Oh I'm just counting

“Ídolo”, la mágica historieta de Maliki que la rompió en la FILSA

La dibujante Marcela Trujillo es referente figura del cómic autobiográfico, y además empoderada: “La mujer chilena aprende a no pedir disculpas y a equivocarse; a no ser perfecta ni sumisa; aprende a perder el miedo. Y yo me incluyo”, dice a Cambio21. Por Francisco Castillo

Un libro mágico de historietas ha creado la dibujante Marcela Trujillo Espinoza (48), notable artista visual, pintora, historietista y catedrática, reconocida en los ambientes del arte figurativo y el neo-pop, y principalmente en el ámbito del cómic autobiográfico chileno.

Desde 2010, ella ha publicado seis tomos de historietas protagonizadas por “Maliki”, una traviesa niñita que pareciera ser la hermana chica de Marcela Trujillo, o bien ella misma, cuando tenía, digamos, 8 años.

Lo concreto es que sus historias no son, en lo absoluto, cuentos infantiles, sino relatos de vida, en los que se cuestionan la sociedad, las relaciones familiares, la política, la religión, y se abrazan la lealtad, el amor, la convivencia, la dignidad, todo dentro de un marco de fantasía no exento de buen humor.

Marcela Trujillo es licenciada de Artes en la U. de Chile. Tras titularse, en 1996 se fue a estudiar Fine Arts Painting y Animatics & Storyboards en The School of Visual Arts en Nueva York. Tenía 27, se fue “cero peso” y trabajó como niñera los siete años que vivió allá para financiarse. De regreso estuvo poco tiempo acá y retornó a Hamburgo, Alemania, a continuar desarrollando su profesión.

-Las personas que se salen de la norma tienen que ser muy valientes para  sobrevivir – dice Marcela Trujillo a  Cambio21, comentado su decisión de irse a vivir sin compañía fuera del país. “La mujer que quiera vivir la vida sola, no casarse ni tener hijos, llama la atención de una manera que en Nueva York o en Hamburgo no sucede”.


Marcela Trujillo vista por ella misma e insertada en sus historietas
 

-En sus libros aborda temáticas de las que muchos no quieren hablar, por pudor o tabú.
-Quizás si no hubiera vivido fuera no habría abordado temas tabú. Quizás me atreví porque salí de mi zona de confort y viví como inmigrante latina, y estuve lejos de mi gente y mi historia. Quizás no, no puedo saberlo, pero es enormemente enriquecedor salir de Chile, vivir, fuera, conocer otras culturas, compararlas con la nuestra, sentir que uno no pertenece, que estás sobrando, que no tienes pasado. Es un ejercicio fundamental para verse a uno mismo, para entender qué es lo que realmente uno es y lo que uno hereda.

-Ha dicho que las mujeres tienen el don para el comic, ¿por qué?
-Porque es un medio que ha estado dominado por hombres por décadas y las historias que los hombres han contado tienen mucho que ver con sus intereses y con sus ideas de entretención que los satisfacen a ellos. Las mujeres estamos ahora habitando ese lugar y nuestras historias tienen que ver con nuestros intereses y con lo que nos entretiene, como es hablar de nuestras emociones, contar infidencias, analizar lo íntimo en múltiples capas, darnos cuenta de nuestras deficiencias y buscar soluciones frente a los imprevistos cotidianos, saber gozar, denunciar injusticias de género, abusos, maltratos y confesar dolores para aprender de ellos, etc.

“Cada mujer tiene su manera, lo interesante es que hay tantos intereses como mujeres en el mundo. Somos todas diferentes. Es alucinante ser protagonista y contar la historia desde la humanidad de cada una y no desde un rol o prototipo para satisfacer al hombre, a los hijos, a la familia o a la sociedad”.

-¿Somos muy conservadores en este país?
-Sí, bueno, depende de con quién nos comparemos. Pero nuestra cultura es muy cristiana y culposa. Nos importa mucho qué van a pensar los demás de nosotros, tenemos una necesidad arraigada de compartimentar a los tipos de personas, clasificarlos y tenerlos todos ordenados con sus nombres. Cuando estaba en NYC me costaba mucho la vida, me sentía sola y a veces lo pasaba mal y extrañaba mucho el calor de las personas, el pertenecer, el sentirme parte de una comunidad, cosas que antes de irme jamás las pensé.

“Yo quería comenzar de cero, todo de nuevo, reinventarme y mirar solo al futuro, como la idea gringa del inmigrante que llega a Manhattan. Pero esa idea hollywoodense me funcionó unos años no más, después dudaba de si era capaz de seguir. Pero de todos modos, lo más lindo de conocer personas de todo el mundo, es darse cuenta que en el fondo somos todos los seres humanos muy parecidos. Nuestra cultura es mucho más conservadora si la comparamos con la de EEUU o con Alemania, pero también es mucho más cálida y acogedora”.

- Las nuevas masculinidades y femineidades son un tema presente en su obra. ¿Qué elementos positivos ve en aquello?
-No lo pensé en esos términos cuando estaba escribiendo y dibujando el libro. Ahora que en las entrevistas me preguntan constantemente por lo mismo, me doy cuenta que retraté a las mujeres y a los hombres de maneras poco convencionales.

“Yo simplemente estoy retratando mi mundo y lo que veo a mi alrededor, como lo veo yo. Y los hombres de los que me rodeo son generalmente sensibles y proclives a la vulnerabilidad, depresivos y más femeninos y perdedores que el típico superhéroe. Hombres que no están seguros de sí mismos, que ya no creen en el sacrificio del trabajo duro, que quieren todo más fácil y que aceptan que la mujer los mantenga, que no saben cómo enfrentar el rol de padre o que no se sienten capacitados para ocupar el rol de proveedor, que son mamones o que temen a la mujer empoderada y que muchas veces se pasan al otro lado y son irónicos, machistas, acosadores y vulgares.

“Y las mujeres que están cerca mío son mujeres creativas, que quieren ser independientes y que quieren creer en ellas mismas antes que en el amor romántico, que exploran la maternidad desde otro lado, que quieren dejar de sentir culpa, que quieren estar orgullosas de sentir placer y de pasarla bien, no importa la edad que tengan. Mujeres que quieren reinventarse, que están aprendiendo a no pedir tantas disculpas y a equivocarse y a no ser perfectas ni sumisas, que están aprendiendo a perder el miedo. Y yo me incluyo”.

- Las mujeres que comenzaron a dibujar historietas, hace 10 o 15 años, abrieron la puerta al análisis de la vida, el mundo y denunciaron injusticias. ¿Te siente parte de ese grupo?
-Sí, totalmente, cuando vi sus cómics yo quise hacer lo mismo. Las mujeres somos muy dependientes de las otras en muchos sentidos, a veces competimos y nos criticamos, pero en general nos ayudamos mucho, ‘sororidad’ se llama eso (palabra definida como la relación de hermandad y solidaridad entre las mujeres para crear redes de apoyo que empujen cambios sociales).

“Cuando yo vi sus libros, sentí que ese camino estaba abierto frente a mí y que podía aprender de ellas. Jessica Abel me ayudó mucho en eso, me enseñó la importancia de trabajar con materiales adecuados, a tener un sistema, a ser ordenada al trabajar. Phoebe Gloeckner me enseñó que si no vas a hablar de algo que realmente te importa y que tiene sentido en tu vida, mejor no lo hagas, que no hay que tener miedo de decir la verdad y que la vida propia está llena de sorpresas y diamantes en bruto que están esperando ser pulidos.

“Julie Doucet me enseñó que la obsesión es también una herramienta creativa, que el sentido del humor es muy importante cuando quieres hablar de cosas desagradables y que no hay que tener vergüenza de decir cosas que suenan mal para los demás, como masturbarse, tener pensamientos vulgares y odiar a la mamá. Cada una de estas artistas me enseñaron tanto y cada dibujante que conozco hasta el día de hoy me siguen enseñando, cada una tiene algo nuevo que aportar”.