La derrota electoral del 17 de diciembre fue muy dura para los distintos actores de la centroizquierda. El espejismo de los resultados de la primera vuelta de noviembre (donde la centroizquierda había sumado 55% en la presidencial) ubicó a muchos sectores en una zona de confort donde lo único que importaba era recomponer la unidad.
Probablemente nadie vio venir a los 350.000 o más votantes nuevos que el 17 de diciembre llegaron a votar por el candidato de derecha, no hay aún claridad de los votantes de candidatos de centroizquierda del 19 de noviembre que el 17 de diciembre optaron por Sebastián Piñera, pero claramente hubo votantes de Beatriz Sánchez, Marco Enríquez-Ominami y Carolina Goic que no votaron por Alejandro Guillier en segunda vuelta, en especial en comunas de clase media como Santiago, La Florida, Puente Alto, Nuñoa, Maipú donde el incremento de votaciòn de Piñera no son sólo nuevos votantes sino adherentes de la primera vuelta de la centroizquierda que no fueron seducidas en segunda vuelta por la candidatura Guillier.
Esto generó la más dura derrota electoral en su historia para la centroizquierda -donde apenas alcanzó 3.160.000 votos- lo cual debiera generar la más profunda autocrítica sobre sus mensajes y sus estilos de hacer política que provocaron esta huida de su electorado.
Ciertamente el candidato presidencial ha asumido con honestidad su responsabilidad en este fracaso. Pero lo que ha faltado es la misma capacidad de autocrítica de parte de los partidos, equipo de campaña y parlamentarios sobre esta incapacidad de conectarse con la ciudadanía para atraerla a votar por la centroizquierda este 17 de diciembre.
Mientras el candidato de derecha acogía a diversos sectores en su campaña, al parecer la candidatura de la centroizquierda quedó en manos de un equipo (Soler, Forch etc.) que carecía de lazos con los partidos que además, no tenía experiencia en movilización y conexión con los electores de este nuevo Chile.
Quedó claro, fue una paliza electoral que nos dio la derecha -que seguramente ni ellos soñaron- y que las élites políticas y partidarias de la centroizquierda jamás se imaginaron debiera originar una honesta autocrítica sobre lo ocurrido. La falta de unidad no es suficiente respuesta, hay un problema en la propuesta de la centroizquierda que debe abordarse y que no se ha enfrentado en los últimos años.
Ha quedado claro que la centroizquierda no hizo una buena campaña en la segunda vuelta, no tuvo un buen despliegue en el territorio y que no conoce a las nuevas clases medias donde co-existen las familias aspiracionales con aquellas con una situación de mayor vulnerabilidad que requieren apoyos públicos de calidad; que sus políticos no han leído esta complejidad social y que fueron incapaces de construir una oferta política-programática que combinara y mezclara señales para ese nuevo universo social tan diverso y hetereogéneo.
La centroizquierda no ha aprendido que ha construido un nuevo Chile más diverso, más plural; en especial en las clases medias donde co-existen diversas familias con distintos libretos y/o necesidades y sigue construyendo una oferta unidimensional desde la protección social, desde el rol protector del Estado. Una propuesta sólo desde la protecciòn social no es mayoría en el Chile actual, debe combinarla y hacerse cargo de la también necesaria promoción de las libertades culturales, del desarrollo de las ciudades como también del progreso económico y del emprendimiento para volver a ser mayoría en el 2020 y 2022.
Propuestas planas y unidimensionales no se conectan con el nuevo Chile -es cosa de revisar el Censo 2017- y eso requiere mucho debate y capacidad de elaboración de propuestas que no se tuvo en la segunda vuelta.
Hay que leer la señal de la votación en la segunda vuelta: hubo un segmento relevante de votantes de la centroizquierda en primera vuelta que votaron por oferta piñerista donde no sólo había seguridad, sino también reconocimiento social y estímulos para el mérito individual. Tiene razón diputado Mirosevic que señaló post segunda vuelta que los sectores progresistas debemos tomarnos “en serio la combinación de crecimiento económico, el emprendimiento y los derechos sociales”, no se ganan elecciones con un discurso plano y monotemático sobre derechos sociales, también las clases medias quieren progreso económico, apoyo al emprendimiento y propuestas sobre mejores ciudadades.
Ahí está el desafío para los actores de la centroizquierda reinvertarse desde la dura derrota. Pero asumiendo la dura derrota.