Lo primero que dice y de un modo condenatorio, es lo referido a los inaceptables actos de destrucción y daños a bienes públicos y privados. Sin duda los daños materiales causados  deben ser rechazados por todos. Sin embargo, dejó como segundo punto su solidaridad con los familiares de las personas fallecidas en el marco de las protestas.

 

Sabiendo que existen querellas no solo por muertes causadas por el estado en contra de civiles inermes, sino que decenas de abusos sexuales incluyendo dos violaciones a jóvenes, personas ciegas totales y parciales por efecto de balines, miles de detenciones ilegales  y niños en estado grave por causas similares, demuestra una vez más que el corazón mismo del problema  no se entiende. Nunca, pero nunca pueden ser más importantes los bienes materiales que las vidas y la dignidad de los seres humanos.

 

Antes que cualquier cosa, la máxima autoridad tendría que haberse referido a condenar estos actos más que delenesnables efectuados por quienes tienen como misión protegernos de la barbarie y los delincuentes. Todo lo otro - por importante que sea- debe quedar para segundo y tercer lugar. 

 

Este aspecto de inhumanidad que impera en nuestro Chile, es lo que la gente sencilla y todos los que tengan un mínimo de sensibilidad quisiéramos desterrar para siempre. Se valora el que el propio gobierno haya invitado a la comisión de derechos humanos para que investiguen lo acontecido. Dijo en otra alocución el presidente, no tenemos nada que ocultar. Sin embargo quiero insistir en que por importante y necesario que resulta condenar los actos de destrucción material, el orden de los factores siempre debe ser poner en primer lugar la integridad física y moral de las personas.