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La gran mentira de la virginidad femenina: La ciencia derriba el mito más cruel

Por Jackie Mercado
Incontables generaciones de mujeres han sufrido y sufren por un concepto de "pureza" que no tiene la menor validez desde el punto de vista biológico.
Existe alrededor de la virginidad femenina numerosísima desinformación que se va arrastrando desde hace siglos, otorgándole a esa condición, errónea e injustamente, el hecho de ser una cualidad positiva. Las mujeres que no se han conservado intactas y puras hasta el matrimonio han perdido durante siglos su valor social, provocando la deshonra familiar y han sido objeto de repudio y escarnio.

Dejando de lado viejos moralismos y absurdas creencias, encontramos que, a pesar de todo lo que hemos evolucionado y en plena “era de la información”, todavía hay muchísimas personas que desconocen en qué consiste el concepto de virginidad tanto cultural como anatómicamente.

Uno de los mitos más recurrentes es el que señala que perder la virginidad es doloroso y produce un abundante sangrado debido a la rotura del himen, un tejido membranoso considerado como el símbolo de la virginidad femenina. Pero en realidad no se trata de una barrera que impide el paso, tal y como muchas personas creen.

Se encuentra alrededor del orificio de entrada de la vagina y, con unos adecuados preliminares, se extiende gracias a su elasticidad, pudiendo convertir ese primer acto sexual en algo totalmente indoloro y, además, muy placentero.

Las prisas y la inexperiencia suelen ser las principales culpables cuando se produce sangrado al realizarse sin preparación ni lubricación alguna -lo que vulgarmente conocemos como “ir a saco” Ir a saco es una expresión   que se va a hacer algo con mucho empeño, poniendo todo su esfuerzo para lograrlo. También se usa la expresión "ir a full" que significa más o menos lo mismo.

Esto provoca que, para la mayoría de las mujeres que han mantenido un primer encuentro sexual de este tipo, quede como un mal recuerdo.

A pesar de que la rotura del himen esté considerada como la pérdida de la pureza y virginidad y se haya asociado principalmente al hecho de haber mantenido una relación carnal con penetración, infinidad son las causas que pueden ocasionar que ese fino tejido membranoso se rompa,  practicando deporte, durante una exploración ginecológica…

Pero, como dice el refrán, hecha la ley, hecha la trampa, y muchas han sido las mujeres, a lo largo de la historia, que antes de contraer matrimonio y conocedoras de que su himen no se encontraba intacto, decidían acudir a un cirujano para que a través de una pequeña pero delicada y precisa operación se lo reconstruyera.

Esta intervención es conocida como “himenoplastia” y al tratarse de volver a convertir a la paciente nuevamente en virgen, se le comenzó a llamar “virguería”, dando origen a un término ampliamente utilizado con el tiempo para hacer referencia a aquel trabajo bien hecho, de exquisita delicadeza.
 
“Desflorar” es otro de los anticuados términos asociados a la virginidad, en este caso a la pérdida de ésta. Su uso se remonta a hace decenas de siglos. Nuestros antepasados estaban convencidos que la pureza de cualquier persona era como una flor y de ahí a asociar juventud con pureza y denominarlo comúnmente como estar en la flor de la vida.


El bulo del gran desvirgador

También cabe destacar que en estos tiempos en los que la información fluye a raudales a través de las redes sociales, muchos son quienes aprovechan para lanzar noticias falsas  y mitos alrededor de cualquier asunto con el fin de que sean ampliamente difundidos, causando desinformación entre muchos de los usuarios de internet.

Como ejemplo podemos señalar una publicación que acabó convirtiéndose en viral y que ha sido compartida por miles de internautas.

Consistiría en un personaje que se dedicaba a recorrer la isla para ir desflorando a todas las vírgenes en edad casadera. Según la tradición, debían contraer matrimonio libres de su virginidad o podrían ser repudiadas por el esposo en la noche de bodas.