Oh I'm just counting

Tributo: Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

- Después de meditar por un rato, Simón dio un giro a la conversación: Acaba debe entrar al Congreso la reforma tributaria del Gobier- no ¿Será la ocasión para desenmascarar a la derecha? –dijo, sonriendo con ironía.

-He pensado en ese asunto -respondió el viejo con tono ladino, y creo que esta reforma en vez de simplificar la vida al contribuyente, se la enredará, y como todas, terminará incentivando a los especialistas para -a través de alambicadas fórmulas- eludir o evadir impuestos. El más astuto siempre acaba pagando menos –concluyó escéptico, y añadió:

Me cuesta entender a los economistas cuando piensan que la sociedad responderá a los dogmas que le proponen, tal como ellos lo han supuesto. Integrar el cómplice y siniestro vínculo que desde siempre, media entre el dinero y el alma, es mérito de un buen sistema tributario..., y continuó:

Un sistema tributario exitoso debe controlar desconfianzas y sobretodo, promover austeridad y; por cierto, incentivar la creación de riqueza. ¿Se habla hoy lo suficiente de productividad o desarrollo?

También es cierto que se podrá generar mucha riqueza y que si esta no se distribuye de manera adecuada vendrá otro estallido social. Es indispensable además, promover la reducción del gasto público, porque en ciertos escenarios el hombre se niega a ser solidario..., son pocos quienes hoy quieren que un incremento previsional vaya a un fondo común y a nadie le interesa pagarimpuestos si el gobierno de turno los malgasta en cargos destinados al pago de compromisos de campaña.

Íbamos re’ bien, la pobreza había bajado de un cuarenta a un diez por ciento ¡Todo un ejemplo en Latinoamérica! Pero..., para nuestro estupor, y la sorpresa del mundo, el modelo tastabilló con el estallido, y... ¡No fueron causas económicas! ¡Fueron causas emocionales!

-Yo diría –intervino Simón-, que como consecuencia de las injusticias y los abusos del modelo económico se acumuló toda la rabia que reventó ese día. Pero... el asunto tuvo una raíz económica.

-¡No! -replicó Marcial-. Un hombre pobre necesita del “buen dinero” para subsistir, y cuando lo consigue, seducido por el sistema que lo induce a gastar -y olvidado de su pobreza- comienza a derrochar el “mal dinero” ¡El que se gasta en exceso y en lujos o suntuarios! Se pasa sin rodeos de la austeridad a la ostentación.

El estallido se generó porque la ostentación de unos indujo la frustración en otros que, autocomplacientes, se victimizaron. Por mucha riqueza que posea, el pobre venera a un hombre austero, pero su distancia es insalvable con el que más allá de su riqueza, ostenta gastando..., y aquello suele extenderse hasta generar resentimiento.

-Fatal consecuencia del capitalismo que estimula sueños en todos y que solo cumple en algunos. La evidencia –siguió Simón, está en los ejemplos que le cito; bulliciosos vehículos de alto costo conducidos con ordinariez y a imprudente velocidad generan molestia en el que viaja colgando de un bus; la imposibilidad de atender a un familiar en un adecuado centro de salud produce una incontenible sensación de rabia; la incertidumbre al “estirar” el salario para llegar al fin de mes produce angustia y; la necesidad de tener que enviar a un hijo a un colegio de inferior calidad provoca desazón. Podría seguir, pero... la pregunta es ¿Fue falta de percepción o simple desidia no detectar las distancias insalvables de que habla?

-Algunas veces, esta desigualdad responde a la opción de vida elegidas por un hombre, justificada por cierto, pero en otros casos concuerdo contigo- al ser impuestas por el sistema, la dignidad establece que no tienen cabida en una sociedad humanista. Desde el buhonero, que sacudía la insipidez del hombre tentándolo para venderle baratijas, el consumismo le ha “inventado” necesidades, dejando de manifiesto su debilidad que lo lleva a cruzar con facilidad la indeleble frontera entre la insipidez virtuosa en que vivíamos y la insipidez pueril que, a través del dinero, nos propone el consumo ¡Qué fácil es tentarse con el destello del dinero y con qué facilidad se opaca su brillo!

-Y... lo atacó burlón Simón, ¿Usted cree que todo esto debe ser considerado en una reforma tributa-

ria?

-El Estado debe promover valores y controlar la frivolidad que estimula el dinero.

-La frivolidad es parte de la vida humana.

-La mezcla que conduce a la degradación del hombre se produce cuando, sin poseer cultura, se cuenta con tiempo y dinero en demasía. Al concurrir esa fatal trilogía, el ocio lleva a impensados excesos.

-Habla usted con la intolerancia de un talibán.

-¡Es deber de un Estado promover austeridad! Porque su trasgresión es la ostentación y ésta, incita a la rebelión social.

-¿Se da cuenta que su propuesta atenta contra la libertad?

-¡Pamplinas! –replicó el viejo contrariado. La libertad no existe en términos absolutos, o acaso ¿Es libre un pobre para elegir el colegio de un hijo, o peor aún, la clínica y el cuerpo médico con que operarán a su mujer, o el menú que pondrá en la mesa de su familia?

-De acuerdo a su predicamento, la solución es tener plata...

-Ese es el punto, si cierta forma de libertad puede ser lograda con dinero, también entonces, se la puede restringir de esa forma, siempre claro está, que el legislador se inspire en beneficiar el bien común.

-Me desconcierta usted don Marcial –aseguró el joven.

-El dinero abre mil puertas y confiere en apariencia, poder ilimitado, pero las reglas econó- micas a través de sentimientos antagónicos como el temor o la codicia, responden a la emoción del hombre rompiendo la lógica del dogma. Los especialistas no son capaces de controlar el alza del dólar porque el ciudadano lo usa alternadamente, como instrumento de refugio o como elemento de especulación.

Es verdad que el universo abunda en maravillas y resplandece en su belleza inagotable; y que la naturaleza humana es buena en su esencia; y que vivir es un don maravilloso; pero..., se traiciona la naturaleza humana si se desconoce lo que es consustancial al hombre en su exigencia de eterna superación.

Aceptar la condición humana es aceptar con todo lo bueno y bello de la vida- la ineludible llamada de nuestra esencia y la irrenunciable observancia de la flama heroica que nuestros ideales posan en nuestra alma –y remató Marcial con una cita:

Ciertas personas creen poder forzar al pueblo a ser libres, quienes piensan así, traicionan al pueblo, tratándolo como si fuera un niño, mientras se llenan la boca clamando por los derechos y la libertad del mismo.

El hombre del humanismo cristiano sabe que la obra común debe tender a mejorar la vida humana, a hacer posible que todos vivan en la tierra como hombres libres y gocen de los frutos de la cultura y del espíritu.

Una reforma tributaria –continuó

Marcial, como todo lo que incumbe al dinero debe hacerse con mesura y frenar la austeridad, ya que su desenfado se traducirá en la ostentación que degrada cualquier modelo económico; y en su redacción debe participar quien entienda de la esencia de la irracional conducta humana, no para juzgar al hombre, sino que para comprenderlo y legislar considerándolo.