En modalidades deportivas que no se rigen por el cronómetro o la cinta métrica cualquier afirmación rotunda conviene insertarla entre paréntesis. Pero la reacción suscitada por el salto que le dio en la noche del martes el oro a la gimnasta brasileña Rebeca Andrade en la final de los Juegos Panamericanos no se aleja mucho de la realidad. "El mejor salto de la historia", se apresuraron a catalogarlo los aficionados y no pocos expertos en gimnasia artística. Andrade, campeona olímpica y dos veces mundial en el salto de potro, la última vez hace sólo unas semanas, completó el triplete en los Panamericanos gracias al salto conocido como 'Cheng', apellido de la gimnasta china Fei Cheng que lo realizó por primera vez. Se trata de una rondada, medio giro antes de tocar la tabla, y mortal planchado con giro y medio.
Andrade lo efectuó con total limpieza, el cuerpo estirado, las piernas juntas, los brazos primero desplegados como un ángel y luego marcando la rotación del cuerpo. Y lo que más ha impactado, un aterrizaje centrado y sin mover lo más mínimo los pies. Ya lo ejecutó así en los Mundiales para superar en la final a Simona Biles, que falló su 'Yurchenko' doble mortal carpado y se cayó hacia atrás en la recepción. Pero en aquella ocasión la brasileña no lo estacionó de forma tan precisa y lo disimuló saludando rápidamente a las jueces. Le dieron una nota de ejecución de 9,40 sobre 10. En los Panamericanos recibió un estratosférico 9,733, para un total de 15,333, y la media de sus dos saltos fue 14,983. Hasta sus rivales en la final la vitorearon.