Oh I'm just counting

El Libro Gramsci del acádemico y ex presidente de la Cámara de Diputados Antonio Leal en tres ediciones. Tercera y última Parte

Nota del Editor de Cambio21: A partir de este jueves y hasta el sábado, publicaremos íntegramente en tres días consecutivos, el libro GRAMSCI cuyo autor es el expresidente de la Cámara de Diputados y Acádemico Antonio Leal. El libro está agotado y no fue enviado a regiones, con lo cual, en conjunto con su autor, liberamos el total de su contenido.
 
CAPITULO IV
EL BLOQUE DE LOS INTELECTUALES Y EL MODELO PRINCIPE
 
Cultura y Papel de los Intelectuales
 
El tema de la relación entre cultura y política, vinculado al papel de los intelectuales, es central en la conformación de la hegemonía.
 
En los escritos anteriores a Cuadernos de la cárcel, Gramsci ponía énfasis en especial en el valor moral de la cultura, tema siempre importante en él, a partir de Gobetti y de Croce. Al respecto, cabe recordar que a comienzos del decenio de 1980 Berlinguer lo transformó en el elemento que confiere la diversidad del quehacer político por parte de los comunistas. En los Cuadernos, Gramsci se refiere de manera más directa al papel político de la cultura, que es la verdadera productora de la hegemonía, del despliegue de la guerra de posición y de la formación del consenso.
 
Hay momentos en que Gramsci se refiere estrictamente a la cultura humanista en el ámbito de una concepción historicista, con la finalidad de conformar el carácter de la conciencia y de la voluntad del hombre colectivo. Otras veces, explica la cultura en sentido antropológico, como expresión de la concepción de vida propia de un pueblo. De allí, el gran valor político e ideológico que confiere a la cultura, que podría considerarse integrada por tres elementos principales: la historia, la obra de los intelectuales y el fin ético político.
 
A través de la guerra de posición se producen las transformaciones culturales en la sociedad civil, para lo que se requiere una verdadera socialización de los conocimientos precedentes, a fin de poner de relieve su carácter historicista, permitir el surgimiento del consenso colectivo -que supone una fase ya superior de internalización de nuevos valores, superando los adquiridos con anterioridad - y de la propia conciencia crítica; es decir, de un instrumental metodológico que ponga en cuestión todo dogma, todo precepto fijo y en definitiva acerque a la ciencia.

Su meta es el desarrollo de la filosofía de la práctica, que constituye el momento superior entra la reforma protestante y la Revolución Francesa, entre Robespierre y Kant. Ella será la base para la creación de un grupo propio de intelectuales y para la educación de las masas populares, que de esta forma pueden superar la cultura idealista. Al respecto, es válida la contribución del Iluminismo francés, que supo llegar a las masas campesinas y desarrollar un espíritu laico en la cultura.
 
Su interés consiste en indagar acerca de la cultura de masas, ya que concibe el quehacer cultural como elemento esencial de la reforma intelectual y moral, base de la transformación de los aparatos ideológicos del Estado y del Estado mismo.
 
Se han formulado críticas a Gramsci en relación con su visión “intelectualista” del papel de la cultura, sin embargo, él no perdió de vista - incluso al aislar metodológicamente los factores culturales en la superestructura - el hecho de que la reproducción ideológica es expresión de la clase dominante,y por tanto, en última instancia, es producción económica.
 
Toda gran expresión cultural comporta una transformación productiva, aun cuando no signifique un reemplazo del “bloque histórico”. Toda transformación de las relaciones de producción se da a través del surgimiento de una nueva cultura, que forma los agentes de la transformación económica y, a la vez, debe significar una revolución ideológica que antes y después del ascenso al poder debe conformar la nueva sociedad civil.
 
Precisamente el nexo dialéctico de la estructura con la superestructura, en el vínculo orgánico del “bloque histórico” Gramsci identifica el papel de los intelectuales como categoría social específica. Es el teórico marxista que dedica más espacio a la definición de la función de los intelectuales y a su integración social, ya que este problema aparece indisolublemente ligado a la formulación de una estrategia revolucionaria que tenga necesariamente en cuenta la tendencia creciente a los cambios en la estructura social que se producen en el capitalismo desarrollado en virtud de la revolución científica, y que se acentúa en la transnacionalización del capital.
 
Tiene razón Franz Marek al afirmar que “las progresivas transformaciones en la economía y en la sociedad, el aumento del porcentaje de técnicos y las consecuencias de la revolución tecnológicas y científicas hacen que la reflexión de Gramsci acerca de la posición y la función de los intelectuales que para el movimiento obrero revolucionario de Europa occidental había tenido una importancia solo superficial sea un elemento absolutamente indispensable para la estrategia revolucionaria. Y esto es tanto más importante cuando la solución e los difíciles problemas teóricos que se presentan al movimiento obrero exige la existencia de un marxismo creativo”1.
 
Esta elaboración supera dos deformaciones típicas en la conceptualización de los intelectuales, muy presentes en el movimiento obrero europeo de los años veinte y treinta, y por cierto también en América Latina en los decenios posteriores: el obrerismo, que rechaza al intelectual por considerarlo una capa no proletaria y por tanto ajena a las fuerzas motrices de la revolución; la concepción exclusivista e instrumental, es decir, aquella que considera al intelectual aislado, como fenómeno individual, que llega a las filas de la revolución adhiriendo incondicionalmente a las formulaciones del movimiento obrero. Ambas tendencias limitan el papel del intelectual político y lo separan - más allá del vínculo de su creación específica - del movimiento de masas.
 
Gramsci ubica a los intelectuales y su papel en una posición nueva incluso en el marxismo, entre otras razones, porque unifica a los intelectuales y la clase obrera en lo que llama “intelectual orgánico del proletariado”, modificando radicalmente no sólo la política de alianzas sino el ejercicio mismo de la filosofía de la práctica.
 
La teoría de los intelectuales representa un aporte revolucionario en el pensamiento marxista, sin el cual sería imposible explicar el mecanismo que permite mantener unido el bloque histórico, la generación del consenso como elemento determinante del ejercicio de la hegemonía y la dialéctica autonomía - dependencia que adquiere la superestructura tanto en el mantenimiento de un bloque como en la superación de éste y la construcción de uno nuevo.
 
La concepción gramsciana de los intelectuales se articula a partir de tres fuentes. Una, de orden político social: los intelectuales son “empleados” de la clase dominante. Otra, de orden filosófico: el intelectual como lugar de creación de la actividad nacional. La tercera, de orden cultural: el intelectual como ideólogo y científico, como político y científico, como agente de la persuasión.
 
Concebir el intelectual a partir de su función significa superar una deformación idealista que ve en los intelectuales un grupo autónomo, árbitro y mediador de los conflictos sociales sin participar directamente en la gestación de ellos y sin tener vínculos con las raíces materiales que generan estas contradicciones.
 
Gramsci niega el absolutismo de la autonomía de los intelectuales, rechaza la idea de que constituyen una clase en sí mismo y sitúa su papel en la organicidad de un bloque histórico específico. En primer lugar, los intelectuales establecen una relación con las clases fundamentales, pero también con otras clases presentes en la sociedad, las que tienden a formar sus propios grupos de intelectuales. Su mayor vínculo, el más orgánico y articulado, es con la clase dominante, sobre todo en el momento de apogeo de la extinción hegemónica de su poder ideológico político.
 
Lo es también en el caso del capitalismo debido al origen social de los intelectuales, ya que quienes más acceso tienen a una formación científico humanista superior provienen de grupos ligados a la clase dominante o a estratos medios con alto nivel de ingresos. En cambio, las clases subalternas deben realizar una labor de captación mucho más compleja, ya que deben importar – al menos en una fase - sus intelectuales, en particular aquellos considerados ilustres, desde otras clases. Estos intelectuales, de procedencia diferente a las clases subalternas, continuarán siendo susceptibles de captación por parte de las clases dominantes, en especial a través del “transformismo”, aun cuando lo fundamental será, en este caso, el grado y la profundidad orgánica del vínculo ideológico con la clase a la que representan, más que su origen social.
 
El vínculo de la superestructura - donde el intelectual ejerce su papel en tanto “funcionario de la superestructura”- con la base social, permite elaborar una primera respuesta, inspirada en lo económico, al problema de la colocación del intelectual en el bloque histórico y a su tarea de mantener compacto el bloque histórico y garantizar la generación y desarrollo de las áreas de agregación y de consenso, así como la elaboración de los materiales jurídicos e institucionales a través de los que se ejercita la coerción de la clase dominante.
 
“Cada grupo social, naciendo en el terreno originario de una función especial del mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político; el empresario capitalista crea consigo mismo al técnico industrial y al especialista en economía política, a los organizadores de una nueva cultura, de un nuevo derecho, etcétera”2.
 
Es decir, los “intelectuales orgánicos” o la llamada “clase política” - entendida como dirigente - son una categoría ideológica del grupo social dominante y representan especializaciones de aspectos parciales del tipo social que la nueva clase ha hecho nacer.
 
Existe una relación de dependencia estrecha entre relaciones de producción dominantes - clase dominante-, intelectual orgánico y relaciones de superestructura, pero de esto no puede deducirse que la relación entre el intelectual y el mundo productivo se presente de manera inmediata, mecánica, calcada. El intelectual se sitúa en su quehacer en la esfera de la superestructura, y no tiene el vínculo que se da entre producción y clase principal del sistema.
 
En la función del intelectual no hay un simple reflejo pasivo de la estructura socioeconómica, sino una autonomía relativa que se deriva del origen social del intelectual, que como se vio proviene de la clase principal o de las clases y castas auxiliares que actúan en alianza con la clase dominante, por lo que mantienen posiciones que reflejan también estos intereses, pudiendo contribuir con su acción a acelerar o retardar la estructura.
 
Además, la autonomía se da a través del papel de dirección cultural y política del sistema social que el intelectual ejerce, el que es múltiple y comporta también la hegemonización de la propia clase dominante. El intelectual se transforma en la conciencia autocrítica del sistema, lo que permite a las clases dominantes no aparecer en primera persona en la tratativa y en el conflicto social.
 
La autonomía de los intelectuales resulta obligatoria cuando se trata de producir un salto cualitativo de la primera fase de intelectualidad, ligada a la esfera de representación de los intereses corporativos, a la fase más compleja y orgánica, según Gramsci, los intelectuales se separan para unirse más estrechamente en la clase dominante, donde se transforman propiamente en superestructura, es decir, se ponen en la esfera de la elaboración de la ideología y de la concepción del mundo en tanto filosofía de la clase dominante.
 
Producen la filtración de los intereses ligados a la reproducción del capital y los elevan a nivel de conciencia colectiva de la sociedad, ofreciendo formas políticas y culturales diversificadas en los distintos niveles de la estratificación social. Naturalmente, nos referimos a una formación con una sociedad civil desarrollada.
 
Por lo tanto, la relación entre producción e intelectual se filtra a través de todo un tejido social que recibe influencias múltiples, y donde prima una relación de mediatización de la ubicación del intelectual respecto de las clases principales en disputa. El intelectual contribuye a la toma de conciencia de la función histórica de la clase de la cual depende, pero a la vez entrega los elementos para que esta clase ejercite su hegemonía.
 
El hecho de que tanto para Lenin como para Gramsci los intelectuales no constituyan una clase sino una casta que se distribuye en todos los grupos sociales que expresan hegemonía, no significa que no mantengan elementos de naturaleza ideológica, psicológica, política y económica comunes como casta.
 
Esto se puede percibir o bien cuando la clase dominante está en su fase progresista – es decir, cuando su desarrollo como clase coincide con el desarrollo de las fuerzas productivas y con el desarrollo de la sociedad en su conjunto - y donde el poder de atracción de los intelectuales que ejercen oficialmente la hegemonía permeabiliza todas las capas, o bien la clase subalterna principal ha alcanzado un nivel de desarrollo y presencia de tal magnitud en la sociedad civil que puede disputar la hegemonía cultural a la clase dominante y ejercer un nivel de prestigio tan poderoso que atraiga núcleos importantes de la intelectualidad, hasta ayer ligada al patrón cultural oficial, hacia la nueva filosofía que se transmite con el ascenso de la clase subalterna, que trata de ejercer dirección incluso antes de conquistar el poder político.
 
Comprender los mecanismos que unen a los intelectuales, la sensibilidad frente a la libertad de creación, el carácter de la filosofía de los intelectuales, es para Gramsci, fundamental para que un partido revolucionario pueda conquistar una parte de la intelectualidad para su proyecto transformador. En este sentido, la relación autonomía-dependencia de los intelectuales no es estática sino dialéctica, y uno u otro aspecto adquiere mayor importancia de acuerdo con la fase de desarrollo y de disputa por la hegemonía en las clases fundamentales y de la unidad o no del bloque histórico.
 
Gramsci elabora esta primera cuestión estableciendo una estrecha relación entre el homo faber y el homo sapiens, puesto que “no hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual”3. Y señala que “en cualquier trabajo físico, aunque se trate del más mecánico y degradado, siempre existe un mínimo de calidad técnica, o sea un mínimo de actividad intelectual creadora”4.
 
Por lo tanto, todos los hombres son intelectuales, aunque no todos tienen la función social de tales, aun cuando establecen escalas de valores morales, poseen una visión “cognoscitiva” del mundo que los rodea, y al adherir a una concepción del mundo apoyan o modifican la concepción del mundo dominante. De allí que para Gramsci no existe la categoría de “no intelectual”; lo que sí existe es una gravitación diferente en cada individuo, en cada profesión o trabajo, en la creación intelectual y en el esfuerzo muscular nervioso.
 
Por lo tanto, el intelectual se concibe a partire su función primordial: la función de organización en la sociedad y en todas las esferas de la vida social. Habría que comprender bajo el término intelectuales no sólo los sectores que comúnmente reciben esta denominación, sino a toda la masa que ejerce funciones organizativas, tanto en el campo de la producción, como en el de la cultura o el administrativo político. En tanto intelectual funcionario de la superestructura, sus funciones serían:
 
a) Hay un sector vinculado directamente a la producción que organiza la actividad económica de la sociedad. Este “intelectual” tiene un grado de dependencia más rígido del propietario de los medios de producción. Aquí se distinguen al menos dos categorías: las de los especialistas (ingenieros que controlan el conjunto de la producción) y la que se relaciona con los cuadros técnicos menores, el aparato administrativo, etcétera.
 
b) El intelectual entrega una “concepción del mundo” coherente, que integra las diversas concepciones de los sectores ideológicos, políticos y sociales que participan directamente en el control del aparato de poder.
 
c) Contribuye a la generación de un “consenso social” a través de la fundamentación, en el terreno de la ideología de los intereses de fondo de las clases dominantes, haciéndolos aparecer como coincidentes con los del conjunto de la sociedad-nación. En un momento de crisis del bloque histórico, este es el sector más proclive a entrar en contradicción con las clases dominantes, y por tanto, a producir una “fuga” hacia otras posiciones vinculadas a las clases progresistas en ascenso o a una fracción de las clases dominantes que desarrollen una política más regresiva como respuesta a la crisis de dominio y hegemonía.
 
d) En su calidad de funcionario de la sociedad política, busca obtener la legalización e institucionalización de los intereses de las clases dominante, generando una disciplina social.
 
e) La Iglesia y sus componentes expresan también una forma de intelectualidad institucional, ligada a la difusión de una concepción del mundo ético religiosa que no sólo influye en los problemas subjetivos de la población sino también en aquellos de la vida política y social.
 
f) En los intelectuales, tanto la sociedad civil como la política, encuentran sus propios cuadros; es decir, ejercen también funciones en el plano del dominio directo, en especial a través de la elaboración de la doctrina jurídica y en la participación en los aparatos destinados a mantener compacta la población en torno a la clase dominante (tribunales de justicia, oficialidad de las fuerzas armadas, etcétera). Ello, porque la función de los intelectuales no sólo se absorbe en la sociedad civil sino en el conjunto de la superestructura, y por tanto, también en el aparato del Estado.
 
En síntesis, Gramsci pone en relieve la calificación de los intelectuales en tanto funcionarios de las clases dominantes para el ejercicio de las funciones subalternas de hegemonía social del gobierno político. “1) del “consenso” espontáneo que las grandes masas de la población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo social dominante, consenso que históricamente nace del prestigio (y por tanto de la confianza) detentado por el grupo dominante, de su posición y de su función en el mundo de la producción; 2) del aparato de coerción estatal que asegura “legalmente” la disciplina de aquellos grupos que no “consienten” ni activa ni pasivamente, pero que está preparado por toda la sociedad en previsión de los momentos de crisis en el comando y en la dirección, casos en que el consenso espontáneo viene a menos”5.
 
La función del intelectual adquiere universalidad en la medida en que se extiende al campo político, ideológico, social, económico, y a la esfera militar. Es un factor determinante en la consecución de la homogeneidad y de la plena conciencia del papel que debe tener la clase dominante y sus grupos auxiliares en el desarrollo político e ideológico de la clase subalterna y sus aliados.
 
Gramsci ve también en el problema de los intelectuales una raíz histórica, señalando que “cada grupo social esencial” al surgir a la historia desde la estructura económica precedente y como expresión del desarrollo de esa estructura ha encontrado, por lo menos en la historia hasta ahora desenvuelta, categorías intelectuales preexistentes y que además aparecían como representando una continuidad histórica ininterrumpida, aun por los más complicados cambios de las formas políticas y sociales”5. Aquí se describe de manera precisa al intelectual tradicional representante - habiendo sido en el pasado los intelectuales del poder- del viejo orden, por lo que constituye una casta social que sobrevive al antiguo modo de producción, es decir, que no tiene un lazo con la nueva clase dominante. Para Gramsci, una de las tareas de la nueva intelectualidad consiste en atraer a los intelectuales tradicionales, desligándolos del pasado y extendiendo el consenso del nuevo régimen, y por ende, haciéndolo más sólido.
 
Una parte de los intelectuales, ahora tradicionales, ya ha sido captada en el período anterior, es decir, cuando aún se mantenía la hegemonía de la vieja clase dominante o en momentos de crisis orgánica del bloque histórico, formando ahora parte de la intelectualidad orgánica de la nueva clase. Será este tipo de intelectuales el encargado de reclutar una parte de la intelectualidad tradicional, sobre todo aquella que desarrollaba funciones en la esfera de la sociedad civil. Esta situación es más compleja respecto del personal intelectual del viejo aparato de la sociedad política encargada de los mecanismos coercitivos que la nueva clase debe disgregar, impidiendo que continúen ejercitando funciones “privadas” de coerción en nombre de la clase dominante desplazada, que seguirá intentando recuperar el poder. Esto confirma la diferencia existente entre la sociedad civil y la sociedad política, y la necesidad de que el movimiento obrero tenga en cuenta, en el marco de una estrategia global, el diverso tratamiento de estas esferas y las acumulaciones de fuerzas y métodos que se requieren en cada caso.
 
Al no estar directamente vinculados con las clases principales del nuevo bloque histórico, los intelectuales tradicionales tienen una aparente independencia; esta es aparente, pues no existe el modo de producción puro, conservándose residuos de la estructura de clases de la formación histórico social anterior, y siendo la expresión de la continuidad histórica, con una influencia significativa sobre diversos grupos sociales, y contando con una apariencia concreta como ex “casa política” dirigente.
 
La nueva clase dirigente utiliza a sus propios intelectuales orgánicos para atraer a este sector de la intelectualidad tradicional y con ello extender su hegemonía. Así ha ocurrido con la burguesía, que se nutre de los intelectuales de la aristocracia - por ejemplo, del clero-, agregándolos a su propio campo de dirección cultural, moral e ideológica de la sociedad.
 
Lo mismo ocurre con la clase obrera, que en un terreno más difícil del que tuvo la burguesía, amplía su esfera intelectual con los especialistas e intelectuales burgueses o de las clases auxiliares, a quienes asimila muchas veces – sobre todo en revoluciones donde la clase obrera no contaba con especialistas propios o incorporados en la fase de acumulación de fuerzas – como condición de desarrollo de la revolución. Una vez en el poder, el proletariado a través de su intelectual colectivo, vale decir, del partido, trabajará ideológicamente por incorporar en la construcción de la nueva sociedad a la intelectualidad burguesa - ahora tradicional -, y aprovechará sus conocimientos y su formación universal.
 
Desde el punto de vista de la cualidad de las funciones intelectuales, Gramsci distingue diversas categorías, que van desde el gran intelectual al intelectual subalterno. El primero es el creador encargado de la formación de la nueva concepción del mundo y de las disciplinas que de ella derivan (arte, filosofía, ciencia, derecho), que corresponde a los intelectuales que en el bloque ejercen una supremacía de prestigio que trasciende la esfera de confluencia de la propia clase dominante, la que se esfuerza por mostrarlos como parte de su propia hegemonía.
 
Cabe pensar, por ejemplo, en el hecho de que la burguesía “iluminada” busca incorporar las obras de pintores, escultores, escritores y músicos progresistas, presentándolos como creaciones nacionales, en circunstancias de que están más ligados a los grandes objetivos planteados por la clase obrera que a los de la clase dominante, ya que muchas de estas creaciones incluso denuncian las miserias del régimen. Ello forma parte de la capacidad de absorción de la crítica, sin autocrítica, de la burguesía desarrollada y de su enorme capacidad de gestión de la hegemonía cultural.
 
En este sentido, el comunismo que ha conquistó el poder, no supo aprovechar el patrimonio artístico y cultural anterior en su tarea de elevación cultural de toda la sociedad, porque ha confundido y mezclado las concepciones políticas o filosóficas del creador con el valor intrínseco de su obra en términos puramente estéticos. Ejemplo de ello fueron los años de imposición del “realismo socialista” como única escuela válida en la creación, excluyendo de hecho otras corrientes, y sectorizando y privando al Estado socialista y al socialismo de un patrimonio que trascienda el enfrentamiento inmediato de las clases.
 
La segunda categoría que distingue Gramsci es la de los organizadores, los hoy llamados operadores culturales, políticos, sociales, que tienen una importancia significativa en la preparación del terreno social de aceptación a la hegemonía a nivel de masas.
 
En tercer lugar se ubican los administradores y divulgadores de la ideología. Esta última categoría adquiere decisiva importancia con el desarrollo científico tecnológico en la esfera de los medios de comunicación de masas, y con el hecho de que cada vez más la noticia y la publicidad son un producto intelectual transable en el mercado. El mercado televisivo cuenta con millones de espectadores que consumen a diario mensaje destinados a presentar una vida tipo de familia burguesa intermedia, una escala de valores tipo que trasciende cualquier ética o ubicación social. En definitiva, se busca establecer patrones culturales y de conducta social directamente funcionales al ejercicio de la hegemonía de la clase dominante. Por ello, el divulgador- que es muy manipulable, como diría Lukács - tiene en la sociedad tecnológica un papel importante en el interregno psicológico de la extensión de la hegemonía de las multitudes.
 
Gramsci plantea la necesidad de que la clase obrera concentre su atención en los grandes intelectuales, en los creadores que por su prestigio son capaces de decidir el vuelco hacia posiciones progresistas ligadas a objetivos revolucionarios de enormes franjas de intelectuales que conforman parte de las escuelas que cada gran intelectual tiene tras de sí. De allí, entonces, que Gramsci señale que el problema de la formación del intelectual tradicional es el problema histórico más interesante, toda vez que con el paso del intelectual dirigente a intelectual tradicional hay una ruptura histórica entre dos bloques que sin embargo mantienen, en lo que representan los intelectuales tradicionales, elementos de necesaria conti nuidad en el plano de la ideología, y por supuesto y de manera obligada, en el terreno de la economía.
 
Mientras más rápido es el proceso de formación de sus propios intelectuales orgánicos por parte de la clase que se eleva como hegemónica o que lucha por serlo, mayores son también las posibilidades de que asimile y conquiste para sus proyectos a la intelectualidad, que en relación con este grupo en ascenso, es tradicional.
 
Por cierto, lo anterior debe analizarse a la luz del desarrollo histórico.
 
Gramsci dice: “Francia es la exponente de un tipo de desarrollo armónico de todas las energías nacionales y especialmente de las categorías intelectuales. En 1789 un nuevo grupo social surgió políticamente en la historia, completamente capacitado para todas sus funciones sociales y que por eso luchó por el dominio total de la nación, sin avenirse a compromisos esenciales con las viejas clases, pero subordinándolas a sus propios fines... Esa maciza construcción intelectual explica la función de la cultura francesa en los siglos XVIII y XIX, función de irradiación internacional y cosmopolita, y también de expansión con características imperialistas y hegemónicas en modo orgánico...”6.
 
En Italia, el proceso fue totalmente diverso. La burguesía, incapaz de completar la revolución burguesa, debió pactar con los terratenientes, lo que hizo que la intelectualidad dirigente no fuera capaz de dar respuesta a los nuevos fenómenos que surgieron en las primeras décadas del siglo XX. En esta forma, el fascismo como ideología encontró terreno fértil para lograr un área significativa de la agregación entre la intelectualidad tradicional anterior y la propia intelectualidad burguesa.
 
Según Gramsci, el intelectual orgánico del proletariado debe resumir en su formación el paso de la técnica de trabajo al de la técnica ciencia, que representa el desarrollo experimentado por la sociedad y la economía y, a la vez, por el surgimiento de un instrumental científico de interpretación y modificación de la realidad que es el marxismo.
 
En este punto el intelectual se convierte en un especialista. “El modo de ser del nuevo intelectual ya no puede consistir en la elocuencia motora, exterior y momentánea, de los afectos y de las pasiones, sino que el intelectual aparece insertado activamente en la vida práctica, como constructor, organizador, “persuasivo permanente” no como simple orador - y sin embargo superior al espíritu matemático abstracto -; a partir de la técnica trabajo llega a la técnica ciencia y a la concepción humanista histórica, sin la cual se es ‘especialista’ y no se llega a ser ‘dirigente’ (especialista + político)”7.
 
Por lo tanto, el intelectual en tanto expresión del proletariado no puede ser sólo la continuación de la vieja intelectualidad, debe ser un intelectual orgánico colectivo de nuevo tipo, que en su relación con la clase revolucionaria dé lugar a un pensamiento común, a un concepción del mundo que inspira la “reforma ideal y moral” para permitir el paso de las masas de “simples”, que era su ubicación en el sistema anterior, a verdaderos intelectuales en la nueva sociedad.
 
Gramsci sostiene “como filosofía de masas, la filosofía de la práctica no puede ser concebida sino de manera polémica, en perpetua lucha”8. Y cabe agregar que jamás puede ser conservadora, que su punto de partida debe ser el “sentido común”, o la filosofía de la multitud, que busca una “homo geneidad ideológica”.
 
La fusión de la filosofía de la práctica con el sentido común de los sectores atrasados de las masas se logra a través de la política, del hacer política, que es la mejor escuela de formación cultural para las masas.
 
Es en este proceso donde surgen nuevos intelectuales que ahora vienen de las masas, con lo que el proletariado tiene un núcleo intelectual compuesto por los intelectuales orgánicos que se incorporan en el proceso de ascenso de la clase obrera a la clase dirigente, por los intelectuales tradicionales que proceden de las clases antes dominantes, y por los intelectuales propios que se forman en el proceso de culturización ideológica y política en el seno de la clase obrera, siendo los intelectuales más orgánicos al no ser importados desde otras clases sino al nacer en un vínculo directo con la base económica en expansión.
 
Para Gramsci, este proceso modifica el panorama ideológico de una época y realiza la reforma intelectual y moral que permite al proletariado pasar de la fase corporativa a la propiamente política, y generar una filosofía de la práctica apoyada en un quehacer intelectual capaz de generar un amplio proceso hegemónico en un vasto movimiento popular.
 
A la cabeza de este proceso de universalización de los valores del proletariado como clase hegemónica se encuentra el “Moderno Príncipe”, es decir, el partido revolucionario, que en esta nueva era representa el papel del príncipe Maquiavelo en la lucha contra los intereses corporativos de la burguesía comunal y por la formación del Estado burgués. En Gramsci, el “Moderno Príncipe” es la guía de la hegemonía proletaria en la construcción del nuevo Estado.
 
Pero la teoría gramsciana del partido político se puede extender en general al partido político moderno, al estudio de sus orígenes, de las formas que adquiere y al sentido de su evolución. Al respecto, Gramsci establece algunas distinciones:
 
“Para algunos grupos sociales, el partido político no es más que el modo exclusivo de formación de la propia categoría de intelectuales orgánicos directamente en el terreno político y filosófico, ya no en el terreno de la técnica productiva.Para todos los grupos, el partido político es precisamente el mecanismo que en la sociedad civil cumple la misma función que cumple el Estado en mayor medida y de manera más sintética en la sociedad política, es decir, procura la fusión de los intelectuales orgánicos de un grupo determinado - el dominante - con los intelectuales tradicionales. El partido cumple
 
Para todos los grupos, el partido político es precisamente el mecanismo que en la sociedad civil cumple la misma función que cumple el Estado en mayor medida y de manera más sintética en la sociedad política, es decir, procura la fusión de los intelectuales orgánicos de un grupo determinado - el dominante - con los intelectuales tradicionales. El partido cumple
esa función como una derivación de su función fundamental: formar los propios componentes, los elementos de un grupo social nacido y desarrollado como “económico”, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados, en dirigentes y organizadores de todas las actividades y funciones inherentes al desarrollo orgánico de una sociedad integral, civil y política”9.
 
De esta definición gramsciana de la relación intelectual-partido se puede desprender cómo los elementos de un grupo socioeconómico, al ingresar al partido, superan sus intereses individuales, y al vincularlos con los del conjunto de la clase se conviertes en agentes de una actividad general, de desarrollo histórico, Es decir, son partido.
 
De esta definición gramsciana de la relación intelectual-partido se puede desprender cómo los elementos de un grupo socioeconómico, al ingresar al partido, superan sus intereses individuales, y al vincularlos con los del conjunto de la clase se conviertes en agentes de una actividad general, de desarrollo histórico, Es decir, son partido
 
2.- Maquiavelo: “Príncipe Moderno”, Partido revolucionario
 
Al asociar a Maquiavelo con Marx y Lenin, Gramsci tiene en mente un proyecto definido: teorizar una práctica histórica concreta sobre el partido político, en su relación con las clases principales, subalternas y con el problema del Estado. Es decir, de un partido político que se plantea al problema del poder, de la fundación de un nuevo Estado.“...
 
El Moderno Príncipe... no puede ser una persona real, un individuo concreto, sólo puede ser una organización, un elemento de la sociedad en su conjunto, donde ya se ha iniciado la concreción de una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Esta organización está dada por el desarrollo histórico, y es el partido político, la primera célula donde se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a llegar a ser universales y totales”10.
 
Gramsci analiza todo el material teórico que proviene de la II y III Internacional, del partido revolucionario leninista, y amplía su investigación a los partidos y a las teorías burguesas que van desde el idealismo de Croce a las concepciones elitistas de Michels, Pareto y Mosca y hasta la visión sociológica de Weber, ubicándose en la cultura contemporánea, en la ciencia política avanzada, y operando en la fase de formación de los grandes partidos de masas.
 
La atención de Marx, de Lenin y de la Internacional, como era lógico, se concentró en la definición de la organización de la clase obrera, y por ende, en la definición teórica del partido en tanto nomenclatura de clases en sentido estricto. La propia bolchevización de los partidos obreros y revolucionarios que definió los perfiles del movimiento comunista internacional de aquellos años está ligada a la idea de la rápida expansión de la revolución europea, y por lo tanto, a la concepción y al ejercicio de la guerra de maniobra.
 
El objetivo de análisis que se plantea Gramsci es más general. Busca identificar la morfología estructural y la fenomenología histórica del partido moderno correspondiente a la fase de la guerra de posición, donde el vínculo con las clases siempre está determinado por lo económico, pero muy mediatizado por factores éticos e ideológicos.
 
Si quería dotar a la revolución en Occidente no sólo de un instrumental teórico sino también de una institución capaz de guiarla, no tenía en su análisis otra alternativa que superar el elemento coyuntural y pragmático que caracterizaba el análisis del partido político, y ubicarse en un nivel nuevo de relación entre la historia y la política que comprendiera una visión del partido, de la dimensión de su vínculo no sólo con la clase que lo genera sino con toda la sociedad, porque un partido pesará en la historia de un país en la medida en que su articulación se encuentre enraizada en la sociedad tomada en su conjunto.
 
Por ello, Gramsci distingue entre partido orgánico fundamental y partidos de paso, de coyuntura, que no representan una necesidad histórica. Y a la vez, ubica su vínculo con Lenin en el jacobinismo, es decir, en la función de vanguardia, centro de la definición del papel del partido en Lenin.
 
En la concepción gramsciana, el partido continúa siendo jacobino, pero es a la vez partido filtro, situándose en un nuevo papel, característico de la sociedad occidental, de la sociedad ideologizada. Se sitúa en la masa para generar las condiciones de elevación cultural de éstas, sin lo cual es imposible construir en esta fase y en esta sociedad una alternativa en el plano de la sociedad civil.
 
El partido se propone la tarea principal de superar la subordinación cultural del movimiento obrero en una dimensión que supera la proyección lineal de las clases, en la función universalizadora propia del proyecto teórico de Marx, es decir, en la de la clase que se libera para liberar a toda la humanidad.
 
De allí que el “Príncipe” gramsciano se ubique en la dimensión de una hegemonía que, superando el problema del enfrentamiento de clase económico corporativo, se coloque en el bloque histórico. Así, el “Moderno Príncipe” se pone el objetivo de la conquista del poder político, y como el partido leninista, tiene una profunda vocación de poder, pero esta función es el resultado y a la vez extensión de otra función, aún mas global: socializar la política o politizar la sociedad civil. Allí está la función universalizadora del “Príncipe Moderno”, en la actuación de la supremacía de la política, característica ya enunciada en la elaboración de Lenin.
 
Por lo tanto, el partido en general es una “escuela de vida estatal” donde se forman los dirigentes de la sociedad civil y de la sociedad política. Es un gran intelectual colectivo en el seno de las masas, que pretende elevarlas a nivel de Estado. En Gramsci, este organismo que busca reunir voluntad colectiva es el partido político revolucionario que representa la intelectualidad orgánica - intelectualidad colectiva, diría años más tarde Togliatti - de la clase obrera. Es el organismo consciente con las masas, y conquistando el consenso, la eleva al papel de clase dirigente revolucionaria a nivel de conjunto del aparto estatal.
 
De este modo, el “Príncipe Moderno” es un partido que busca crear un nuevo Estado, y que en esta lucha crea los instrumentos culturales e ideológicos que permiten difundir a la clase revolucionaria en tanto clase hegemónica con el pueblo-nación. En Maquiavelo, el “Príncipe” busca conducir al pueblo para formar a un nuevo Estado, y en la época moderna está representado por el o los partidos de la clase obrera, que en un proceso ideológico y político superan su carácter de parte - como lo hace el mismo Maquiavelo - para fundirse con el pueblonación y transformarse en voluntad colectiva y por lo tanto en hegemonía.
 
Gramsci descubre en Maquiavelo,más que en los marxistas, el valor de la política exhibida de manera experimental - desprovista de la teología que dominaba la concepción de la época -, que busca las motivaciones de los hechos políticos y establece relaciones de causa y efecto. En Maquiavelo, el hacer política es un “arte”, y para Gramsci toda su obra representa un aporte fundamental para el paso de la política arte a la política que combina el arte con la ciencia.
 
Hay dos aspectos que apasionan a Gramsci en su relación con Maquiavelo: “La formación de una voluntad colectiva nacional popular, que de la que el `Moderno Príncipe’ es a la vez organizador y expresión activa y actuante, y la reforma intelectual y moral”11.
 
Así, pues, el “Moderno Príncipe”, el partido, es el instrumento de crítica consciente de la vieja sociedad, de su ideología y su moral, ligada a la negación de las relaciones económicas de explotación, y constructor de la nueva sociedad.
 
Gramsci se vale del marxismo para estudiar a Maquiavelo y establecer una especia de correlación entre el “Príncipe Moderno” y el partido de nuevo tipo de Lenin. Es decir, una relación entre Maquiavelo como pensador político y Lenin como filósofo y dirigente de la revolución y del nuevo Estado proletario.
 
En la formación del partido revolucionario, Gramsci toma a Lenin como punto de partida. En 1921, con escisión, en Livorno, de una fracción del Partido Socialista y la fundación del Partido Comunista de Italia, la lucha contra las desviaciones de derecha de Tasca y de izquierda de Bordiga, pretendía la formación de un verdadero partido revolucionario al estilo de los bolcheviques rusos, pero que en Occidente opera con las peculiaridades propias de esta circunstancia. El tipo de partido que propone en la época de los Cuadernos, es distinto al de Lenin y a la influencia
recibida en la fase inmediatamente posterior a la Revolución de Octubre, es siempre funcional a la conformación de la estrategia revolucionaria para Occidente y a las categorías interpretativas elaboradas con este fin. Concibe el partido como elemento constitutivo de la superestructura y en particular de la sociedad civil. Por ello, el partido no se idéntica con el Estado ni cumple las funciones burocráticas que competen a cualquier Estado.
 
Para Gramsci, el partido debe tener el papel de guía de la sociedad y cumplir funciones de dirección, organización y educación en todo el tejido social, aproximando al Estado al conjunto de la clase obrera, del pueblo. Su función es política por excelencia, es la dirección espiritual del Estado. En tanto intelectual orgánico, actúa como productor de consenso y por ende, en el plano de las conciencias individuales, para transformar su acción en el plano del colectivo, del grupo y de la clase social. En esta fase, el partido fusiona la dirección de la reforma intelectual y moral con las transformaciones económicas, con la eliminación de la plusvalía y de la acumulación capitalista. Por lo tanto, tiene una función global pero no totalitaria.
 
Se plantea, no sin razón, que la obra de Gramsci “en la enorme diversidad de sus elaboraciones ”conduce a una visión totalitaria del partido en sentido filosófico y de concepción del mundo. Esta es la visión que sostiene, por ejemplo, Pellicani, para quien la globalidad del partido gramsciano genera obligatoriamente una función dictatorial de los intelectuales, quienes tendrían el papel de poner en práctica una “persuasión permanente” que anularía la dialéctica de la crítica sociopolítica, lo que acompañado de una función social del partido y del flujo de sus componentes internos lo convertiría en un totalitarismo casi eclesiástico.
 
Independientemente del hecho que en los partidos políticos fuertemente ideologizados se presentan posturas mesiánicas, dogmáticas, de utilización de categorías pertenecientes a lo religioso más que lo político y que con frecuencia se expresan en conductas sectarias o en el voluntarismo predeterminista de un papel asignado al partido al margen de su real ubicación e influencia en la sociedad y en la clase de la cual es expresión, queda claro que estas visiones no tienen que ver exactamente con la idea de organización que embrionariamente pensó Marx en el paso del acto interpretativo al transformativo de Marx y tampoco con el partido de la gran reforma ética del proletariado de Gramsci.
 
Para Guiseppe Vacca, en Gramsci la teoría del partido y del Estado ésta directamente vinculada con el problema de la transición al socialismo en Occidente, donde el partido, que opera en el plano superestructural, es el elemento de mediación cultural entre las masas y el Estado, y a la vez la acción del partido “Moderno Príncipe” es determinante en la reabsorción del Estado por parte de la sociedad civil. En estas condiciones, el partido no reina ni gobierna sino que desarrolla un poder de hecho, vinculado sobre todo a una función hegemónica que se concretiza en el alzamiento a las masas en su papel histórico como conciencia de clase y a su vínculo al Estado en perspectiva de poder.
 
Aquí resulta importante la interpretación de Pietro Ingrao: “La ecuación Gramsciana entre partidos políticos y clases no debe interpretarse en un sentido mesiánico. El partido de la clase obrera debe cumplir un papel central, penetrando también en las otras clases y llegando a través de la acción ideológica hasta el Estado, donde, en cuando a sociedad civil difusa, llega así a su extinción. En pocas palabras, el partido, tanto desde un punto de vista ideológico como orgánico, no debe reducirse a un correspectivo elemento de la clase, sino como sobre todo debe ser capaz de constituirse en un gran complejo de aparatos ideológicos, por lo tanto, el partido está ligado orgánicamente a la clase social de la proviene, pero también a los grupos afines o a aquellos que han logrado transformar en aliados. De este modo hay que concebir el partido Gramsciano como un momento orgánico que resulta de la síntesis entre el partido político e ideológico”12.
 
Es evidente, entonces, que una interpretación como la de Pellicani, que tiene asidero y verdad en los viejos partidos obreros, no tiene suficientemente en cuenta el papel de mediación, de formador de consenso entre las masas, de vínculo entre dirigentes y dirigidos que se debe producir en el ejercicio de las funciones del partido popular, que es lo que plantea Gramsci.
 
Además, cabe subrayar que cuando Gramsci habla del partido como “Príncipe Moderno” parte de Machiavelo, pero modifica el concepto de Príncipe entendido como factor de voluntad individual y de concentración. En cambio, el partido - Príncipe, para Gramsci - es expresión de la voluntad colectiva del nuevo intelectual, donde el movimiento del vértice se conjuga con el movimiento que proviene desde la base.
 
La tendencia de regreso a lo privado y de rechazo del partido político que hoy se observa en sectores de la intelectualidad presentada como la superación de la política, cuyo origen se pretende referir a Gramsci, es justamente lo opuesto a la tendencia sostenida por éste. La visión coincide más bien con el idealismo de Croce, donde solo es posible actuar la conciencia ética in interiore homine, negándose el papel formador del partido y su capacidad de mantener desde la conciencia una “ pasión permanente”, utilizando una expresión Crociana.
 
Desde luego, para Gramsci la pertenencia a un partido político no está regulada por fenómenos de carácter pasional. El partido es el gran laboratorio del especialista político que logra fundir la teoría con la práctica en una síntesis renovada permanentemente entre el partido político, partido ideológico en la acción de educación de las masas y de dirección en la lucha por la conquista de la nueva sociedad.
 
Gramsci supera a Lenin para establecer los elementos constitutivos del partido: la disciplina, como acción de racionalidad consiente, la dirección y la mediación entre disciplina y dirección. Partido ideológico + partido político= partido orgánico.
 
Gramsci, como se decía antes, se vincula a la idea de Marx de que una clase social no puede lograr la conciencia de clase sino a través de su organización. Al respecto, Lenin señala: “ninguna clase en la historia ha conquistado el poder sin crear sus propios dirigentes políticos, sus propios representantes de vanguardia, capaces de organizar y dirigir el movimiento”13.
 
Para Gramsci, los dirigentes políticos, los representantes de vanguardia de lo que habla Lenin, son los intelectuales, pero no cualquier tipo de intelectual sino un intelectual orgánico de la clase obrera, que provisto de una cultura científica realiza una revolución teórico cultural, da conciencia de clase política al proletariado y le da a conocer su misión histórica, definiendo y realizando un bloque de alianzas políticas y sociales cuyo objetivo sea la conquista del Estado.
 
La primera función de este partido es difundir la concepción del mundo de la clase que representa, como condición para realizar una profunda revolución teórica y moral. La segunda, es educar a las masas, hacerlas pasar del Estado primario de la lucha económica al Estado superior de la lucha política por el poder.
 
Ambos elementos confluyen en una tarea fundamental del partido revolucionario: la conquista de la hegemonía que a través de la obtención del consenso, alcanza diversos momentos, tales como hegemonía de la clase, hegemonía en el bloque de alianzas, hegemonía en el seno de la voluntad colectiva nacional, hegemonía en la sociedad civil, y por lo tanto, clase en condiciones de dirigir y dominar el nuevo aparato estatal. Para Gramsci, este partido debe ser de nuevo tipo y nutrirse de las experiencias de las luchas de la clase obrera a nivel nacional e internacional, debe ser un partido basado en la hegemonía que se establezca entre los dirigentes y la base del partido.
 
En la concepción Gramsciana, en el partido revolucionario hay tres momentos que lo definen como tal: la unidad ideológicas en torno a la filosofía de la práctica; la composición interna pero dominantemente proletaria en todos los niveles de organización, y la formación de un bloque que reúna los tres estratos en permanente movimiento y relación que él distingue en el partido, a saber bases, cuadros y dirigentes.
 
En esta búsqueda, Gramsci distingue dos tipos de partido: el partido político que se propone la solución de un conjunto de problemas de la sociedad y el partido ideológico, en tanto, ideología general superior a varios agrupamientos más inmediatos. En esta última categoría incluye en conjunto de los aparatos y organizaciones intelectuales que sirven a una clase.
 
Así , Gramsci termina con una concepción restringida de los intelectuales, presente y difundida en Europa Occidental en los primeros diseños del siglo XX, otorgando al partido como tal y en particular al partido comunista el papel de intelectual orgánico, que debe conquistar el prestigio y la supremacía en el conjunto de la sociedad. Es una visión más universal que la de Lenin, pero igualmente “aristocratizante”.
 
BIBLIOGRAFÍA DE AUTORES CITADOS Y MENCIONADOS
 
Capítulo Cuarto
 
1. Marek F, Gramsci e il movimiento operaio dell’ Europa Occidentale”, en Prassirivo luziionaria e storicismo en Gramsci, Riuniti, Roma, 1986,. pag. 37
2. Gramsci Antonio, Los intelectuales y la organización de la cultura, Antología, Siglo XXI, México, 1970, pag. 3
3. Gramsci Antonio, “Los intelectuales...,” Siglo XXI. México, 1970, pag. 15
4. Gramsci Antonio, “Los Intelectuales...” , Siglo XXI, México. 1970, pag. 14
5. Gramsci Antonio , “Los intelectales...” Siglo XXI, México, 1970 pag. 18
6. Gramsci Antonio “ Los Intelectuales...” Siglo XXI, México, 1970, pag. 12.
7. Gramsci Antonio Los Intelectuales ...” Siglo XXI, México, 1970. pag. 23
8. Gramsci Antonio, “ Los Intelectuales... “ Siglo XXI, México, 1970, pag. 159.
9. Gramsci Antonio, Il materialismo storico..., “ Riuniti, Roma, 1971, pag. 120
10. Gramsci Antonio, Quaderni del Carcere, Riuniti, Roma, 1964, p. 1522.
11. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli..., Riuniti,Roma, 1975, pag. 24
12. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli..., Riuniti, Roma, 1975, p. 9.
13. Ingrao Pietro, “Quale democracia di massa?” Varios autores, II marxismo e lo Stato, Riuniti, Roma, 1982, p.161
14. Lenin V.I. Las tareas urgentes de nuestro movimiento, Obras Escogidas, Progreso, Moscú, 1966, pag.36.
 
CAPITULO V
 
TEORIZACION DEL FENOMENO FASCISTA EN GRAMSCI
 
Analizar la interpretación de Gramsci del fenómeno fascista significa abordar gran parte de su elaboración en sus diversos periodos. Tal como lo señala el historiador Enzo Santarelli, deben considerarse sus escritos prefascistas, anteriores a 1919; sus artículos del periodo Ordine Nuovo, cuando irrumpe en Italia el fenómeno que combina el escuadrismo terrorista con la formación de un movimiento de masas, y la investigación del fascismo con el copamiento de la sociedad civil y su transformación en poder del Estado, así como toda la investigación teórica del periodo de la cárcel, sobre todo la condensada en Cuadernos de la Cárcel1
 
Para enmarcar el fenómeno fascista en la historia de Italia, Gramsci parte la unidad italiana - pasando por la problemática del Resurgimiento y las luchas obreras de los años veinte - hasta llegar a la crisis del Estado liberal, destacándola como la variante italiana de un fenómeno más vasto que se presenta a escala internacional como respuesta reaccionaria a la Revolución de Octubre y la influencia del movimiento bolchevique, en la etapa del paso del capitalismo a su fase imperialista. Pero al mismo tiempo Gramsci es un político, el inspirador y jefe del naciente Partido Comunista de Italia, por lo que su elaboración está impregnada a cada momento de la urgencia de la lucha, de la organización, de las alianzas que debe construir el proletariado para convertirse en clase hegemónica de la sociedad.
 
1.- Individualización del Fascismo en Italia
 
Gramsci realizó desde el punto de vista metodológico un análisis diferenciado según las formas concretas que adoptó el fascismo en Italia. A partir de ello, no concibió el fascismo como un fenómeno aislado, como una realidad autónoma, sino que intentó desentrañar sus raíces, su origen en la lucha de clases en los tres planos en que ésta se manifiesta: político, considerando el problema militar, económico e ideológico, en estrecho vínculo con la historia de Italia y con el conjunto de la situación internacional.
 
Sostiene que el fascismo no puede analizarse ni evaluarse en Italia sin enmarcarlo en la historia del pueblo italiano, en la estructura económica y política de clases, y sin considerar el punto de vista leninista que señala:”Tanto en política internacional como en política nacional, el imperialismo tiende a violar la democracia, tiende a la reacción. En este sentido, es indiscutible que el imperialismo es la negación de la democracia en general, de toda la democracia”2. Por todo ello, Gramsci sostiene que el fascismo no es un fenómeno puramente italiano sino que su surgimiento corresponde a un estadio de desarrollo del capitalismo en que éste necesita recurrir a la explotación exacerbada en el plano económico, lo cual se deriva en lo político en una mayor agresividad contra las masas explotadas, todo lo cual tiene repercusiones en la esfera institucional.
 
Pero veamos los elementos nacionales de los que parte Gramsci en su intento por individualizar el fascismo. Para determinar qué lugar ocupaba Italia en la cadena imperialista, debe partirse del hecho de que el proceso de industrialización fue allí particularmente tardío, iniciándose sólo alrededor de 1880. Aun cuando se desarrolló con velocidad y entró rápidamente en la cadena imperialista, se mantuvo una gran contradicción, que en especial se refleja en el fuerte impulso del capital industrial financiero en el norte del país y la existencia del predominio del sistema feudal, en el sur, que por momentos llevó a niveles superlativos las contradicciones entre la gran propiedad territorial - los terratenientes, y el gran capital, la alta burguesía -, lo que retrasó el ritmo de la acumulación originaria del capital, y en la práctica mantuvo la división de Italia.
 
Por lo tanto, las causas de la crisis del Estado italiano, que se profundizaron con la guerra, se remontan al carácter e intensidad que alcanzó el proceso de la revolución democrático burguesa en Italia. Esta se caracterizaba por la existencia de una burguesía débil en los inicios, que debió pagar su supremacía en precio de no apoyarse en las transformaciones campesinas - a diferencia del movimiento jacobino, en Francia - y renunciar a la realización de la reforma agraria, dejando así intacto el poder de los terratenientes del sur.
 
Refiriéndose a la revolución democrática burguesa italiana, Engels decía que ésta la había hecho una burguesía que no supo ni quiso completar su victoria, con lo cual Gramsci concluye que se realizó por ende una “revolución pasiva”. En los primeros decenios del siglo XX se produjo una ofensiva del gran capital para obtener control del aparato de poder político, suscitándose con ello una crisis de hegemonía que remeció todo el aparato del Estado liberal, dirigido por los representantes políticos del capital y del desarrollo monopolista, lo que significó el crecimiento y la concentración en grandes centros productivos de un proletariado que entró a la escena social dispuesto a intervenir en esa crisis de hegemonía arrebatando el poder a la burguesía y volcando dicha crisis a su favor.
 
Ya en 1920, Gramsci señalaba que después de la guerra y sus graves consecuencias la burguesía no logró seguir gobernando el país ni en su actividad económica (industrial y agrícola); ni en su actividad política, a través del establecimiento de una relación que, en un Estado legalmente constituido, debería interceder entre las clases, entre sectores , los grupos y los individuos, señalando que “la seguridad personal, la libertad personal, la libertad de reunión y de prensa han llegado a ser otros tantos recuerdos del hermoso tiempo pasado”3. Así como tampoco logró ejercer algún poder en la actividad internacional. En el análisis de Gramsci pesa el hecho de considerar el fascismo como continuación y transformación de la política tradicional de las clases dirigentes en su lucha contra el proletariado.
 
“En lo sustancial, el fascismo modifica el programa de conservación y de reacción que siempre ha dominado la política italiana, sólo con una manera diferente de concebir el proceso de unificación de las fuerzas reaccionarias. El capitalismo italiano, frente a los nuevos partidos nacionales del pueblo, de la clase obrera, de los campesinos, frente al devenir de la independencia misma de Italia, frente a la marea revolucionaria, siente la potente necesidad de someter a las masas, de recurrir a la dictadura de clase”4.
 
Gramsci percibió que la alta burguesía, en medio de la crisis, haría esfuerzos para conservar su dominio, aun en el contexto de sus contradicciones internas y externas, utilizando a la mediana y pequeña burguesía, o aplastándola incluso, si era necesario. Pero señalaba al mismo tiempo que era inevitable una reorganización reaccionaria del poder sobre las bases nuevas y con inaudita violencia, en el caso de que el proletariado no lograra cumplir su imperativo histórico de conquistar el poder, reorganizar el Estado y la producción.
 
Adelantándose al posterior análisis de la Internacional Comunista, ya en 1920, previó el contenido de clase y las formas de la dictadura fascista, señalando:” En Italia, la fase actual de la lucha de clases es la fase que precede, o bien a la conquista para pasar a nuevos modos de producción y de distribución que permitan el resurgimiento de la productividad, o por el contrario a una tremenda reacción por parte de la clase burguesa y de la casta gobernante. No se ahorrará ningún tipo de violencia para sojuzgar al proletariado industrial y agrícola, obligándolo a desempeñar un trabajo servil; se tratará de despedazar a los organismos de resistencia económica en los engranajes del Estado”.5 Para Gramsci, la actualidad de la revolución proletaria, su inminencia como consecuencia de la crisis del capitalismo, sólo podían tenerse en cuenta estas posibilidades extremas en términos absolutos, subvalorando el espacio de la institucionalidad liberal. Sin embargo, debe tenerse presente que la tradición democrática no era lo suficientemente fuerte como para convertirse en objetivo de masas ante la crisis y los afanes hegemónicos de la gran burguesía. Por lo demás, la previsión de Gramsci acerca del carácter del nuevo régimen, es decir, del fascismo, y sobre todo las medidas políticas que debían tomarse ante esta situación, en 1920, estaban aisladas en el Partido.
 
2.- Lucha Contra el Izquierdismo en el Partido
 
Para Gramsci, el fascismo no constituía un fenómeno ineluctable, por el contrario. Un año después de la instauración del fascismo, en 1923, escribía: “Es necesario hacer una autocritica despiadada de nuestra debilidad; es preciso comenzar preguntándose por qué hemos perdido, qué éramos, qué queríamos, adónde queríamos llegar ...Por qué los partidos obreros italianos han sido débiles desde el punto de vista revolucionario. Por qué han fallado cuando debían pasar de las palabras a la acción. No conocían el terreno en que debían dar la batalla”5. Esta autocritica es, en primer lugar, una crítica al Partido Socialista, pero también al naciente Partido Comunista.
 
La primera fase de los esfuerzos de Gramsci por crear un partido revolucionario se dio en el seno del Partido Socialista, cuya fracción revolucionaria se escindió en el Congreso de Livorno. En este partido seguían existiendo, dos corrientes: la de Turati, expresión del sector reformista, proclive a la Segunda Internacional,y la de Serrati, perteneciente al sector maximalista. Durante los años de conducción de Bordiga, errores de sectarismo llevaron al PCI a no considerar las contradicciones políticas que se daban al interior del Partido, obrero en su composición, y a rechazar las alianzas, asimilándolo al fascismo. Por su parte, el Partido Socialista, impulsando la táctica de “no resistir, en 1921, después del Congreso de Livorno y en el periodo de máximo predominio del sector reformista, desembocó en el pacto de pacificación socialista-fascista, desmovilizando importantes sectores de la clase obrera y permitiendo al fascismo proseguir su ofensiva hacia la toma del poder.
 
En consecuencia, si bien la escisión de Livorno fundó el Partido Comunista, no aseguró una línea política correcta frente a la grave situación del país. La dirección elegida en el Congreso de Livorno y encabeza por Bordiga dejaba en minoría absoluta a la posición sostenía por Gramsci.
 
Ya en 1919 Lenin había criticado duramente a Bordiga por su negativa a participar en las elecciones parlamentarias, como lo hizo cuando el PCI rechazó el entendimiento con los socialistas de Serrati. La dirección bordiguista, con claras posiciones blanquistas, partía de la caracterización de un partido de “pocos, pero buenos”, lo que se oponía al mensaje de resolución del Tercer Congreso de la Internacional Comunista, que en respuesta a esta desviación izquierdista señalaba: “Desde el primer día de su creación, la Internacional Comunista ha considerado con claridad y sin equívocos que su objetivo es la creación de partidos de masas”. En la práctica, la concepción bordiguista de “Diez mil comunistas firmes y seguros” desconocía la necesidad de la mayoría de la clase obrera y de la “mayoría política” como condición de avance hacia la revolución proletaria.
 
En su discurso de 1921 en defensa de la táctica de la Internacional Comunista, Lenin fustigó a Terracini, quien, sin compartir las orientaciones de Bordiga, defendía las posiciones oficiales de la dirección del PCI del Tercer Congreso de la Internacional Comunista. Desde luego, la errada concepción de la dirección bordiguista tenía su principal expresión negativa al enfrentar lo político los nuevos fenómenos que surgían. En efecto, las “Tesis de Roma”, emanadas del Congreso Comunista de 1922, subestimaban el peligro del fascismo, y en el Primer Pleno de la Internacional, la delegación italiana votó contra el acuerdo del Frente Único.
 
Por aquellos días, Bordiga escribió:” Que el fascismo y la social-democracia emprendan hoy caminos convergentes puede parecer a muchos una paradoja... pero ello será confirmado en el futuro... Fascismo y social democracia son dos aspectos del mismo enemigo de mañana”6. Ello significa una orientación destinada a trabajar en la práctica contra la política del Frente Único, y ello quedó en claro cuando Bordiga se negó al trabajo conjunto con las formaciones paramilitares de los “Arditi del Popolo”, que de manera espontánea surgieron en 1921, como respuesta a los ataques fascistas.
 
En el Cuarto Congreso de la Internacional, el informe del PCI redactado por Bordiga reflejaba el mismo punto de subestimación que entregara personalmente a Lenin: “El fascismo llegará al poder y sólo aportará esta renovación: mientras los cuales gobernantes pseudoliberales ayudan y apoyan a la reacción, el próximo gobierno fascista ejercerá la reacción él mismo, en forma directa, sin la interposición de organizaciones irresponsables y mercenarias”7.
 
En este contexto, Gramsci era el único miembro de la dirección elegida en 1921 que veía con claridad el peligro del fascismo que se avecinaba, y compartía con Lenin la necesidad de llevar adelante una línea de masas. Consideraba que la concepción leninista, que establece la categoría de “conquista de mayorías”, era la base para elaboración de la política capaz de hacer frente al fascismo, derrotar a la burguesía y conquistar el poder proletariado. Por ello, la aparición de La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, que para Gramsci y los comunistas italianos fue “más que una revelación”, al decir de Togliati, se constituyó en un instrumento decisivo para dar la lucha dentro del partido contra las posiciones sectarias.
 
Entre 1923 y 1924 estaba en formación un nuevo grupo de dirigentes del PCI, que encabezado por Gramsci logró dar pasos cualitativos en la superación del viejo esquema de partido influenciado por el sectarismo bordiguista. Sin embargo, sólo en 1926, en el Tercer Congreso del PCI, realizado en Lyon, Gramsci logró obtener la mayoría. A partir de este congreso, donde se presentó una visión más articulada y completa del PCI acerca del fascismo, concluyó esta primera fase de formación del PCI, delineándose en la Tesis de Lyon una teoría de la revolución italiana.
 
Como se observa de lo anterior, a partir de 1920 Gramsci anticipó algunas de las posiciones asumidas más tarde por la Internacional Comunista en el Séptimo Congreso, y abrió una polémica desde la cárcel cuando, entre 1928 y 1935, la Internacional Comunista abandonó la tesis del Frente Único y aplicó la doctrina estalinista del social fascismo. En el Decimotercer Pleno, Dimitrov y Togliati hicieron una reelaboración autocritica de la nueva visión de la Internacional Comunista.
 
Desde la cárcel, en los años treinta, Gramsci combatió el triunfalismo de quienes, en el PCI y la Internacional, consideraban el fascismo como un fenómeno pasajero, y estimaban inevitable la caída de la dictadura. “La miseria y el hambre pueden provocar revueltas, movilizaciones que incluso lleguen a quebrar el equilibrio establecido, pero se necesitan muchas otras condiciones para destruir el sistema...”8. Este realismo le permitió concluir que uno de los factores determinantes para el acceso del fascismo al poder fueron los errores políticos e ideológicos cometidos por los partidos de izquierda de la clase obrera, y en primer lugar del PCI.
 
En el plano del análisis teórico, Gramsci se pregunta por dónde comenzar después de esta derrota, y qué hacer para superarla, respondiéndose que es necesario profundizar en el conocimiento del marxismo y de su aplicación a la nueva realidad italiana, creando el instrumental para interpretar la revolución en los países capitalistas desarrollados. La investigación acerca de la naturaleza del fascismo, de sus formas peculiares, de sus vínculos con las masas, y sobre todo la perspectivas del movimiento antifascista, constituye el laboratorio del instrumentar gramsciano.
 
3.- Fenomenología del Fascismo
 
Como se ha señalado, al comienzo Gramsci buscó el desarrollo de un análisis diferenciado del fenómeno fascista y sus peculiaridades utilizando el enfoque teórico que ha sido descrito en sus principales categorías. Con criterio historicista, buscó desentrañar este fenómeno y las categorías presentes en el que pueden servir de nexo interpretativo.
 
Siguiendo sus principales escritos acerca del fascismo, publicados con la introducción de Santarelli y el esquema de F. De Felice y Buci-Glucksmann, es posible distinguir los conceptos y categorías que utiliza Gramsci para analizar el fenómeno fascista.
 
a) Sobre el cesarismo. En la primera fase del fascismo, Gramsci recurrió a la definición de cesarismo, equiparándolo al concepto de bonapartismo utilizando por Marx en El 18 Brumario, pues le permitía desentrañar las características de los aspectos burocráticos, civil y militar y el de los estratos sociales representados por la pequeña y mediana burguesía rural que sirvió de base de masas al fascismo, y lugar de procedencia de la burocracia. Este análisis lo utilizó antes de 1929, por lo que antecede a los Cuadernos de la Cárcel. Fue el propio Gramsci quien, en Notas sobre Maquiavelo, estableció los límites de su análisis, señalando:” Por lo demás, el cesarismo es una fórmula polémica ideológica y no una fórmula de interpretación histórica”9.
 
En este mismo texto afirma:”Pero el cesarismo, expresando siempre la solución arbitral encomendada a una gran personalidad, en una situación histórico política caracterizada por un equilibrio de fuerzas con catastrófica perspectiva, no siempre tiene el mismo significado histórico”10. Señalando asimismo: “Puede decirse que el cesarismo expresa una situación en la cual las fuerzas en pugna se equilibran de manera catastrófica, es decir, se equilibran de tal modo que la continuación de la lucha sólo puede concluirse con la destrucción recíproca”11.
 
Estos conceptos son similares al análisis hecho por Marx respecto al bonapartismo en La guerra civil de Francia: “en realidad (se refiere al Imperio) la única forma de gobierno posible, en un momento en que la burguesía habían perdido ya la facultad de gobernar la nación y la clase obrera no la había adquirido aún”12.
 
Utilizando el concepto “cesarismo”, Gramsci señala claramente la relación dialéctica entre la restauración y revolución, y en relación con el tipo de Estado distingue: “... un cesarismo progresista (que se produce) cuando su intervención ayuda al triunfo de las fuerzas progresistas...”, que posee un carácter cuantitativo - cualitativo, y define “la fase histórica del paso de un tipo de Estado a otro “, y por lo tanto hace época, y un “cesarismo regresivo (en que ) su intervención ayuda al triunfo de las fuerzas regresivas” , que es sólo cuantitativo, no produciéndose en este caso el cambio del Estado sino una simple evolución interna en el mismo tipo de Estado. En este mismo sentido, señala que “en la última instancia, el significado exacto de ambas formas de cesarismo se puede conocer a partir de la historia concreta y no de un esquema sociológico”13.
 
El fascismo es, entonces, una forma de cesarismo moderno regresivo, que no hace época. Este concepto, aplicado al fascismo, permite a Gramsci identificar los grados de fascistización del proceso, que van desde la marcha en 1922 sobre Roma, pasando por la supresión de la libertad de prensa, en 1925, hasta la disolución de los partidos y organizaciones democráticos, en 1926.
 
En primera instancia, Gramsci concluye que el fascismo aparece sólo en una sociedad donde el socialismo es una perspectiva pero aún carece de fuerza como para hacerse realidad. Como lo señala Gerratana: “El fascismo puede ser de larga duración, puede utilizar todas las posibilidades del sistema para consolidar su propia organización, aprovechar la debilidad de las fuerzas antagónicas. Pero aún cuando no es un fenómeno transitorio, es claramente un fenómeno que no hace época. El cesarismo se funde en la burocracia, en el aparato policial, en todas las fuerzas organizadas del Estado y de entidades privadas para tutelar el dominio político y económico de las clases dirigentes”14. El cesarismo moderno se puede afirmar a través de un golpe de Estado, aun cuando no sea una característica suya, o simplemente, es el resultado de un proceso reaccionario paulatino del sistema capitalista en su fase imperialista.
 
Como señala Buci-Glucksmann: “El concepto de cesarismo abarca, entonces, todo el análisis de la extensión del Estado, el papel de la crisis estructural del modo capitalista de producción después de la guerra, la crisis orgánica del aparato hegemónico que incorpora la relación entre representantes y representados, el modo de organización de la hegemonía burguesa, el divorcio entre el país real y el país legal. Es decir, el fascismo como típico caso del cesarismo”15.
 
Uno de los aspectos más importantes que vincula la concepción del fascismo como cesarismo con la definición posterior, típica del análisis de los Cuadernos de la cárcel, se refiere al fascismo como elemento disgregador y de disolución del Estado liberal, en cuando expresión de un fenómeno de masas de la pequeña burguesía que insubordina a la sociedad civil y a la vez permite a los terratenientes e industriales reformular las bases de dominación que habrían sido cuestionadas por las luchas obreras.
 
En 1926, en la Tesis de Lyon se señala: “En Italia existía un equilibrio inestable entre las fuerzas sociales en pugna. El proletariado era demasiado fuerte en 1919-1920 como aceptar la opresión capitalista; pero sus organizaciones eran débiles, inseguras, titubeantes”. De esta situación de equilibrio inestable nace la fuerza del fascismo que se organiza y toma el poder utilizando métodos y sistemas que, si bien tenían una particularidad italiana y estaban ligados a la tradición italiana, sin embargo, se parecían a los métodos y al sistema descritos por Marx en El 18 Brumario, es decir, era la táctica de la burguesía a nivel internacional.
 
En sus estudios posteriores, Gramsci estableció un nexo entre la burocracia y las relaciones de fuerza, señalando que en los períodos de crisis orgánica se produce una fusión de la burocracia, en su mayoría perteneciente a la pequeña burguesía, con las clases altas, y esto se manifiesta incluso en el aparato militar por el hecho de entregar base social al militarismo. A partir de ellos se pueden analizar los desplazamientos de las masas pequeño burguesas que se radicalizan en una crisis orgánica. Gramsci polemiza con quienes estiman que el fenómeno fascista se caracteriza por pertenecer a la pequeña burguesía en sí y para sí: “En el campo económico, el fascismo actúa como instrumento de una oligarquía agraria para concentrar en manos del capitalismo el control de las riquezas del país...”16. Para ello, el fascismo se apoya en todo lo que hay de arribismo, de ofuscación contra el propio capitalismo, y en particular en el espíritu proletarista de estos sectores que con el fascismo han creído se conforme un régimen que los representa”17. Es decir, la pequeña burguesía ve en el fascismo la posibilidad de detener hegemonía en una unidad orgánica con la gran burguesía, y conquistar la posición de iniciativa histórica que había perdido.
 
Gramsci describe ampliamente el significado del fascismo en tanto régimen reaccionario de masas: “El hecho característico del fascismo consiste en haber logrado constituir una organización de masas de la pequeña burguesía. Es la primera vez que esto ocurre. La originalidad del fascismo consiste en haber encontrado la forma adecuada de organización para una clase social que siempre ha sido incapaz de tener una compañía ideológica unitaria. Esta forma de organización es el ejército en el campo”18.
 
En los Cuadernos de la Cárcel Gramsci profundiza acerca de las causas (que él encuentra en el Resurgimiento) de la debilidad orgánica del Estado liberal italiano y de la derrota del proletariado. En este proceso concentra su atención en un fenómeno central: en 1930, el fascismo es Estado, hecho que obliga a Gramsci a reorganizar su reflexión, presentándose entonces el fascismo como el representante político y práctico de la guerra de posición.
 
b) El fascismo como revolución pasiva. Gramsci toma el concepto de revolución pasiva e V. Cuoco, quien lo utiliza para caracterizar la revolución napolitana en 1799, pero lo aplica en primer lugar al análisis del Resurgimiento como fenómeno de “revolución sin revolución”, extendiéndolo posteriormente a toda la fase de la Restauración, momento en el que se constituyeron los Estados europeos modernos a través de la combinación de luchas sociales, imposición desde arriba y guerras nacionales. En el cuaderno Nº 1, Gramsci señala que el Resurgimiento es aquella forma política en la cual las luchas sociales encuentran cuadros bastantes flexibles que permiten a la burguesía acceder al poder sin grandes rupturas.
 
Más tarde, en 1930, en su estudio comparativo del período que sucedió a la caída de Napoleón y a la guerra 1914-1918, Gramsci se planteó la actualidad el concepto de revolución pasiva como criterio de interpretación del fenómeno fascista. En 1933, adhirieron al Prólogo de 1859 de Marx, amplió esta clave interpretativa a todas las épocas complejas de convulsiones históricas.
 
Gramsci explica la revolución en su irreductibilidad en tanto categoría de las siguiente manera:”El concepto de revolución pasiva debe deducirse rigurosamente de los dos principios fundamentales de la ciencia política: 1) ninguna formación social desaparece hasta que las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella no encuentren lugar para un movimiento progresivo ulterior; 2) la sociedad no se pone objetivos para cuya solución ya no se hayan incubado las condiciones necesarias...”19.
 
Estas consideraciones son de vital importancia, ya que, uniéndose al análisis de Marx estructura e ideológica, Gramsci establece un vínculo dialéctico entre revolución pasiva y supremacía de la política. Como señala F. De Felice, el nexo entre revolución pasiva y hegemonía está mediado por la guerra de posición, de tal manera que si la revolución pasiva que individualiza las formas de un proceso de transformación, la guerra de posición individualiza las formas que adquiere el enfrentamiento de clases.
 
De este modo, el proceso revolucionario se concibe como construcción de un nuevo bloque histórico, y por lo tanto como un enfrentamiento político y social entre diversos bloques de hegemonía. En este sentido, revolución pasiva - primacía de la política -guerra de posición – hegemonía - teoría de la ampliación del Estado constituyen un nudo unitario. Lo anterior no significa que haya una relación única entre revolución pasiva y guerra de posición. En un mismo escenario, la primera puede estar ligada a la guerra de posición en tanto revolución desde arriba, que Gramsci identifica en su análisis del Resurgimiento en Cavour, y puede referirse a la guerra de movimiento que él atribuye a la acción de Mazzini y de Garibaldi.
 
Al respecto, señala: “La incomprensión teórica era la expresión práctica de la necesidad de una tesis de desarrollo completa para no dejarse superar, es decir, en la oposición dialéctica solo la tesis desarrolla todas sus posibilidades de lucha, hasta el punto de atraer a los representantes de la antítesis: en esto consiste precisamente la revolución pasiva o revolución - restauración”20. Esta es la contradicción dialéctica de gran importancia cuando se trata de analizar el fascismo en tanto revolución pasiva, referida esencialmente a la relación fascismo - antifascismo.
 
La definición de fascismo como forma y representación de la revolución pasiva requiere una comprensión que es especificidad del fascismo en tanto solución italiana a la crisis derivada de la guerra, de su dinámica interna, de la transformación de los instrumentos políticos e institucionales de dirección y dominio. Sin embargo, todo ello es inseparable de la verdadera apropiación de un proceso internacional.
 
c) Fascismo, americanismo y fordismo. Analizando un texto de M. Fovel de 1929 (Economía y Corporativismo), Gramsci se plantea el problema de si el corporativismo impuesto por el fascismo es la premisa para la introducción en Italia de los sistemas industriales estadounidenses. “Aquello que en la tesis de Fovel, tomada de Pagni, aparece como significativo es su concepción de la corporación como un bloque industrial productivo autónomo, destinado a resolver en sentido moderno y acentuadamente capitalista el problema de un ulterior desarrollo del aparato económico italiano contra los elementos semifeudales y parasitarios de la sociedad”21. En otras palabras, si el fascismo está en condiciones de realizar una revolución pasiva en la economía, que acreciente el ritmo de la acumulación capitalista e introduzca elementos de planificación.
 
Aquí, Gramsci recurre al análisis del concepto de crisis utilizando la ley formulada por Marx acerca de la caída del rendimiento de la ganancia, y lo hace dejando de lado los criterios mecanicistas y catastrofistas que derivaban de la crisis de 1929 sobre la inmediatez de la revolución proletaria. En efecto, en los Cuadernos de la Cárcel señala que es un error en el cual se cae siempre en el análisis histórico político, consistente en no saber encontrar la justa relación entre aquello que es orgánico y aquello que es coyuntural. Así, se logra exponer como causas operantes de carácter inmediato aquellas que por el contrario tienen carácter mediato, o afirmar que las causas inmediatas son las únicas causas suficientes. En un caso, se produce un exceso de economicismo, en el otro, un exceso de ideologismo.
 
Para dar una respuesta a esta interrogante central de la nueva fase que el fascismo podía abrir en Italia, Gramsci analizó el americanismo, entendido como una nueva forma de organización, y el fordismo, entendido como una forma particularmente desarrollada en organización laboral en la fábrica.
 
Gramsci sostiene que el americanismo es la más orgánica y consciente reacción capitalista de solución a la crisis económica, de la intervención en el proceso productivo y de organización de la hegemonía a partir de la fábrica. Agrega que constituye también el mayor esfuerzo colectivo que hasta ese momento se ha verificado para crear con una rapidez extraordinaria y conciencia jamás vista en la historia un nuevo tipo de trabajador y de hombre.
 
A partir de estas consideraciones, se plantea si el modelo americano con el implacable peso de su producción económica, obliga a Europa a cambiar su eje económico social, demasiado anticuado. Ya en el período de Ordine Nuovo vincula la impotencia política del Estado liberal con la impotencia económica de la burguesía, y ofrece como respuesta el triunfo del proletariado y la nueva organización de los consejos de fábrica.
 
En la época de los Cuadernos de la Cárcel, cuando el fascismo es ya Estado, estudia la respuesta capitalista a la crisis económica y al desarrollo de las fuerzas productivas en la fase monopolista que caracteriza la reestructuración capitalista a nivel internacional. La relación entre corporativismo y fordismo se caracteriza porque la base económica domina de manera más directa e inmediata a la superestructura, porque disminuye el papel de mediación de los sectores intermedios, y porque la clase financiera es a la vez y de manera directa clase política.
 
Gramsci señala que para este análisis es necesario tomar el conjunto de las relaciones sociales en el momento vital que las organiza y las expresa: para organizar seriamente la producción es necesario que se organice toda la sociedad a su alrededor, ya que ésta es el alma de la sociedad, su símbolo más inmediato.
 
En este sentido, se pregunta si es posible que el fascismo pueda llevar a cabo este proceso. Para que ello pueda imponerse en Italia, sostiene que se requiere una verdadera recomposición democrática nacional, ya no basada en la relación arcaica de industriales y terratenientes tradicionales, sino directamente en el monopolio y un nuevo papel del Estado como gran holding.
 
Ello significa imponer en Italia la fórmula coerción-dinero, como base de una nueva moral de los capitalistas, donde se produce un control, una invasión de los sectores dominantes en la producción, en la vida privada de los obreros, se trata del puritanismo, de la ética familiar y sexual asociada a la destrucción de la organización sindical, y de la taylorización de la clase obrera súper explotada. “Los intentos realizados por Ford para intervenir con un cuerpo de inspectores en la vida privada de sus dependientes y controlar la forma en que gastaban su salario y cómo vivían, es señal de estas tendencias aun “privadas” o latentes, que hasta cierto punto pueden convertirse en ideología estatal, insertándose en el puritanismo tradicional, presentándose así como un renacimiento de la moral de los pioneros del “verdadero” americanismo, etcétera”22.
 
Al analizar el fascismo a partir del modelo estadounidense, Gramsci advierte el carácter contradictorio de la estructura en tanto Estado clase y Estado base histórica; es decir, el dominio del capital financiero industrial en el fascismo es contradictorio con su base de masas. “Las principales deficiencias de Fovel consisten en dejar de lado la función económica que el Estado siempre ha tenido en Italia, debido a la desconfianza de los ahorrantes hacia los industriales, y en la no consideración del hecho que la corporativización no tuvo sus orígenes en las exigencias de un cambio en las condiciones tecnológicas de la industria, y ni siquiera en aquellas impuestas por una nueva política económica, sino más bien en las exigencias de una conducción económica, agravadas por la crisis de 1929” ... 23. Nos preguntábamos si con ello Gramsci da una respuesta negativa a la posibilidad de que el fascismo llegue a ser americanismo-fordismo en el plano económico.
 
Concluimos que no, pues pone énfasis en la dificultades estructurales, en las contradicciones de un régimen represivo que renuncia a absorber la dirección de las clases antagónicas y busca exterminarla, ya que las masas obreras y campesinas no son mercado para el nuevo modelo, por lo que será preciso mirar hacia el comercio exterior, pero , subrayando que el fascismo de la mitad de los años treinta significaba el predominio del capital financiero en el Estado, admite la posibilidad de que este régimen lleve a cabo una revolución pasiva de la economía.
 
La definición de corporativismo en tanto política económica, como bien lo señala F. De Felice, indica una función de sostén de las clases medias en peligro y garantía de operación mínima, siendo sólo organizativo, agregativo, y no productivo.
 
El corporativismo se considera como instrumento de control y de gestión del proceso de modernización fascista. Los sectores productivos de ahorro pueden seguir existiendo y desempeñando su papel, en el marco de una modificación de fondo en su relación con la acumulación y el proceso productivo mediado directamente por el Estado. Según De Felice, se trata de una base social del Estado que se busca en la pequeña burguesía y en los intelectuales, pero que es en realidad una estructura plutocrática y de vínculo con el capital financiero.
 
Ello requiere que el Estado tradicional italiano se transforme en Estado - holding, que intervenga de modo más directo en la producción, la reorganice, se transforme en capitalismo de Estado con todas las consecuencias que ello generará en el carácter de los aparatos hegemónicos y, por tanto, en la nueva estrategia que debe desarrollar la clase obrera en Italia y a nivel internacional frente al fenómeno Estado-imperialismo. Esto significa una nueva política, adecuada al Estado amplio del capitalismo monopolista contemporáneo, que invita al proletariado a ser más político, a saber usar el elemento político, a tener menos temor de hacer y crear política. Es consciente de que aun cuando el fascismo logre readecuar y modernizar la producción capitalista, no se trata de una nueva civilización, ya que no cambia el carácter de clase fundamental sino que prolonga determinados elementos de la civilización europea a partir de la experiencia de los Estados Unidos y, a la vez, amplía las profundas contradicciones existentes en la sociedad capitalista.
 
En este sentido, Gramsci distingue en la relación antagónica entre americanismo y comunismo las dos grandes fuerzas históricas contemporáneas.
 
4.- Disgregación del Bloque Fascista y Objetivos Democráticos del Proletariado
 
Como se ha visto la visión de Gramsci del fascismo italiano es articulada y multifacética, de acuerdo con las diversas etapas que cubre y con las peculiaridades que se presenta en su naturaleza, composición y objetivos.
 
a) El fascismo es, ante todo, una respuesta de la gran burguesía industrial y de los terratenientes a la crisis del capitalismo y a las luchas obreras que se presentaban como alternativa al fracasado Estado liberal. Intento de revolución - restauración.
 
b) El fascismo se desarrolla en la fase del paso del capitalismo industrial liberal al capitalismo monopólico imperialista y al dominio del capital financiero, siendo éstos los objetivos de la clase que los representa.
 
c) El fascismo es coerción, militarismo, parlamentarismo negro, terrorismo de Estado para decapitar y disolver el tejido obrero y democrático e imponer desde arriba su propia cultura e ideología, su propia sociedad civil y su intelectualidad, lo cual le permite mantener unida a su contradictoria base social.
 
d) El fascismo es movimiento reaccionario de masas, que se convierte en Estado totalitario de masas, masas de la pequeña burguesía incorporadas al modelo a través del corporativismo, el militarismo y la burocracia, por ello, el análisis que realiza Gramsci es histórico y clasista, pues necesita comprender los elementos que integran el fenómeno para descubrir cómo en ellos mismos están ya incorporados los elementos de disgregación del sistema.
 
La esencia del régimen fascista, derivada de su doble tarea económica y política, le impide conciliar de manera duradera los intereses del sector de la burguesía que representa - cada vez más minoritario - con los intereses del sector pequeño burgués.
 
En todo caso, el fascismo, al defender las relaciones de producción determinadas por el desarrollo del capital monopolista, entrega los elementos objetivos de la “disgregación de la composición social con la cual había accedido al poder, más aún que en su superestructura política”.
 
En la esfera económica, según sostiene Gramsci, “el plan de unificación tiende a garantizar una supremacía absoluta de la oligarquía industrial y agraria, asegundándole el control de toda la economía del país”24. Esto significa que, objetivamente, la pequeña burguesía esta incapacitada para ser hegemónica dentro de la alianza, pues su ubicación en el proceso productivo es secundaria, lo cual genera descontento en la pequeña burguesía, que con el advenimiento del fascismo creyó había llegado la hora de su dominio. A ello hay que agregar que el proceso de “unidad orgánica” de la burguesía jamás fue completo, quedando siempre fuera sectores a los cuales el fascismo necesitó combatir.
 
La propia política de la dictadura genera las condiciones para una disgregación de la base social de consenso activo y pasivo con que el fascismo contó, y estas fuerzas son susceptibles de confluir hacia alianzas amplias con el proletariado en lo social y en lo político. Pero se trata de condiciones que el proletariado debe ser capaz de aprovechar.
 
“La actividad disgregadora de su fuerza encuentra un límite en la resisten cia activa de la vanguardia revolucionaria y en una resistencia pasiva de las grandes masas, las que siguen siendo fundamentalmente clasistas y están dispuestas a ponerse de nuevo en movimiento cuando disminuye la represión física del fascismo y se fortalecen los intereses de clase”25.
 
Es decir, lo importante es, por una parte, la potencialidad revolucionaria de la clase obrera, y por otra, la posibilidad de “agregar” a la lucha contra el fascismo el “desencanto” de la pequeña burguesía. Gramsci constata la crisis en que el fascismo ha sumido a las capas medias, “porque el fascismo surgió en la fase incipiente de esta crisis, porque el fascismo ha luchado contra la clase obrera y ha llegado al poder instrumentalizado y organizando la inconsciencia y el espíritu gregario de la pequeña burguesía”26.

Frente a la crisis, el fascismo quiebra el desarrollo revolucionario, pero al mismo tiempo se propone “bajar el nivel de las clases medias, acentuar la explotación y el saqueo de la economía pequeño burguesa, y con ello la sofocación de toda libertad y no sólo de la libertad proletaria, y por ello, la lucha no es sólo contra los partidos obreros sino también contra todos los partidos políticos no fascistas, contra todas las asociaciones no controladas directamente por el fascismo”27.
 
Esta crisis de la pequeña burguesía, que se extiende a otros sectores de la sociedad, puede provocar un desplazamiento social que saque al proletariado de su aislamiento y genere una fuerza nueva, capaz de enfrentar el régimen fascista. La clave está en la alianza de las clases medias con el proletariado para derrocar a la dictadura y lograr un gobierno que no sería directamente un gobierno obrero y campesino, sino un gobierno de concentración pequeño burguesa.
 
En esta fase, Gramsci asigna un potencial papel de conducción a la clase obrera en la lucha contra el fascismo y en la alianza que se constituya en su contra. Señala que la pequeña burguesía y sus expresiones políticas desarrollan una acción que se muestra “incierta, equivocada e insuficiente”, por lo que una real oposición al fascismo sólo puede conducirla la clase obrera. Pero para ello la clase obrera puede lograr su unidad y encontrar en ella toda la fuerza para enfrentar la lucha.
 
Como se observa, Gramsci concibe la acción contra el fascismo como diversos momentos unitarios: unidad de la clase obrera, y por lo tanto, unidad con la socialdemocracia como condición indispensable para la unidad con la pequeña burguesía y otras fuerzas sociales. La elaboración política de Gramsci – que no es abstracta, sino vinculada directamente a los elementos coyunturales que se destacaban de la situación italiana - tiende a buscar respuestas a las fórmulas que pueden reemplazar el fascismo. Es decir, el problema de la construcción de la transición.

Gramsci comprendió que a la crisis del fascismo pueden presentarse también alternativas diversas a las de la clase obrera, y abrirse paso una perspectiva de solución democrática más restringida. Al respecto, señala: “Esta crisis ha enseñado que tras años de terror y de represión las masas han llegado a ser muy prudentes y no desean dar un paso más largo que su pierna. Esta prudencia se llama reformismo, se llama maximalismo, se llama `bloque de la oposición ́. Ciertamente, está destinada a desaparecer en un periodo no muy largo, pero mientras exista podrá superarse sólo si nosotros en cada ocasión, en cada momento, continuamos caminando de conjunto a las clases trabajadoras”28.
 
Aquí se observa que Gramsci otorga a la lucha antifascista objetivos de mocráticos, parciales, de transición, tendientes al objetivo estratégico de la instauración del gobierno obrero-campesino, que no era probable pudiera imponerse de inmediato, en entre factores, porque “es necesario tener en cuenta el hecho de que las fuerzas armadas existentes, dada su composición, no pueden ser conquistadas de inmediato, y serán el elemento determinante de la situación”29. De allí que Gramsci se orientará hacia la búsqueda de una coalición en la que incluso sectores de la burguesía tuvieran un papel importante.
 
En la cárcel, entre 1930 y 1932, Gramsci opinaba ante sus compañeros de prisión: “En Italia, se deben fijar dos tipos de perspectiva, aquella más probable y la más improbable. En mi opinión, la más probable es aquella del periodo de transición... En Italia, el proceso de lucha se desarrollará sobre la línea de las libertades determinadas por el fascismo... La presión de los trabajadores podrá incluso influir en una parte de aquellos dirigentes fascistas que están en contacto más estrecho con ellos. Al mismo tiempo, se producirá una activación de las corrientes antifascistas y un paso hacia la oposición de las corrientes que buscaban obtener ventajas en la recuperación del movimiento de masas, manteniendo este movimiento dentro de los límites del Estado burgués... El primer paso hacia donde se debe conducir a estos estratos (pequeña burguesía, campesinado, e incluso oficialidad subalterna del ejército) es hacia aquel que los lleve a pronunciar e acerca el problema constitucional de la nueva institucionalidad...”30.
 
Se trataba, pues, de individualizar el objetivo más adecuado para facilitar la alianza contra la dictadura y modificar la relación de fuerzas existentes. Por ello, según Gramsci, el partido debía hacer de la Asamblea Constituyente su principal consigna de agitación, y organizar en torno a ella su propuesta política unitaria. Ello dependería de la capacidad política con que actuaria el PCI y la clase obrera, y de la posibilidad de que la Asamblea Constituyente fuese un medio a través del cual se continuase la lucha por el Estado popular.
 
Desde la cárcel, a fines de 1930, en las conversaciones sostenidas con A. Lisa, Gramsci señalaba: “El partido tiene temor a todas las denominaciones que no forman parte de la vieja fraseología maximalista; cada acción táctica que no esté en correspondencia con el subjetivismo de los soñadores se considera una deformación de la táctica y de la revolución. Así, se habla de revolución careciendo de una noción precisa de lo que es necesario para llevarla a cabo, de los medios para lograr estos fines. No se sabe adecuar los medios a las diversas situaciones históricas”31.
 
En estos momentos, Gramsci debía combatir, por una parte, el maximalismo en el interior del Partido, y por la otra, la acción, que él consideraba pasiva, del reformismo. En relación con el reformismo, Gramsci recuerda lo dicho por Engels en Principios del Comunismo: “Una categoría de reformadores que llega incluso a retribuirse el nombre de socialista quiere conservar el sistema capitalista eliminando sus maléficas consecuencias... Hablan de reformas que reorganicen la sociedad, pero su verdadero objetivo es conservar las bases de la sociedad actual”32.
 
Con igual energía rechazó el concepto blanquista de revolución desde arriba: “Sólo las masas pueden llevar a cabo la revolución socialista, no puede realizarse con un golpe de mano. Incluso si una minoría revolucionaria lograra, con la violencia, controlar el poder, ésta derrocada al día siguiente con el golpe de respuesta de las fuerzas mercenarias del capitalismo”.
 
Asimismo, recuerda lo señalado por Lenin en El Marxismo y la Insurrección: “Para poder triunfar, la insurrección no debe apoyarse en una conjuración, en un partido, sino en la clase más alta avanzada. Esto, en primer lugar. En segundo lugar, debe apoyarse en el auge revolucionario del pueblo. Y en tercer lugar, la insurrección debe apoyarse en aquel momento de viraje en la historia de la revolución ascensional en que la actividad de la vanguardia del pueblo sea mayor, en que mayores sean las vacilaciones en las filas de los enemigos y en las filas de los amigos débiles, a medias, indecisos, de la revolución. Estas tres condiciones, previas al planteamiento del problema de la insurrección, son las que precisamente diferencian el marxismo del blanquismo”33.
 
De este modo, Gramsci pone en el centro el problema de las alianzas y de la consigna de la Asamblea Constituyente, que en esta fase adquiere el valor de la consigna leninista; “Todo el poder a los soviets”, y lo hace resguardando la independencia del Partido de la clase obrera, ubicando el enemigo y el problema principal de la etapa, e insistiendo en que el Partido debe crear la conciencia en el pueblo de que “la solución es la revolución proletaria, pero que el socialismo no es un simple cambio de gobierno, de dirigentes, sino la edificación de una nueva civilización que requiere grandes masas conscientes”Unidad, movilización de masas y supremacía de la política son los elementos claves definidos por Gramsci para enfrentar a la dictadura.
 
BIBLIOGRAFIA DE AUTORES CITADOS Y MENCIONADOS
 
Capítulo Quinto

1. Santarelli Enzo, Gramsci sul fascismo, Salemi, Roma, 1970, pag 5
2. Lenin V.I., L` imperialismo, fase suprema del capitalismo, Opere Complete, Riuniti, Roma, 1960, pag.102
3. Gramsci Antonio, “ La reazione”, en Giornale Avanti, Octubre de 1920
4. Gramsci Antonio, “ La reazione...” en Gionale Avanti, Octubre de 1920
5. Gramsci Antonio, “ La reazuione...” en Giornale Avanti, Octubre de 1920
6. Gramsci Antonio, “ Per il rinnovamento del Partido Socialista”, Ordine Nuovo, 8 de mayo de 1920.
7. Bordiga A, Il soviet, Ordine Nuovo año IV, Nº 11, 15 de mayo de 1921.
8. Bordiga A. “Intervención al IV Congreso de la Internacional Comunista” en Documentos del IV Congreso, Progreso, Moscú, 1966, pag. 366.
9. Gramsci Antonio, Quaderni del Carcere, Riuniti, Roma, 1964, pag.503
10. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli..., Riuniti, Roma,1975, pag.71.
11. Gramsci Antonio, Note Sul Machiavelli...” Riuniti, Roma, 1975, pag 72
12. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli...” Riuniti, Roma, 1975, pag 92
13. Marx Karl, “ La guerra civil en Francia”, en Marx C. y Engels F, Obras escogidas, Progreso, Moscú, 1969, pag. 297.
14. Gramsci Antonio, “ La guerra civil en Francia” en Marx C y Engels F, Obrtas Escogidas, 1969, pag 298
15. Gerratana Valentino, “II popolo delle scimmie, tra reazione e rivoluzione passiva”, en varios autores, Gramsci e la cultura contemporánea, Einaudi, Turin.pag. 206.
17. Buci-Glucksmann Ch. Gramsci e lo Stato, Riuniti, Roma,1976, pag. 114
18. Gramsci Antonio, Sul Fascismo, Riuniti, Roma, 1974 pag.102.
19. Gramsci Antonio, Sul Fascismo, Riuniti, Roma, 1974, pag118
20. Gramsci Antonio, Sul Fascismo, Riuniti, Roma, 1974, p.203.
21. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli..., Riuniti, Roma, 1975, pag 8
22. Gramsci Antonio, Note sul Machiavellli..., Riuniti, Roma, 1975, pag 87
23. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli ..., Riuniti, Roma, 1975, pag.447
24. Gramsci Antonio, Note sul Machiavelli..., Riuniti, Roma, 1975, pag 460.
25. Gramsci Antonio, Note Sul Machiavelli..., Riuniti, Roma, 1975, pag.448
26. Gramsci Antonio, Quaderni del Carcere, Riuniti, Roma, 1975, pag. 768
27. Gramsci Antonio, Sul fascismo, Riuniti, Roma, 1974, pag 67
28. Grasmci Antonio, Sul Fascismo, Riuniti, Roma, 1974, pag 334.
29. Gramsci Antonio, Sul Fascismo, Riuniti, Roma, 1974, pag 341.
30. Gramsci Antonio, Sul Fascismo, Riuniti, Roma, 1974 pag 345.
31. Gramsci Antonio, Sul fascismo, Riuniti, Roma, 1974, pag.349.
32. Gramsci Antonio, Quaderni del Carcere, Riuniti, Roma, 1964, pag 632.
33. Gramsci Antonio, Quadernio del Carcere, Riuniti, Roma, 1964, pag 571.
34. Gramsci Antonio, Quaderni del Carcere, Riuniti, Roma, 1964, pag 651.
35. Lenin V.I., “El marxismo y la insurrección”, en Obras escogidas, Progreso, Moscú, Vol 2, pag 397


A MODO DE CONCLUSION ¿EL GRAMSCI DE TODOS?
 
1.La elaboración de Gramsci, principalmente aquella de los Cuadernos de la Cárcel, implica una vuelta al marxismo de Marx y de Engels después de las modificaciones deterministas y teleológicas introducidas por el marxismo ruso, especialmente durante el período de Stalin. Pero, sin duda, que su elaboración no es simplemente un ”marxismo expansivo”, es una contribución a la Ciencia Política y a la Filosofía que va más allá de Marx y así, me parece, debiera ser considerada.
 
La obra de Marx fue pensada y elaborada en el escenario de los países que ya alcanzaban un desarrollo capitalista y donde estaban en plena expansión sea los sujetos sociales característicos de esta sociedad – capitalistas propietarios y proletariado desposeído de propiedad más allá de su propia fuerza de trabajo – como el nuevo tipo de Estado en capacidad de construir procesos hegemónicos durables y sostenidos en la sociedad.
 
Sin embargo, la primera revolución se produjo en Rusia, -revolución contra El Capital de Marx como la llamó Grasmci - país con escaso desarrollo capitalista y un régimen político zarista que ya no existía en occidente y basado únicamente en un tipo de dominio construida sobre el uso represivo del aparato estatal y apoyado en una formula religiosa de la alegación de los subalternos, es decir en la consideración que el Zar en si mismo encarnaba la divinidad.
 
Lenin y los revolucionarios rusos advirtieron que el régimen zarista no estaba, como los Estados modernos de Occidente, en condiciones de generar hegemonía, comprendió que había una contradicción de fondo, imposible de resolver que derivaba del propio carácter del zarismo: era incapaz de detener, de frenar el desarrollo incipiente del capitalismo que se transformaba en el principal elemento disgregador “objetivo” de este régimen político.
 
Lenin vio en la Revolución de Octubre la forma de llenar ese vacío, en un país donde no existía una burguesía ascendente capaz de llevar a cabo una segunda Revolución Francesa.
 
Este espacio fue llenado por la revolución de los soviets que a su vez nunca incorpora las conquistas democráticas derivadas de la revolución burguesa ni tampoco aquellas que ya existían en occidente desde el punto de vista de la superestructura política e ideológica de la sociedad y que nunca estuvieron presentes en la historia rusa, ni en la soviética.
 
Es en el Capitalismo donde el Estado alcanza la posibilidad de una dimensión consensual y este no existía en la Rusia zarista. El ámbito de esta revolución, por tanto, se dio como asalto al poder, la completa liquidación del régimen zarista y la instalación de un régimen totalmente nuevo basado más en el partido revolucionario que en la clase, de un Estado apoyado esencialmente en su naturaleza coercitiva e incapaz de desplegar el aparataje conceptual del desarrollo de la superestructura que ya el propio Marx había avizorado para Occidente.
 
Esta necesidad política conllevó un cambio teórico profundo del marxismo de Marx y una adecuación en clave esquemática y naturalística de sus contenidos que se agudiza después de la muerte de Lenin y se torna irreversible en el largo dominio político ejercido por Stalin.
 
Lo que hace Gramsci es reelaborar un marxismo para un Occidente que ya, en tiempos de Gramsci, distaba del Occidente que el propio Marx y Engels había conocido y, por tanto, incorpora, enriquece el marxismo, realiza, desde el punto de vista conceptual, una verdadera revolución copernicana del marxismo, con una visión de la filosofía de la práctica cuyo objetivo era analizar las relaciones de poder de la sociedad en las nuevas condiciones que el proletariado y las clases subalternas enfrentaban y que en el caso de Italia agrega el surgimiento y el predominio del régimen fascista como régimen de masas.
 
Al estudiar a Gramsci hay que siempre tener presente que él era no solo un filósofo sino un político, el líder del Partido Comunista Italiano, y que por tanto el interés primordial de su elaboración, que no es neutra ni solamente teórica, es la transformación radical de la sociedad capitalista y para ello reinterpreta y crea instrumentos conceptuales adecuados a este objetivo.
 
Gramsci, marcando su distancia de la elaboración de Bujarín1 y del marxismo estalinista, señala en los Cuadernos de la Cárcel : “ La experiencia en la cual se basa la Filosofía de la práctica no puede ser esquematizada, ella es la historia misma en su infinita variedad y multiplicidad”2.
 
Filosofía de la praxis como sinónimo de marxismo – que Gramsci usa en los Cuadernos seguramente para sobrepasar la revisión de sus escritos por parte de sus carceleros - pero a la vez como novedad más allá del horizonte teórico clásico.
 
Gramsci rechazaba la visión teleológica de la historia humana y la reducción de la filosofía de la práctica al determinismo naturalístico. Tal como apunta correctamente en un reciente libro el antropólogo norteamericano Kate Crehan 3, para Gramsci el marxismo mismo debía ser considerado como una nueva síntesis cultural que capturaba los momentos teóricos, económicos y políticos de la era capitalista con todas sus contradicciones. Filosofía de la praxis que al captar esas contradicciones adquiere ese carácter contradictorio y, por tanto, provisorio en sus formulaciones. El de Gramsci es, por tanto, un marxismo abierto, sin elementos preconstituídos derivados más bien de las interpretaciones teleológicas y desprovisto de la naturaleza evolutiva que la concepción determinista implicaba.
 
El propio concepto que Gramsci acuña de filosofía de la praxis, ya no solo como sustitutivo de marxismo, conecta elementos antes separados, enfatiza la función de la filosofía en el contexto de una teoría que tiene como epígrafe la famosa de la Tesis XI sobre Fuerbach de una filosofía que no solo interpreta sino que es la herramienta para cambiar el mundo. La “herejía” que el propio Gramsci reconoce como tal, consiste en alzar en el plano de la “verdad” aquello que siempre estaba referido a lo particular, a los contingente , a lo instrumental, a la fuerza.
 
Gramsci exalta, por tanto, el carácter filosófico del marxismo y con ello fija, como también lo haría Korcsch 4 ,el objetivo del socialismo, en su fin y durante todo su camino, como una batalla para la realización de la libertad. Esto lleva a Gramsci a leer la dimensión materialista del marxismo en clave de práctica, de filosofía de la práxis o mejor dicho en un nexo entre filosofía y política, práctica y libertad. Esto es esencial en el nuevo marxismo gramsciano toda vez que como señala Francesca Izzo 5 le permite a Gramsci liberar – a través de un concepto de reabstracción histórica determinada y de trabajo como conjunto – el factor económico que fue tan predominante en la elaboración de Marx.
 
Pero Gramsci cumple otro paso en el desarrollo de la filosofía de la praxis. Nacionaliza culturalmente el marxismo, busca desentrañar de la historia aquellos elementos que lo ligan a la filosofía y a la cultura de una determinada realidad, integra el marxismo a esa cultura nacional – y de allí el cronograma que emprende en los Cuadernos de la Cárcel -, busca construir un horizonte teórico “fur ewing”, trascendente, de manera que el marxismo se enraíce en una interpretación de la historia, forme parte de ella y con ello nacionalice al propio proletariado como clase subalterna para que este, y su teoría, asuman todo lo progresivo de la historia y con ello esté en condiciones de convertirse en clase hegemónica de la sociedad.
 
Cuando Gramsci estudia el Renacimiento en una perspectiva de enriquecimiento de la filosofía de la práxis, lo hace porque este representaba una gran revolución cultural cuyo propósito era crear un nuevo tipo de hombre de las clases dominantes, un movimiento humanista elitista, circunscrito a las clases dominantes, y que daba luces de la portada histórica que la revolución proletaria debía adquirir en Occidente.
 
2.El aporte general más relevante de Gramsci al marxismo, a la filosofía de la praxis y a las ciencias políticas, consiste en producir el paso de la economía - que había sido el terreno base de la elaboración de Marx - a la supremacía de la política.
 
Para ello Gramsci realiza una operación filosófica de magnitud: cambia la visión negativa de Marx de la ideología - sobre todo en el período anterior a su propia reelaboración en La Ideología Alemana 6 que desgraciadamente Gramsci no conoció – a un concepto positivo de ella y de la superestructura. Para Marx la ideología era “falsa conciencia” y la percibió como un fenómeno derivado y dependiente de la estructura económica.
 
Es cierto que Marx revisó parcialmente esta concepción y sea en el Prefacio de la Crítica de la Economía Política 5 que, sobretodo, en La Ideología Alemana 6, Marx se mueve hacia una visión más neutral de la ideología y con ello contribuye a la propia elaboración de Gramsci y en gran medida también a la Lenin que en las condiciones de una revolución en la Rusia zarista distingue que el momento de la subjetividad y no el determinismo histórico resultaba esencial para llevar a cabo una revolución en un país sin desarrollo capitalista.

En efecto, en el Prefacio del 59 Marx afirma : ” Una distinción debe siempre ser hecha entre la transformación material de las condiciones económicas de producción, que puede ser determinada con la precisión de la ciencia natural, y las formas filosóficas , estéticas, religiosas, políticas o legales, en suma ideológicas, en las cuales los hombres se hacen conscientes de este conflicto y luchan acerca de él ”7.
 
Este pasaje, que Marx profundizó, no sin contradicciones dado que lo refiere a los “ideólogos” de la clase burguesa en La Ideología Alemana, fue, sin embargo, crucial para la elaboración gramsciana y para la afirmación de su postura positiva del rol de la ideología, que deja de ser un “reflejo” de la infraestructura y se transforma en un factor que adquiría autonomía en el contexto de la superestructura . También fue importante la elaboración tardía de Engels que en 1880 al enfrentar el positivismo, que reducía el materialismo histórico a un extremo determinismo económico, debió realizar una operación filosófica de “liberar” la superestructura y admitir una interacción con la economía 8.
 
Tal como lo aborda el sociólogo chileno Jorge Larraín 9, el cambio de un concepto negativo de la ideología a uno neutral o positivo ya había sido emprendido por Lenin – para quien era una necesidad imperiosa para fundamentar el valor del subjetivismo en la revolución rusa – y por Lukács.
 
Sin embargo, dice Larraín, yo comparto esta visión, “ el problema principal de Lenin y Lukács es que no pudieron resolver convincentemente la oposición entre la conciencia espontaneas y la ideología socialista, entre la conciencia imputada y la conciencia psicológica, entre la filosofía y el sentido común. Estos pares se convirtieron en dicotomías que separaban el mundo perfectamente lúcido de la ciencia, del mundo incoherente y distorsionado de la conciencia espontanea”10.
 
Justamente el valor de la elaboración de Gramsci es que supera esa dicotomía e instala una visión mucho más creativa del concepto positivo de la ideología y le construye un escenario para su desenvolvimiento. Ello, porque Gramsci liga ideología a hegemonía, a una nueva definición de sociedad civil y produce un novedoso paso desde lo económico al momento ético político, a una revolución que debía adquirir la calidad ética suficiente para ser hegemónica. Este paso de lo objetivo a lo subjetivo, que caracteriza la definición positiva de ideología en Gramsci, es lo que él denomina “catarsis”.
 
Este paso es clave dado que Gramsci llegó a la conclusión que la visión negativa de la ideología estaba ligada estrechamente a una concepción economicista, dominante en el marxismo, incapaz de cambiar la estructura y ese sentido era solo apariencia. La fuerza de la interpretación gramsciana de ideología, en tanto concepto positivo, se deduce de la necesidad que tiene el momento hegemónico de considerar e incorporar las creencias populares que para Gramsci son tan poderosas que tiene la misma energía que una fuerza material.
 
Por ello, es que Gramsci estudia la ideología en cuatro momentos distintos, pero a su vez asociados, de presencia : la filosofía, la religión, el sentido común y el folklore. Es esta simbiosis lo que permite a Gramsci establecer estadios distintos del desarrollo de la ideología, que en Lenin y Lukács se habían mantenido en su generalidad abstracta, destaca el valor positivo de la ideología en cada uno de sus expresiones y, a la vez, llegar a la conclusión que solo la Filosofía de la Práxis estaba en condiciones de servir al proletariado para cambiar la sociedad.
 
En los Cuadernos de la Cárcel, Gramsci reelabora, reinterpreta y crea un nuevo léxico teórico para la revolución en occidente que constituirá su gran aporte a la ciencia política, a la filosofía, a la antropología, pero sobre todo a la lucha popular . Es este patrimonio intelectual lo que permite que Gramsci mantenga vigencia y actualidad aún después del derrumbe del comunismo constituido en poder y sociedad.
 
3. Un concepto esencial del nuevo léxico gramsciano es el de “bloque histórico”11, situándolo en una determinada fase dentro de una misma formación social, comprendiendo, con ello, el desarrollo no sólo como una ruptura, sino también en un sentido evolutivo e histórico.
 
Gramsci sostiene que, para entender con precisión un determinado período histórico, es necesario conocer las particularidades de la articulación entre estructura y superestructura, es decir del bloque histórico específico, lo cual varía no sólo de una formación socioeconómica a otra, sino dentro de un mismo modo de producción.
 
Para ello estableció la variante tiempo histórico, prefiriendo siempre estudiar sea la estructura que su expresión superestructual en el contexto del conjunto de las relaciones sociales. Esta relación es la que permite efectivamente trasladar el desenvolvimiento de la superestructura ideológica al plano social, es decir, realizar una traducción del nexo en una organización social concreta.
 
En este aspecto, lo que constituye la novedad de Gramsci es, en primer lugar, el carácter orgánico y de interacción que atribuye a las esferas del bloque histórico y, en segundo lugar, el hecho de considerar que la unidad, la relación entre ambas esferas, está fusionada por la ideología, en una versión positiva de ella, por lo que resulta obligatorio hacer un análisis concreto de cada bloque histórico y de los cambios que en ellos se producen para distinguir entre lo orgánico y lo ocasional.
 
A partir de la propia elaboración de Marx y más allá de ella, Gramsci rechaza la concepción mecánica del materialismo histórico, que subordina en términos absolutos las experiencias culturales e ideológicas de la sociedad a la estructura económica. Gramsci escribía “el bloque histórico indica el proceso a través del cual el Estado armoniza sus funciones de sociedad civil y sociedad política y se torna hegemónico”12.
 
Sin embargo, esto no significa que Gramsci deprecie, como algunos autores críticos de Gramsci lo afirman, el rol de la estructura. Para él lo central es como nace el movimiento histórico a partir de las características que adquiere la estructura económica de la una determinada sociedad. Es decir, todo evento histórico, una clase, una relación social, se configura a partir del dato orgánico, la estructura de la sociedad en un lugar y en un tiempo determinado.
 
Sin embargo, la novedad esencial en Gramsci está dada por el carácter filosófico que le atribuye al desenvolvimiento de la estructura y, en mi opinión, él trasciende en sus escritos últimos de los Cuadernos de la Cárcel, esta división simplificada y estratifica en que se presentan en el marxismo clásico estas categorías, ya que las cruza, en su conjunto, con el rol de la filosofía, de la cultura, dado que la propia estructura representa un conjunto de relaciones sociales.
 
Esto implica que Gramsci desarrolla dos procesos completamente novedosos para el marxismo. De una parte confiere una dialéctica de autonomía a las ideas, que pueden avanzar, estar más allá, de la estructura y con la cual no hay una relación de dependencia, es decir las libera del determinismo economicista, y, de otra parte, establece que las propias relaciones materiales no pueden ser abordadas como si fueran fenómenos a estudiar por la física, la química o las ciencias naturales, sino en su dimensión filosófica, ideológica, en tanto relación social entre seres humanos.
 
Esto significa, como bien lo señala Antonio Cortés13 que él ve la materia misma como relación histórica, a la propia propiedad privada como una relación de poder totalizante, en tanto total, por tanto, susceptible de ser analizada por la filosofía de la praxis y no solo por la economía.
 
Gramsci no abandona, por tanto el materialismo histórico y se convierte solo en el “teórico de la superestructura”, sino que su concepción de la filosofía de la práxis justamente busca establecer los nexos, las conexiones, liberando también de esta forma a la propia estructura del aislamiento y de la pasividad en la cual la ortodoxia marxista la había recluido.
 
Para ello Gramsci construye a través del Bloque Histórico la subjetividad de la práctica que se expresa en la relación de estructura y superestructura y donde el nexo se produce en el ámbito de una abstracción ligada a la subjetividad y por tanto a la ideología, a la filosofía. Por tanto, para Gramsci, la distinción entre ambas esferas del Bloque Histórico es de doble dependencia, es lógica, “didascálica” como diría Gramsci, porque lo material no se podría concebir sin la ideología que las recubre y las justifica o critica y la ideología serían “fantasmas” sin las relaciones materiales.
 
Por tanto, Gramsci se contrapone completamente a lo escrito por Stalin en su libro El Marxismo y la lingüística, “la superestructura es creada por la base para servirla”14 , para el cual la ideología era algo artificial, superpuesto mecánicamente y no como parte de un proceso histórico de interrelación.
 
Esta elaboración, a través de la relación de liberación e interacción de ambas esferas en el bloque histórico, es uno de los grandes aportes de Gramsci al rol de la cultura en la formación del proceso de hegemonía y en la configuración de una estrategia política completamente diversa a la instalada por el estalinismo por decenios en el movimiento comunista

4. Clave, en la redefinición de la nueva estrategia diferenciada para Occidente que elabora Gramsci, es el de determinar el alcance del concepto de sociedad civil y el vínculo que esta establece con la sociedad en general. Gramsci separa, de una parte, la sociedad civil de la esfera de las relaciones económicas y la coloca en la superestructura, concediendo a ésta un papel autónomo y dinámico radicalmente distinto del que tiene la visión clásica.
 
De otra parte, distingue, en la superestructura, el momento fundamental del consenso, que es típico de la sociedad civil, del momento coercitivo de la ley, que por el contrario es típico de la sociedad política, es decir del Estado, del cual elabora una visión ampliada de su carácter.
 
Señalamos ya que la reconceptualización gramsciana de la sociedad civil representa una novedad no sólo respecto de Marx sino de la cultura filosófica y política en general. Gramsci, confiere al concepto de sociedad civil un ámbito más restringido que el de Marx, dado que excluye de ella la estructura económica, y le da un contenido absolutamente moderno, radicado totalmente en la superestructura. La sociedad civil es el lugar específico de la producción del consenso y, por tanto, la base real, la garantía de la estabilidad del Estado, la sede del desarrollo de la hegemonía. Es el contenido ético del Estado. A través de la sociedad civil, el Estado forma el consenso, trata de elevar a la población al nivel de las exigencias del modelo productivo. Es aquí donde se produce el paso de lo objetivo a lo subjetivo, de la economía al programa político, y a la ética, de la necesidad a la libertad y a este proceso, como hemos dicho, Gramsci le llama “catarsis” con lo cual logra un punto de partida de una visión más elaborada que la de Marx.
 
En definitiva, la elaboración gramsciana, como intentado demostrar, es la única teoría política de la transición formulada por un teórico de génesis marxista e implica la superación de la dicotomía entre superestructura y estructura - lo que en el plano filosófico representa la superación de la subordinación de la ideología de la materia, que es el punto de partida de muchos de los elementos conflictuales y unilaterales presentes en la “esencia” del marxismo - , la superación de una visión reductiva del Estado que ha visto en este sólo un órgano coercitivo que a juicio de Lenin era necesario “destruir” como condición para acceder al “poder obrero”.5.
 
El centro de toda la concepción de la superestructura de Gramsci y de su extensión del concepto de Estado, sea respecto de Marx, pero en general, de la filosofía política de la época, reside en el tema de la hegemonía.
 
A través de ella se expresa la relación entre sociedad civil y Estado, la dialéctica entre consenso y autoridad, la diferencia entre -“guerra de posición”- que comporta una profunda reforma intelectual y moral como la difusión de una nueva hegemonía que transforma la filosofía en “sentido común” de la sociedad - y “guerra de maniobras”- que era el modelo típico de las revoluciones jacobinas pasando por la francesa, la rusa y por la mayoría de eventos de los últimos dos siglos y que comportaron siempre, como común denominador, la idea del asalto, del acto palingenético, la utilización de la violencia como “partera de la historia”- y redefine el papel de los intelectuales y, con mayores límites. el del propio partido-príncipe. Este conjunto de nuevas definiciones o la reformulación moderna de ellas, es el nudo de la elaboración gramsciana y, sin duda, su mayor aporte filosófico al marxismo y a la teoría política en general.
 
Al respecto hay que siempre tener presente que el centro de la atención teórica de Gramsci fue indagar sobre las relaciones de poder y la formas como la cultura, la filosofía de la práctica era capaz de elevar al proletariado a clase dominante, construyendo hegemonía antes de ser dominante y después de haber alcanzado este objetivo, como un proceso, por tanto, perenne.
 
Gramsci afirma, en sus Cuadernos de la Cárcel, que “el momento de la hegemonía o de la dirección cultural es el momento esencial de la más moderna filosofía de la práctica”15.
 
Aquí, como en la formulación del “partido príncipe”, se vincula a Maquiavelo para tomar en su propia noción de hegemonía esta doble naturaleza del centauro maquiavélico, “de la bestia y del hombre”, de la violencia como factor que, en definitiva, por sí solo, no logra construir una nueva civilización.
 
Hay que tener presente que para Gramsci, Maquiavelo representó una alternativa progresista y moderna al feudalismo16.
 
Gramsci lo reivindica como el único intelectual que expresó las exigencias nacionales y cuyo pensamiento e influencia sirvió de transición entre el estado corporativo de la Comuna y el estado moderno absolutista, portador de un programa democrático-agrario. Gramsci presenta a Maquiavelo como un verdadero jacobino, adelantado a su tiempo, ya que la idea del príncipe unificador encarna una voluntad colectiva de romper con la estructura feudal, con el papado – que representaba una de las dificultades para la unidad de los diversos estados italianos – y veía en la organización de las clases productivas de la época el motor de esta acción. Un Maquiavelo que pensaba y escribía para la acción política inmediata y autónoma, un pensador moderno, pero, a la vez, un “profeta desarmado” ya que carecía de poder para llevar a cabo sus ideas.
 
En mi opinión, la estrategia de hegemonía de Gramsci supera definitivamente, en términos teóricos pero también históricos, a la noción de “dictadura del proletariado”16 que nace con Marx, que no alcanzó a conocer el desarrollo de la incipiente democracia occidental, que absolutiza Lenin de acuerdo a las necesidades de la revolución Rusa y que Stalin transforma en “dictadura del partido comunista”.
 
Sin embargo, el concepto de hegemonía en Gramsci no es reducible a una contraposición entre el consenso y la fuerza toda vez que aún cuando este se da en la sociedad civil , se da en la perspectiva de convertirse en Estado y el Estado es coerción legalizada, y es consenso, cuando el Estado es democrático. Por tanto, en Gramsci el concepto de hegemonía es flexible y no reducible a una sola impostación.
 
Pero hegemonía, es en Gramsci un poder basado en la persuasión, en la creación de una voluntad colectiva nacional popular, es sinónimo de dirección cultural, es el componente obligatorio de la ampliación social e ideológica del Estado en general, es un momento de medición entre teoría e historia, un momento de tránsito de la filosofía de la praxis a la ciencia política.
 
Como bien lo señala Kate Crehan “la hegemonía en Gramsci implica siempre una actividad práctica que comprende las relaciones sociales que producen desigualdad así como las ideas que han justificado, explicado y normalizado estas desigualdades”17. Es decir, no es solo ideología, es movimiento social con las complejidades que ello expresa.
 
Todo esto implica un verdadero repensamiento de la política, desde Maquiavelo a Marx, una reelaboración sea de la sociedad civil que de la sociedad política. Cambia el concepto de “revolución permanente” del Marx del 48 18 y de Trosky19 posteriormente, como la estrategia eminentemente jacobina de Lenin en el escenario ruso.
 
Desaparece, con Gramsci, la hora X, la idea tan cobijada en la izquierda marxista leninista, de la secuencia; espera – acumulación de fuerzas- preparación del salto definitivo- asalto al poder como acto único y resolutivo y, en cambio, se disemina la lucha hegemónica dentro de la sociedad civil y los aparatos de hegemonía, en una búsqueda permanente e ininterrumpida de soluciones incorporadas en un proyecto transformador que señala la capacidad de ser fuerza dirigente –no excluyente- dentro del Estado que se quiere socializar.
 
Como bien señala el sociólogo Antonio Cortés “uno de los proyectos dominantes alternativos se tornará hegemónico respecto de los restantes si, en primer lugar, se haya respaldado por la mayores jerarquías de la intelectualidad, en segundo lugar, si recoge la cultura nacional – popular y, en tercer lugar, si está en condiciones estructurales de aceptar lo estatal, o sea, el interés general”20. Traigo esta cita, porque coincido con Cortés y creo que ella expresa bien el esfuerzo teórico de Gramsci. La hegemonía no es un proceso único y para siempre, debe renovarse constantemente antes y después que los sectores subalternos acceden al poder. Esta hegemonía debe expresarse en un proyecto nacional y popular, es decir en historia y en pueblo en general más allá del proletariado, y debe además, generar un Estado que represente el interés general, o sea el interés de todos los ciudadanos. El nuevo poder es legítimo si es capaz de representar la voluntad colectiva nacional.
 
Para Gramsci, por tanto, la hegemonía exige una constante capacidad para renovar la legitimidad y para construir nuevas esferas de consenso y de productividad cultural, de manera tal, que el conflicto por la hegemonía queda siempre abierto, no se gana de una vez para siempre, está en disputa y ello prefigura la posibilidad de la alternancia. Son temas completamente ausentes en el marxismo clásico y, más aún, en el ortodoxo.
 
La concepción de hegemonía supone un régimen político de libertades y Gramsci lo señala claramente;”somos liberales, aún cuando somos socialistas”. “El liberalismo en cuanto a costumbres, hábitos, reglas, es condición ideal e histórica del socialismo”21 Es decir, Gramsci supera la idea de Marx y de Lenin del Estado – fuerza, de puro aparato coercitivo, y le contrapone la idea de la sociedad regulada y de una libertad orgánica donde Estado se identifica con sociedad civil.
 
En Gramsci el Estado, dicho reductivamente, deja de ser “el comité de gestión de los asuntos burgueses” como lo llamaría en un pasaje Marx 22, o “excrecencia represiva” de Lenin23 que pensaba sobretodo en el Estado zarista. El Estado ya no se reduce en Gramsci al momento de la fuerza sino que, además, engloba prioritariamente el momento de la producción del consentimiento por medio de los “aparatos ideológicos” y a través de la interacción con la sociedad civil.
 
En este punto, hay críticas a Gramsci de parte de algunos estudiosos – pienso en Perry Anderson24 – que sostiene que Gramsci habría ubicado la coerción en el Estado y la ideología en la sociedad civil. Gramsci ubica la ideología en la superestructura y, por ende, ella juega un rol sea en la sociedad política, cuando el Estado es amplio y capaz de ejercer hegemonía, como en la sociedad civil donde se forma la hegemonía de la clase ascendente.
 
Para Gramsci este Estado, en referencia al estado liberal democrático o al como debiera configurarse el estado socialista, es Coerción + hegemonía y es la hegemonía ideológica y cultural la que permite, en última instancia, una dominación basada en el consenso.
 
He explicado en el texto como en la elaboración gramsciana de hegemonía hay una notable influencia del neoclasicismo griego, del Renacimiento italiano, de Maquiavelo, de una síntesis creadora que va desde Robespierre a Kant, y, sobre todo, del neoidealismo de Benedetto Croce, particularmente en lo que se refiere al rol de la cultura, del pensamiento en el desarrollo de la historia y al lugar y función de los intelectuales en un bloque histórico.
 
En la reelaboración del concepto de Hegemonía es vital el nuevo concepto de ideología y la composición de ella que surge de la elaboración Gramsciana a lo cual ya hemos hecho referencia. Para Gramsci hay “ideologías orgánicas” ligadas a una determinada estructura económica, e “ideologías arbitrarias” que corresponden a percepciones individuales. A la vez Gramsci, que como hemos visto va mas allá de las visiones genéricas de Lenin y de Lukacs, concibe la en cuatro formas de distinto peso intelectual : la filosofía, la religión, el sentido común y el folklore y es en esta distinción donde funda parte importante de la investigación de los Cuadernos de la Cárcel.
 
Es el sentido común el que permite a Gramsci visualizar que no hay ideologías puras – como en cambio creía Lenin - ni en el ámbito de la burguesía ni en la ideología proletaria. Hay contaminación, dado que la ideología se socializa no solo entre filósofos o especialistas sino principalmente en las masas a través del sentido común, de una forma y en las creencias populares que tiene una enorme potencialidad.
 
Podríamos decir, que en la extensión del Estado y en la supremacía de la política, entendida como la búsqueda de consenso, persuasión, liderazgo, construcción de un proyecto interpretativo de la voluntad colectiva nacional radica la novedad que Gramsci construye a través de la noción de hegemonía.
 
6. En los Cuadernos de la Cárcel 25, Gramsci pone el acento en el valor moral y político de la cultura que concibe integrada de tres factores principales: la historia, la obra de los intelectuales y el fin ético-político de la creatividad.

Estos factores se entrelazan cuando se socializan los conocimientos y se pone de relieve el carácter historicista del consenso colectivo que cada época genera y el carácter de la propia conciencia crítica que es capaz de colocar en cuestión, como condición de desarrollo, todo dogma, todo precepto fijo.
 
Gramsci concibe al intelectual, desde el punto de vista filosófico, como el lugar principal de creación de la actividad nacional y como ideólogo y científico, como político y científico, como un verdadero “promotor” de la persuasión y, por tanto, analiza esta categoría de manera nueva: a partir de su función en la sociedad ya que en tanto “funcionarios de la superestructura” mantiene compacto un determinado bloque histórico, pero, a la vez, dado que poseen autonomía respecto de la estructura económica y de los modelos establecidos, son, también un factor de autocrítica del sistema y de los cambios de éste.
 
El tema de la relación entre cultura y política, vinculado al papel de los intelectuales, es para Gramsci central en la conformación de la hegemonía.
 
En los escritos anteriores a los Cuadernos de la Cárcel, Gramsci ponía énfasis especial en el valor moral de la cultura, tema siempre importante en él a partir de su vínculo con Gobetti26 y con Croce27. En los Cuadernos de la Cárcel, Gramsci analiza de manera más directa el papel político de la cultura, que es la verdadera productora de la hegemonía, del despliegue de la guerra de posición y de la formación del consenso.
 
Hay momentos en que Gramsci se refiere estrictamente a la cultura humanista en el ámbito de una concepción historicista, con la finalidad de conformar el carácter de la conciencia y de la voluntad del hombre colectivo. Otras veces, explica la cultura en sentido antropológico como expresión de la vida propia de un pueblo. De allí el gran valor político e ideológico que confiere a la cultura que podría considerarse integrada por tres elementos principales:
 
La historia, la obra de los intelectuales y el fin ético político.
 
A través de la guerra de posición se producen las transformaciones culturales en la sociedad civil para lo que se requiere una verdadera socialización de los conocimientos precedentes a fin de poner de relieve su carácter historicista, permitir el surgimiento del consenso colectivo –que supone ya una fase superior de internalización de nuevos valores, superando los adquiridos con anterioridad - y de la propia conciencia crítica; es decir de un instrumental metodológica que ponga en cuestión todo dogma, todo precepto fijo y, en definitiva, acerque a la ciencia.
 
Su meta es el desarrollo de la filosofía práctica, que constituye el momento superior entre la reforma protestante y la Revolución Francesa. Ella será la base para la creación de un grupo propio de intelectuales y para la educación de las masas populares, que de esta forma pueden superar la cultura idealista. Al respecto es válida la contribución del iluminismo francés que supo llegar a las masas campesinas y desarrollar un espíritu laico en la cultura.
 
El interés de Gramsci es indagar acerca de la cultura de masas, ya que concibe el quehacer cultural como elemento esencial de la reforma intelectual y moral, base de la transformación de los aparatos ideológicos del Estado y del Estado mismo. Justamente, esta posición de plena valoración de la cultura y de la supremacía de la política le valió a Gramsci fuertes difidencias por parte del marxismo oficial que lo acusó de intelectualismo y de aislar metodológicamente los factores culturales de la estructura económica.
 
Gramsci, en el vínculo orgánico del bloque histórico, identifica el papel de los intelectuales como categoría específica. Es el teórico marxista que dedica más espacio a la definición de la función de los intelectuales y a su integración social, ya que este problema está indisolublemente ligado a la formulación de una estrategia de cambio que tenga necesariamente en cuenta la tendencia creciente a la modificación radical de la estructura social que se genera con el paulatino desarrollo y del conjunto de sistema de producción capitalista.
 
Como hemos analizado la concepción gramsciana de los intelectuales se articula a partir de tres fuentes. Una de orden político social: los intelectuales son funcionarios de los grupos dominantes a nivel del Estado. Otra, de orden filosófico: el intelectual como lugar de creación del conjunto de la actividad nacional. La tercera, de orden cultural: el intelectual como ideólogo y científico, como político y científico, como “activista de la persuasión”.
 
Es decir, los “intelectuales orgánicos” son para Gramsci una categoría ideológica del grupo social dominante.
 
Sin embargo en la función del intelectual no hay un simple reflejo pasivo de la estructura socioeconómica, sino una autonomía que más que derivar del origen social del intelectual, deriva de su inserción en las diversas concepciones culturales.
 
Muchas veces el intelectual se transforma en la conciencia crítica del sistema y en otras en una conciencia autocrítica del sistema, lo que permite a los grupos dominantes, en este último caso, no aparecer en primera persona en la gestión del conflicto social. Desde el punto de vista de la cualidad de las funciones intelectuales, Gramsci distingue diversas categorías, que van desde el gran intelectual al intelectual subalterno.
 
El primero es el creador de la nueva concepción del mundo y de las disciplinas que de ella derivan y cuyo prestigio trasciende la esfera de la confluencia propiamente política. La segunda es la de los organizadores, lo que hoy llamamos operadores culturales, que tienen una importancia significativa en la preparación del terreno social de extensión de la hegemonía a nivel de la sociedad civil. Gramsci otorga gran significado, también, a los divulgadores de la ideología y de la cultura adelantándose al significado que ésta categoría tendía en el futuro.
 
Vigente es la calificación que hace de la combinación especialista más político de la naturaleza y el valor de las tradiciones, del folklore, del lenguaje, de la religión en la formación de la subjetividad colectiva; de la cultura nacional-popular; del sentido común y que constituyen las bases de una teoría de la cultura que crea conciencia social y, a la vez, civilización.
 
De ésta forma, democracia política es en Gramsci la tendencia a hacer coincidir a gobernantes y gobernados, es la transformación de las exigencias de la sociedad civil en derechos, pero, obtenido esto y, por tanto, más allá del liberalismo formal, es la consolidación de éstos derechos en comportamientos y decisiones autónomas de la colectividad, basada en sólidos principios éticos y en una perenne transformación cultural.
 
7.Son diversos las razones por las cuales Gramsci aparece y reaparece, en el tiempo, en el pensamiento y en los acontecimientos políticos, utilizado para sustentar proyectos políticos muchas veces contradictorios entre sí o simplemente lejanos a lo que el filósofo sardo efectivamente escribió esencialmente en los Cuadernos de la Cárcel durante los once años de presidio impuestos por la dictadura fascista.
 
Una de ellas, es que Gramsci por muchos años, especialmente antes que se conocieran, ordenaran y analizarán el poderoso contenido de los Cuadernos y de las Cartas de la Cárcel, fue presentado, y de alguna manera reducido, a un símbolo de la lucha antifascista, a un héroe, a un Gramsci de todos. Los socialistas italianos, no sin razón y por muchos años, lo consideraron uno de los padres del renacimiento democrático de Italia y de las tradiciones socialistas democráticas. Los liberales, un continuador de la tradición del Resurgimiento y ya Croce lo había alabado como un filósofo capaz de interpretar lo nuevo. Gramsci y su obra fueron un punto de partida esencial en la renovación del marxismo de los años 60/70 en Europa, aparecíó, en el imaginario de muchos, en la propia experiencia de Salvador Allende y de la Unidad Popular en Chile, sustantivamente como el sustento ideológico, primero de la Vía Italiana al Socialismo de Togliatti y después del Eurocomunismo, que construyeron los partidos comunistas Italiano, Francés y Español, como también en la política de Berlinguer dado que Gramsci era el cimiento de la fuerte adhesión de los intelectuales italianos al PCI, de su enorme presencia en la sociedad y del liderazgo político-moral que este partido ejerció por largos decenios en Italia.
 
De otra parte, diversos sectores del izquierdismo italiano e internacional han utilizado su elaboración del período del Ordine Nuovo, que Gramsci sobrepasó completamente en su elaboración de los Cuadernos, para fundar sus teorías revolucionarias, Laclau y Mouffe buscaron dar a las teorías de Gramsci una impronta posmoderna desvinculándolo del marxismo, algunos de los intelectuales de PODEMOS, que asesoraron a Chávez en Venezuela, intentaron construir un relato gramsciano sobre la “revolución bolivariana” para dotarla de algún sostén ideológico y PODEMOS mismo utiliza las categorías gramscianas transformadas en matrices símbólicas de su acción política.L

Otro factor que influye en la constante deconstrucción y reconstrucción que experimenta el pensamiento de Gramsci está dado por el hecho de que su elaboración se produce en la cárcel y, por tanto, frente al riesgo de que sus escritos fueran requisados por la censura fascista, adquieren una premeditada encriptación. Gramsci, que estudió Filología, Lingüística y Filosofía, utiliza un lenguaje esopiano justamente porque sus “apuntes” no estaban destinados a ser publicados de esa forma. Los Cuadernos de la Cárcel no son tratados escritos ordenada y sistemáticamente, son bosquejos, apuntes sobre los cuales Gramsci vuelve permanentemente y siempre con la expectativa de que estos borradores le sirvieran para profundizar sobre cada uno de la multitud de temas que en ellos trata. El los concibe apriori como una elaboración abierta e inconclusa, susceptible a variadas revisiones y elaboraciones posteriores que su temprana muerte le impide desarrollar. De hecho, sus 29 Cuadernos de la Cárcel, a los que se agregan 4 de traducciones y apuntes parciales, son encontrados desordenados y la primera “interpretación” oficial de la documentación gramsciana es la presentación que en 1947, 10 años después de su fallecimiento, hace de las Cartas de la Cárcel, el líder del Partido Comunista Palmiro Togliatti. La editorial Einaudi publica los Cuadernos de la Cárcel en seis volúmenes entre 1948 y 1951
 
Por tanto, era casi natural que la elaboración de Gramsci tuviera el destino que ha tenido: el de ser permanentemente interpretada. Ello le ha otorgado una enorme vigencia en diversas circunstancias históricas y en distintos escenarios del mundo, pero, a la vez, ha permitido que su pensamiento camine en manos de sus intérpretes con el riesgo de extraer de su obra algo que en ella no hay y con un claro detrimento de su contenido y del lugar político desde el cual él la pensaba y realizaba. El “uso” de Gramsci, es decir, el utilizar su teoría para comprender la realidad, es legítimo, pero está fuera de ello adjudicar perspectivas políticas o ideológicas que él no suscribió o que no podía suscribir por razones históricas concretas.
 
El punto de partida de Gramsci es la temprana comprensión que la estrategia revolucionaria de los primeros decenios del siglo en Occidente había fracasado, que la Revolución de Octubre no podía ser un modelo trasladado al resto del mundo y que ella misma presentaba signos crecientes y definitivos de “cesarismo regresivo”, que el fascismo no era un episodio en la historia de Italia sino un régimen de masas y que, como el mismo lo señaló, había que comenzar de nuevo y en otro lugar para diseñar la estrategia revolucionaria frente a un capitalismo occidental donde se había configurado un Estado y una sociedad civil completamente nueva respecto del oriente soviético y del que había conocido Marx para su elaboración y donde, además, como él lo advertía claramente, la economía capitalista moderna se encontraba en clara expansión.
 
Se requerían categorías nuevas y uno de los mayores aportes de Gramsci consiste justamente en la renovación del léxico de la política y del peso que otorga a las ideas, a la moral, a la cultura, a la supremacía de la política, a la subjetividad, por sobre el determinismo del economicismo, las visiones religiosas y dogmáticas, el populismo, el extremismo y la estrategia de maniobra como mecanismo para alcanzar el poder. Esta originalidad de su pensamiento y las novedades teóricas que implica su elaboración es, sin duda, el elemento más importante del porque Gramsci ha mantenido su presencia en el debate político entre dos siglos.
 
Gramsci, se ha dicho, ha servido a la izquierda, incluso después de la caída del “comunismo real”, para estar en la sociedad civil de manera no instrumental, para concebir como elementos de diferenciación, altos niveles de appeal ético y moral como base de la proyección política y su pensamiento y metodología ha contribuido directamente a los procesos de renovación de una parte de la izquierda en el mundo.
 
Sin embargo, siguiendo la propia máxima de Gramsci “la verdad es siempre revolucionaria” es obligatorio preguntarse si su elaboración, hasta donde el la deja, une efectivamente la idea del socialismo como objetivo con la preeminencia de la democracia liberal. Mi respuesta es que no, que Gramsci con toda la expansividad de su creación política, se propone siempre reemplazar el capitalismo y construir un Estado con una nueva hegemonía de las clases subalternas y en especial del proletariado. El Partido Príncipe es, en su visión, el Partido Revolucionario, que es la vanguardia de la creación del consenso social y el lugar de la formación de la hegemonía y ella misma, si bien es plural desde el punto de vista social, no lo es desde el punto de vista político y, por tanto, Gramsci no incorpora el valor del pluripartidismo, del pluralismo, de la representación, de la alternancia en el poder, que son elementos centrales de la democracia representativa moderna, como parte del proyecto del futuro Estado socialista.
 
Lo que hace Gramsci es unir filosofía y política y con ello da sustento a la creación de la hegemonía que tiene un plano estratégico, otro referido a la transición al socialismo y finalmente la idea de la superación del capitalismo por el socialismo en la historia y para lo cual reelabora las premisas culturales de occidente. Pero en ello y en esta fase no es explícita la forma como el nuevo Estado incorpora en su esencia los valores y principios de la democracia liberal como “un dato adquirido de la humanidad” del siglo XX. Es verdad que Gramsci califica de “democrática” a la hegemonía toda vez que piensa que la sociedad política (la fuerza) desaparece cuando la hegemonía logra un grado tal de consenso que da nacimiento a la “sociedad regulada” donde desaparece la función represiva del Estado al desaparecer la diferencia entre gobernante y gobernados. Gramsci, como vemos, no va mucho más allá de Marx y de su idea de la extinción del Estado al desaparecer las clases como fenómeno de poder aún en un contexto de una hegemonía ampliada. Hay una ambigüedad entre el Gramsci, que en la construcción de la hegemonía reconoce las luchas populares y las instituciones del Estado que ellas han contribuido a crear dentro del capitalismo, y aquel que describe el Estado con hegemonía de las clases subalternas y donde el aparataje político anterior no es parte del nuevo poder.
 
Su elaboración está anclada en una concepción clasista de la política, en la subordinación de una clase por otra como un factor determinante de la implementación de la hegemonía cultural de una mayoría que se transforma en Estado y que deberá permanentemente recrear su propia hegemonía una vez en el poder. Gramsci no fue, como algunos intentan mostrarlo, un socialdemócrata, fue siempre un líder y un pensador comunista, herético, distinto y contrario al curso del estalinismo y a la experiencia teórico y política que deviene de la Revolución de Octubre, y concebía las reformas sociales y culturales como parte de un proceso que debía terminar en el reemplazo del capitalismo y la instalación de un nuevo tipo de Estado alternativo al de la democracia liberal.
 
Este “limite” gramsciano tiene un tema de época: la verdadera democracia de masas, el Estado de derecho democrático, se abre después de la segunda guerra mundial y Gramsci, aún en su enorme capacidad intuitiva, no podía partir de este para elaborar su teoría sobre el Estado. Si podemos decir, que su elaboración es a contracorriente del copamiento del Estado por una sola clase y un solo partido, pero debemos atenernos a lo que él formuló aun en la provisoriedad que él da a sus escritos de la cárcel, a las cuales llama “noterelle”, significando con ello que estaban abiertas a una ulterior elaboración que el filósofo sardo no logró concluir.
 
Además, en Gramsci hay, como en Marx, la visión de esta filosofía como doctrina de salvación de la ilusión, del engaño del capitalismo.
 
Por cierto, es a partir de Gramsci y de sus categorías políticas, que van mucho más allá de la propia elaboración de Marx y del marxismo, que constituyen otro pensamiento, otra elaboración, inspirada en Marx pero distinta a la de Marx, a las cuales se puede también hoy recurrir para ampliar la democracia, las libertades, el respeto a los derechos humanos, como valores universales, como datos adquiridos de la civilización sobre los cuales construir incluso un proyecto de una sociedad distinta a la capitalista. Pero ello, y hay que tenerlo claro incluso entre los que amamos la figura ética y política de Gramsci, es “ Gramsci aldila de Gramsci”, es otra y ulterior creación filosófica, que puede partir de las categorías y del léxico gramsciano, de su metodología de investigación, de su enorme aporte a la sociología del conocimiento, en tanto conciencia crítica, a la antropología, a la filosofía y a la política. Es solo esta forma, creo, que se puede hablar hoy de la vigencia de Antonio Gramsci.
 
A Gramsci, por tanto, se le debe tratar como a un clásico de la política, sin pretender encontrar en su elaboración un conjunto de recetas que sirven para cada ocasión y su pensamiento debe ser ubicado en la perspectiva epistemológica de la tradición ilustrada de la modernidad donde la subjetividad, la conciencia humana es el terreno donde se debe construir el liderazgo, la conducción, la dirección más que el dominio, la hegemonía, entendida como la revolución de las ideas y de la moral, la autonomía colectiva y la libertad, como condiciones para hacer avanzar el proyecto de una nueva sociedad. Hay que recordar, que un clásico, en todos los campos y especialmente en el plano de la subjetividad, es aquel cuyo proyecto ya no se pude aplicar pero de cuyo bagaje, como aporte sustantivo al progreso del conocimiento, no podemos prescindir. Eso ocurre con Gramsci y de allí el enorme valor de su elaboración.

BIBLIOGRAFIA DE AUTORES CITADOS Y MENCIONADOS
1. Vease Bujarin Nicolás, Manuale Popolare di Sociologia Marxista, La Nuova Italia, Firenze, 1977
2. Gramsci Antonio, Quaderni del Carcele ,Einaudi, Torino, 1975, pag 827
3. Vease Crehan Kate, Gramsci, Cultura e Antropologia, ARGO, Lecce
4. Vease korscho K, en Gramsci dopo Gramsci, Caponi Editori, Lecce , 1986
5. Vease Marx Karl, Lineamenti Fondamentali di Critica dall Economia Politica, Riunite, Roma, 1967
6. Vease Marx Karl, L Ideologia Tedesca, Opere, Riuniti, Roma, 1986
7. Marx Karl Lineamenti Fondamentali di Critica dall Economie politica, Riuniti, Roma, pag 42
8. Vease Engels F, Crehan Kate,Gramsci Cultura e Antropologia, ARGO, Lecce, 2010
9. Vease Larraín Jorge, El Concepto de Ideología, LOM, Santiago, 2008
10. Larraín Jorge, El Concepto de Ideología, LOM, Santiago, 2008, pag 120
11. Vease Gramsci Antonio, Quaderni del Carcele, Einaudi, Torino, 1975,
12. Vease Gramsci Antonio en Antonio Cortés, Gramsci Teoría Política, América Latina Libros, Santiago, 1989. pag 95
13. Vease Antonio Cortés, cita Nº 12
14. Stalin José, Obras Escogidas, Lenguas Extranjeras, Moscú, 1951, pag 214
15. Marx Karl, en Antonio Cortés,Gramsci: Teoría Política,América Latina Libros, Santiago, 1989, Pag 162
16. Vease Gramsci Antonio en Sanguinetti, Gramsci e Machiaveli, Laterza, Bari, 1981
17. Crehan Kate, Cultura e Antropologia, ARGO, Lecce, 2010, Pag 82
18. Vease Crehan Kate, Cultura e Antropologia, ARGO, Lecce, 2010
19. Vease Crehan Kate, Cultura e Antropologia, ARGO, Lecce, 2010LIBRO GRAMSCI.indd 25201-04-19 12:51
20. Cortés Antonio, Gramsci: Teoría Política, América Latina Libros, Santiago, 1989, Pag 100
21. Gramsci Antonio en Cerroni U., Lessico Gramsciano, Riuniti, Roma, 1978, pag 49
22. Marx Karl en cerroni Umberto, Léxico Gramsciano, Riuniti, Roma ,1978, pag 75
23. Lenin Wladimir, Lo Stato e la Rivoluzione, Riuniti, Roma, 1960, pag 72
24. Vease Perry Anderson, Consideraciones sobre el Marxismo Occidental, Siglo XXI, Madrid
25. Vease Gramsci Antonio, Quaderni del Carcele, Einaudi, Torino, 1975
26. Vease Gobbeti P., Scritti Politici, Einaudi, Torino, 1970
27. Vease Croce Benedetto en Matteucci, Filosofia Della Prassi, Giufre, Milano, 1981
28. Vease Marx Karl, Il 18 brumario, Riuniti, Roma, 1962
29. Cuoco, in Quaderni del Carcele, Einaudi, Torino, 1975, pag 1300
30. Gramsci Antonio, Quaderno del Carcele. Einaudi, Torino,1975, pag 1131
31. Bobbio Norberto, Saggio su Gramsci, Feltrinelli, Milano, 1990, pag 42
32. Vease Santucci Antonio, Gramsci, LOM, Santiago, 2005,
33. Santucci Antonio, Gramsci, LOM, Santiago, 2005, pag 21
34. Santucci Antonio, Gramsci, LOM, santiago, 2005, pag 21
35. Vease Said Edward, Jorge Larraín, El Concepto de Ideologia, LOM, Santiago, 2008









































































































































































































































































































































202ANTONIO LEALobrera y permitiendo al fascismo proseguir su ofensiva hacia la toma del poder. En consecuencia, si bien la escisión de Livorno fundó el Partido Comunista, no aseguró una línea política correcta frente a la grave situación del país. La dirección elegida en el Congreso de Livorno y encabeza por Bordiga dejaba en minoría absoluta a la posición sostenía por Gramsci. Ya en 1919 Lenin había criticado duramente a Bordiga por su negativa a participar en las elecciones parlamentarias, como lo hizo cuando el PCI rechazó el entendimiento con los socialistas de Serrati. La dirección bordiguista, con claras posiciones blanquistas, partía de la caracterización de un partido de “pocos, pero buenos”, lo que se oponía al mensaje de resolución del Tercer Congreso de la Internacional Comunista, que en respuesta a esta desviación izquierdista señalaba: “Desde el primer día de su creación, la Internacional Comunista ha considerado con claridad y sin equívocos que su objetivo es la creación de partidos de masas”. En la práctica, la concepción bordiguista de “Diez mil comunistas firmes y seguros” desconocía la necesidad de la mayoría de la clase obrera y de la “mayoría política” como condición de avance hacia la revolución proletaria.En su discurso de 1921 en defensa de la táctica de la Internacional Comunista, Lenin fustigó a Terracini, quien, sin compartir las orientaciones de Bordiga, defendía las posiciones oficiales de la dirección del PCI del Tercer Congreso de la Internacional Comunista. Desde luego, la errada concepción de la dirección bordiguista tenía su principal expresión negativa al enfrentar lo político los nuevos fenómenos que surgían. En efecto, las “Tesis de Roma”, emanadas del Congreso Comunista de 1922, subestimaban el peligro del fascismo, y en el Primer Pleno de la Internacional, la delegación italiana votó contra el acuerdo del Frente Único. LIBRO GRAMSCI.indd 20201-04-19 12:51
203GRAMSCIPor aquellos días, Bordiga escribió:” Que el fascismo y la social-democracia emprendan hoy caminos convergentes puede parecer a muchos una paradoja... pero ello será confirmado en el futuro... Fascismo y social democracia son dos aspectos del mismo enemigo de mañana”6. Ello significa una orientación destinada a trabajar en la práctica contra la política del Frente Único, y ello quedó en claro cuando Bordiga se negó al trabajo conjunto con las formaciones paramilitares de los “Arditi del Popolo”, que de manera espontánea surgieron en 1921, como respuesta a los ataques fascistas.En el Cuarto Congreso de la Internacional, el informe del PCI redactado por Bordiga reflejaba el mismo punto de subestimación que entregara personalmente a Lenin: “El fascismo llegará al poder y sólo aportará esta renovación: mientras los cuales gobernantes pseudoliberales ayudan y apoyan a la reacción, el próximo gobierno fascista ejercerá la reacción él mismo, en forma directa, sin la interposición de organizaciones irresponsables y mercenarias”7.En este contexto, Gramsci era el único miembro de la dirección elegida en 1921 que veía con claridad el peligro del fascismo que se avecinaba, y compartía con Lenin la necesidad de llevar adelante una línea de masas. Consideraba que la concepción leninista, que establece la categoría de “conquista de mayorías”, era la base para elaboración de la política capaz de hacer frente al fascismo, derrotar a la burguesía y conquistar el poder proletariado. Por ello, la aparición de La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, que para Gramsci y los comunistas italianos fue “más que una revelación”, al decir de Togliati, se constituyó en un instrumento decisivo para dar la lucha dentro del partido contra las posiciones sectarias.Entre 1923 y 1924 estaba en formación un nuevo grupo de dirigentes del PCI, que encabezado por Gramsci logró dar pasos cualitativos en la LIBRO GRAMSCI.indd 20301-04-19 12:51
204ANTONIO LEALsuperación del viejo esquema de partido influenciado por el sectarismo bordiguista. Sin embargo, sólo en 1926, en el Tercer Congreso del PCI, realizado en Lyon, Gramsci logró obtener la mayoría. A partir de este congreso, donde se presentó una visión más articulada y completa del PCI acerca del fascismo, concluyó esta primera fase de formación del PCI, delineándose en la Tesis de Lyon una teoría de la revolución italiana.Como se observa de lo anterior, a partir de 1920 Gramsci anticipó algunas de las posiciones asumidas más tarde por la Internacional Comunista en el Séptimo Congreso, y abrió una polémica desde la cárcel cuando, entre 1928 y 1935, la Internacional Comunista abandonó la tesis del Frente Único y aplicó la doctrina estalinista del social fascismo. En el Decimotercer Pleno, Dimitrov y Togliati hicieron una reelaboración autocritica de la nueva visión de la Internacional Comunista.Desde la cárcel, en los años treinta, Gramsci combatió el triunfalismo de quienes, en el PCI y la Internacional, consideraban el fascismo como un fenómeno pasajero, y estimaban inevitable la caída de la dictadura. “La miseria y el hambre pueden provocar revueltas, movilizaciones que incluso lleguen a quebrar el equilibrio establecido, pero se necesitan muchas otras condiciones para destruir el sistema...”8. Este realismo le permitió concluir que uno de los factores determinantes para el acceso del fascismo al poder fueron los errores políticos e ideológicos cometidos por los partidos de izquierda de la clase obrera, y en primer lugar del PCI.En el plano del análisis teórico, Gramsci se pregunta por dónde comenzar después de esta derrota, y qué hacer para superarla, respondiéndose que es necesario profundizar en el conocimiento del marxismo y de su aplicación a la nueva realidad italiana, creando el instrumental para interpretar la revolución en los países capitalistas desarrollados. La investigación acerca de la naturaleza del fascismo, de sus formas peculiares, de sus vínculos con las masas, y sobre todo la perspectivas del movimiento LIBRO GRAMSCI.indd 20401-04-19 12:51
205GRAMSCIantifascista, constituye el laboratorio del instrumentar gramsciano.3.- Fenomenología del FascismoComo se ha señalado, al comienzo Gramsci buscó el desarrollo de un análisis diferenciado del fenómeno fascista y sus peculiaridades utilizando el enfoque teórico que ha sido descrito en sus principales categorías. Con criterio historicista, buscó desentrañar este fenómeno y las categorías presentes en el que pueden servir de nexo interpretativo.Siguiendo sus principales escritos acerca del fascismo, publicados con la introducción de Santarelli y el esquema de F. De Felice y Buci-Glucksmann, es posible distinguir los conceptos y categorías que utiliza Gramsci para analizar el fenómeno fascista.a) Sobre el cesarismo. En la primera fase del fascismo, Gramsci recurrió a la definición de cesarismo, equiparándolo al concepto de bonapartismo utilizando por Marx en El 18 Brumario, pues le permitía desentrañar las características de los aspectos burocráticos, civil y militar y el de los estratos sociales representados por la pequeña y mediana burguesía rural que sirvió de base de masas al fascismo, y lugar de procedencia de la burocracia. Este análisis lo utilizó antes de 1929, por lo que antecede a los Cuadernos de la Cárcel. Fue el propio Gramsci quien, en Notas sobre Maquiavelo, estableció los límites de su análisis, señalando:” Por lo demás, el cesarismo es una fórmula polémica ideológica y no una fórmula de interpretación histórica”9.En este mismo texto afirma:”Pero el cesarismo, expresando siempre la solución arbitral encomendada a una gran personalidad, en una situación histórico política caracterizada por un equilibrio de fuerzas con catastrófica perspectiva, no siempre tiene el mismo significado histórico”10. Señalando asimismo: “Puede decirse que el cesarismo LIBRO GRAMSCI.indd 20501-04-19 12:51
206ANTONIO LEALexpresa una situación en la cual las fuerzas en pugna se equilibran de manera catastrófica, es decir, se equilibran de tal modo que la continuación de la lucha sólo puede concluirse con la destrucción recíproca”11.Estos conceptos son similares al análisis hecho por Marx respecto al bonapartismo en La guerra civil de Francia: “en realidad (se refiere al Imperio) la única forma de gobierno posible, en un momento en que la burguesía habían perdido ya la facultad de gobernar la nación y la clase obrera no la había adquirido aún”12.Utilizando el concepto “cesarismo”, Gramsci señala claramente la relación dialéctica entre la restauración y revolución, y en relación con el tipo de Estado distingue: “... un cesarismo progresista (que se produce) cuando su intervención ayuda al triunfo de las fuerzas progresistas...”, que posee un carácter cuantitativo - cualitativo, y define “la fase histórica del paso de un tipo de Estado a otro “, y por lo tanto hace época, y un “cesarismo regresivo (en que ) su intervención ayuda al triunfo de las fuerzas regresivas” , que es sólo cuantitativo, no produciéndose en este caso el cambio del Estado sino una simple evolución interna en el mismo tipo de Estado. En este mismo sentido, señala que “en la última instancia, el significado exacto de ambas formas de cesarismo se puede conocer a partir de la historia concreta y no de un esquema sociológico”13.El fascismo es, entonces, una forma de cesarismo moderno regresivo, que no hace época. Este concepto, aplicado al fascismo, permite a Gramsci identificar los grados de fascistización del proceso, que van desde la marcha en 1922 sobre Roma, pasando por la supresión de la libertad de prensa, en 1925, hasta la disolución de los partidos y organizaciones democráticos, en 1926. En primera instancia, Gramsci concluye que el fascismo aparece sólo en una sociedad donde el socialismo es una perspectiva pero aún carece LIBRO GRAMSCI.indd 20601-04-19 12:51
207GRAMSCIde fuerza como para hacerse realidad. Como lo señala Gerratana: “El fascismo puede ser de larga duración, puede utilizar todas las posibilidades del sistema para consolidar su propia organización, aprovechar la debilidad de las fuerzas antagónicas. Pero aún cuando no es un fenómeno transitorio, es claramente un fenómeno que no hace época. El cesarismo se funde en la burocracia, en el aparato policial, en todas las fuerzas organizadas del Estado y de entidades privadas para tutelar el dominio político y económico de las clases dirigentes”14. El cesarismo moderno se puede afirmar a través de un golpe de Estado, aun cuando no sea una característica suya, o simplemente, es el resultado de un proceso reaccionario paulatino del sistema capitalista en su fase imperialista.Como señala Buci-Glucksmann: “El concepto de cesarismo abarca, entonces, todo el análisis de la extensión del Estado, el papel de la crisis estructural del modo capitalista de producción después de la guerra, la crisis orgánica del aparato hegemónico que incorpora la relación entre representantes y representados, el modo de organización de la hegemonía burguesa, el divorcio entre el país real y el país legal. Es decir, el fascismo como típico caso del cesarismo”15. Uno de los aspectos más importantes que vincula la concepción del fascismo como cesarismo con la definición posterior, típica del análisis de los Cuadernos de la cárcel, se refiere al fascismo como elemento disgregador y de disolución del Estado liberal, en cuando expresión de un fenómeno de masas de la pequeña burguesía que insubordina a la sociedad civil y a la vez permite a los terratenientes e industriales reformular las bases de dominación que habrían sido cuestionadas por las luchas obreras En 1926, en la Tesis de Lyon se señala: “En Italia existía un equilibrio inestable entre las fuerzas sociales en pugna. El proletariado era demasiado fuerte en 1919-1920 como aceptar la opresión capitalista; pero sus LIBRO GRAMSCI.indd 20701-04-19 12:51
208ANTONIO LEALorganizaciones eran débiles, inseguras, titubeantes”. De esta situación de equilibrio inestable nace la fuerza del fascismo que se organiza y toma el poder utilizando métodos y sistemas que, si bien tenían una particularidad italiana y estaban ligados a la tradición italiana, sin embargo, se parecían a los métodos y al sistema descritos por Marx en El 18 Brumario, es decir, era la táctica de la burguesía a nivel internacional.En sus estudios posteriores, Gramsci estableció un nexo entre la burocracia y las relaciones de fuerza, señalando que en los períodos de crisis orgánica se produce una fusión de la burocracia, en su mayoría perteneciente a la pequeña burguesía, con las clases altas, y esto se manifiesta incluso en el aparato militar por el hecho de entregar base social al militarismo. A partir de ellos se pueden analizar los desplazamientos de las masas pequeño burguesas que se radicalizan en una crisis orgánica. Gramsci polemiza con quienes estiman que el fenómeno fascista se caracteriza por pertenecer a la pequeña burguesía en sí y para sí: “En el campo económico, el fascismo actúa como instrumento de una oligarquía agraria para concentrar en manos del capitalismo el control de las riquezas del país...”16. Para ello, el fascismo se apoya en todo lo que hay de arribismo, de ofuscación contra el propio capitalismo, y en particular en el espíritu proletarista de estos sectores que con el fascismo han creído se conforme un régimen que los representa”17. Es decir, la pequeña burguesía ve en el fascismo la posibilidad de detener hegemonía en una unidad orgánica con la gran burguesía, y conquistar la posición de iniciativa histórica que había perdido.Gramsci describe ampliamente el significado del fascismo en tanto régimen reaccionario de masas: “El hecho característico del fascismo consiste en haber logrado constituir una organización de masas de la pequeña burguesía. Es la primera vez que esto ocurre. La originalidad del fascismo consiste en haber encontrado la forma adecuada de organización para una clase social que siempre ha sido incapaz de tener una compañía LIBRO GRAMSCI.indd 20801-04-19 12:51
209GRAMSCIideológica unitaria. Esta forma de organización es el ejército en el campo”18.En los Cuadernos de la Cárcel Gramsci profundiza acerca de las causas (que él encuentra en el Resurgimiento) de la debilidad orgánica del Estado liberal italiano y de la derrota del proletariado. En este proceso concentra su atención en un fenómeno central: en 1930, el fascismo es Estado, hecho que obliga a Gramsci a reorganizar su reflexión, presentándose entonces el fascismo como el representante político y práctico de la guerra de posición. b) El fascismo como revolución pasiva. Gramsci toma el concepto de revolución pasiva e V. Cuoco, quien lo utiliza para caracterizar la revolución napolitana en 1799, pero lo aplica en primer lugar al análisis del Resurgimiento como fenómeno de “revolución sin revolución”, extendiéndolo posteriormente a toda la fase de la Restauración, momento en el que se constituyeron los Estados europeos modernos a través de la combinación de luchas sociales, imposición desde arriba y guerras nacionales. En el cuaderno Nº 1, Gramsci señala que el Resurgimiento es aquella forma política en la cual las luchas sociales encuentran cuadros bastantes flexibles que permiten a la burguesía acceder al poder sin grandes rupturas.Más tarde, en 1930, en su estudio comparativo del período que sucedió a la caída de Napoleón y a la guerra 1914-1918, Gramsci se planteó la actualidad el concepto de revolución pasiva como criterio de interpretación del fenómeno fascista. En 1933, adhirieron al Prólogo de 1859 de Marx, amplió esta clave interpretativa a todas las épocas complejas de convulsiones históricas. Gramsci explica la revolución en su irreductibilidad en tanto categoría de las siguiente manera:”El concepto de revolución pasiva debe deducirse LIBRO GRAMSCI.indd 20901-04-19 12:51
210ANTONIO LEALrigurosamente de los dos principios fundamentales de la ciencia política: 1) ninguna formación social desaparece hasta que las fuerzas productivas que se han desarrollado en ella no encuentren lugar para un movimiento progresivo ulterior; 2) la sociedad no se pone objetivos para cuya solución ya no se hayan incubado las condiciones necesarias...”19.Estas consideraciones son de vital importancia, ya que, uniéndose al análisis de Marx estructura e ideológica, Gramsci establece un vínculo dialéctico entre revolución pasiva y supremacía de la política. Como señala F. De Felice, el nexo entre revolución pasiva y hegemonía está mediado por la guerra de posición, de tal manera que si la revolución pasiva que individualiza las formas de un proceso de transformación, la guerra de posición individualiza las formas que adquiere el enfrentamiento de clases. De este modo, el proceso revolucionario se concibe como construcción de un nuevo bloque histórico, y por lo tanto como un enfrentamiento político y social entre diversos bloques de hegemonía. En este sentido, revolución pasiva - primacía de la política -guerra de posición – hegemonía - teoría de la ampliación del Estado constituyen un nudo unitario. Lo anterior no significa que haya una relación única entre revolución pasiva y guerra de posición. En un mismo escenario, la primera puede estar ligada a la guerra de posición en tanto revolución desde arriba, que Gramsci identifica en su análisis del Resurgimiento en Cavour, y puede referirse a la guerra de movimiento que él atribuye a la acción de Mazzini y de Garibaldi.Al respecto, señala: “La incomprensión teórica era la expresión práctica de la necesidad de una tesis de desarrollo completa para no dejarse superar, es decir, en la oposición dialéctica solo la tesis desarrolla todas sus posibilidades de lucha, hasta el punto de atraer a los representantes de la antítesis: en esto consiste precisamente la revolución pasiva o revolución - restauración”20. Esta es la contradicción dialéctica de gran LIBRO GRAMSCI.indd 21001-04-19 12:51
211GRAMSCIimportancia cuando se trata de analizar el fascismo en tanto revolución pasiva, referida esencialmente a la relación fascismo - antifascismo.La definición de fascismo como forma y representación de la revolución pasiva requiere una comprensión que es especificidad del fascismo en tanto solución italiana a la crisis derivada de la guerra, de su dinámica interna, de la transformación de los instrumentos políticos e institucionales de dirección y dominio. Sin embargo, todo ello es inseparable de la verdadera apropiación de un proceso internacional.c) Fascismo, americanismo y fordismo. Analizando un texto de M. Fovel de 1929 (Economía y Corporativismo), Gramsci se plantea el problema de si el corporativismo impuesto por el fascismo es la premisa para la introducción en Italia de los sistemas industriales estadounidenses. “Aquello que en la tesis de Fovel, tomada de Pagni, aparece como significativo es su concepción de la corporación como un bloque industrial productivo autónomo, destinado a resolver en sentido moderno y acentuadamente capitalista el problema de un ulterior desarrollo del aparato económico italiano contra los elementos semifeudales y parasitarios de la sociedad”21. En otras palabras, si el fascismo está en condiciones de realizar una revolución pasiva en la economía, que acreciente el ritmo de la acumulación capitalista e introduzca elementos de planificación.Aquí, Gramsci recurre al análisis del concepto de crisis utilizando la ley formulada por Marx acerca de la caída del rendimiento de la ganancia, y lo hace dejando de lado los criterios mecanicistas y catastrofistas que derivaban de la crisis de 1929 sobre la inmediatez de la revolución proletaria. En efecto, en los Cuadernos de la Cárcel señala que es un error en el cual se cae siempre en el análisis histórico político, consistente en no saber encontrar la justa relación entre aquello que es orgánico y aquello que es coyuntural. Así, se logra exponer como causas operantes de LIBRO GRAMSCI.indd 21101-04-19 12:51