Por Matilda Pope
"Los sectores que más se oponen al aborto en todas sus formas son los que menos se preocupan de cuándo esa guagua nace, qué va a hacer en el futuro si es pobre. En cambio, los que son proaborto son los que más se preocupan por los derechos de ese obrero u obrera en el futuro". Estas son algunas de las declaraciones que ha entregado en los últimos meses el cura obrero Mariano Puga Concha, un hombre cuyas décadas de sacerdocio las ha desarrollado en poblaciones, sectores marginados y estigmatizados, un cura que decidió vivir el evangelio reflejando en su acción al Cristo vivo, y llegando a todas las almas, más allá de cualquier credo y siempre en virtud de los más vulnerables.
Mariano Puga Concha, proviene de una familia con linaje, sin mayores preocupaciones económicas. Su padre presidió el Partido Liberal y está vinculado con el mismísimo Presidente de la Primera Junta de Gobierno, Mateo de Toro y Zambrano, como se describe en un documento de archivo del Centro de Estudios Miguel Henríquez a propósito de una entrevista realizada por un medio nacional al que en ese entonces era párroco en la población La Legua.
Se educó en un colegio que hoy es uno de esos que se necesita pagar suculentas cuotas de incorporación, matrículas y mensualidades escandalosas que casi triplican el sueldo mínimo, para poder entrar. Luego estudió arquitectura en la Universidad Católica, tuvo polola, pero lo dejó todo por seguir a Jesús y apañarlo en predicar su evangelio.
Si bien, su libro de cabecera es la biblia y es reconocido por citar mensajes de ella que acompaña siempre en sus charlas, reflexiones y conversaciones, Mariano Puga llega a través de la fe incluso a los/as ateos y agnósticos.
Su arduo trabajó en la defensa de los Derechos Humanos y su fiel apoyo y acompañamiento con quiénes fueron víctimas es hoy un sello que lo acompaña por siempre, y que lo eleva en un respeto único a una iglesia católica golpeada por situaciones que le han quitado la confianza en el mundo entero. El cura obrero, fiel a su palabra no duda en ningún momento de reafirmar su fe y esperanza que la iglesia sobreviva a todas las dificultades y se renueven con amor todos los votos.
Cantor, músico por esencia y apasionado de su acordeón, sonrisa afable y compasiva, un perfecto orador de mensajes directos y fuertes, “sin pelos en la lengua” o “al pan, pan, vino, vino” como se diría coloquialmente, un hombre sencillo y de mirada profunda que también vivió en carne propia la violencia abusiva de la tortura en Villa Grimaldi. Párroco de La Legua y de su amada Villa Francia donde está La Minga, su comunidad querida.
Acostumbrado a compartir y estar donde más lo necesitan, el pasado 25 de febrero, estuvo dando la comunión en el Centro de Justicia de Santiago.
Por allá por Rondizonni el cura obrero llegó para acompañar a los padres, familiares y amigos de los jóvenes que se encuentran detenidos en el contexto del estallido social, jóvenes que han sido criminalizados sin ser comprobados los hechos de los que los acusan.
Ahí estuvo Mariano, con sus familias, dando fuerzas, transmitiendo su fe, llegó con su presencia a dar consuelo a esas madres, a decirles que no se rindan y sigan luchando, y llamó también a la compasión de aquellos que han estado enfrascados en denominar a todo como violencia, a mantener querellas sin sentido, a judicializar procesos sociales, sin preocuparse ni atender las causas reales del estallido social.
“Hay una persona que tiene medios y buena conciencia y da plata a organizaciones sociales que solucionen los problemas de las víctimas, pero nadie quiere atender las causas” predecía el cura en unas de sus declaraciones registradas en años anteriores.
Del estallido social de octubre pasado el cura escribió: “Aburrido hasta el tuétano. Despierto en la mañana y lo primero que me encuentro es con la parálisis política que da cuenta de falta de liderazgo. Discursos fomes, repetitivos, sin creatividad y estúpidos. Somos dictadura y prisioneros de Pinochet, prisioneros de nosotros mismos, de nuestras propias prisiones, de nuestros propios odios (…) Ese pueblo tiene el derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido, habrá que preguntarse ¿¡Qué cariño le hemos tenido, qué hogar les hemos brindado!? ¿Qué amor les hemos dado? ¿Qué he hecho yo por afectar para mejor sus vidas?”, escribió.
Hace unos meses, poco antes de empezar semana santa, el cura obrero enviaba un mensaje audiovisual a sus feligreses y amigos contando que estaría en proceso de exámenes médicos, visiblemente emocionado por el cariño y tal vez por noticias de su salud que nosotros desconocíamos.
En su mensaje tuvo palabras para contar sobre su estado de salud y se mostró muy contento por todas las muestras de afecto que le han hecho llegar, “recuerden que no hay cosa más importante que el vivir, tratar de vivir entre nosotros y con los más pobres como nos enseñó Jesús, que el señor les dé su paz, los haga mejores cristianos”.
Mariano en Villa Francia, en su casa
Hoy el padre Mariano se mantiene bajo un delicado estado de salud, a sus 88 años y después de más de 50 años de sacerdocio, observa y reflexiona feliz sobre el amor en el que se ve envuelto. En La Minga lo cuidan y han enviado las declaraciones sobre su estado, han desmentido rumores de su muerte y han agradecido las miles de manifestaciones de cariño que ha recibido el cura obrero.
En momentos donde hombres y mujeres vemos una esperanza para avanzar en el bienestar de las personas, salir de las injusticias que el modelo económico nos ha impuesto y construir un Chile distinto y mejor para las generaciones que vienen, un hombre noble y sencillo, de esos que son imprescindibles, nos deja la convicción que amor no es sinónimo de una caridad desmedida sino de una solidaridad desbordante que empatiza con el prójimo y que fortalece su conciencia en la acción de todos los días, sin cálculos, sin límites, con presencia y trabajo por verdad, la justicia social y la necesaria reparación.