“Traición” fue la palabra más usada en redes sociales para identificar al FA luego del balotaje en redes sociales. De manera abierta dirigentes oficialistas les enrostran su indefinición y los responsabilizan en buena parte por la derrota.
Decida usted: El Frente Amplio al banquillo: ¿traidores, consecuentes o maquiavélicos?
Por Mario López M.
Priorizaron en no romper su feble unidad, la que se habría roto de darle un apoyo evidente a Guillier. Se defienden acusando que el candidato progresista nunca hizo suyos los planteamientos que ellos defendieron.
Muchos mitos se construyeron en pocos meses, tantos que llevaron a quienes los creyeron se sintieron dueños de una verdad incuestionable, intransables, que habían rozado el cielo y que –como majaderamente se les ha dicho-, se auto convencieron que la historia había comenzado con ellos y no es cierto.
Mitos sin leyendas
El Frente Amplio no creó una realidad que antes no existiera, solo ocupó un espacio que otros ya habían explorado y ni siquiera lo hizo completamente. Así se lo dijo directamente a Beatriz Sánchez, quien ostenta en la historia reciente la “gracia” de haber agrupado –aunque luego no mantenido- a la izquierda de la izquierda, Marco Enríquez-Ominami: “No cometas mi error, llama a votar por Guillier (…) Yo también saqué el 20%. Si no me equivoco, saqué tantos o más votos que Beatriz... el pueblo te premió, te toca ser responsable”, le dijo el líder de PRO a la abanderada del Frente Amplio.
Y ello es efectivo, pues el Frente Amplio no aumentó en una décima lo que ya antes, en 2009 había obtenido con similar discurso y oferta de “frescura”, ME-O, por fuera de la otrora Concertación hoy Nueva Mayoría y del entonces conglomerado derechista Coalición por el Cambio, hoy Chile Vamos. Y paradojalmente en ambos casos el resultado fue el mismo, derrota del candidato de la centroizquierda con el agravante de que ahora la diferencia fue mayor al 2009.
Un segundo mito que han instalado, es la novedad, la renovación, el discurso distinto, fresco, cristalino. Ello tampoco es patrimonio del Frente Amplio. Justamente desde 2009, y quizás desde antes con Tomás Hirsch en 2005 y Junto Podemos Más y su 5,4% y en 2000 con el mismo Hirsch, Sara Larraín y Gladys Marín, que entre los 3 obtuvieron un 4,14%, se venía incoando un sector a la izquierda de la centroizquierda reunida en la Concertación que buscaba cambios más profundos, pasando por el modelo mismo productivo que lo sustentaba. El discurso de entonces y el de hoy solo se diferencia por una cuestión de contexto, los vicios de políticos y su relación incestuosa con el dinero. Ya lo había dicho ME-O, aunque terminó salpicado por las mismas anomalías de que se jactaba.
Jóvenes viejos
“Dicho lo anterior”, como gusta decir a Gabriel Boric, uno de los líderes del FA y para situar las cosas en su justa dimensión, la idea de que una “nueva fuerza” ha llegado para quedarse y ha ocupado un sitio nuevo en el mapa político nacional, es humo, al menos por ahora y mientras no se acredite que existe a lo menos un proyecto sustentable en el tiempo, con equipos preparados para implementarlo y con una consecuencia política entre los dichos y los hechos que de confianza al país. Sostener que la sola edad es signo de renovación, es una falacia que no resiste análisis.
La historia suele volver a repetirse más temprano que tarde y en este caso el fantasma de 2009 se reinstaló con similares características, aunque con sus propias rasgos: El oficialismo o centroizquierda sumó en total un porcentaje similar al que obtuviera Frei Ruiz-Tagle. La derecha, sumados sus candidatos rozó el mismo guarismo obtenido por el mismo Piñera entonces y Sánchez no superó lo logrado por ME-O en aquella época. Una sola cosa lo diferencia con aquel ME-O, fueron capaces de elegir parlamentarios y obtener una bancada propia.
El Frente Amplio tenía en sus manos no cometer el mismo error en que incurrió ME-O y que implicaba entregarle el gobierno en bandeja a la derecha, con el agravante que ahora sí se conocía quién era esa derecha y su pasado de filo corrupción a todo nivel. Esta era la hora en que el FA debió marcar diferencias, identidad, coherencia, ser capaz de mirar la historia más allá de un cortoplacismo pueril. No lo hizo a pesar de llamado de algunos de sus líderes, como Alberto Mayol, que dijo que sería una cobardía no tomar una postura clara de cara al balotaje o Jorge Sharp que reiteradamente cuestionó la indefinición.
Mirarse el ombligo fue más importante
Muchas teorías buscan y buscarán en el tiempo interpretar el por qué la indefinición aún más ignominiosa que la de ME-O en 2009. Por último el líder del PRO (hoy PRO PAÍS o País Progresista), dijo que votaría por el candidato del 29%, los frenteamplistas, con muy escasas excepciones, solo llamaron a regañadientes a votar en contra de Piñera y evitaron a toda costa nombrar siquiera a Alejandro Guillier. Si hasta el mismo día en que emitían su voto mantuvieron esa postura del voto anti y con el agregado a reglón seguido que no participarían en un eventual gobierno de centroizquierda y que eran más de lo mismo etc. “Con ese apoyo, mejor de lejos”, dijo un cercano al comando de Guillier a nuestro medio.
Quien la tiene clara es Tomás Moulian, de lata trayectoria y hoy con domicilio en Revolución Democrática, quien demandó “que ese llamado existiera, sí”, aunque validó “que el FA diga que en ningún caso va a participar en su gobierno”, pero eran momentos de definiciones concretas, porque evitar la abstención entre los votantes de Beatriz Sánchez era para él “la única manera de evitar que Piñera sea el próximo presidente de Chile”, reconociendo que “me cuesta mucho interpretar las intenciones que hay detrás de esa manera de hablar. Supongo que es un intento de no vincularse a la política tradicional, un temor de contagiarse con lo que representa la Nueva Mayoría. Son fuerzas que están empezando, que están buscando su identidad y en ese sentido las comprendo”, dijo.
Lo único cierto en la conducta del FA, es que por miedo a quebrarse, pues no todos los 14 partidos y movimientos que lo componen estaban de acuerdo en un apoyo explícito a Guillier, optaron por entregarle el gobierno a la derecha. Prefirieron pagar el costo de la traición –que fue la palabra más usada en redes sociales tras los resultados del balotaje para identificar al FA-, que el quiebre cuando recién se estaban instalando en el espectro político. Fue una indefinición muy definida, prefirieron mirarse el obligo que mirar el país, pensar en 2021 que en 2017 y ello fue una opción política, y deberán hacerse cargo de ella.
Asuman
Aunque cifrar la derrota de la centroizquierda solo en el FA es igualmente una falacia que mira la paja en el ojo ajeno, no es menos cierto que buena parte de ella se explica a partir de la conducta de los líderes del FA. “Tratamos de convencer al electorado que estuvo con Beatriz Sánchez, pero pareciera que no reaccionaron de la misma forma que reaccionaron algunos dirigentes que, en mi opinión, fue tardío (…) La campaña era cuesta arriba, requeríamos de todas las voluntades para poder vencer a Piñera, yo creo que habrá que preguntarle a la gente del Frente Amplio que es lo que pasó, y por qué aquel electorado que tan entusiastamente fue a votar por Sánchez, hoy día no lo quiso hacer por Guillier o, eventualmente, tomó otra decisión”, dijo Alexis Sepúlveda, recién electo diputado Radical.
“Si el Frente Amplio en vez de plantearse como una oposición cerrada a no sé qué y hubiera más colaboración entre la Nueva Mayoría y el Frente Amplio y ser capaz de plantar un proyecto coherente de futuro el resultado hubiera sido distinto”, dijo la periodista Patricia Politzer, brillante Premio Lenka Franulic 2017. En la misma línea la diputada comunista Karol Cariola, para quien “Hicimos todo nuestro esfuerzo, dejamos todo sobre la mesa, pero lamentablemente no sólo dependía de esta candidatura, también dependía de otros. Hacemos nuestra autocrítica, pero también invitamos a toda la centroizquierda a hacer la propia”, en abierta alusión al FA.
Incluso desde la Democracia Cristiana, el presidente del Senado, Andrés Zaldívar, dijo al periódico El Centro, que, “cada uno tiene que asumir su propia responsabilidad. El Frente Amplio, personalmente, si participó más o menos, no podría decirlo. Lo que sí, no calzan las matemáticas para ver cómo todo los que se habían comprometido en apoyar a Alejandro, ya sea directa o indirectamente, lo hicieron, porque si no podría haber sido un triunfo muy estrecho, o incluso una derrota del candidato que ganó”.
Para el investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad, y columnista Pablo Ortúzar, “la versión corrompida del Frente Amplio, aquello en lo que podrían convertirse si no calibran medios y fines, es simplemente un partido clientelista que ofrece servicios y perdonazos a la clase media a cambio de votos para mantenerse en el poder. Es el kirchnerismo”.
Desde el banquillo
Desde el Frente Amplio las miradas van por otro lado. El diputado Gabriel Boric (MA), buscó la responsabilidad en el ex candidato Alejandro Guillier: “no se comprometió con transformaciones profundas”, se excusó. “Queda claro que no bastaba el ´anti-Piñera´ para convocar una mayoría. Guillier no se comprometió con transformaciones profundas y este es el resultado. La principal responsabilidad de su derrota es de quienes lideraron la campaña”, dijo Boric a través de redes sociales y a quienes quisieran escucharle o leerle.
El otro vocero que jamás dijo responsable y claramente que apoyaba a Guillier, fue el también diputado de Revolución Democrática Giorgio Jackson: “Hay que reconocer la amplia participación electoral, aunque a muchos no nos guste el resultado. Desde el Frente Amplio, como oposición, tendremos que analizar con humildad que hay en lo profundo de estas preferencias electorales si queremos ser alternativa de Gobierno”, dijo vía Twitter. Sobre el actuar del Frente Amplio no hubo, hasta el cierre de esta edición, reacción alguna de su parte.
La misma Beatriz Sánchez prefirió vía redes sociales mirar para adelante y fijar derrotero del FA, sin referirse a la eventual responsabilidad que le cabe al conglomerado que representó en las presidenciales en la derrota del progresismo, del cual se supone también forma parte: “como Frente Amplio nuestro compromiso será seguir trabajando firmemente por un Chile de cambios con más derechos y más democracia”, escribió y de paso felicitó a Sebastián Piñera y valoró el esfuerzo de Alejandro Guillier.
Y ahora qué
Será el tiempo el que se encargue de dilucidar cuál será el precio de la factura que deberá pagar el Frente Amplio por entregarle en bandeja el gobierno a la derecha y sin perjuicio de las otras responsabilidades insertas en el oficialismo que están en juego y que no son menores. Ahora ellos están más preocupados de mantener la unidad a todo costo –y lo demostraron- y además perfilarse de cara al 2021, para llegar como alternativa válida, que hoy no fue seriamente. No lo fueron pues no contaban con equipos de trabajo, coherencia legislativa y de políticas públicas. ¿Qué hubiera pasado si ganaba Sánchez? ¿Con quién habría gobernado, cuál habría sido su gabinete y cómo habría implementado los miles de puestos de confianza que un gobierno necesita para gobernar?
La primera tarea está casi cumplida, le dieron un golpe casi letal a la centroizquierda más socialdemócrata que es la que se identificó con la Concertación y hoy con la Nueva Mayoría. Y el “casi” no es accidental, pues en cuanto a peso legislativo y capacidad de conglomerado (el FA sacó 400 mil votos menos que Sánchez), los frenteamplistas no se han medido en cancha. Deberán poner en una misma línea a outsider que ya han mostrado su “independencia” como Pamela Jiles y Florcita “Motuda”, entre otros.
Deberán disputar el progresismo con la Nueva Mayoría o lo que quede de ella o el nuevo referente que podrá formarse o por último con cada partido que hoy la integra, todos desde la oposición. No solo cuál es el más duro frente a la derecha, si esta pretende implementar el desmoronamiento de los derechos sociales conquistados, sino que también la interlocución con el próximo gobierno en materia de políticas públicas que impliquen un real avance al país. Les será muy difícil –a menos que exageren-, diferenciarse de los demás progresistas desde la oposición y eso atenta contra la “identidad” que han propugnado.
Por otra parte, la próxima presidencial no está asegurada para Beatriz Sánchez –más allá del daño que ya le ocasionó su tardío y vago apoyo a Guillier y su responsabilidad (no única) en el triunfo de la derecha-, sino que por el contrario está fuertemente desafiada por tres cuerdas que le disputarán el único trompo: Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Jorge Sharp, sin perjuicio que en 4 años aparezca otra carta que ocupe ese lugar. El paso del conglomerado a la montonera, es muy fino.
“Desde el Frente Amplio vamos a liderar una oposición que sea constructiva, muy firme, responsable, que también esté concentrada y trabajando codo a codo con los movimientos sociales y sin perder de vista que tenemos una derecha que no cree en derechos sociales”, aseguró Boric, refrendado por Jorge Sharp, quien dijo que “en los próximos cuatro años el Frente Amplio tendrá la doble tarea de articular por todo el país esa fuerza transformadora y democrática, defender las conquistas que la ciudadanía y los movimientos sociales han instalado, y avanzar con mucha fuerza la necesidad de levantar un nuevo proyecto de sociedad para Chile”. Complicado con 20 diputados y 1 senador, pero soñar no es imposible.