Oh I'm just counting

Editorial Cambio21: El diálogo político post cambio de gabinete

La semana pasada el presidente Boric hizo un nuevo cambio de gabinete en áreas que desempeñaban ministros de Revolución Democrática que fueron reemplazados producto de la crisis provocada por el caso Fundaciones, su mal desempeño en sus carteras y marcó el ascenso del PC y de Comunes entre los actores políticos gubernamentales.

Este cambio ministerial fue calificado como un simple ajuste de fuerzas al interior de la izquierda frenteamplista del gabinete destinado a resolver temas de gestión y buscar instalar una nueva relación con la oposición derechista, especialmente con los partidos de Chile-Vamos, para restablecer un clima de negociación política pre legislativa que permita sacar adelante la reforma previsional y el pacto fiscal por el desarrollo que ha estado alentando el Ministerio de Hacienda.

La ciudadanía se pregunta si el actual clima de polarización política, de fragmentación partidaria y de discursos revanchistas pueden dar paso a un espacio de negociación política que permita enfrentar los viejos y nuevos problemas que vive la sociedad chilena como son la seguridad, el bajo crecimiento, la corrupción en el aparato público, la mala calidad de los sistemas educativo y de salud y las miserables pensiones que dan las AFP’s.

Hasta el momento la derecha -especialmente UDI y Republicanos- ha impulsado un clima de revanchismo y de polarización que lo llevó a condicionar su participación en estas mesas de negociación política a la salida del ex ministro Jackson, cuestión que fue rechazada mayoritariamente en la opinión pública donde 68% se mostró en desacuerdo con esta acción y sólo fue apoyada por 31% de la ciudadanía.

Esto y otros datos revelan que la polarización está en la élite, en las dirigencias partidarias, en las redes sociales; es la dirigencia política y social que sigue en la lógica binaria del bueno y del malo, del divisionismo extremo. Esta polarización de la élite es lo que explica el estancamiento político, económico y social del país de los últimos 15 años y que se refleja en que 61% de la sociedad siente que está “peor” que hace 10 años según encuesta Cadem.

Pero la clase media frágil que tiene el país -que vive precariamente con ingresos entre $500.000 y $1.500.000 mensuales que es 45% de la población- siente que su calidad de vida no ha mejorado la última década, que las oportunidades de empleo son menores, que vive más inseguro en sus barrios y comunas; que la política no se hace cargo de este estancamiento del país y siguen disputándose el control del gobierno para acceder a cuotas de poder que solo le traen beneficios a los políticos profesionales.

Ese clima ha acentuado la desconfianza y el desencanto ciudadano con la democracia y los actores políticos tradicionales en que está ahora el Frente Amplio con el PC, que se suma a la ex Nueva Mayoría, ex Concertación y también Chile Vamos con la UDI, RN los cuales tienen bajos niveles de adhesión ciudadana en los sondeos, con la excepción de la ultraderecha de Kast y Republicanos que está representando este voto de molestia social con el sistema democrático.

Chile se está pareciendo demasiado a Argentina, donde el fracaso económico con 113% de inflación y 43% de pobreza termina siendo el espacio social para que emerja un liderazgo ultraderechista y populista como Javier Milei que ganó las primarias hace una semana y puede convertirse en el nuevo Presidente del país vecino producto del fracaso político del peronismo y la derecha tradicional en generar un camino de desarrollo, de seguridades y de mejores empleos.

Para enfrentar el avance electoral de las ultraderechas allá y acá, se debe renovar el discurso y la acción política de los sectores democráticos partiendo por ser activos protagonistas de la lucha contra la corrupción -especialmente en los nuevos Gobiernos Regionales-, legislando para evitar el despilfarro de los recursos públicos, también debe valorarse la seguridad de las personas, en sus barrios, luchar contra el crimen organizado eficientemente y también debe promoverse el crecimiento de la economía, la generación de nuevos empleos y la lucha contra la inflación.

El progresismo en los últimos años ha colocado el acento en los derechos sociales, pero no se ha preocupado de crecer y de financiar esos nuevos derechos; claramente no fue protagonista en el tema de la seguridad y en el caso de la corrupción aparece como el actor político que ha generado estos mecanismos.

Es urgente que el progresismo y la centroizquierda entiendan que ante este avance electoral de la ultraderecha; es urgente que renuevan sus propuestas hacia la sociedad y busque recuperar su capacidad política de representar a las mayorías, especialmente a las clases medias y sectores populares.