Por Mario López M.
Transcurridos algo más de dos meses de gestión, analistas coinciden que no hay un proyecto, no hay consenso sobre qué hacer, no existe cohesión ni siquiera en la coalición de gobierno y, básicamente, prevalen los anuncios pero no se ven proyectos legislativos importantes.
El gobierno ha hecho uso y abuso de una retórica grandilocuente, llena de anuncios que no se han materializado, denotando más un manejo comunicacional que una real disposición de marcar la cancha, como si no hubieran estado preparados para asumir el gobierno, como lo afirmó el presidente del Senado, Carlos Montes, quien acusó errores básicos, falta de coordinación, reflexión y conducción de parte del Ejecutivo.
"No es primera vez que gobiernan, además. Es un segundo Gobierno de Sebastián Piñera, entonces sorprende que se cometan errores que son, básicamente, muy de personas novatas", dijo respecto de la "instalación" la ex vocera Paula Narváez.
Dos meses para el olvido
Lo más noticioso en lo que va corrido del gobierno de Sebastián Piñera ha sido la seguidilla de errores no forzados en la designación de cargos de confianza, seguido de un vergonzoso comportamiento de algunos de sus ministros que, rompiendo todos los récords, ya tiene a uno imputado criminalmente, y coronado ello con una disparatada agenda legislativa propia, gobernando a través de decretos para pasarse por alto al Congreso, que no le es favorable.
De un comenzar lleno de vigor y determinación, descabezando a Carabineros y armando comisiones prelegislativas sobre temas que concitan el interés público, que incluyeron de manera rimbombante a rostros de la oposición en torno a una docena de títulos sin contenido pero que a muchos hizo imposible restarse –bajo la lógica de un espíritu republicano-, se pasó de un plumazo a un desgobierno en que ni sus propios partidarios entienden hacia dónde se dirige.
Para el analista de derecha Patricio Navia, “si en su primer mes de gobierno la administración Piñera tuvo más victorias que tropiezos, los errores no forzados en materia de contratación de familiares y polémicas sobre la herencia del gobierno anterior han producido más reveses que aciertos en el segundo mes de mandato”. Agregó que “el gobierno de Piñera desperdició una valiosa oportunidad para avanzar en su hoja de ruta”
Remató diciendo que “prevalece la impresión de que el barco se quedó estancado en los canales y no logró salir a mar abierto. La buena noticia es que el gobierno puede enmendar rumbo, corregir errores y retomar la ruta correcta. La mala noticia es que, mientras siga enfrascado en la polémica, el país seguirá atrapado en los canales sin poder salir a aguas abiertas”.
Para dónde ir
Mirando la próxima cuenta pública del 1 de junio, en que más que cuenta será un repetido escenario de anuncios y cosas por hacer, la coalición de gobierno está recién tratando de determinar hacia “dónde va la micro”, sin lograr ponerse de acuerdo en la agenda legislativa de los siguientes meses. Resulta paradojal si se tiene en consideración que desde al menos la mitad de 2017 daban por descontado que asumirían el gobierno.
Para la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, no se debe avanzar “en temas sensibles de corte valórico” que dividan a la coalición. Al menos así lo planteó en la reunión de los partidos que respaldan la actual administración con el propio Piñera en La Moneda.
De hecho, la senadora derechista pidió formalmente a nombre de su partido que tales temas no sean parte de la pauta del próximo discurso del 1 de junio. Su par de Renovación Nacional, Mario Desbordes, hizo un llamado a poner el énfasis en lo social, en lo cual han prevalecido más dichos que hechos.
Hernán Larraín Matte, el nuevo timonel de Evopoli, coincidió con la mirada social ausente hasta el momento, pidiendo poner el eje en infancia y probidad, cuestión bastante resistida por parte de sus socios de Chile Vamos.
Para Navia, ahora que está por empezar el tercer mes y de cara a los primeros cien días, como el primer mensaje anual al Congreso "La Moneda debiera volver a su mensaje original (…) En la medida que la línea conductora del gobierno sea la eficiencia —y no la contratación de familiares, por más meritorios que sean, o las polémicas por lo que hizo o dejó de hacer el gobierno anterior—, podrá anotarse el tercer mes como un punto a su favor”.
Por sus obras los conoceréis
Piñera sostuvo durante su campaña y lo ha ratificado recientemente, que se distinguirá por la gestión económica. Así parecieron creerlo los electores que le dieron su respaldo, convencidos de que Chile estaba a punto de transformarse en un “chilezuela” y que necesitaba retomar la agenda de crecimiento, recuperando la confianza de inversores y consolidando el liderazgo, desarrollo y crecimiento sostenible que lo había distinguido en las últimas décadas hasta llevarlo a ser el primus interpares en materia económica y social en América.
Sin embargo la tan publicitada panacea que traería la nueva administración Piñera está lejos de llegar. Los “tiempos mejores” parecieran ser un pronóstico meteorológico errado hasta hoy y donde las nubes no parecieran mostrar cuándo van a despuntar.
El economista inglés James Robinson (autor del libro “Por qué fracasan los países”), quien vino al país invitado por la Cámara Chilena de la Construcción, dejó una frase a tener en cuenta: “Es posible que Chile se quede estancado por la naturaleza oligárquica de su sociedad”.
Más categórico fue Sebastián Edwards, quien aseguró que “Chile es un país destronado. Ya no tenemos el mejor nivel de vida de la región… Como en el fútbol, nuestro reinado económico fue de corto aliento. No nos dio para la carrera de fondo”.
Mientras el ministro de Hacienda Felipe Larraín sigue enfrascado en un lío judicial que lo mantiene en calidad de imputado por malversación de caudales públicos -por financiar con recursos del Estado un viaje privado a Harvard- y del cual ha sido incapaz de escapar, su colega de gabinete, el ministro de Salud, Emilio Santelices, enfrenta una acusación constitucional por la ilegalidad del Protocolo de Objeción de Conciencia en el Aborto por Tres Causales que determinó la Contraloría. Todo un hito en solo dos meses.
Ni hablar del ministro de Educación Gerardo Varela, que logró lo que la oposición no ha sido capaz de conseguir: movilizar a la calle poniendo en aprietos al gobierno.
En busca de la agenda perdida
Iniciado el tercer mes de la administración Piñera, el piloto no aparece por ninguna parte. Todas las expectativas, tales como “recuperar la inversión, mejorar la productividad, generar empleos de calidad, incentivar la competencia y modernizar la regulación, apoyar el emprendimiento y las pymes, modernizar el Estado, desarrollar el mercado de capitales y profundizar la inserción internacional”, han pasado a segundo plano, quedando como ofertones de campaña más que hechos concretos.
El discurso del 1 de junio de seguro reafirmará estas mismas quimeras apoyado por avisos de próximas leyes que se allegarán al parlamento, pero donde, al no contar con mayorías, deberán iniciarse una serie de negociaciones con la oposición que hoy por hoy ni se avizoran ni se escudriñan, salvo por “tanteos” aislados con algunos legisladores a los cuales se suele agasajar en visitas internacionales, tal como ocurrió en la reciente gira a Argentina.
El gobierno, ahogado en el corto plazo por una seguidilla de errores y por la confrontación, tanto al interior de la coalición de gobierno como con la dispersa oposición, no está encarando los grandes problemas –que no arreglarán mesas de diálogos en que no se convocó a la oposición sino que a dedo a ciertos opositores, que no es lo mismo-, que podrían hacer que se cumplan las expectativas que cifró en la gente. Pensiones, salud, educación, niñez, seguridad, regionalización, probidad y tantas otras cuestiones apremiantes, siguen pendientes.
Dormidos en los laureles
Según el Informe Mundial sobre la Felicidad en 2018, elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas, a marzo de 2018 Chile era el país más feliz de Sudamérica y 25 en el mundo, entre los 156 que conformaron la medición. Para ello se tomaron parámetros en materia de migración, apoyo social, esperanza de una vida sana, libertad social, generosidad y ausencia de corrupción.
También se distinguió como el país líder en América Latina en materias de competitividad, emprendimiento, transparencia, inversión extranjera y otras áreas económicas. Pero el despertar de otras naciones en el continente como Perú, Colombia, Ecuador e incluso México y Brasil, ad portas de cambios internos, le han estado quitando el piso a nuestro país y nos “respiran en la nuca”.
Competimos en los mismos mercados y, ojo, con el agravante además que Chile plantea, bajo este gobierno, un peligroso retorno al modelo extraccionista de recursos naturales dejando de lado un sistema de elaboración y no depredación.
Para Navia, “hay que decirle a la sociedad que los años de vacas gordas se acabaron; vienen años difíciles, donde habrá que competir mucho más. Impopular, pero inevitable. No puedes seguir mintiéndole, porque eso significa que tendrán que endeudarse todavía más para mantener un nivel de vida que ya no puedes conseguir porque la competencia te está quitando mercado”.
Sin embargo, este llamado a apretarse el cinturón se “cae a pedazos” cuando no se practica lo que se predica, adquiriendo el gobierno bienes suntuarios a un alto costo –sillones, pasajes aéreos a reuniones privadas o televisores de juegos-, mientras se llama a apretarse el cinturón al país.
Si el gobierno quiere avanzar en estas materias y aplicar cambios sustanciales en la matriz productiva, debe entender dos cosas: no hay crecimiento sin justicia social –previsión, salud, educación, vivienda, etc.-, a lo que se suma la búsqueda de un acuerdo “en el Congreso”, de cara al país y sin letra chica, olvidando la retroexcavadora sobre los avances sociales de administraciones anteriores.
Según Navia, se requiere de “habilidad para negociar, haciendo concesiones y obteniendo concesiones de la oposición” y así, “pienso que Chile avanzará de manera sustantiva. La construcción de mesas de diálogo fue importante, va en la dirección correcta, pero las señales deben estar también en los proyectos de ley. El éxito del gobierno será que consigan aprobar las leyes necesarias para las reformas”.
Se acabó el veranito de San Juan
Como todo nuevo gobierno, el país espera un plazo razonable para que comiencen a fraguarse las nuevas políticas. La calle, expresión del descontento popular, suele dormirse por algún largo tiempo, dejando gobernar. La oposición dialoga y la política pasa a segundo plano.
Pero en esta ocasión, todo eso que suele durar muchos meses y hasta un año, de pronto se vino al suelo, y no por obra de una oposición empoderada, sino que del propio gobierno, empeñado en “meter la pata” y donde “cada día puede ser peor”, como lo dijera la ex Presidenta Bachelet. Rememorando una frase de del ex premier británico Harold Wilson, “una semana en política es mucho tiempo” y estas últimas para el gobierno, llenas de autogoles presidenciales y ministeriales, han sido interminables.
A los errores de la instalación –todavía en veremos y que demuestran que la derecha no estaba preparada para volver a La Moneda-, se agrega que el gobierno no está “leyendo” bien los nuevos tiempos. Lo de Larraín demuestra que no se captó que Chile dejó de ser el fundo de las elites y donde la probidad llegó para quedarse, o donde el feminismo no es expresión marxista sino que una necesidad social, lo que le cuesta tanto entender a Santelices.
Aquí no se trata de que como Piñera ganó la presidencia la derecha puede hacer lo que quiera, como lo ha sugerido la ministra vocera de Gobierno, Cecilia Pérez, sino que lo que Chile está demandando es que seamos drásticos para resolver lo urgente, con diálogo y recordando que si ellos ganaron la Moneda, las fuerzas progresistas ganaron el Parlamento y eso exige acuerdos en salud, pensiones, desarrollo productivo, asuntos valóricos.
Bien lo grafica el director del Centro de Estudios del Desarrollo, Luis Eduardo Escobar: “no tenemos un proyecto, no hay consenso sobre qué hacer, no existe cohesión y, básicamente, subsisten dos puntos de vista radicalmente divergentes”, dijo, agregando que “en su campaña Piñera planteó la necesidad de un acuerdo transversal, pero no ha convocado a una discusión abierta sobre el futuro”.
A su juicio, “en nuestro país hay gente que vive como en Noruega y gente que vive como en el Congo, eso a veces en distintos barrios dentro de una misma ciudad. Ese tipo de desigualdades tan brutales hacen que las conversaciones sean muy difíciles. Si pensamos cómo distribuimos mejor el ingreso, uno dice: que los ricos paguen más impuestos, pero ¿qué hace el Gobierno? Baja las contribuciones, quiere hacer lo mismo con los impuestos a las empresas y volver al sistema integrado, que es una máquina de concentración de riqueza, que no existe en ninguna otra parte. Con él, como los más ricos no pagan tributos personales porque las empresas pagan mucho, ellas acumulan muchos recursos que invierten fuera de Chile… Entonces, ¿cómo potenciar la educación pública?, ¿cómo resolver la lista de espera en hospitales? Hay varios temas sobre los cuales existe diferencias muy de fondo y lo que necesitamos son soluciones sostenibles, creíbles, no incertidumbre”.