Oh I'm just counting

En exclusiva: Fresia Soto cuenta detalles de su autoexilio en Estados Unidos

La religión fue su refugio, pero también le cerró las puertas del amor durante su autoexilio en los Estados Unidos. Como sea, la intérprete sigue fiel a Dios, a la música y al amor, aunque sea lo último que haga.

Por Luis Casanova R.
 
“Tú me dijiste que los errores
eran parte de la juventud,
pero no corregí”
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“I’m Sorry” - Brenda Lee
 
 
Sobre todas las cosas, artista. La inolvidable cantante, actriz y vedette Fresia Soto vive un “sueño dorado” desde que regresó a Chile el año pasado luego de tres décadas de residencia en Norteamérica: volver a cantar ante el público, su público.
 
La conversación con Cambio21 fue un viaje por la historia, y como tal trajo suspiros, emoción y esperanza ante los días que vienen. Una mujer hecha y derecha que sabe lo que estocar el cielo y el suelo con las manos.
 
Podría ser su propia historia.
 
 
“Vida llena de porrazos”
 
- Antes que todo, gracias por recibirnos. ¿Podría comentarles a los lectores en qué está Fresia Soto luego de tanto tiempo?
- Después de 34 años, retirada y haciendo otras actividades como modo de vida. Me siento como recién llegada (volví en diciembre de 2016) y estoy como tratando de adaptarme a mi país, lo que es fácil porque la gente es muy linda y cariñosa. Pero no lo es tanto en otro sentido. En Estados Unidos estaba acostumbrada a tener todas las comodidades. Entonces, por cosas de la vida tengo que esperar un poco para estar un poco mejor. Me va a tomar a un tiempo. Emocionalmente, estoy mejorando. Tengo mucha confianza en Dios. Es él quien me ayuda a levantarme.
 
- ¿Estuvo delicada de salud?
- Sí. Unos resfríos terribles (caen lágrimas de sus ojos). Lo bueno es que ya pasé agosto (ríe).
 
- ¿Escucha música?
- No mucho, aunque últimamente busco cosas en YouTube. Música mexicana, créalo o no. Lo que pasa es que incorporé ese estilo -gracias a mi hijo, que es músico, y los mariachis del grupo Academia Real- lo que solía cantar en mi show, que era lo de Brenda Lee y Trini López. Fue un apoyo maravilloso. Los muchachos tienen un corazón muy lindo, además que agradezco al empresario que los contrató. Todos uniformados con sombreros. Estaba emocionadísima cantando con ellos (actuación de julio en el Teatro Caupolicán con la Nueva Ola). Entonces, he estado revisando canciones y también quisiera ver si hay autores chilenos que quisieran hacerme un par de canciones para sumar algo nacional, pero al estilo ranchero. Mi sueño en parte se cumplió cuando canté con mariachis y que estuviera el público ahí presente, apoyándonos y aplaudiéndonos. Me gustaría mucho continuar con este sueño (vuelve a emocionarse).
 
- ¿Qué artistas la motivan hoy?
- Juan Gabriel, que no tuve la suerte de verlo en vivo, y Luis Miguel, que me fascina cuando canta (entona): “Solitaria, camina la bikina…”, al que sí fui a ver a Boston. Es un tremendo cantante. Como todavía la gente todavía me pide temas de Brenda Lee, de repente tengo que volver a recordar esas canciones. Como sea, me motiva más lo que sea más profundo y venga más de adentro. Con eso siento que soy yo. Ya no puedo ser la misma persona que cantaba “La Bamba”, aunque me encanta cantarla. Antes lo hacía con 15 años, pero no tenía las vivencias que tengo ahora. Quiero cantar de acuerdo a lo que siento y he vivido, que es una vida llena de porrazos (ríe).
 
- Bueno, quién no. A propósito de eso, que lleva a una joven, en plana década de los ’60, a identificarse con Brenda Lee.
- Ella era mí ídola y eso que nunca la vi en persona. En ese tiempo no teníamos televisión. Solamente escuché su voz. Cuando eso pasó, me cautivó. Aparte de mi colegio, yo era muy solitaria. Mis padres trabajaban y me quedaba sola en casa. Entonces, ese tiempo lo usaba en repetir y repetir lo que me gustaba. Solo estudiaba en los recreos. Yo no sabía inglés, pero como repetía tanto las canciones terminé haciendo la fonética. Tanto así que cuando me conoció Roberto Inglez (pianista, director de orquesta y colaborador de Lucho Gatica) se sorprendió por cómo cantaba. Después estudié pedagogía en música, apareció en el ’67 el Festival de Viña del Mar (ganó con la canción “Cuando rompa el alba” de Willy Bascuñán) y tuve que viajar a España con mi papito, donde conocí a Raphael.
 
- ¿Cuál fue la canción de Brenda Lee que le dio un golpe en la cabeza y cambió todo?
- La que más me motivaba era “I’m sorry”. Cuando la escuchaba me deshacía. Pero la que me cambió la vida realmente fue “Saltemos el palo de la escoba”. Mis compañeras del liceo me obligaron a ir a un festival de talentos, donde interpreté esa canción. Y resulta que la pasaron por la radio. Yo estaba sola en casa, tocan la canción y yo no la podría creer. Tenía 14 años. Saltaba de un lado para otro y no hallaba a quién contarle mi alegría. Después de eso llamaron a mis padres, me contrataron y ahí empezó todo.
 
- ¿Cómo fue su ingreso al mundo del espectáculo? Ahí está la noche, las buenas y las malas juntas, lo que pasa tras bambalinas, los contrastes, todo.
- Al principio mi mamita siempre me acompañaba. Después me casé y tuve mi único hijo. Entonces, mi madre se quedaba cuidándome al niño y ya no me podía acompañar. Me acuerdo que estaba una vez en un festival en Talca y tuve que llevar a mi hijo. Eran como las 2 o 3 de la madrugada y todavía no salía a actuar. Ese día me prometí no tener más un trabajo de noche y solo estar ocupada de día. Así empezó a no gustarme la noche. Pensaba que si seguía ahí no me iba a hacer bien. No era bueno para nadie, ni para mi hijo, ni mi madre, ni para mí. Después vinieron malas decisiones y algunas complicaciones, mi padre falleció a los 63 años y había anulado mi matrimonio. Así fue que le pedí permiso a mi mamita para vivir en Estados Unidos. Me despedí en el aeropuerto, mi hijo de 8 años lloraba y se agarraba de mis polleras. Fue duro. Así fue como partí a buscar trabajo en un lugar que no tuviera nada que ver con la noche.
 
 
 
Multifuncional
 
Hay bebida, galletas de agua y de cóctel y quesillo sobre la mesa de la casa de doña Fresia en la Ciudad Satélite de Maipú. Suena de fondo una canción suya, momento en el que comenta que todos los días la llama por teléfono desde Estados Unidos una de sus trabajadoras, “que es una guatemalteca que siente que soy su madre y que trato de darle ánimo, porque está solita con sus cuatro hijas”.
 
En la tierra del Tío Sam creó una pequeña empresa de limpieza. Partió sola, pero se hizo de buenos clientes que la ayudaron a subsistir y crecer hasta el día de su retorno a Chile. Hubo cena de despedida y todo.
 
Antes de eso empleó en un aeropuerto. Se levantaba a las 4 AM, “porque a las 6:00 abría el counter”. Además, fue hostess (recepcionista) en un restorán del hotel Marriot, “donde no salía más allá de las 9 de la noche”, vendió autos y ropa en una reconocida tienda y sacó un título de corredora de propiedades.
 
“Lo más entretenido -rememora- era que abría la oficina de corretaje en la mañana, no vendía nada y en las tardes me iba a limpiar casas para tener plata (ríe)”.
 
Con las ganancias pudo trasladar a su hijo, pero al cabo de tres años se dio cuenta que el ambiente no lo favorecía. Por eso lo devolvió al país y pudo entrar a la universidad. “Hoy es profesor, lo que me llena de orgullo”, remarcó.
 
Cargando la cruz
 
- ¿Cómo anduvo su vida sentimental en gringolandia?
- A ver, mi divorcio salió en 2006. Y en los últimos diez años pasó que en EE.UU. me reencontré con una persona menor que yo que había conocido en mi época de casada, pero solo comercialmente y en el ámbito de la computación. Un tipo totalmente ‘irish’ (irlandés). Yo había entrado a la Iglesia Evangélica Pentecostal, que es muy fuerte ella, y les dije a los encargados que estaba interesado en alguien, un ingeniero, pero resulta que me prohibieron verlo.
 
- ¡Nooo!
- Me alegaban que no podía andar con un “no cristiano”. Me pedían que eligiera a alguien de la Iglesia, pero resulta que nadie me miraba (ríe). Me advirtieron que no podía seguir y que debía que romper con él y que, además, tenía que hablar con la pastora que estaba encargada de mí. Estaba dividida y no sabía qué hacer. Fue horrible. Así llegó un punto en el que decidí dejar la Iglesia y a él. Me puse rebelde. ¡Más mal me han hecho sentir! Hasta los años nuevos tenía que pasarlos durmiendo con las amigas de la Iglesia. Sin ver televisión, sin celebrar, sin nada. Y él era todo un caballero. Me llevaba a restoranes donde me cantaban mariachis (suspira).
 
- ¿Qué hizo?
- Un día le dije: “mira, si tú no te decides a tomar una decisión seria, qué sé yo, casarnos o vivir juntos (él no estaba de acuerdo con las leyes de Dios), o simplemente rompemos”… tuvimos que romper. Y como me había ido de la iglesia sentía que moría.
 
- Ya no tenía el soporte espiritual.
- Así es. Pasé un fin de semana en cama y la gente del edificio en el que vivía observó que yo no estaba bien. Sabían que todos los domingos iba a clases en el templo y temían que algo me pudiese pasar. Así lograron que la Iglesia Católica me invitara a cantar al coro. Eran puros gringos y yo la única hispana. Y ser recibida por un coro, donde el pianista me hizo cantar, me sentí así como ¡guau! Eso me hizo renacer y quedarme tres años más… sola. Yo usaba uniforme azul y blanco y estaba en un grupo que hacía cosas en todos lados y vivía al frente de la Iglesia. Hicieron un buen trabajo. Yo lavaba las servilletitas y toallitas de los curitas, que era una honra, ¿no? Hasta cambiaron las máquinas de lavar para que yo lavara las cosas sagradas. Era feliz, pero llegó un momento en el que me sentí demasiado sola. Cumplí una edad y percibí que eso no daba para más y de día para otro tomé mis cosas y me vine.
 
- ¿Y acá cómo lo ha pasado? ¿Ha encontrado compañía, algún amigo con ventaja que sea?
- Ha sido duro, pero ahora menos. Primero me aislé y me cerré, me cerré, me cerré. No quería tener ni amistades ni ver gente, que fue lo peor que pude hacer. Una vez un periodista de un diario se acercó para hacerme una entrevista. Salió tan linda que me contrataron. Entonces, como que me aferré de nuevo a mi sueño. Pero ahora tengo más cuidado para que no me rompan ese sueño junto a todos los de la Nueva Ola, Cecilia, Carmen Maureira, Ginette Acevedo, Gloria Benavides, Larry Wilson, Wildo, Pollo Fuentes y Buddy Richard. Le agradezco de corazón al público.
 
Solas podemos
 
- Le voy a preguntar lo mismo que a Palmenia Pizarro: ¿se le puede cantar románticamente a esa mujer que se ha empoderado contra el machismo?
- En mi caso, hace diez años e incluso antes yo me mantuve sola. Mi pequeña empresa y cantar en el coro me ayudó mucho. Uno siente lata al estar sola, pero cuando te involucras en un montón de cosas y mantienes tu vida ocupada y haces lo que te gusta, el tiempo pasa volando. Es más, yo no sé si volvería a adaptarme a alguna persona que me quiera dirigir la vida. Yo aprendí los caminos que me enseñó la Iglesia. Las mujeres podemos defendernos solas, Dios nos dio todas las cualidades para saber criar a nuestros hijos, trabajar y prosperar. Yo le cantaría al amor más allá de la pareja. Está el amor entre hermanos o de madre a hijo o amar al prójimo más que a ti mismo.