Donald Trump volvió a convertir el Despacho Oval en escenario de un show surrealista. Esta vez, no fue por su política migratoria ni comercial, sino por algo que, según él, afecta directamente a su rutina de belleza: la presión del agua en las duchas. “Para cuidar mi hermoso cabello”, dijo mientras firmaba el decreto que revierte una normativa de eficiencia hídrica vigente desde la era Obama.

El presidente estadounidense cumplió una de sus insólitas promesas de campaña: acabar con los “cabezalitos inútiles” que, según él, impiden duchas como Dios manda. “Estoy durante 15 minutos hasta que se moja. Goteo, goteo, goteo. Ridículo”, explicó desde el Despacho Oval, presentando el decreto titulado “Mantener una presión de agua aceptable en las duchas”.

La medida elimina las restricciones que limitaban la cantidad de litros por minuto en los cabezales de ducha, una regulación orientada a reducir el consumo hídrico en medio de una creciente crisis climática. Pero para Trump, esto no es prioridad:

“Los estadounidenses pagan por su propia agua y deben ser libres de elegir sus cabezales sin intromisiones federales”, remarcó.