a razonables tasas de interés- será un éxito. Después del domingo ¡Ya no cabe el pesimismo! Y volvieron al silencio.

 -Lo que viene ahora -respondió en otro lugar del barrio céntrico, Simón a la pregunta pendiente de Marcial- es que, cumpliendo con lo establecido, nos cambiaremos a nuestras moradas transitorias, para que la inmobiliaria construya aquí el edificio, asentando de nuevo, incertidumbre en Marcial que, en apariencia, había aprovechado el silencio para recuperar su calma, pero tuvo que frenar su respuesta ante una llamada de Sayén a Simón.

 -Necesito hablar contigo, no pude llamarte antes, estoy angustiada –fue lo que escucharon ambos por el alta voz del teléfono. -¿Qué pasa?

–se preocupó Simón desosegado, ante la confusión de Marcial que escuchaba sin querer.

 -¡Al despertar, con el primer rayo de la mañana, tuve un terrible sueño! Y ante el silencio de los otros, que sabían del significado de aquello, inició su narración: Tú y yo paseábamos por el centro, cerca de aquí. De pronto, tenuemente, como un murmullo, oímos cantos lejanos. De a poco, el rumor de las voces fue creciendo hasta dejarse oír con claridad inconfundibles cánticos religiosos expresados de forma lastimosa…

Nos abrazamos y sentimos mucho miedo, que crecía a medida que la procesión se acercaba. Al llegar frente a nosotros, notamos que la gente, vestida de riguroso luto, acompañaba a una carroza. Descubrimos impresionados que se trataba de un cortejo fúnebre y nos cogimos de las manos, aterrados por los ojos vacíos, las manos laxas y los rostros desencajados de la multitud.