La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos marca un giro nítido y deliberado hacia América Latina. La reafirmación de la Doctrina Monroe, el énfasis en la cooperación con gobiernos afines y la prioridad otorgada a la seguridad de las cadenas de suministro revelan una realidad ineludible: para Washington, el Hemisferio Occidental vuelve a ser una zona estratégica primaria.
En este rediseño del tablero internacional, el Cono Sur —y particularmente el eje Chile–Argentina–Bolivia— adquiere un valor que trasciende la diplomacia tradicional. Se trata de minerales críticos, energía, estabilidad política y alineamiento estratégico. Todo lo que la transición energética global necesita, y todo lo que Estados Unidos busca asegurar frente a escenarios de creciente competencia geopolítica.
Un triángulo energético y minero sin equivalentes
Chile, Argentina y Bolivia concentran, en conjunto, una combinación difícilmente replicable a nivel mundial:
Litio: Chile, Bolivia y Argentina poseen algunas de las mayores reservas del planeta; Chile aporta, además, experiencia, institucionalidad y escala productiva.
Cobre: Chile es líder mundial, insumo irremplazable de la electromovilidad, la infraestructura eléctrica y la digitalización.
Gas natural: Bolivia y Argentina aportan capacidad de respaldo clave para una transición energética ordenada y segura.
Energías renovables: Chile destaca en solar y eólica; Argentina en potencial eólico y capacidades industriales; Bolivia en complementariedad hidroeléctrica.
Este mix estratégico convierte a los tres países, actuando coordinadamente, en un bloque energético–minero de relevancia global, especialmente atractivo para una potencia que busca cadenas de suministro amigas, predecibles y ambientalmente sostenibles.
Afinidad ideológica y pragmatismo estratégico
La política exterior estadounidense no se mueve hoy por neutralidades abstractas, sino por alineamientos concretos y confiables. En este contexto, la afinidad ideológica entre un eventual gobierno de José Antonio Kast en Chile y la actual administración Argentina y la que recientemente asumió en Bolivia —más orientadas al mercado, a la inversión privada y a la seguridad jurídica— crea una base política necesaria para dar el salto desde la retórica a los hechos.
Chile puede transformarse en el ancla institucional del triángulo, el país que provee certeza regulatoria, redes de tratados y estabilidad macroeconómica. Argentina aporta escala, recursos y mercado. Bolivia, por su parte, suma volumen crítico de litio y gas, y tiene la oportunidad de integrarse pragmáticamente a un esquema de cooperación sin quedar atrapada en disputas históricas estériles.
Estados Unidos no necesita tres países aislados compitiendo entre sí; necesita una región coordinada, fiable y alineada. El triángulo Chile–Bolivia–Argentina puede cumplir ese rol y sentar las bases para la coordinación regional global. No olvidemos que tanto Ecuador como Paraguay coinciden en la antedicha visión común, y si bien Venezuela, Colombia y Brasil se alejan de la misma, lo cierto es que el Gobierno de Maduro en Venezuela no representa el sentir del país y está cada vez cerca del cambio, Petro en Colombia difícilmente podrá asegurar continuidad y Lula con sus 80 años de edad representa una extraña hazaña de longevidad política con pragmatismo gubernamental, escenarios todos que les convierte en países más próximos que lejanos.
Electromovilidad, transición energética y medioambiente
La electromovilidad y una matriz energética más limpia no se construyen con discursos, sino con insumos reales: litio, cobre, gas de respaldo y energía renovable. El Cono Sur posee todos esos activos. Lo que ha faltado es visión estratégica común y acontece que todos estos temas tienen más potencial de sumar países aliados en la región que detractores, aun así el convocante sea EEUU.
Con un liderazgo político claro, este triángulo base - Chile, Bolivia y Argentina - puede ofrecer al mundo —y especialmente a EE.UU.— una cadena completa y ambientalmente más responsable, desde la extracción hasta la industrialización, incorporando valor agregado, tecnología y estándares ambientales exigentes.
Esto no solo es negocio. Es desarrollo de largo plazo, empleo calificado e inserción internacional inteligente.
Una decisión que redefine la región
La eventual elección de Kast en Chile no es un hecho aislado. Puede ser el punto de articulación de un nuevo equilibrio regional, donde Chile, Argentina y Bolivia dejen de mirarse con desconfianza y comiencen a actuar como lo que objetivamente son: socios estratégicos naturales.
En el nuevo foco hemisférico de Estados Unidos, la oportunidad está servida.
Los recursos existen.
La demanda es creciente.
La pregunta es si habrá liderazgo político en todos los países para convertir esta convergencia histórica en una estrategia real de desarrollo compartido.
Las ventanas geopolíticas no se anuncian dos veces. Estas ya están abiertas, tomarlas debe ser la consigna por el bienestar de los pueblos y el bien de la humanidad toda.
