Oh I'm just counting

Editorial Cambio21. Seamos realistas: tenemos una economía con baja productividad y un crecimiento mediocre

El sorpresivo IMACEC de mayo fue la oportunidad en que gobierno volvió a su discurso del optimismo económico exultante, del Chile “un oasis de progreso” y para qué decir de los medios de comunicación empresarial que hablan ya de “franco repunte económico”, que “la recuperación del empleo se adelanta para 2022” y un conjunto de afirmaciones triunfalistas que están distantes de la realidad.
 
El IMACEC de mayo de 18% es un simple rebote estadístico producto de la baja tasa de comparación ya que en mayo 2020 el IMACEC cayó a -15,3% e incluso entre junio y octubre 2020 siguieron los Imacec negativos con una caída promedio de -8,3%.
 
Este panorama ha estado cambiando con IMACEC positivos entre marzo y mayo 2021, pero cuando se analiza la evolución del imacec de los últimos 12 meses se ve una economía que está en un tobogán de caídas y subidas de su actividad productiva provocados por las diversas olas del covid19, que significó en 2020 una caída del PIB de -6% y que para 2021 se proyecta una recuperación similar producto de la baja comparación.
 
Sin embargo, cuando se ve con responsabilidad la situación de los últimos años vemos una economía con bajo productividad y un crecimiento mediocre. Esta debilidad económica no es mencionada en los medios de comunicación empresariales, pero desde el año 2012 -como lo revela último IPOM del Banco Central- tenemos una seria caída de la productividad de la economía, calculado entre 2012-2019, fue de -1,03%. O sea, es una “década perdida” en materia de productividad.

En paralelo tuvimos un bajo crecimiento del PIB entre 2014-2020 que fue inferior al 1%.

Si miramos el futuro post pandemia debemos recurrir a las estimaciones del Banco Central sobre crecimiento tendencial o de mediano plazo. De acuerdo con las estimaciones del BC, el PIB tendencial de nuestra economía crecería a un ritmo de 1,7% por año en el período 2026-2030, debido a una disminución significativa en el desempeño de la productividad. El BC espera que ésta crezca a un ritmo de apenas 0,35% por año en la presente década, muy por debajo del 1% esperado previamente. De materializarse este escenario, enfrentaremos un estancamiento que dificultará la ampliación del sistema de protección social y la recuperación y creación de empleos. 

Para 2022 y 2023 la estimación de crecimiento del Banco Central es de 2,2%; es decir seguimos instalado en un rango de crecimiento mediocre producto de la baja innovación empresarial, del conservadurismo en los modelos de negocios, de la falta de inversión en capital humano y en especial –a nuestro juicio- de la baja inversión en diversificar la matriz productiva.

En este segundo gobierno de Piñera, en los presupuestos tramitados ha buscado rebajar la inversión pública en Innovación, Ciencias y Tecnología, en apoyo a las Universidades y en fomento productivo lo cual ha sido rechazado por la Oposición y se han repuesto los recursos iniciales; por tanto, seguimos pegados en una inversión de 0,34% del PIB en Ciencias e Innovación –muy lejos del 2,3% del PIB que invierten en promedio los países OCDE y lejos del 1,5% del PIB que invierte Nueva Zelanda-.

Un país que invierte sólo 0,34% del PIB en Ciencias e Innovación Productiva seguirá teniendo un crecimiento mediocre como lo ocurrido estos últimos años.

Lo increíble es que empresariado, la prensa económica, la derecha conservadora, los poderes fácticos del país siguen creyendo en el modelo extractivista, de exportar recursos naturales sin valor agregado y postulan seguir haciendo más de lo mismo.

Afortunadamente la mayoría del país empieza a internalizar que si se quiere progresar, si quiere construir un país más justo se requiere salir de la actual trampa de la baja productividad/mediocre crecimiento y altas desigualdades sociales y territoriales.

 Es importante ahora que estamos a 4 meses y medio de las elecciones presidenciales podamos saber cuáles son las propuestas realizables para salir de la trampa descrita; o sea como mejoraremos nuestra productividad en el mediano plazo para que mejore nuestro desarrollo y permita enfrentar las desigualdades.

No es tarea fácil. La agenda reformista que intentó impulsar la ex presidenta Bachelet en su segundo mandato fue boicoteada, bloqueada por el gran empresariado y la derecha conservadora. Esos sectores no entienden que el modelo de mercado se agotó, que es injusto, que genera desigualdades y externalidades negativas y que estos 15 meses de crisis sanitaria; además, han mostrado su más absoluto fracaso.

Chile no era un oasis de bienestar y hoy después de 16 meses de pandemia nos encontramos con 1,2 millones de empleos perdidos, con un alto desempleo femenino especialmente –ya que casi 2/3 de empleos perdidos lo ocupaban mujeres-, con familias con menos ingresos, con sectores económicos casi paralizados este año y medio como la Cultura, el Turismo, Los Servicios entre otros.

Próximo gobierno deberá levantar y recuperar a un país con alto desempleo, con bajo crecimiento para 2022 y 2023, con baja inversión en Ciencias e Innovación, con escasos recursos fiscales, con sectores económicos –especialmente en el ámbito de los servicios- con fuertes dificultades y aunque tengamos un buen precio de cobre, nuestra economía andará lenta.

Es hora de que las/los candidatas/os presenten planes de recuperación económica realizables y posibles. El país no se merece una nueva frustración.

 El país requiere liderazgos que hagan posible esa recuperación económica y social como una tarea mayoritaria y no un festival de ofertones que habitualmente no se cumplen.