Disfrazado de un discurso pro PYMES y pro inversión, Piñera está rebajando los impuestos a las grandes empresas mediante la reintegración del sistema tributario que significa rebajar impuestos del 44,5% al 35%, con una merma de la recaudación fiscal de US$ 833 millones; asimismo, se debilitan completamente las clausulas anti elusión que impedían “las planificaciones tributarias” que eludían el pago de impuestos y se generan beneficios llamados pro inversión para las grandes empresas -ya la actual legislación las tiene para las Pymes- y esa menor recaudación fiscal equivalente al 0,2% del PIB se compensan con un plan orientado a una mayor recaudación del IVA –vía boleta electrónica- en las micros y pequeñas empresas que podría recaudar US$ 1.181 millones en régimen más impuestos a las plataformas digitales como Netflix y Spotify.
De este modo –en lo sustancial- la propuesta de Piñera rebaja impuestos a los dueños de las grandes empresas –al 1% más rico- y esa menor recaudación fiscal la compensa con más recuperación del IVA que principalmente paga las clases medias o sea “paga Moya”, lo que es ‘regresivo’. Orientación opuesta a la que tuvo la reforma tributaria del 2014 donde se elevaron los impuestos a las grandes empresas –se elevó recaudación fiscal en US$ 8.000 millones- para que se financiara la reforma educativa incluida la gratuidad en la educación superior.
Hoy asistimos a una propuesta tributaria destinada a rebajarle impuestos a los más ricos y eso lo paga la recaudación del IVA al consumo de los diferentes sectores sociales, lo que suena contradictorio en la semana en que además conocemos la Casen 2017 que reveló la persistencia de la desigualdad de ingresos –con una mayor concentración de ingresos en el decil más rico- y que se estancó la pobreza multidimensional siendo alta en regiones como Araucanía, Ñuble y ante esa persistente desigualdad Piñera propone rebajarle impuestos al decil más rico y que eso sea financiado por el IVA al consumo del resto de la población.
Esa fórmula es injusta y regresiva; sólo ayuda a una élite que no le gusta pagar impuestos y que no logra entender qué para tener una sociedad más inclusiva, con menos desigualdades sociales y culturales se requieren esas transferencias solidarias que genera un sistema tributario progresivo.
En los próximos meses debatiremos si somos capaces de avanzar hacia una sociedad más equitativa y con más oportunidades de progreso para todos mediante un sistema tributario progresivo donde los que tienen más pagan más impuestos o retrocedemos hacia el país de los nuevos FUT donde los ricos no pagan la totalidad de sus impuestos –o sólo por las utilidades retiradas- o los eluden mediante planificaciones tributarias y el esfuerzo de recaudación fiscal se hace vía IVA donde pagan todos/as acentuando la regresividad tributaria.
Sería bueno que asumiéramos que la regresividad tributaria explica el bajo impacto de las actuales transferencias monetarias en disminuir las desigualdades. En los países de la Ocde, los impuestos y transferencias reducen la desigualdad en torno a 25%. En el caso de Chile dicho efecto es de sólo 5%.
Este debate tributario no es menor, aunque las cifras de recaudación en discusión sean sólo 0,2% o 0,3% del PIB, porque lo que está en juego es si tenemos un sistema tributario donde los que tienen más pagan más impuestos para financiar bienes públicos de calidad como lo propone la centroizquierda o retrocedemos a la etapa en que bajamos los impuestos para que los empresarios inviertan más y haya más crecimiento cuya rentabilidad sigue recayendo en ellos como lo pide la SOFOFA.
La carga impositiva de Chile sigue siendo de las tres más bajas de los países OCDE –alrededor del 22% del PIB-, así no se puede construir un Chile justo, solidario e inclusivo y eso debiera defender la centroizquierda rechazando las medidas regresivas que está proponiendo Piñera.