La ministra alemana de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, del gobierno de Angela Merkel, en la foto, anunció un plan de choque para combatir el extremismo de derechas en las Fuerzas Especiales del Ejército (Kommando Spezialkräfte, KSK), entre las que se cuenta la disolución de una de las dos compañías en activo del comando.
El último incidente en salpicar a las KSK se produjo en mayo, cuando fue detenido uno de sus miembros que había ocultado explosivos, armas y municiones, parte de ellos sustraídos al ejército, en el jardín de su casa y se hallaba en posesión de parafernalia nazi.
Según advirtió Kramp-Karrenbauer, la parte de las Fuerzas Especiales que no será disuelta se verá sometida a una reforma drástica y observada de cerca durante esta transformación, que según está previsto se completará antes de finales de año.
Si, una vez que haya concluido el proceso, los miembros de las KSK siguen sin actuar en base a los valores constitucionales, la ministra se reserva otras medidas, según el diario “Frankfurter Allgemeine“, sin descartar la disolución y reconstitución total del cuerpo.
Un grupo de trabajo dedicado
Kramp-Karrenbauer informó a la comisión de Defensa del Parlamento de su propósito, fruto de deliberaciones con un grupo de trabajo constituido en mayo para realizar un “análisis estructural” de las KSK.
Estas fuerzas de élite de la Bundeswehr, que cuentan con aproximadamente 1.400 efectivos, se han visto implicadas en los últimos años en varios escándalos relacionados con la presunta integración de varios de sus miembros en células de ideología ultraderechista.
Uno de ellos, conocido en los medios por su sobrenombre de “Hannibal”, estaba a la cabeza de una red descubierta en 2017 e integrada en gran parte por militares y policías, que acumulaban municiones y armamento supuestamente para prepararse de cara a una futura guerra civil.
Según investigaciones de medios alemanes, existen indicios de que algunas de estas células han llegado a urdir ataques terroristas contra cargos políticos y figuras de la vida pública.
Tras conocerse el caso más reciente en mayo, el comandante de las KSK, el general Markus Kreitmayr, publicó una carta abierta a la unidad de élite en la que se comprometía a seguir una línea de “tolerancia cero” y advertía de que este cuerpo se enfrenta “a la fase más difícil de su historia”