Para algunos se trata de un deporte, para otros apenas de una telenovela. Como sea, lo cierto es que la lucha libre, y en particular la WWE, empresa líder del rumbo, desde hace décadas se ha posicionado como uno de los espectáculos más vistos a nivel mundial. Y aunque acaso la denominada época dorada del wrestling —con estrellas como Stone Cold, La Roca o el Undertaker, luego John Cena, Edge y Randy Orton— parece haberse quedado algo atrás, aún son millones de seguidores los que, semana tras semana, están al pendiente de los eventos.
¿Por qué la lucha libre tiene tantos adherentes, si se trata de un show, algo “falso”? Esa es la pregunta que ha rodeado siempre a esta actividad. Los luchadores, desde su vereda, en cada entrevista que conceden a los medios suelen defenderse: hablan del dolor, de lesiones, del riesgo que conlleva aplicar mal los movimientos, de las armas que se utilizan en cada combate. Ejemplifican, además, con algunos episodios históricos, como por ejemplo cuando en 1998 Mick Foley cayó desde lo alto de una “celda”, a varios pies de altura, aterrizando sobre la mesa de comentaristas.
Esta práctica, aunque ha disminuido con el tiempo en las empresas de mayor importancia, como precisamente pasó en la WWE, es aún muy habitual en las marcas independientes. Wrestlers que arriesgan su físico al máximo y protagonizan luchas “de reglas extremas”, golpeándose con cualquier tipo de herramienta —sillas, mesas, escaleras, martillos, alambres de púas, lo que tengan a mano— para dañar a su rival, pero por sobre todo brindar otra clase de espectáculo.
Y eso es lo que ocurrió el pasado fin de semana en Estados Unidos, durante el evento Christmas Star Wars celebrado en Irving, Texas, cuando el luchador Devon Nicholson, más conocido en la escena como Hannibal, apuñaló en la cabeza al árbitro de su combate, Lando Deltoro, a vista y paciencia de todos los presentes. Las imágenes no tardaron en viralizarse. El referí, como se pudo constatar después, tenía al menos cuatro cortes en su cuero cabelludo.
La policía estadounidense, al percatarse de lo ocurrido, buscó intervenir, pero no sirvió de nada: para su sorpresa, Deltoro, no tenía planeado presentar cargos en contra del luchador. Hannibal, en medio de las críticas, explicó el porqué algunas horas más tarde en su cuenta de YouTube:
“Ese árbitro fue contratado para sangrar. No arbitró ningún otra pelea”, aclaró.