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Ex presidente de la Cámara de Diputados Antonio Leal y el lanzamiento de su libro sobre Gramsci: "Todos pueden utilizar su teoría para comprender la realidad"

Por Rodrigo Cabezón
Antonio Leal lanza el 13 de Mayo en el Senado de la República su libro “Gramsci” que ya se encuentra en librerías. Conversamos con el Sociólogo, Master en Historia de la Filosofía, PhD en Filosofía y ex Presidente de la Cámara de Diputados, sobre su nuevo libro, sobre sus escritos en torno a la postmodernidad y abordamos, también, el Congreso Ideológico del PPD.

Antonio, Gramsci es utilizado por diversos sectores y con interpretaciones muy diversas
Es parte, en primer, lugar del valor que su elaboración tiene para la filosofía y la ciencia política. Pero también, la constante deconstrucción y reconstrucción que experimenta el pensamiento de Gramsci está dado por el hecho de que su elaboración se produce en la cárcel y, por tanto, frente al riesgo de que sus escritos fueran requisados por la censura fascista, adquieren una premeditada encriptación. Gramsci, que estudió Filología, Lingüística y Filosofía, utiliza un lenguaje esopiano justamente porque sus “apuntes” no estaban destinados a ser publicados de esa forma.

Por tanto, era casi natural que la elaboración de Gramsci tuviera el destino que ha tenido: el de ser permanentemente interpretada. Ello le ha otorgado una enorme vigencia en diversas circunstancias históricas y en distintos escenarios del mundo, pero, a la vez, ha permitido que su pensamiento camine en manos de sus intérpretes con el riesgo de extraer de su obra algo que en ella no hay y con un claro detrimento de su contenido y del lugar político desde el cual él la pensaba y realizaba.

El “uso” de Gramsci, es decir, el utilizar su teoría para comprender la realidad, es legítimo, pero está fuera de ello adjudicar perspectivas políticas ideológicas que él no suscribió o que no podía suscribir por razones históricas concretas.

¿Se sostiene que el principal aporte de Gramsci está en su teoría de la Hegemonía y algunos le llaman el pensador de la súper estructura?
Si, el centro de la concepción de la superestructura de Gramsci y de su extensión del concepto de Estado, sea respecto de Marx, pero en general, de la filosofía política de la época, reside en el tema de la hegemonía.

A través de ella se expresa la relación entre sociedad civil y Estado, la dialéctica entre consenso y autoridad, la diferencia entre “guerra de posición”- que comporta una profunda reforma intelectual y moral como la difusión de una nueva hegemonía que transforma la filosofía en  “sentido común” de la sociedad - y “guerra de maniobras”- que era el modelo típico de las revoluciones jacobinas pasando por la francesa, la rusa y por la mayoría de eventos de los últimos dos siglos y que comportaron siempre, como común denominador, la idea del asalto, del acto palingenético, la utilización de la violencia como “partera de la historia”- y redefine el papel de los intelectuales y, con mayores límites el del propio partido-príncipe.

Este conjunto de nuevas definiciones o la reformulación moderna de ellas, es el nudo de la elaboración gramsciana y, sin duda, su mayor aporte filosófico al marxismo y a la teoría política en general.

Usted se pregunta en su libro si la elaboración de Gramsci contiene plenamente el liberalismo democrático y su respuesta es no.
Gramsci, se ha dicho, ha servido a la izquierda, incluso después de la caída del “comunismo real”, para estar en la sociedad civil de manera no instrumental, para concebir como elementos de diferenciación, altos niveles de appeal ético y moral como base de la proyección política y su pensamiento y metodología ha contribuido directamente a los procesos de renovación de una parte de la izquierda en el mundo.

Sin embargo, siguiendo la propia máxima de Gramsci “la verdad es siempre revolucionaria” es obligatorio preguntarse si su elaboración, hasta donde el la deja, une efectivamente la idea del socialismo como objetivo con la preeminencia de la democracia liberal. Mi respuesta es que no, que Gramsci con toda la expansividad de su creación política, se propone siempre reemplazar el capitalismo y construir un Estado con una nueva hegemonía de las clases subalternas y en especial del proletariado.

El Partido Príncipe es, en su visión, el Partido Revolucionario, que es la vanguardia de la creación del consenso social y el lugar de la formación de la hegemonía y ella misma, si bien es plural desde el punto de vista social, no lo es desde el punto de vista político y, por tanto, Gramsci no incorpora el valor del pluripartidismo, del pluralismo, de la representación, de la alternancia en el poder, que son elementos centrales de la democracia representativa moderna, como parte del proyecto del futuro Estado socialista.

Es verdad que Gramsci califica de “democrática” a la hegemonía toda vez que piensa que la sociedad política (la fuerza) desaparece cuando la hegemonía logra un grado tal de consenso que da nacimiento a la “sociedad regulada”

donde desaparece la función represiva del Estado al desaparecer la diferencia entre gobernante y gobernados.

Hay una ambigüedad entre el Gramsci, que en la construcción de la hegemonía reconoce las luchas populares y las instituciones del Estado que ellas han contribuido a crear dentro del capitalismo, y aquel que describe el Estado con hegemonía de las clases subalternas y donde el aparataje político anterior no es parte del nuevo poder.

Su elaboración está anclada en una concepción clasista de la política, en la subordinación de una clase por otra como un factor determinante de la implementación de la hegemonía cultural de una mayoría que se transforma en Estado y que deberá permanentemente recrear su propia hegemonía una vez en el poder.

¿Como considerar hoy a Gramsci?

A Gramsci se le debe tratar como a un clásico de la política, sin pretender encontrar en su elaboración un conjunto de recetas que sirven para cada ocasión y su pensamiento debe ser ubicado en la perspectiva epistemológica de la tradición ilustrada de la modernidad donde la subjetividad, la conciencia humana es el terreno donde se debe construir el liderazgo, la conducción, la dirección más que el dominio, la hegemonía, entendida como la revolución de las ideas y de la moral, la autonomía colectiva y la libertad, como condiciones para hacer avanzar el proyecto de una nueva sociedad. Hay que recordar, que un clásico, en todos los campos y especialmente en el plano de la subjetividad, es aquel cuyo proyecto ya no se pude aplicar, pero de cuyo bagaje, como aporte sustantivo al progreso del conocimiento, no podemos prescindir. Eso ocurre con Gramsci y de allí el enorme valor de su elaboración.

Usted ha escrito varios ensayos sobre la postmodernidad y señala que ella marca la generación de la conciencia de las personas en el siglo XXI
La posmodernidad está presente en nuestras vidas mucho más de lo que pensamos, sus paradigmas reemplazan aceleradamente a los de la modernidad que han sido dominantes en la cultura occidental por más de tres siglos y desde hace varias décadas, pero sobretodo en el siglo XXI caracterizado por la enorme velocidad de los cambios y la aparente inexistencia del tiempo y del espacio, surge la urgencia de replantearnos filosóficamente donde estamos.

La crisis de la modernidad se expresa como un creciente malestar del hombre en una sociedad racionalizada en la cual se presentan proceso productivos, destructivos, por mucho tiempo subvalorados, de una explotación indiscriminada de la naturaleza, por la emergencia en la escena mundial de nuevos sujetos políticos que llevan adelante reivindicaciones inconciliables con la universalidad de la edad moderna o al menos se colocan en discusión las promesas naturalistas y se denuncian sus límites históricos y teóricos, y surgen fenómenos que ocupan gran centralidad, y reemplazan o se sobreponen a los conflictos sociales clásicos, como el feminismo, las reivindicaciones de las minorías, el derecho de la diferencia como derecho fundamental. El propio ecologismo, es un movimiento típico de la sociedad posmoderna en cuanto a movimiento de reacción a la degeneración destructiva del dominio tecnológico sobre la naturaleza.

Por ello, la posmodernidad surge como una nueva visión de un mundo complejo, donde la linealidad ya no existe y el determinismo ha cedido el espacio a la incertidumbre dentro de cuyas claves hay que construir los nuevos relatos y paradigmas.

En este contexto, que piensa del PPD y de su ubicación ideológica, tema del próximo Congreso de su partido
Para reflexionar sobre el espacio político del PPD hay que comprender que estamos frente a un cambio civilizatorio y que para la política implica tener presente los tres fenómenos generales que lo determinan: globalización, neoliberalismo dominante en la economía y también en la ideología, postmodernidad. Cada uno de ellos tiene un efecto no solo en las Agendas políticas sino en la estructura social, en el pensamiento humano, en la diversidad de los sujetos y la parcialidad de ellos y en la forma como se construye la subjetividad.

Si esto es así, entonces la ubicación del PPD debe darse teniendo presente esta nueva realidad, buscando situarse en una sociedad en acelerado cambio, conviviendo con el tejido y las problemáticas que de ella emergen, representado a sujetos plurales y a personas que no tienen vínculos con comunidades estructuradas y definidas.

La izquierda, en materia de partidos y grupos, está superpoblada en Chile y no tiene una sola identidad sino múltiples identidades, algunas que expresan viejas nostalgias y justificación de autoritarismos, lo que contamina ética y políticamente el concepto. Ello dificulta que un partido como el PPD pueda expresar la novedad de su origen y de su práctica política. El PPD tiene una visión universalista, sin ambages, sobre el valor de los derechos humanos, de las libertades y de la democracia. Otras izquierdas las hacen depender del grado de afinidad que tienen con tal o cual gobierno, relativizando, con ello, principios y valores que son definitorios e identitarios.
 
El PPD no nació como un partido de izquierda sino como Partido abierto a la convivencia de diversas culturas progresistas y democráticas.
 
El aporte cultural y social del PPD debe darse en el ámbito del progresismo, en una conformación que una la tradición ideológica y las realizaciones históricas de la socialdemocracia y del liberalismo cultural, que junto a la lucha por la integración y la justicia social coloque coherentemente los temas ecológicos, feminismo, étnico, la diversidad sexual y la ética pública.
 
Aspiro a un PPD progresista y libertario, que busque el acuerdo político con todas las fuerzas de centroizquierda pero que abra también espacios en la sociedad temática, en los grupos que se configuran para luchas parciales por objetivos que representan a franjas de la sociedad, que reproponga una política con estándares éticos, una democracia participativa, políticas sociales estructurales que marque la idea de una sociedad distinta a la neoliberal, que llegue al individuo y busque transformar la desazón y el desencanto abstencionista en un compromiso para la acción.
Mi esperanza es que el PPD se atreva a ser distinto y a representar otra manera de estar en la sociedad y en la política.