Por Antonia Paz
El desastre medioambiental de Quinteros, la historia del feroz ataque de Carabineros a Brandon en La Araucanía, la lucha de los abuelos por una jubilación más justa, la violencia policial contra estudiantes secundarios y universitarios, la resistencia de las vendedoras ambulantes mapuche en Temuco, la destrucción del poblado de Til Til, las penurias de la periodista Nancy Guzmán en el sistema de salud pública, el cruel relato de una familia en situación de calle son algunos de los temas que trata el libro
Desde hace unos días se encuentra en las principales librerías del país el texto “Tiempos Peores”, la más reciente publicación del escritor y periodista Richard Sandoval. La obra, subtitulada “Crónicas de un Chile que viola los Derechos Humanos”, consta de 16 historias centradas en personajes de diferentes regiones de Chile que han sufrido, y siguen sufriendo, en carne propia la vulneración de derechos que incluso están garantizados en la Constitución y que ponen en jaque la promesa del segundo gobierno del Presidente Sebastián Piñera, quien llegó al poder asegurando que con él se vendrían los “tiempos mejores”, aventurándose incluso a decir que seríamos un país desarrollado en 2025.
El libro comienza con la historia de Noemí, una mujer de sesenta años que ha vivido la mayor parte de su vida en la comuna de Quintero, desde donde ha tenido que ser testigo de cómo su esposo muere repentinamente de un agresivo cáncer, como consecuencia -acusa- del trabajo en una de las mismas industrias contaminantes que en los últimos meses han dejado a más de mil habitantes intoxicados en la costa de la Región de Valparaíso; desde donde ha tenido que ser testigo de las intoxicaciones que a ella y su familia completa han dejado con diarrea, vómitos compulsivos y debilidad en las piernas que las llevan a caer al suelo tras no poder sostenerse.
Noemí fue una de las miles de personas que a inicios de septiembre llegó hasta la zona de La Greda para manifestarse en la primera gran movilización convocada por los dirigentes estudiantiles, vecinales y sindicales. Y fue también Noemí una de las víctimas de una violenta represión que le provocó pánico al momento de huir junto a su nieta de doce años de un ataque de carabineros con bombas lacrimógenas.
La nieta, Rafaela, sufre de asma, y un episodio de éste nivel de violencia hacia su cuerpo le podía quitar la vida. “Siento que nos están matando por los dos lados; por uno están las industrias y sus gases contaminantes, y por otro la represión de Carabineros que nos hace recordar los tiempos de la dictadura”, dice Noemí.
En esa manifestación, luego se conocería, fue detenida una mujer embarazada golpeada junto a su pareja para ser llevada a un calabozo, donde la dejaron de pie durante horas sin agua ni comida.
Sandoval narra, con un estilo propio, que “Rafaela lleva semanas sin clases producto de la alerta amarilla decretada por el gobierno. El día de la primera gran intoxicación, el 21 de agosto, se inflamó su nariz, garganta y estuvo todo el día con diarrea.
Lo mismo le pasó a todo el resto de la familia. Pero decidieron no acudir al hospital. El hospital de Quintero es un poli, te dan una pastilla y te mandan para la casa. No te dan ninguna solución, dice Noemí, la abuela.
Ahora, ambas están abrazadas en la parte descubierta de la camioneta pick-up en que toda la familia se ha trasladado hasta la zona de La Greda, donde se convocó la primera gran marcha contra la contaminación ambiental. Deben salir rápido. Carabineros está bombardeando y se deben proteger. Rafaela sufre de asma y un ataque en estas circunstancias puede tener terribles consecuencias. Pero de alguna manera sienten que la situación está controlada.
La camioneta acelera cuidadosamente para abandonar el corazón del enfrentamiento. Son decenas las personas que también huyen a pie. Pero la calma en medio de la urgencia es interrumpida abruptamente por un furgón policial que aparece a gran velocidad. Noemí fija su mirada en la puerta del vehículo, desde la que sale un efectivo con una bomba en su mano.
No puede creer cuando ve que el carabinero abre el puño y lanza directamente la bomba hasta las ruedas de la camioneta en que va refugiada junto a su nieta. Se desata el caos. Si Rafa recibe directamente el humo de la lacrimógena puede morir, piensa, y toma la decisión osada de saltar a la calle. Corren juntas, de la mano, mientras la camioneta con más niños —y con su sobrina dependiente de insulina— en su interior intenta perderse. Noemí y Rafaela corren hasta llegar a un paradero, a unos cincuenta metros de los guanacos y zorrillos que han convertido la carretera en una gran humareda.
En medio de la vorágine, un carabinero es registrado tirando piedras a los grupos de personas que identifica como adversarios. Caiga quien caiga parece ser el raciocinio del funcionario, quien no distingue a la hora de atacar. Mami, por favor vámonos, se oye en el video en que una mujer encara al hombre. Qué lindo, así muestras el ejemplo, dice”.
Semanas después de la marcha, miles de niños volvieron a clases en Quintero y Puchuncaví, impactando al país con decenas de salidas en ambulancias desde los colegios; porque la contaminación no se detuvo con la alerta decretada con un mes de tardanza por el gobierno, porque las intoxicaciones no se han detenido hasta el día de hoy.
Semanas después, se conocería la muerte de Alejandro Castro, líder de las movilizaciones de Quintero, fallecido en extrañas circunstancias que hacen a su entorno sospechar de un asesinato.
Pensiones miserables
Entre el resto de áreas que trabaja Sandoval, destaca la violación de derechos humanos que acusan los adultos mayores, a partir de las míseras pensiones que no les alcanza ni para ducharse con agua caliente, ni para cargar la tarjeta BIP y así poder subirse a una micro con rumbo a sacar hora a algún consultorio.
Es lo que acusa Berta, quien -se lee en el libro- “espera la micro, sabiendo que la tarjeta Bip! tiene saldo negativo. Siente vergüenza, pero la esconde y le pregunta al chofer si la puede dejar subir. Le dice que sí. Ya arriba de la micro camino al consultorio, se aguanta la rabia de no poder pagar su pasaje con los $150 mil mensuales que recibe de pensión.
Y ella no entiende cómo es que saca tan poco si apenas estuvo dos años con laguna previsional. No entiende cómo ha llegado a vivir en la pobreza si cotizó durante 17 años al 25%, antes de que la cambiaran a una AFP, trabajando como enfermera”.
En la misma línea, Rosa -una ex presa política en dictadura-, acusa el impacto que tendrá en miles de viejos que esperaban los tres millones de compensación, el retiro por parte de Piñera del proyecto de Ley que buscaba reparar el daño causado por el Estado a los presos políticos. “Muchos esperaban esa plata para hacerse una operación que tenían pendiente o para pagar las deudas que han adquirido con sus hijos por vivir en condiciones de pobreza”.
En una de las páginas, se lee que “en un departamento cercano al de Rosa, en un edificio de Diagonal Paraguay, un viejo decide no dar el agua. Está decidido. Esta mañana, otra vez, no se va a duchar.
El último mes que lo hizo con frecuencia, la cuenta del agua se disparó, y la pensión que está sacando no le permite esta vez darse el lujo de tantos litros. Es así que este hombre mayor toma su bacinica plástica para ir combinando agua fría con la de la tetera y luego trapear axilas, cuello y las partes más íntimas. No es el único que lo hace.
Son varios los viejos que le han contado al conserje que esa es la forma que encontraron para poder llegar a fin de mes. Es una imagen, la de los viejos echándose agüita por aquí y por allá porque simplemente no les alcanza, que Rosa no se puede sacar de la cabeza luego de conversar con el conserje”.
Es la tónica de un libro vigente, sensible y atrevido en que aparece la grave violación a los derechos humanos hacia el pueblo mapuche, con la presencia agresiva del Comando Jungla que terminó dando muerte a Camilo Catrillanca; y donde destaca una bella crónica de Ana González de Recabarren, la fallecida dirigenta da cuenta de su legado. En síntesis, un libro para descubrir lo que verdaderamente ocurre en el Chile escondido debajo de la alfombra del éxtasis del crecimiento y el consumo.