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La delgada línea entre el “juego pícaro” y el acoso sexual

El mundo entero ha puesto los ojos en algo que, pasado los días muchos sabían o intuían, pero que nadie, ni siquiera las afectadas, se atrevían a hablar. Sin embargo muchas veces se habla de acoso, pero para el ojo de la sociedad no es más que un “juego pícaro”.

Por María Kovacz
 
A partir de las denuncias de acoso sexual en Estados Unidos, como el caso de Harvey Weinstein, el Premio Nacional de Periodismo 2015, Abraham Santibáñez se planteó a través de una carta a El Mercurio algunas insinuaciones y acosos sexuales que habrían podido vivir algunas periodistas chilenas mientras realizaban su labor. 
 
Según el presidente del Colegio de Periodistas, Luis Schwaner, "para nosotros esto es una preocupación neta. Cuando estos casos se presenten, las colegas que lo hayan sufrido, deberían remitirse inmediatamente al colegio para hacer la denuncia a través del Tribunal de Ética".
 
Por otro lado, Schwaner enfatizó en que existen otras conductas antiéticas "tan condenables como las comentadas por el colega Santibáñez, como acoso y maltrato laboral, bajos sueldos, horarios abusivos y extenuantes, condiciones materiales de trabajo, etcétera", señaló.
 
 
Sacan la voz
  
La bola de nieve que dejó las denuncias en contra del afamado productor de Hollywood Harvey Weinstein, ha hecho que en las últimas semanas cada vez sean más las mujeres que se atreven a denunciar situaciones personales de abuso y acoso sexual.
 
En nuestro país, las acusaciones también se fueron acrecentando. Nicole Block, actriz de televisión, publicó en una red social cómo tuvo que padecer el trato violento de un colega por el solo hecho de ser mujer.
 
“Una de las formas más soterradas de abuso es tener que aguantar en tu trabajo que un actor ‘importante’ te grite sin ningún pudor frente a un equipo de 40 personas. Pienso, estoy exagerando! Ojo, nadie dice nada, parece normal... Pero porqué me siento como la mierda? Si yo hubiese sido hombre me hubiese gritado? Ni cagando, si no tuviera una posición de poder lo hubiera hecho?”, relató.
 
En su momento, la destacada cantante Francisca Valenzuela publicó en una red social una extensa carta defendiendo el derecho de no ser acosada, de poder denunciar los casos y felicitando a las mujeres que lo habían hecho, la constatación se hizo más potente.
 
“HOY, al ver el mundo digital rebasar con #MeToo y #Yotambién, soy recordada de cuánto me enorgullece, emociona e inspira la valentía y fuerza de las mujeres. De las que conozco y las de mi comunidad; las que no conozco y admiro de lejos; las que están todos los días luchando y haciendo algo por sus familias, vidas, carreras, países y planeta. Cuántas historias y realidades son aún invisibles. Esto es la punta del iceberg y de lo que tenemos al alcance. Tenemos que ir cambiando y transformando la cultura patriarcal una historia a la vez”, decía Valenzuela.
 
Luego, para rematar, la destacad animadora de televisión y modelo Tonka Tomicic soltó una infidencia: un acosador en televisión.
 
“Uno sabe la sutileza, por eso yo les decía que a mí me ha pasado ¡Hay personas que te saludan de una manera, poh! Acá hay un panelista que una vez, que viene a veces al programa, que te saluda así poh, y que yo me arranco. Hay hombres también que te hablan demasiado cerca. Hay gente que invade tu espacio. Y uno se empieza alejar. Nosotros tenemos un master en hacernos las tontas, las idiotas, ¿qué vas a hacer?”, dijo Tonka.
 
 
Pero qué es el acoso
 
"Don Francisco" señaló que la percepción de acoso varía dependiendo del país, señalando a EE.UU. como una de las naciones más intransigentes en esta materia. "Yo, por ejemplo, creo que acoso es utilizar tu posición para conseguir favores sexuales", agregó.
 
Cuando se le pregunta por ciertas dinámicas instaladas en "Sábado Gigantes", como por ejemplo robar besos a las modelos, Kreutzberger enfatiza que ese tipo de actos no caen en la categoría de hostigamiento: "Yo no tomo eso como acoso. Quizás los tiempos han cambiado y hoy día por mi edad no lo puedo hacer, porque se vería muy feo". 
 
Entonces, ¿cuál es el límite de saber si es acoso o no? Para la sicóloga Paula Álvarez “debemos entender que no todo es acoso, hay veces que en la oficina, en grupos de amistades o en círculo de conocidos recibimos los denominados “piropos” y en muchas ocasiones los recibimos de buena forma porque no son mal intencionados o buscando algo más. El tema radica cuando la otra persona lo hace en forma permanente molestando nuestro espacio, irrumpiendo en forma violenta ya sea con palabras o de forma física”.
 
“Se da mucho en las personas que consignan algún poder y quienes quieren “escalar” en sus trabajos muchas veces pasan a ser las victimas ideales, o sea el `yo te aumento el sueldo si tu sales conmigo` o `toquetearte sin tu consentimiento, eso ya es un acoso sin duda porque están invadiendo tu espacio”, planteó la especialista a nuestro medio.
 
Además, puntualizó que “si bien en la calle es más fácil identificar lo que es el acoso, cuando se trata de nuestro mundo ya sea laboral o de amistad o de familia, en algunos casos se ve como “indefenso” o “parte de lo normal”, pero lo cierto es que cuando nos sentimos invadidas y nos quieren obligar a hacer algo que no queremos eso ya es acoso, y eso debemos tenerlo claro, porque así podemos frenar a tiempo el tema”.
 
Sabiendo de estas complejidades y queriendo profundizar en sus razones conversamos con Claudia Dides, directora de la ONG Miles Chile, quien explicó que “se han dado pasos en donde las personas han podido denunciar que han sido víctimas de violencia, cualquier tipo; en este sentido es todo un proceso poder reconocer esto para interiorizarlo y para así, después, poder denunciarlo. Esto es todo un proceso psicológico”.
 
“Se debe decir que aún persiste un fuerte miedo en los denunciantes, más si los acosadores se mantienen en lugares de poder. Esto, de mantenerse, hace muy difícil que se pueda identificar con nombre y apellido al acosador. Para las mujeres este es un elemento a superar”, analiza.
 
“Si se pudiera construir el espacio, donde se acompañe a las denunciantes, saber que hay una sociedad entera que escuchará y acompañará, donde se sepa que hay libertad para decir lo que se ha padecido. Nuestra sociedad ha evidenciado un gran paso que puede dar seguridad y confianza para decir la verdad”, finaliza.