Oh I'm just counting

Estallido. Por Jorge Orellana Lavanderos, escritor y maratonista

 Nota: Este texto lo dedico a los amigos de afuera que me han llamado durante la semana para inquirir noticias acerca del país. Me disculpo por lo desatento y escueto, créanme que aquello tuvo su origen en la vergüenza que me ha afectado: por lo que no hicimos para evitar el estallido y por la conducta de algunos después del estallido.            
-Son cincuenta mil – dice la cajera.
-Debe estar equivocada, porque en la etiqueta dice veintiocho mil – replico, ante la atenta mirada de mis nietos que esperan que pague para hacerse cargo del regalo que estoy comprando a cada uno.

Durante la víspera, atónita, la ciudad ha presenciado un movimiento que se inició cuando jóvenes aparecidos desde todos lados comenzaron a saltarse los torniquetes del metro lanzando proclamas para evadir el pago del pasaje. Las convulsionadas imágenes de la televisión han procurado una noche incierta, y este sábado, el inconfundible rumor de un helicóptero sobrevolando temprano el techo de mi casa - ha la hora en que termina el toque de queda decretado - me ha despertado en forma brusca y en mi desasosiego he buscado el desahogo del trote.

-El valor indicado en la etiqueta solo vale si paga con la tarjeta de la tienda y como no la tiene ni la quiere obtener el precio es el que le indico.

-¡Que abuso! – reclamo, con un tono morigerado por el intenso trote que he tenido un rato antes y porque no quiero preocupar a mis nietos - que estando a mi custodia - me han traído a la única tienda en que venden un muñeco que me pidieron y ahora observan expectantes y con percepción de niños el desenlace de la negociación.   

-Sí – reconoce pausada, pero yo no puedo hacer nada – y sonríe con desdén.
-Está bien - me resigno, cóbreme el valor mayor pues no aceptaré la tarjeta y en mi acento subsiste la cándida incredulidad que acompaña a los que creen que no han sido sometidos.

Me cobra, con iluminados rostros los niños cogen los pequeños duendes, y nos retiramos, en mi caso, mascullando la indignación por lo que considero el abuso de que he sido víctima.

Y me voy pensando…, y pasan los días, y troto, y me devaneo pensando…, porque el movimiento que gatilló un alza menor en el pasaje del metro ha derivado en un estallido social insospechado y de imprevisibles resultados.

Alguien reclama: ¿Es justo que si se ha definido un sueldo ético mínimo, haya pensionados que reciben un tercio de ese valor? ¡No! ¡Claro que no! ¡Es inmoral! Y corresponde a un abuso inaceptable porque los ancianos no saben reclamar.  

Ha pasado exactamente una semana desde que los jóvenes irrumpieron en el Metro, y desde entonces, al igual que esta veleidosa primavera, que se inicia con días fríos que con las horas aumentan en calor, las protestas se han mantenido, ganando fuerza en las tardes, a la hora de mi trote, y en la cálida tarde en que me deleito absorbiendo los deliciosos rayos que mi cuerpo reclama con urgencia, observo la armonía del parque inundado del olor a pasto recién cortado y poblado con flores que brotan de plantas que antes ignoré y cuyos colores, en mi reflexivo estado me obligan a captar. En ocasiones, cierta modorra invasiva acompañada de una infausta miopía, nos impide reconocer la belleza que aflorará desde el tosco tronco de una planta, de igual modo supongo, como desde el movimiento inspirador que vivimos y que ha derivado en una alegórica marcha de júbilo, la esperanza vencerá sobre la vergüenza de aterradoras imágenes de saqueos e incendios, floreciendo con sublime estallido.

La fragancia de la rosa que se apodera del parque se impone sobre el rancio aroma de la refriega que persiste majadero ocultando el cielo azul.  El alba trae un sábado gris y a ratos, el sol intenta emerger por entre pequeños agujeros que las nubes le bloquean. Me interno en mi trote y me dejo seducir por la armonía lóbrega de la mañana. El diario trae un texto que me atrae; un escritor alude al desastre del Metro: contemplar esa destrucción fue especialmente doloroso para mí – reclama, pues tengo una hija minusválida que viaja en silla de ruedas, y desde hace una década – continúa, Metro ha iniciado un costoso programa para dar accesibilidad a la totalidad de estaciones de su red.
¡Cómo no interesarme! Si con la misma angustia he contemplado en la televisión las imágenes de fuego y devastación en la línea 1, en las mismas estaciones que hace sólo un par de meses, nuestra empresa entregó a Metro en cumplimiento con el programa de accesibilidad aludido. Franz habla en su crónica sobre la necesidad de construir lazos que nos acerquen y nos unan, y concuerdo con él, pero agrego que no hay modo de acercarnos al otro si no nos apropiamos de su dolor. ¿Entenderán los vándalos que asolaron las estaciones del Metro todo lo que retrocede en dignidad un país cuando una joven no puede desplazarse con libertad y autonomía? Quien ama a esa joven, como su padre que escribe sobre ello, lo entiende, pero el problema se resolverá solo cuando todos lleguemos a amar de igual forma que su padre, a esa desconocida joven.
 
La rosa seguirá creciendo y en conciliación con los rayos de sol enriquecerá cada amanecer, y por adversa que sea la ruta del hombre, nunca llegará a empobrecerlos. Escribo estas columnas desde hace tiempo, plasmando en ellas - con un estilo de prosa poética con el que trato de fortalecer las ideas que deseo transmitir – todo aquello que conmueve mi vida. Dos años atrás, por este mismo medio, dirigí una carta publicada en dos partes al entonces candidato Piñera, en la que le pedí algunas cosas que cito casi textual: Acuerdo con USEC para lograr que los empresarios firmen un compromiso por un país más humano, libre, justo y solidario. ¿No es eso lo que la ciudadanía exige? - Aplicación de una tasa tributaria variable a las empresas según la utilidad que obtenga, para restaurar los equilibrios y salvar la desigualdad. ¿Podrá restarse a ello alguien que ame de verdad a su prójimo? - El hombre debe usar sus talentos para generar riqueza, lo que valida el sistema, pero… ¿Tiene sentido su vida si durante ella solo se dedica a atesorar bienes materiales?  - ¿Es posible permanecer indiferente ante tan desigual distribución de la riqueza? ¿No se estará incubando un germen que finalmente atentará contra los propios poseedores de tal riqueza?
 
Por diversas razones, esos y muchos otros requerimientos de la ciudadanía no fueron atendidos y eso arrastró al país a la crisis que hoy padecemos, lo que obliga al Presidente a asumir su liderazgo con urgencia; reformular el ministerio con inclusión de todos los partidos políticos que representan la voz de la ciudadanía y encabezar el proceso de reformas que devolverán al país su posición de privilegio en el concierto internacional. La vida es una constante irrupción de oportunidades ¡Aprovéchelas! Pero para ello necesita gobernar con todos y para todos, y eso obliga a contar con un equipo colaborador capaz, pero sobretodo, ¡Sensible! Algo de lo que una parte de sus ministros carece.
 
En este dinámico mundo, en que la tecnología y el poder de redes sociales inducen confrontaciones entre las actuales generaciones, es importante dar cabida a la indulgencia en nuestras relaciones. ¡Jóvenes!: No pretendan transmitir a los viejos la carga de fastidio que ustedes sobrellevaron y de la cual hoy se están liberando. Permitan que prime un concepto de generosa unidad y entendimiento, y sobretodo asuman que nada se consigue en la vida sin algo de sacrificio, y que es aquello lo único que en definitiva les permitirá gozar del logro alcanzado.
 
¡No cabe aquí la decepción! Las autoridades están para prever la dimensión de la reacción del hombre, para eso deben leer los clásicos y asistir a clases de filosofía. ¡Eso sí! Y ¡Más que nunca! Debemos ampliar con generosidad el ámbito de nuestra ternura hasta apiadarnos del dolor del otro.  
 
El conocimiento de la naturaleza humana nos desalienta a veces y nos induce a perder la fuerza que precisamos para sostener al débil, pero aquello solo nos hace más débiles. ¡Ante la crisis es imperioso reaccionar! Meditar como el labriego, que después de ver huir la plaga de langostas que ha devastado su campo cavila por un tiempo prudente… y vuelve a la tierra, para excavarla con ahínco y determinación, hasta obtener nuevamente de ella el sustento que siempre le provee.
 

NOTA: Este texto se terminó de escribir al mediodía del sábado 26.10.2019