Por Mario López M.
No es una moda, tampoco un grupo político o que manipulan oscuras fuerzas, menos se trata de “hembrismo” que busque supremacía sobre el machismo. Es el grito desesperado por el respeto, la no violencia de género, la igualdad de derechos y oportunidades, es el clamor de personas humanas que buscan ser tratadas como tales y en ello se suman cada vez más mujeres y también hombres.
“La sinceridad de la agenda de género quedó desmentida de una sola plumada cuando el Presidente recordó a Maya Fernández que su deber era ser linda en vez de tener una voluntad firme...”. Con esa frase el columnista y rector de la UDP, Carlos Peña, denotó que el Mandatario sepultó de un “paraguazo”, su recién terminado discurso en la Cuenta Pública donde destacó una supuesta igualdad de género.
Pero esa frase esconde algo bastante más amplio que un solo desenmascarar el doble discurso de Piñera, es también aplicable a una mayoría de los y las chilenas que en realidad no entienden qué hay tras el mentado feminismo.
Para muchos en la derecha y en el gobierno se trata de la instrumentación marxista de un concepto que busca la supremacía de la mujer sobre el hombre. Para otros –también en la izquierda-, es un símil del machismo, como lo dijo el senador Juan Antonio Coloma (UDI), para quien “ser no sexista significa no ser machista ni feminista”, dichos que ponen en un mismo nivel ambos concveptos, sin entender que no se equiparan pues “el feminismo busca la igualdad entre hombres y mujeres”, como le respondió la periodista Mónica Rincón.
Algo más que nomenclatura
Se trata de conceptos que han ido evolucionando en el tiempo y también en la lengua. Para la RAE, su reciente redefinición de diciembre de 2017, el machismo hoy es “una forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón”. No crea que esta, en todo caso. Que se puso al día en la materia, pues sigue considerando la existencia del “sexo débil”, aunque ahora pasó a considerarla “discriminatoria”. Mal que mal de los 45 académicos que la forman, 37 son hombres y solo 8 mujeres.
El feminismo, en cambio, apuesta no a ser superiores frente al hombre ni a los demás géneros. Trata de alcanzar la igualdad con ellos en aspectos sociales, culturales y económicos. Y en sociedades como la nuestra, quizás esté varios pasos más atrás de eso y deba partirse por el respeto al ser mujer.
No se trata de llegar a una especie de “hembrismo”, que busque supremacía o discriminar al o a los otros géneros. El feminismo –que tampoco es exclusivo de las mujeres-, busca romper con el rol que malamente se le ha asignado y con el patriarcado que se les ha impuesto por siglos.
Volviendo a la RAE, esta define al feminismo como aquella “ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres”. Claro que es harto más amplio el concepto que el de una sola “ideología”, pues en realidad estamos frente a un movimiento social y político cuyo origen se remonta a siglos a atrás.
Lucha objetivo, lucha esperanza
Hace solo unas décadas para la mujer en nuestro país obtener acceso al voto fue un triunfo histórico. Claro que una cosa es ser elector y otra muy distinta ser electo, les dijeron y de ello da cuenta –a pesar de la ley de cuotas-, la presencia femenina en las Cámaras, la que deja aún mucho que desear. Acceso al empleo considerándola un “cacho” por el embarazo, lo que incluso se castiga en las isapres –hasta hoy- con una brecha de carga impositiva superior en la edad fértil, es una realidad. Qué decir de a igual trabajo igual remuneración con los hombres.
Otras cuestiones también son palmarias muestras de la opresión de un sistema que dista mucho de sentirlas pares. La violencia machista, que va desde el piropo –grosero o no- que irrumpe el ámbito de su privacidad sin ser deseado, hasta la física, con estándares de criminalidad increíbles para una sociedad que se siente líder en progreso inclusivo. Violación, toqueteos en lugares públicos, en el trabajo o estudio, golpes en el hogar y hasta crímenes, ocupan parte de la crónica roja que día a día nos toca observar.
La prensa también lleva a cuestas un mea culpa en esto. El descubrimiento de una mujer colombiana descuartizada por su pareja hizo titular a un medio escrito: “El amor y los celos la mataron”. Pocos días después otro crimen llenaría titulares. Esta vez fue un hombre asesinado por su pareja, el mismo medio titulaba: “Macabro: mujer mató, cercenó e hirvió restos del marido en olla gigante”. Uno, fueron los celos y la sospecha del engaño casi culpable del hecho, el otro era macabro, cual fuera el motivo. En realidad ambos lo eran, pero uno justificaba entre líneas su ejecución. Justicia y venganza…
Una lenta caminata
Desde luego el feminismo no es ni algo nuevo en la historia ni propio de Chile, una marcha universitaria o una posición política. Quienes han estudiado el tema lo remontan a los albores del siglo XVII, época de la Ilustración aunque sus mayores expresiones recién brotaran durante la Revolución Francesa. Por primera vez el lema “libertad, igualdad y fraternidad”, tuvo sentido más allá de la plebe frente al señorío, también hizo sentido entre el propio pueblo, entre sus hombres y mujeres que enarbolaron por igual la lucha por la libertad y el fin de la opresión.
Un siglo más tarde, la bandera de lucha vino a situarse en el campo de los derechos políticos. La llamada “primera ola de feminismo” enarboló el derecho a voto como bandera de lucha a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. En Chile, recién en 1934 se autorizó el sufragio de la mujer para las elecciones municipales. Varios años debieron pasar hasta que en 1949 se les concedió para las presidenciales y parlamentarias. Pasaron otros tres años para poder ejercerlos recién en la elección presidencial de 1952.
Hasta la última elección parlamentaria en nuestro país –oportunidad en que comenzó a operar la ley de cuotas de la Presidenta Bachelet-, en el Senado se pasó de 15,8% de representación femenina a un levemente superior 23%. Diez senadoras de 43 parlamentarios en la Cámara Alta. En la de Diputados no es muy distinto el cuadro. Se pasó de 15,8% (19 de 120 diputados) a 23,9% (37 diputadas de 155). La presidencia en parte de este periodo le correspondió a una de ella, Maya Fernández, la misma a la que Piñera consideró “linda” pero “dura” en sus planteamientos. Algo tan ofensivo como “calladita te ves más bonita”.
Piñera: “No entiendo qué es ser feminista”
Quizás sea una de las pocas veces que se sincera. Y se notó sobre manera. Ocupó latos 43 minutos en distintos espacios durante sus cerca de dos horas de monólogo en la Cuanta Pública -la que, de paso, no dio cuenta nada-, para referirse a la igualdad de género. Terminado el discurso, reapareció Piñera, el que se suelta sin estar pauteado, y se mandó la frasecita que hizo olvidar de qué se trató el evento republicano. Encarado por la prensa que le representó los irrespetuosos e imprudentes dichos a la presidenta de la Cámara, se limitó a reconocer que no entiende qué es ser feminista.
Por supuesto el claque que le respalda haga lo que haga, salió a justificarlo, interpretarlo e incluso, a alabarlo, como la vocera de gobierno, que se despachó una cuña para la historia: “si hay un Presidente que escucha a las mujeres, que toma decisiones a favor de las mujeres, ese Presidente se llama Sebastián Piñera”, dijo.
Claro que no todos piensan lo mismo pues, entre otros, la periodista Mirna Schindler le dejó muy claro y en su cara que frases como las dichas a Fernández o con chistes como “háganse las muertas y nosotros los vivos”, de seguro de no ser él, “estaría preso”. Es de imaginar que el alcalde Joaquín Lavín para sus adentros –y si es consecuente-, debiera estar pensando lo mismo.
El cambio cultural debe provenir desde La Moneda, le respondió la afectada a Piñera, y acertaba desde luego. Si la máxima autoridad de la República, que minutos antes se bañaba en feminismo no entiende nada de nada, es que seguiremos mal.
Y en realidad partimos mal. Basta recordar que la conformación del Directorio de TVN después de designado debió echarse atrás pues desoyendo, al Senado, el Gobierno nombró solo hombres. Y lo repitió con el de Codelco, donde nuevamente no hay una sola mujer.
Las banderas de lucha hoy
Quizás sea el respeto lo que más ha aflorado en las últimas manifestaciones públicas de rango feministas. Los dorsos desnudos de chicas universitarias durante una reciente manifestación no solo hablaban de libertad sexual, ya de por sí importante, también pedían respeto por el propio cuerpo, aunque a muchos eso no les pareció coherente. Las demandas van orientadas a las dos esferas, lo privado y lo público. Desde el compartir la maternidad en deberes y derechos hasta las labores del hogar (hasta hace muy poco en varias cédulas de identidad de mujeres, al referirse a la ocupación, señalaban: “dueña de casa”).
En lo público, lo político que no se subsana solo con una forzada ley de cuotas, lo laboral con igualdad de salarios a iguales condiciones, el acceso a oportunidades en la dirección pública que se replique en lo privado.
Es cierto que no se trata de “dictar” normas que fuercen hechos, pero no hay que olvidar que una de las funciones del derecho es ser un instrumento “modelador de conductas”. La ley de cuotas, la de conformación de directorios públicos, las que sancionan el acoso y otras, apuntan en el sentido correcto, pero deben ir de la mano de un profundo cambio cultural que supera con creces el simple dictar una ley.
De la otrora demanda del derecho a voto hoy pasamos al derecho al aborto –que ciertamente no todas las mujeres comparten-, pero que es expresión del derecho a determinar sobre su propio cuerpo. Del derecho de corrección del marido al femicidio sancionado como delito ciertamente es un avance. Pero aún estamos muy lejos. La mujer sigue siendo dependiente en la sociedad conyugal incluso en sus bienes hereditarios, salvo expresa oposición del testador. Sigue aferrada al padre para los permisos de salidas internacionales y en materia de derecho de familia ha habido una enorme regresión.
Herederas y “herederos”
De aquellas mujeres héroes de hace algunos siglos y otras de tiempos no tan lejanos, están hoy sus hijas que marchan. Pero no solo eso, también se han ido incorporando sus hijos, porque esta no es una causa anti hombres, por el contrario, es de igualdad con los hombres y cada vez más son más los varones que así lo entienden (no los que se visten por razones políticas de feministas y se caen a la primera de cambios).
Cómo no recordar a la española Belén Sárraga, quien por allá por 1913 promocionó los primeros centros feministas en nuestro país. O a la abogada Elena Caffarena, precursora del derecho a voto de la mujer en Chile y quien redactó el proyecto de ley que finalmente fue promulgado en 1949.
Desde una de las tantas organizaciones que han nacido al amparo de las ideas feministas, muchas creadas en dictadura, han buscado crear conciencia y promover los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, junto con enfatizar en la dignidad y respeto que todas merecen. “Nos preocupa el aborto, tuvimos la mala noticia de que el Gobierno la sacó de sus prioridades legislativas. Por otro lado, creemos que se necesita una nueva Constitución, que incluya los derechos sexuales y reproductivos”, dice Claudia Dides, socióloga y directora ejecutiva de Miles, una de estas agrupaciones.
Igualdad y no superioridad es el verbo, igualdad en aspectos sociales, culturales y económicos: Participación política; Igualdad de empleos; No a la violencia de género y, Educación sexual y anticoncepción gratuita. Cuatro pilares sobre los que se construyen las nuevas definiciones. Más allá de la distinción entre sexos, se trata de una equidad de derechos.
En eso la gran mayoría al parecer comienza a coincidir, de ser así, ¿por qué habría de extrañarse el que un hombre se reconozca feminista? Pero igualdad no implica perder la diversidad, ser feminista no implica renunciar a tacos altos, cartera o maquillaje, si se quieren usar. La diferencia es que no se “deben” usar solo por ser mujer.
Por eso cuesta tanto creer la agenda de igualdad de género que propuso Piñera. “Lo más probable es que ese feminismo sea el fruto equilibrado de ambos, del oportunismo y la incomprensión. Solo una cosa resultará con toda certeza de todo esto: se acabarán los chistes groseros y sexistas -¿se acuerda?- con que hasta ayer el Presidente gustaba adornar sus intervenciones”, remata su columna Peña.