Oh I'm just counting

Julio 1973: Diálogo al borde del abismo Por Ricardo Hormazábal Sánchez, exdiputado, exsenador

Diálogo al borde del abismo

Radomiro Tomic R. (DC)
Clodomiro Almeyda M. (PS)
Ricardo Hormazábal S. (DC)
Alejandro Rojas W. (PC)
Prólogo Carlos Huneeus M.

Índice
Introducción de Ricardo Hormazábal ………………………..……….2
Prólogo de Carlos Huneeus …………..…………………….......….…. 5
El contexto del Foro-Diálogo ………………..……….....…..………. 11
Los protagonistas …………………………………………….........…….. 13
Foro – Diálogo en la Parroquia Universitaria ……….…………. 15
Primera intervención de Clodomiro Almeyda ………..………… 16
Primera intervención de Radomiro Tomic ………………...…….. 23
Primera intervención de Alejandro Rojas ……….…….…………. 35
Primera intervención de Ricardo Hormazábal ………..……….. 41
Segunda intervención de Clodomiro Almeyda …..….……….… 49
Segunda intervención de Radomiro Tomic ……..…….…………. 53
Segunda intervención de Alejandro Rojas ……………....……… 60
Segunda intervención de Ricardo Hormazábal ………………… 70

Introducción
Cumpliendo reiteradas instrucciones de mi señora, Pepita, me he dedicado a un largo proceso de revisión y descarte de los numerosos documentos acumulados en mis ya 77 años de vida. La tediosa y pesada tarea se hace atractiva cuando nos encontramos con antecedentes que no recordábamos o que no sabíamos dónde estaban. Este documento es uno de ellos. Al encontrarlo, lo compartí con varios amigos de mi generación y ellos me sugirieron la idea de publicarlo.
Me decidí a hacerlo, porque los 50 años del Golpe generaron un debate que reabrió heridas y que aportó muy poco para recrear en el país un clima que ayudara a encontrar, en común, algunos caminos que nos permitan salir del tóxico ambiente que vivimos. Pensé que conocer el ejemplo de los participantes, de este encuentro podría aportar algo positivo.
Además, como no pude publicar la tercera edición de mi libro “LA DC Y ELGOBIERNO DE ALLENDE”, me pareció que este era un buen sustituto. Pero si a alguien le interesa leer ese texto puede encontrar la primera edición en Internet. (https://libros.uchile.cl/199).
En el contexto nacional, el llamado del Cardenal Silva, fue recogido por la DC, que dialogó con el gobierno hasta pocas horas antes del 11 de septiembre de 1973. Ninguno de estos esfuerzos pudo detener la caída al abismo debido a la fuerza del golpismo y a las provocadoras acciones de los partidarios del enfrentamiento en la UP.
Las opiniones de los participantes del Foro fueron muy distintas en, a lo menos, en tres ámbitos:
1.- Los DC rechazamos la Dictadura del Proletariado como camino posible para construir un socialismo democrático, pluralista y que condujera a un Chile mejor;
2.- Los participantes DC no aceptábamos una opción limitada de pluralismo permitida sólo a los que apoyaban el gobierno;
3.- La imposibilidad de negar la crisis generada por las políticas del gobierno que tenían ya casi un 200% de inflación en el año y el rechazo creciente del pueblo al rumbo seguido por el gobierno, lo que era un análisis superficial y equivocado según los oficialistas.
Las alternativas de los días previos al golpe eran:
1.- La propuesta de la DC consistente en la renuncia de todos los parlamentarios y del presidente de la República. para que el pueblo chileno solucionara pacíficamente la crisis en nuevas elecciones; 2.- La salida planteada por el General Prat el 9 de septiembre al Presidente Allende, en el sentido que el lunes 10 pidiera permiso constitucional al Congreso para ausentarse del país por un año; 3.- El enfrentamiento entre un sector de uniformados, junto a las fuerzas paramilitares que tenían la izquierda y la ultra, con las fuerzas armadas golpistas; 4.-Un plebiscito sobre una serie de temas que el Presidente Allende no logró concordar con la UP.
Como sabemos, triunfó la salida golpista buscada por el Gobierno de Nixon, la derecha política y económica junto a todas las ramas uniformadas que pusieron la verticalidad del mando al servicio de la fuerza bruta.
Clodomiro Almeyda y Alejandro Rojas cambiaron sus enfoques después del Golpe y contribuyeron, especialmente el primero, al encuentro de las fuerzas que logramos derrotar pacíficamente al tirano y que, con más altos que bajos, mantenemos un sistema democrático funcionando ya por casi treinta y tres años.
El aporte de algunos jefes uniformados y de sectores de la derecha que se negaron a seguir apoyando a Pinochet al perder el plebiscito fue muy valioso para comenzar un difícil camino, pero, sobre todo, tuvimos el privilegio de contar con un líder extraordinario: Patricio Aylwin Azócar.
Creo que los dirigentes actuales de todos los sectores, pero especialmente de las fuerzas no derechistas, deberían aprender de estos ejemplos y reconstruir la necesaria unidad para crear un Chile más justo y democrático.
Agradezco a Carlos Huneeus su extraordinario prólogo, a Mónica Lillo su eficiente transcripción y a Manuel Délano su creativa edición.
Y por cierto, a mi familia, que le debo mucho por su tremendo amor, paciencia y respaldo,
RICARDO HORMAZÁBAL SÁNCHEZ
Octubre de 2023,

PRÓLOGO

Este documento transcribe la grabación por radio Portales del foro realizado en la Parroquia Universitaria el 19 de julio de 1973, que difundió la emisora algunos días después acogiendo el llamado de la Iglesia Católica y del cardenal Raúl Silva Henríquez, arzobispo de Santiago, de buscar un acuerdo entre el gobierno de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende y la oposición representada por el PDC, el principal partido del país.
Los participantes del foro fueron: Clodomiro Almeyda (PS), ministro del gobierno de Allende; Radomiro Tomic (PDC), candidato en las elecciones presidenciales de 1970; Alejandro Rojas (PC), diputado y presidente de la FECH y Ricardo Hormazábal (PDC), diputado y presidente de la Juventud Demócrata Cristiana (JDC). El documento lo conservó este último, a quien se debe agradecer por ello.
Eran políticos de distintos partidos y generaciones, figuras relevantes en sus colectividades y muy conocidas por la opinión pública. Almeyda y Tomic pertenecían a la primera generación del PS y el PDC, y, como tales, participaron en la fundación de sus partidos en 1933 y 1938, respectivamente; Hormazábal y Rojas nacieron después de la Segunda Guerra Mundial, cuando sus partidos seguían adelante la marcha que les conduciría a La Moneda, en 1964 y 1970, respectivamente.
El texto reviste la mayor importancia para Chile en la actualidad. En primer lugar, permite observar cuán distinto era el nivel del debate político de entonces respecto del actual. Los cuatro participantes brindan argumentos bien fundados, muestran conocimientos de sus ideologías y de la de sus oponentes, plantean referencias culturales y todo esto con una retórica envolvente, de calidad. Se tratan con respeto, sin ocultar sus diferencias y no apelan a la descalificación del que piensa distinto. A pesar de la polarización de entonces -mayor, sin duda, que la actual- son más tolerantes con sus contradictores, que quienes participan hoy en el debate político.
Se trata de un enorme contraste con el debate público de los últimos años, y no solo con el que hemos visto con ocasión de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado, donde predominan consignas y afirmaciones sin fundamentos y descalificación a los adversarios y a sus argumentos.
Este nuevo estilo político febril y mediático, propio de la era de las redes sociales, se expresó recientemente en la Convención Constitucional, en la cual predominaron posiciones sin argumentos, que no se proponían persuadir a los adversarios, sino que desacreditarlos y descalificar sus planteamientos.
En segundo término, este foro tiene una extraordinaria relevancia histórica porque muestra nítidamente las profundas diferencias que existían entre los planteamientos de los participantes de izquierda y del PDC y el convencimiento -de unos y otros- en la consistencia y fortaleza de sus respectivos argumentos. Constituye un buen ejemplo de hasta qué punto la ideología puede cegar la vista y cerrar los oídos de políticos de fuste, para que ninguno ceda en aras de acuerdos y compromisos. A pesar de la lucidez de todos ellos, yerran en su diagnóstico de que la revolución -léase el reemplazo del capitalismo-está próximo.
Sus biografías invitaban a un diálogo fructífero. Almeyda era ministro del presidente Allende, quien se manifestaba públicamente a favor de un acuerdo con el PDC y se esperaba compartiera la posición del mandatario. Rojas era militante de la juventud del PC, el único partido de la UP que apoyaba el diálogo con la DC. Tomic tenía impecables credenciales frente al oficialismo por haber mantenido durante años una postura favorable a un acuerdo entre el centro y la izquierda, que la reiteró cuando Allende se impuso estrechamente en la elección de 1970 con el 36,6%. Hormazábal era un decidido partidario de las reformas estructurales del gobierno de Frei, compartía el pensamiento ideológico y político de Tomic y era el principal líder de la juventud de la DC.
Sin embargo, el diálogo no fructificó. Almeyda y Rojas no cedieron en sus posiciones. Por ejemplo, Almeyda consideró un
exceso los antecedentes económicos y políticos entregados por Tomic para describir el difícil estado en que se encontraba el país –“es sólo la costra que cubre los elementos nuevos, que están desarrollándose por debajo de este proceso” [subrayado nuestro]. En respuesta a una afirmación de Tomic, Rojas contradijo la postura del presidente Allende de que Chile seguiría un “segundo camino” al socialismo, por la vía legal, y postula que, por el contrario, existirían varios caminos al socialismo, tantos como países socialistas (14). A continuación, justificó la “dictadura del proletariado”, concepto que Tomic y Hormazábal rechazaron.
Un intercambio de opiniones entre Rojas y Tomic sobre la violencia subraya las diferencias doctrinarias y políticas entre la izquierda y el PDC. Rojas justificó las dificultades y errores del gobierno de Allende por impulsar una revolución, la que
inevitablemente llevaría a conflictos y divisiones. Este planteamiento había sido adelantado, de una manera algo menos explícita, por Almeyda.
Rojas explicó este carácter de la revolución con un símil que tomó de un profesor suyo en la universidad: “La revolución es igual que un parto (…). Siendo la revolución un proceso doloroso, con desgarramiento, con sangramiento, incluso, la criatura que nace, es una criatura maravillosa, y por ella vale la pena luchar”.
Tomic le respondió de una manera muy directa, para diferenciar la revolución según un cristiano, de la que querían entonces el PS y un sector del PC: “Atención, mi estimado Alejandro: no todos los partos terminan en la felicidad de la madre y del infante; en muchos muere la guagua. Y el problema es ese. Que, si todo parto supone esfuerzo, y en alguna medida sufrimientos, este esfuerzo y este sufrimiento tengan un final positivo; la criatura sana, viva, alegre, normal, capaz de multiplicar la vida, y no tenga como desenlace, la muerte del niño. Y esto puede ocurrir, y no es mero símil retórico”.
Este símil se convertiría en una dramática predicción desde el 11 de septiembre de 1973, con los muertos, torturados y exiliados, víctimas de la dictadura.
Durante estas semanas de conmemoración del quiebre de 1973, políticos, estudiosos, comentaristas de la política y profesionales de los medios de comunicación coincidieron en que el fracaso del pasado entrega lecciones. La historia no se repite: no habrá otro 30 de enero de 1933 como lo fue para los alemanes el día en que Adolf Hitler juró como canciller de Alemania, tampoco un nuevo 18 de julio de 1936 para los españoles, día del alzamiento militar contra la República y el inicio de la Guerra Civil Española, ni un nuevo 11 de septiembre de 1973 para los chilenos. Sin embargo, las lecciones se deben actualizar según los nuevos desafíos que enfrentan los países que estuvieron en el abismo. Incluso los que pudieron esquivarlo, como fue el caso de los Estados Unidos, que contuvo la amenaza de un quiebre de su democracia por acciones del presidente Donald Trump.
Chile tiene un desafío pendiente que exige actualizar el compromiso adquirido por nuestra trágica historia, que este foro
debate nos recuerda: tener una carta fundamental que exprese los valores e intereses de todos los chilenos.
El fracaso del anterior proceso constituyente mostró que este compromiso no fue compartido por los convencionales que fueron mayoría, pues quisieron imponer su propia visión de las instituciones y valores en la nueva carta fundamental.
Los meses transcurridos del nuevo proceso constituyente y las decisiones aprobadas por los consejeros de la actual mayoría plantean el peligro de que se repita el abuso de poder. Este no tiene consecuencias de similar dramatismo e intensidad que el quiebre de la democracia de hace medio siglo, pero reviste una relevancia decisiva para el futuro de nuestro país. La alternativa es: tendrá o no Chile una nueva Constitución. Cincuenta años del quiebre de 1973 debieran
dejarnos la enseñanza de ponernos de acuerdo para lograr ese fin. Este sería el mejor acto de conmemoración.

Carlos Huneeus
Septiembre 2023

APUNTES DEL EDITOR

1.- Lugar y fecha
Parroquia Universitaria, Santiago, jueves 19 de julio de 1973, transmitido por “Radio Portales” el domingo 22 de julio de 1973, en el programa “La gran encuesta”.
2.-El contexto
El país vive horas dramáticas. Hace menos de un mes, el comandante en jefe del Ejército, general Carlos Prats, sofocó en persona un intento de putsch militar encabezado por un teniente coronel, que al mando de tanques y vehículos blindados y con 80 soldados atacó el palacio de gobierno. El fallido golpe militar dejó 22 muertos y 50 heridos y sus instigadores, dirigentes del grupo de extrema derecha Patria y Libertad, se asilaron en la embajada de Ecuador. Los partidarios de la Unidad Popular se tomaron cientos de empresas y se multiplicaron los cordones industriales en defensa del gobierno, mientras mineros y gremios estaban en paro contra la UP, se sucedían los atentados, la inflación seguía desatada y las Fuerzas Armadas empezaron a realizar allanamientos en fábricas en busca de armas.
La tensión y polarización políticas son máximas. Días antes, el 16 de julio, el Comité Permanente del Episcopado hizo un llamado a la pacificación titulado “La paz de Chile tiene un precio”. Ese precio era “la necesidad de que todos cambiemos de actitud” para construir un consenso nacional. El texto pide una tregua política y a los sectores en pugna “les imploramos que den los pasos necesarios para crear las condiciones para un diálogo que haga posible un entendimiento”.
En ese contexto ocurre el foro sobre el diálogo entre cuatro dirigentes en la Parroquia Universitaria, que presentan estas páginas a continuación: un socialista, un comunista y dos dirigentes de la DC. Más de cien personas abarrotan un salón del recinto para escucharlos. En sus memorias, el cardenal Raúl Silva Henríquez relata que el 23 de julio -al día siguiente de la transmisión por radio de este foro-, Allende lo invita a La Moneda a conversar sobre el diálogo y le pide interceder
con Aylwin. El 25, el presidente plantea en un discurso ocho puntos para el diálogo. Tres días después, el 28, Aylwin le envía una carta al cardenal aceptando el diálogo. El resultado es conocido...
Los protagonistas de estas páginas no lo saben todavía: a la democracia chilena le quedan menos de dos meses de vida antes que la interrumpa por más de 16 años un cruento golpe de Estado, bombardeo de La Moneda incluido, y una dictadura que cambiará para siempre el país.
La cuenta regresiva del reloj ya se inició.

4.-LOS PROTAGONISTAS
Clodomiro Almeyda Medina (1923-1997)
Abogado, profesor y dirigente del Partido Socialista, fue diputado y ministro en cinco secretarías de Estado en dos gobiernos: del Trabajo, Minas, y Minería (segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo) y de Defensa y Relaciones Exteriores (gobierno de Salvador Allende). Tras el golpe de Estado de 1973 fue detenido y enviado como prisionero al campo de concentración de Isla Dawson, desde donde partió al exilio. Después de la división del PS en 1978 quedó al frente del sector mayoritario, conocido como PS Almeyda. En 1987 regresó a Chile clandestinamente, atravesando la cordillera a lomo de mula y fue nuevamente detenido. Fue determinante en la construcción de la Concertación de Partidos por la Democracia, que unió a socialistas y democratacristianos con otras fuerzas, así como en la reunificación del PS. Destacó por su capacidad teórica y como polemista.

Radomiro Tomic Romero (1914-1992)
Abogado y senador democratacristiano en varios períodos, fue embajador en Estados Unidos y en 1970 fue designado como candidato presidencial del PDC, para intentar suceder al presidente Eduardo Frei Montalva. Presidió en dos oportunidades la Falange Nacional, antecesora de la DC, de la cual fue uno de sus fundadores. Reconocido hasta por sus adversarios por su oratoria brillante y florida, siendo candidato presidencial postuló la “unidad del pueblo”, a la que intentó infructuosamente llegar con la izquierda, con un programa de gobierno muy similar al que levantó la Unidad Popular. Pero entre el centro y la izquierda no fue posible entonces la unidad, a pesar de la similitud de sus proyectos. En la elección presidencial, Tomic resultó tercero. Tendría que ocurrir una dictadura para que democratacristianos y socialistas se unieran con otras fuerzas en torno a un proyecto político.

Alejandro Rojas Wainer (1945-2018)
De profesión biólogo, pero político y militante comunista de corazón, fue el primer presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) después de más de una década de liderazgo democratacristiano en esta organización. En 1973 fue elegido diputado por el PC. La noche del triunfo, el 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende se dirigió a una multitud desde un balcón de la FECH en la avenida Alameda. Polemista talentoso, tras sus discusiones en televisión Rojas se ganó el mote de “Pasionaria”, en referencia a la vehemencia y oratoria de la líder femenina comunista
de la Guerra Civil Española. Después del golpe se asiló y un año más tarde partió al exilio. En 1982 renunció al PC después de criticar los llamados “socialismos reales”, emigró a Canadá, donde obtuvo un doctorado y se dedicó a la docencia e investigación.

Ricardo Hormazábal Sánchez (1946)
Abogado, ingresó al PDC a los 15 años de edad, presidió el centro de alumnos del Liceo Amunátegui, la Federación de Estudiantes Secundarios (FESECH), fue vocal de la FECH y en 1971, presidente de la Juventud Demócrata Cristiana (JDC). Dotado de gran facilidad de palabra y con un fuerte liderazgo social, en 1973, a los 26 años, fue elegido diputado en Santiago por su partido. En dictadura, de la que fue opositor desde su comienzo, trabajó en la reconstrucción del movimiento sindical, presidió el Sindicato del Banco del Desarrollo, fue dirigente nacional de la Confederación de Sindicatos Bancarios Privados y cofundador de la CUT. Fue detenido en varias oportunidades en protestas contra la dictadura y como animador de actos públicos contra Pinochet. Con el reinicio de la democracia en 1990 regresó al Congreso Nacional como senador y posteriormente, en 1998 partió como embajador a Alemania y a su regreso, en 2000, asumió como presidente de la Democracia Cristiana. Por más de 10 años fue Profesor Adjunto en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile y es fundador de ACUSA AFP, entidad que realizó diversas campañas contra los abusos de las AFP. Sigue militando en el PDC, pero sin participar en los debates internos.

FORO - DIÁLOGO EN LA PARRQUIA UNIVERSITARIA 

MODERADOR.
El jueves pasado conversé por teléfono con el excandidato presidencial Radomiro Tomic. Lo había estado persiguiendo desde la semana anterior para que viniera a este programa de la “Gran Encuesta”. Radomiro Tomic tenía que darnos su conformidad ese día jueves [19 de julio de 1973]. Entonces me dijo: “Mire usted, esta tarde debo comparecer a un foro al que he sido invitado por la Parroquia Universitaria, junto con el ministro de Defensa Clodomiro Almeyda, los diputados Ricardo Hormazábal, del Partido Demócrata Cristiano [PDC], y Alejandro Rojas, del Partido Comunista [PC]”. Le dije que me había hecho el ánimo de escucharle justamente esa explicación, esa excusa, pero que también estaba preparado para decirle que estimábamos que al país le interesa saber lo que está pensando Radomiro Tomic, y que si la montaña no venía a nosotros, nosotros iríamos a la montaña. Porque sus juicios, sus opiniones, nos interesaban, así como los juicios y las opiniones de Clodomiro Almeyda, y de los dos jóvenes diputados; porque el tema de los foros era “El diálogo hoy”, este afán, esta búsqueda de un entendimiento mínimo, que rescate la convivencia interna entre los chilenos, y que
tuvo tan dramática expresión en el llamado [al diálogo] del cardenal Raúl Silva Henríquez.

Este es, señores auditores, la explicación del programa de hoy, su justificación, porque es distinto, porque nos hemos salido de las normas habituales, porque no hay un personaje invitado, sino los cuatro participantes en aquel foro, que tuvieron como telón de fondo la dramática necesidad del diálogo, del encuentro, utilizar la razón y la cordura, para alcanzar la concordia.
Al iniciarse este foro, ustedes escucharán en primer lugar al ministro de Defensa, Clodomiro Almeyda.

CLODOMIRO ALMEYDA.
Yo quisiera comenzar diciendo que un tema como el que ahora nos va a preocupar envuelve un tan sinnúmero de aspectos, de dimensiones, que es difícil pretender profundizarlo y agotarlo en plenitud, a cabalidad. Yo quiero referirme en esta primera intervención a solo una faceta implícita en este diálogo que se ha propuesto a los chilenos en esta difícil coyuntura de nuestra historia, que me parece interesante esclarecer y reflexionar sobre ello. Y este aspecto es el siguiente: cuando uno escucha a los sectores de oposición, o a muchos de ellos, dar su versión y su imagen acerca del momento que vive nuestra patria, uno va registrando a través de sus palabras un cuadro extraordinariamente negro y sombrío. Y cuando uno escucha en esta hora, a voceros de los sectores adversos al gobierno, muchas veces se encuentra ante un cuadro tan sombrío y tan negro acerca del momento que vive nuestra patria, que pareciera que nuestro país estuviera a punto de desaparecer y de desintegrarse como tal. Nunca había Chile experimentado una conmoción tan profunda, que alterara de manera destructiva y anárquica las bases de la sociedad, que deteriorara su economía en la forma que estaría ocurriendo ahora. La crisis moral estaría embargando también a todos los aspectos de la vida nacional; nos encontraríamos a punto de dejar de existir como nación.
Este panorama, esta imagen, este cuadro que estamos acostumbrados a escuchar, me ha llevado a reflexionar acerca de la incomprensión histórica, de la falta de sensibilidad para percibir el momento que vive el mundo, y en consecuencia nuestra patria, por parte de quienes tienen una visión tan limitada, estrecha y miope -diría yo- de lo que está ocurriendo en nuestro país. Parece que quienes así pensaran, que quienes así vieran lo que está pasando en nuestro Chile, no se percataran de que este proceso que vive ahora nuestro país, no es sino una forma en que se proyecta en Chile una crisis de todo un sistema de vida en el mundo, con raíces muy antiguas; crisis que es quizás el recodo decisivo de la historia del hombre, que es el momento clave en todo el transcurso del hombre en el planeta, en que decenas de miles de años de historia cambian de rumbo, de meta y dirección, al encaminarse ahora, en esta nueva fase que se vislumbra en este presente conturbado, [a] una nueva etapa, una nueva sociedad, un nuevo hombre, una nueva humanidad.

Siempre los sectores sociales, las ideologías y los valores ligados a las sociedades que viven su ocaso, perciben el momento que están viviendo con caracteres así tan negros y sombríos. Las crónicas de la época de la revolución francesa, provenientes de los observadores ligados a esa sociedad que se desmoronaba, las crónicas acerca de la revolución rusa, en la época en que se producía este grandioso fenómeno, tenían también estos mismos rasgos y estos caracteres sombríos. Incluso, las crónicas acerca de nuestra independencia de los años 1811, 1812 y 1813 hablaban de desorden, de anarquía, de pillaje, de desorganización de la vida económica, de crisis moral. Parecía que todo un mundo se destruía y que no había futuro, que no había destino. Pero es que si esos cuadros sombríos, como el que [se] pinta ahora de Chile solo reflejan la incapacidad de los que viven mirando hacia atrás, que están ligados a las estructuras y a las ideas del pasado; solo reflejan su incapacidad histórica y su ineptitud para poder comprender el mundo en que viven, para poder ubicarse en la sociedad que están viviendo, y en consecuencia, también una incapacidad orgánica para poder entender y tomar actitudes correctas frente a esas coyunturas. Porque solo ven lo superficial y las apariencias. Porque como miran hacia el pasado, y están ligados a las estructuras sociales y a los valores que están precisamente en crisis, que están perdiendo sentido, por eso mismo, no pueden percibir que por debajo de aquello se están generando cosas nuevas, importantes, que autorizarían perfectamente para describir a este Chile hoy, y a estos momentos, como los más
esperanzados, prometedores y estimulantes que jamás haya atravesado nuestra patria.
Así lo pensamos y así lo vemos. Así vivimos este instante quienes miramos hacia adelante, quienes somos capaces de criticar de manera radical la sociedad en que vivimos, y quienes somos capaces, en consecuencia, de descubrir debajo de esta crisis, aunque sea en forma balbuceante y germinal, los elementos decisivos de lo que más adelante va a ser la nueva sociedad, el nuevo Chile, el nuevo hombre chileno.
Porque, compañeros y compañeras, toda esta anarquía que hay en Chile en términos de lo que es y era el orden; ese desorden e ineficiencia económica, en términos de lo que era y es todavía la economía que se quiere cambiar, sustituir. Esa crisis moral, porque hay crisis en los valores morales que hasta ahora estaban presidiendo nuestra sociedad. Todo eso, que es solo la costra que cubre los elementos nuevos, que están desarrollándose por debajo de este proceso, y que es fundamental por lo menos valorarlos, percatarlos, identificarlos, para tener una idea de lo que está pasando en Chile, y para poder ponerse de acuerdo en consecuencia, a través del diálogo, de lo que hay que hacer para que esos elementos se desarrollen, crezcan y se fortalezcan.
No quisiera referirme a muchos de esos elementos, pero vale la pena mencionarlos, porque nadie los toca en este verdadero exceso de cuadros negativos y apocalípticos sobre nuestra patria. Por ejemplo, pensemos en un hecho: el despertar campesino, que es producto de años de lucha y de trabajo de las fuerzas populares chilenas, y en la que tuvieron participación destacada las fuerzas que sostuvieron el gobierno anterior. Ese despertar campesino [que] está cambiando el rostro, no solo en el campo chileno, sino que en nuestra patria, está significando una experiencia tan valiosa, tan interesante, tan llena de enseñanza, que quizás nadie podría haber predicho antes, haber previsto las condiciones que se albergaban en el campesino chileno en cuanto a la estabilidad, en cuanto a [la] capacidad de poder
captar lo nuevo, de adaptarse a las circunstancias, de engendrar nuevas organizaciones como una fuerza activa, motora, dentro y protagonista de la historia nacional.
El desarrollo de las organizaciones populares, que también tiene sus raíces en el pasado, pero que ahora alcanza cada vez formas nuevas más audaces y más inéditas, que encuentran quizás sus raíces antiguas en las mutualidades, pero que ahora se expresa de la manera más novísima en estos famosos cordones industriales, que tanto preocupan a los sectores más conservadores de nuestro país.
Hasta el balbuceo de un sistema de reparticiones y distribución de la riqueza, en función de las necesidades humanas, que está envuelto detrás de estos programas de distribución racionada que se están ensayando, que son el germen de lo que debe ser la más humana manera de distribuir los bienes en una sociedad racionalmente organizada, la ruptura esencial de nuestras relaciones de dependencia en el orden económico, lograda a través de la recuperación de nuestras riquezas naturales. El valor que tiene para nuestra patria, a pesar de lo peligroso, más que lo peligroso, digamos de lo ambivalente que es en ciertos aspectos la rebeldía juvenil, la emancipación femenina que presenta nuestro país en los últimos años, que le está dando a nuestro Chile características singulares, yo diría no solo en América Latina, sino en todo el mundo. Lo que significa el trabajo voluntario, esta nueva manera de concebir el trabajo, que también se comienza a realizar, cada vez con mayor ímpetu en diferentes aspectos de la vida nacional. Y para no entrar en lugares comunes, la significación que tiene potencial al menos para poder organizar planificadamente una economía, y [el] desarrollo, que implica la creación del área de propiedad social.
Bueno, podríamos citar aquí muchas cosas grandes, de extraordinaria proyección que se están gestando, no de una manera quizás tan racional como pudiera planearlas en su escritorio algún ideólogo que pudiera manejar la historia como quien maneja las piezas de un tablero de ajedrez, porque hay quienes se olvidan que la historia no se hace así. La historia se hace a través y en función de masas, y de fuerzas que se mueven, que ensayan, que se equivocan y que aprenden a través de las equivocaciones, de las experiencias y de [las] frustraciones encuentran o recogen lecciones que enseguida proyectan hacia el futuro. Y así se van edificando las cosas nuevas que son, en realidad, absolutamente nuevas, como es nueva la sociedad que se está gestando aquí en Chile.
Pues bien, yo quiero decirles que si no hay una comprensión de este momento, en la forma en que [de] cierta manera he querido yo ahora visualizarlo, si no es posible darse cuenta [de] que eso está pasando en Chile, y nos quedamos con la imagen apocalíptica de quienes creen que nos estamos desintegrando como nación, es muy difícil crear condiciones para que el diálogo sea constructivo, para que el diálogo sirva para avanzar, para que el diálogo sirva para rectificar errores, para que el diálogo sirva para enriquecer las perspectivas delproceso que vivimos, para conseguir más apoyo para este proceso.
Son esos, en realidad, los verdaderos objetivos de un diálogo que contribuya a rehacer el nuevo Chile y no sirva para mantener a nuestro país mirando hacia el pasado. Y yo creo que fuera de la Unidad Popular [UP] hay fuerzas que están en esa actitud. Creo que hay fuerzas que no pueden dejar de interpretar de una manera positiva y optimista este momento de Chile. Y las hay, entre otras, aquellas que representara, precisamente, nuestro amigo Radomiro Tomic en la
elección pasada presidencial, y que se reflejaba en el carácter de su programa, también dirigido hacia adelante, también mirando hacia el futuro, también marcando una meta progresiva y progresista. En esa medida pues, es que creo que hay entre las fuerzas de avanzada y progresistas de Chile, una visión común de nuestra patria, en el sentido de que está marcada por el signo del optimismo y por la capacidad de penetrar el sentido histórico que vive el mundo y nuestro Chile. En esa misma medida, creo que el diálogo es positivo y constructivo.
Pero con quienes no ven la realidad, con quienes no tienen capacidad histórica para percibir el momento que vivimos y para ubicarse frente a él, con esos no hay diálogo posible, porque no es diálogo entre sordos, sino que diálogo con un ciego.

MODERADOR.
Continuando con este panel, hará su primera intervención don Radomiro Tomic.

RADOMIRO TOMIC.
Por la brevedad del tiempo, ustedes tienen que excusarme si el pensamiento debe expresarse de un modo muy sumario, apenas lo esencial, para ir articulando el desarrollo hasta alcanzar alguna finalidad útil para nuestro foro. Diálogo hay. Como creyente, la relación solidaria con los demás hombres es obligatoria. Vale la pena subrayar aquí, que el mandamiento cristiano del amor no es solo amar al prójimo, y es por boca del propio Cristo que se subraya “amar aún al
enemigo”. Yo creo que aquí, en el seno de la Parroquia Universitaria, es obligatorio recalcar, para los que somos creyentes, aunque esto no obligue a los otros, que es imperativo, en la medida en que pretendamos ser fieles a este tipo de convicciones fundamentales de carácter religioso, que el imperativo del amor cristiano obliga no solo al amor al prójimo, sino que incluye en el prójimo aún al enemigo. Se puede rechazar esto, pero no se puede pretender que se está
rechazando en nombre de valores cristianos.
Como chileno, yo quisiera subrayar algo que dije en la Universidad de Chile al comenzar este año, en una invitación para
hablar en la Facultad de Derecho. Somos una sola comunidad nacional, un solo pueblo. Y lo que habría que traer a primer plano es la conciencia, particularmente de la generación joven, [de] que siendo esto un hecho indubitable, las victorias que se obtienen de unos chilenos sobre otros chilenos, en último análisis, muchachas y muchachos de la Universidad, son mutilaciones. Chile es menos integralmente Chile cuando un sector de chilenos abate a otro sector de chilenos que ha obtenido una victoria sobre los otros, porque nos necesitamos todos.
En cuanto a demócrata, el diálogo es el otro nombre de la democracia. La democracia está compuesta por dos mitades. Para hablar en términos formales de tipo político, el gobierno más la oposición. La oposición y el gobierno son dos mitades del sistema democrático, formal, constitucional chileno. De ahí que no se puede pretender estar pensando, y viviendo, y sirviendo valores democráticos, si se rechaza este condicionante del sistema: gobierno y oposición son dos partes integrantes de un solo todo que se llama el proceso democrático.
Quisiera finalmente decir, como elemento de juicio para ustedes, que me parece obligatorio para mí, que tal como ha sido dicho por el moderador, yo no estoy aquí, tampoco, representando al PDC, sería un abuso de mi parte, si bien creo interpretar la posición bien conocida, pública, oficial de las directivas. Pero quisiera subrayar que las opiniones que yo dé en este foro no obligan a nadie sino a mí mismo.
Entremos ahora un poco más en materia, y un poco más adelante me voy a ocupar del planteamiento central que acaba de hacer mi amigo Clodomiro Almeyda. ¿Por qué la urgencia del diálogo a Chile, hoy? ¿Por qué diálogo, hoy? Estamos reunidos, tal vez de un modo muy directo, por el llamado que formulara el cardenal a nombre de los obispos chilenos, hace apenas cuatro días. Y recordemos que las palabras literales del llamado son: “Formulamos un llamado extremo”.
Aquí yo quisiera marcar, no creo que sea un desacuerdo con un aspecto de lo que acaba de plantear Clodomiro, pero probablemente sea mejor señalar algo que me parece que en sus palabras no está señalado. ¿Por qué el diálogo hoy? ¿Es que solo el cardenal y los obispos chilenos estiman que el país está en una situación de inminente peligro, que los obliga a formular un llamado extremo?
No, no solo el cardenal y los obispos. Yo creía que este asunto no era necesario fundamentarlo esta noche. Pero estoy seguro que podría traer los textos de alocuciones del presidente Allende, de los últimos diez días, en donde subraya la extrema peligrosidad de la situación actual. Estoy seguro que en el discurso de Carlos Altamirano  que he leído, y que tengo en mi archivo, pero que no traje, de nuevo se señala ante el país -o por lo menos ante determinados sectores del país- la situación de extrema peligrosidad por la cual está atravesando Chile en estos días. Es lo que ha hecho el secretario general del PC también, en sus planteamientos que reproduce parcialmente todos los días el diario “El Siglo”, también en el día de hoy. Esto, por lo que toca a las esferas de gobierno. Es el discurso hecho por el presidente nacional de la DC, el senador Aylwin en el Senado, hace menos de una semana, en donde dice que el país vive la crisis mayor desde el año 1891. Es el planteamiento hecho al país, por Televisión Nacional, por el presidente del Senado, por Eduardo
Frei, donde también señala que en todo el curso de este siglo, el país no ha conocido una situación más tensa y más peligrosa que hoy. Otros políticos, otros grupos, que no me interesa comprometer, han usado también de medios de comunicación nacional para expresar lo mismo. Y finalmente, todo esto subraya el cardenal a nombre del episcopado católico. Curiosamente, en muy pocas cosas hay consenso en Chile, pero en esto no hay solo un consenso mínimo, sino un consenso máximo, que el país está viviendo, en estos meses, semanas y días, tal vez, la más amenazante de las crisis institucionales; no estoy hablando de cosas solamente económicas, que ha conocido en todo el curso de este siglo.
Por eso, la urgencia del diálogo. No da lo mismo que conversemos en julio del año 1973, o posterguemos esto para enero de 1974, porque el proceso revolucionario que sacude a la humanidad, que se diseña con la tentativa de construir por primera vez en la historia una sola civilización mundial, francamente, no comenzó ayer, y francamente, no terminará mañana. Si fuera en función de esa dimensión trascendente del desarrollo histórico que nos reunimos esta noche, bien podríamos reunirnos en las próximas vacaciones, no en las de invierno, sino en las de verano. Pero no hay tal latitud, no hay esta perspectiva desde lo alto de la montaña de ver como el sol nace, o como el sol muere al otro lado. El país está viviendo una hora crítica; problemas inmediatos que requieren el diálogo, esto que vi en la prensa de hoy, esas declaraciones del anterior presidente de la DC, Renán Fuentealba, la expresión que usa, dice: la sorpresa que le produce volver a Chile 30 días después, apenas 33 días ha estado fuera, y lo vertiginoso, que según él se ha hecho la marcha hacia el abismo. Son las palabras que utiliza. La marcha hacia el abismo, el abismo del enfrentamiento, del enfrentamiento armado, de la sangre de chilenos a la cual hace mención el llamado específico de los obispos y del cardenal.
¿De qué está hecha la crisis actual? Las tensiones que están amenazando con el desplome institucional y lo que viene atrás. Yo creo que se puede, si uno quiere, acumular elementos de juicio, suficientemente importantes, diferenciados. Hagamos una tentativa cualquiera. Yo puedo poner cinco en fila, inmediatamente, y podrían ser muchos más, si uno quisiera hacer un análisis más fino.

Primero, hay parálisis institucional. ¿Sí o no? ¿No es un hecho cierto que los poderes del Estado están ahora en abierto antagonismo? ¿Y que esto está conduciendo a lo que uno puede llamar la parálisis institucional? ¿El Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo, el Poder Judicial, la Contraloría General de la República no se acusan públicamente unos a otros? ¿Cuándo el país ha conocido esta situación antes? Un factor.
Segundo, este manejo de factores económicos fundamentales es verdaderamente estremecedor. Toda la vida cotidiana de diez millones de chilenos; no para los técnicos o los economistas, que el costo de la vida pueda ser ya más, el aumento, la inflación, pueda exceder ya el 200% en un año. Eso es estar al borde de lo que se llama técnicamente, la hiperinflación. La hiperinflación la han conocido algunos países en este siglo. La conoció China, después de 1945. La conoció Alemania en 1923 y en 1946. La hiperinflación equivale a que luego hay que disponer de miles de millones de marcos para comprar un kilo de pan. La hiperinflación, cuando quizás algunos de ustedes ya habían nacido, en la Alemania de 1947 equivale a que ya no circula más la moneda alemana, a que las compras y las ventas y los arriendos se pagan con fósforos y con cigarrillos, porque no tiene sentido alguno usar moneda, porque lo que en la mañana vale un millón de marcos, en la tarde vale cinco millones de marcos, y al día siguiente vale treinta millones de marcos. Entonces, se utilizan los cigarrillos, los fósforos, elementos de usos.
Entonces, ustedes ven, en el momento de la hiperinflación, Chile no está en la hiperinflación. Seamos claros. Pero este desarrollo del fenómeno inflacionista a este ritmo, este gobierno logró rebajar la tasa de inflación el año 1971 al 22%. Pero el año 1972 fue del 164%, y el año 1973 amenaza ser del 300%. ¿Cuándo se pierde el centro, por entero? Y si el país entra a la etapa de hiperinflación, ¿cómo se maneja la economía de un país que, vuelvo a repetir, no es problema
para el Banco Central, es problema para los 15 millones de chilenos cada mañana? ¿Qué pasa con el desabastecimiento? Todas estas cosas, constituyen el segundo elemento que crea en el país un estado de tensión no conocido antes.
El tercero es la ilegalidad creciente. En algunos, esto se llama la desobediencia civil, en otros se llama la creación del “poder popular”, resistido y rechazado por el presidente Allende, por la Unidad Popular, hasta tal vez no hace un mes, tal vez dos meses; luego, en función de las tensiones inmediatas e inminentes, se ha aceptado este poder popular, que tiende a construirse como un ente autónomo, también desde el punto de vista de la capacidad defensiva armada.
Cuarto elemento, el terrorismo ultrista, que en los dos extremos escapa al control del gobierno, y escapa al control de la oposición organizada, pero crea situaciones de hecho que a su vez provocan otras situaciones de hecho.
No son cosas de ocurrencia frecuentes. Ninguno de estos cinco factores que acabo de analizar, el país los ha conocido en estos términos de gravedad. Y ahora, resulta que ha conocido los cinco,convergen en un periodo de tiempo, que se puede medir en meses.
Por eso la urgencia del diálogo, porque hay un problema absolutamente real. Más preciso: porque las tentaciones de carácter institucional, y de carácter social, que han excedido el plano de lo técnico para cubrir este aspecto tremendo que es lo psicológico, el factor confianza, esas tensiones están llegando a un punto tan crítico que verdaderamente amagan el desplome institucional.
Y lo que nos preocupa, para sacar las cosas de términos así, más o menos jurídicos, lo que nos preocupa, lo que le preocupa al cardenal y [a] los obispos, es que la explosión de estas tensiones se transformen en el enfrentamiento armado; enfrentamiento armado que ningún chileno puede predecir que no se transforme en una guerra civil. Es preferible para un país enfrentar una sucesión de guerras exteriores y no una guerra civil. Porque frente a la guerra externa, por lo menos, se encuentran los elementos que permiten consolidar la conciencia de la unidad nacional. La guerra civil es desintegradora por excelencia, y la sangre que se derrama es literalmente veneno que cubre por generaciones la vida de un país. Y el sufrimiento y el odio abate, sino para siempre, abate de una manera horrorosa lo que se puede hacer por esa comunidad nacional, después del enfrentamiento armado y la guerra civil.
Ya Chile conoció esta experiencia. La guerra civil de 1891 apagó la estrella de Chile. Chile era la nación más organizada, más estable, más progresista, más rica, más unida de América Latina. Terminábamos el siglo XIX a la cabeza de este continente. La estrella de Chile literalmente fue hundida en el mar por la guerra civil de 1891. Costó diez mil muertos, pero no solo los diez mil muertos y las destrucciones que significó, sino el envenenamiento del sentido de solidaridad, de unidad nacional. Se desrieló Chile. Nunca más volvimos a ser lo que parecía que iba a ser, en la medida en que [se] marchaba desde la mitad o poco antes del siglo XIX. Pues bien, de esto se trata.
Ahora, yo voy a terminar, porque no quiero abusar de mi intervención, solamente insinuando un aspecto, que recojo [de] algo que me parece importante en lo que ha dicho Clodomiro Almeyda. Ha dicho muchas cosas ciertamente positivas, pero algo que a mí me parece interesante recoger es lo siguiente. Atención, sobre todo a la gente joven. Hay dos maneras de evadirse de la realidad y de los problemas y desafíos y obligaciones que la realidad impone. Una, es evadirse hacia el pasado. Es cierto.
Pero hay otra fuga de la realidad. Es la que pretende excusarse de aceptar las obligaciones y deberes de hoy, evadiéndose hacia el futuro. Es en función de lo que el futuro puede ser, y uno se siente liberado de lo que está obligado a hacer hoy día. No, yo no estoy en desacuerdo con que la humanidad atraviesa por el proceso de periodo revolucionario más intenso y más extenso de toda su historia. Habría que ser un absoluto ignorante para no ver que es así, que Chile
mismo, si uno quiere buscar las causas de la situación actual, en el sentido profundo, no con referencias a tal gobierno, a tal partido, a tal medida, es evidente que el país enfrenta todo el problema que significa salir de los viejos valores y estructuras de la sociedad capitalista tradicional, que está asfixiando, estrangulando a Chile desde hace veinte o treinta años, y crear nuevos valores, nuevas instituciones, y nuevos grupos humanos responsables de la construcción en Chile de un nuevo orden social. Ese es el origen profundo de la situación actual, es verdad, pero yo quisiera sobre todo que la gente joven se defienda resueltamente, de la teoría de que porque hay un proceso revolucionario en marcha, no importa si las cosas se hacen bien o se hacen mal; si el revolucionario acepta las obligaciones que impone ser revolucionario, por ejemplo, ser eficiente.
Yo encuentro que pocas cosas pueden hacer más daño a un proceso revolucionario que pretender excusar todo con la cosa del costo social. La obligación de quien conduce un proceso revolucionario es tener éxito, no fracasar. Hay cosas en la historia que parecen hechas, y vean ustedes sin embargo, como cuando se hacen mal, frustran de una manera miserable el provenir. Veamos América.
América Latina, lo que hoy llamamos América Latina, por 300 años, era una sola nación, con una sola religión, con una sola ley, con un solo idioma, con un solo sistema legal de gobierno, e intercambiando incluso los administradores. Llegó la hora de la independencia, ¿qué hicimos? La libertad significa la dispersión. Y esa nación que encabezaba la América sajona en todos los frentes en que ustedes quieran medir el progreso humano, estábamos delante de los Estados Unidos al despuntar el año 1800 en todos los frentes en que ustedes quieran medir el progreso humano, cualquiera que sea el metro que usen.
¿Por qué? Porque la fragmentación posterior condena a la América Latina al atraso, a la pobreza, a la dependencia. Allá en el Norte, las 13 colonias se transformaron en una sola nación. Aquí en el Sur, esa sola nación se desintegró en 20. Se podía hacer bien, y se podía hacer mal el proceso revolucionario. No hay excusas. Más tarde se pueden hacer otras referencias de otro orden, pensaba cuando escuchaba a Almeyda; la Iglesia Católica comenzó la conversión de China en el siglo 16, y parecía que iban a tener éxito, hasta junto al trono de emperador de China estaban los jesuitas haciendo la
evangelización cristiana. China pudo ser una nación cristiana, estuvo al borde de ser una nación cristiana, hasta que interfirieron los Domínicos, históricamente para exigir que la evangelización tenía que hacerse como en Europa, con un Cristo rubio y [de] ojos azules,obligando a los chinos a hablar latín, imponiéndoles cosas que eran absolutamente extrañas a su connatural manera de ser. Se perdió todo. Se podía hacer bien y se hizo mal. Y nosotros los cristianos creemos que Dios tiene más fuerza, más continuidad, más permanencia que otros valores que conducen la historia, y sin embargo también Dios puede ser mal servido por los hombres, y su revolución, puede ser mal servida por los hombres.
Y el proceso que está viviendo Chile en esta hora, tengo que decirlo, en la misma medida en que Clodomiro ha creído que podía, ha tenido la gentileza de citar el programa con que dimos la batalla presidencial el año 1970. Nosotros sosteníamos que en nuestra patria, con los problemas concretos del pueblo chileno, con su diferenciación política, su desarrollo social, sus intereses económicos, solo podía darse gobierno a Chile, conduciéndolo en un proceso revolucionario en función de la unidad política y social del pueblo. Una tesis [que] fue rechazada por quienes hoy gobiernan nuestro país.
Durante todo el año de la campaña presidencial, la respuesta fue: “No, con la DC nada, y con Tomic ni a misa”.
Yo no cito estas cosas por envenenar. A mí no me interesa llorar sobre la oscuridad, sino encender una luz, como decía Kennedy. Más que mil discursos clamando sobre la oscuridad, vale la pena encender una luz. Más que volverse hacia el pasado, mirar hacia el provenir, tomando la base del presente. Pero seamos claros, este proceso chileno es en gran medida consecuencia de no haber visto a tiempo que [en] nuestro país, el camino hacia un socialismo democrático, hacia la conciliación entre los valores de una democracia personalista, y una socialización de la economía, del poder social y político, pasaba en nuestro país, por el acuerdo entre estas dos grandes fuerzas que representan la inmensa mayoría del país, y la inmensa mayoría de aquellos que necesitan los cambios en profundidad.
Quisiera dejar constancia hasta este momento de mi intervención, que el origen más próximo de la crisis de 1973 está en la falta de visión política y de ponderación adecuada de los factores en juego, para que en Chile el proceso revolucionario tuviera éxito, y no resultara inútilmente comprometido, como lo demuestran los documentos, las citas, las referencias que acaba de hacer, el llamado del cardenal.
Nada más.

MODERADOR.
Continuamos entonces, con la palabra de Alejandro Rojas.

ALEJANDRO ROJAS.
Me parece que es indispensable iniciar nuestras palabras valorando la realización de este diálogo. Yo quiero saludar la iniciativa de la Parroquia Universitaria, porque en estos días se ha discutido, y se sigue discutiendo también, acerca de si se dialoga, o si no se dialoga. Y lo concreto es que por encima de las opiniones aquellas, ya estamos sentados aquí, por iniciativa de la Parroquia Universitaria para dialogar, para difundir, para ver cuáles son los puntos de contacto, y para ver qué puede salir de este intercambio de opiniones.
A mí me parece, y sin jactancia de ninguna especie, que la Parroquia Universitaria ha hecho bien al invitarnos a nosotros. Porque Radomiro Tomic representa la voluntad progresista de 800 mil chilenos que le entregaron su respaldo a él y su programa que planteó transformaciones revolucionarias, orientadas a sustituir la sociedad capitalista. A Clodomiro Almeyda, porque es la expresión de un gobierno controvertido, respaldado entusiasta y místicamente por amplios sectores de nuestro pueblo, pero también combatido intransigentemente, porque desarrolla una tarea revolucionaria. Y a Ricardo Hormazábal y a mí. Porque mal que mal representamos a los sectores, y valga la redundancia, más representativos del movimiento juvenil: a la juventud de la Unidad Popular y a la Juventud Demócrata
Cristiana [JDC].
Yo quisiera sí, hacer una digresión. Yo no voy a intervenir aquí en mi calidad de presidente de la FECH [Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile], lo voy a hacer con mi calidad de militante de las Juventudes Comunistas [JJ.CC.].
Estamos dialogando. Sería bueno preguntarse si acaso este diálogo es nuevo. Don Radomiro decía recién, “por qué el diálogo hoy”. Es claro que este diálogo no es nuevo. Yo diría que los diálogos entre cristianos y marxistas alcanzaron relieve extraordinario desde hace varios años ya, particularmente en Francia […]. Y de todos esos diálogos, siempre se desprendía la conclusión, de que era posible, de que era deseable, que cristianos y marxistas pudieran desarrollar una
tarea terrenal conjunta, orientada a crear las condiciones para la liberación del hombre. Y se partía de la premisa de que los hombres no estaban divididos entre cristianos y marxistas, entre laicos y católicos, sino que la división era más profunda, más que ideológica, era una división que decía relación con sus intereses concretos de clase.
Pero hoy día yo concuerdo con don Radomiro: el diálogo es más urgente. Y se trata de un diálogo necesario para detener la guerra civil y avanzar por el proceso de cambios, aislando a los sectores minoritarios que, dañados en sus intereses, desarrollan una violencia que les es natural. Yo creo que este es el marco del diálogo. Porque dicho francamente, yo no habría venido a sentarme a dialogar, ni con [Sergio] Onofre Jarpa 10 , ni con Pablo Rodríguez 11 , ni con la gente que está interesada a toda costa, cueste lo que cueste, en detener el proceso de sustitución de la sociedad capitalista en nuestro país. Se trata pues, a nuestro juicio, de un diálogo en el campo de los que están por los cambios; de un diálogo orientado a crear lo que los rectores de las universidades privadas y el propio cardenal llaman, “el consenso mínimo”, que permita unir fuerzas, para continuar avanzando en la sustitución de la sociedad capitalista. Yo creo que este es el sentido del diálogo. No tendría sentido otro diálogo.
Yo quisiera, si ustedes me permiten, leer brevemente un párrafo de la declaración de los rectores de las universidades privadas, uno de cuyos exponentes está aquí presente, a quien saludamos. Dice así: “Sería absurdo -y esto es lo que a mí me interesa resaltar en relación al diálogo- que el propósito de ese consenso mínimo -que piden los rectores de las universidades privadas-, tuviese una formulación negativa, pretendiendo vanamente erradicar el proceso revolucionario,
que conmueve en grados diversos, y con orientaciones a menudo contradictorias, no solamente a Chile, sino a toda América Latina, y el mundo entero”.
“El consenso imperativo en esta hora, no puede ser -y lo repito-no puede ser para defensa del viejo orden social, desbordado manifiestamente por la historia y por las exigencias del pueblo, en ascenso hacia la plenitud de su rol, como principal protagonista del destino nacional, sino para abrir un cauce vitalmente democrático a los valores institucionales, que han de vertebrar una nueva sociedad. La batalla por la justicia no tiene porqué liberarse al precio de romper la unidad esencial de la nación, o destruir los valores democráticos fundamentales”. Y arriba se dice, el respeto a la ley, no implica sin embargo, la conversación de formas que la propia historia exige renovar.
Este es el problema fundamental a nuestro juicio. Si se trata de dialogar y de encontrar un consenso mínimo, sobre la base de que vamos a continuar avanzando en el reemplazo de una sociedad caduca, añeja, para construir una nueva sociedad, es cierto, y yo concuerdo con estos rectores, que no son marxistas, que no están con la Unidad Popular -al menos en la mayoría de los casos, según tengo la información-, yo concuerdo en el hecho de que ese consenso es para producir este cambio, para avanzar por el terreno de los cambios. Y por lo tanto, en este consenso no pueden caber aquellos sectores que dañados precisamente por este proceso de cambios en sus intereses, desarrollan una política ciega, orientada a detenerla a toda costa.
Yo creo que en estos días, de alguna manera salta a la palestra cuando se discute, el problema del odio creciente entre los chilenos. Incluso algunos, le echan la culpa al gobierno de la Unidad Popular, al presidente Allende, de haber inventado el odio, de haber traído el odio a los chilenos. Yo quiero hacer una reflexión en voz alta, ya para terminar. ¿Cuál es el origen, durante el gobierno de Eduardo Frei, de la violencia desatada por los latifundistas en el campo chileno, violencia que culminó con el asesinato de Hernán Mery, funcionario de la CORA [Corporación de la Reforma Agraria]? Violencia que culminó de alguna manera, que se expresó al inaugurarse la Feria Internacional, donde la SNA [Sociedad Nacional de Agricultura] violentó y agredió a personeros del gobierno DC, que representaban la Reforma Agraria. En ese entonces nosotros no inventamos el odio. En ese entonces, nosotros no inventamos la existencia de esta
contradicción. Esa confrontación surgía del hecho de que el gobierno DC empezaba a dar los primeros pasos para terminar con la existencia del latifundio. Y allí estaba la respuesta enceguecida, violenta, airada, de una clase social que empezaba a ser dañada en sus intereses. Este es el problema de fondo.
Por eso yo concuerdo con la última parte de la exposición de don Radomiro Tomic, cuando dice que las tensiones de fondo -no sé si lo interpreté mal, pero esto es lo que me pareció entender-, el origen de las tensiones está precisamente en el hecho de que Chile, la nación chilena, empieza a dar los primeros pasos para salir, para zafarse de la vieja estructura capitalista. El paso de una vieja sociedad a una nueva sociedad, es un paso complejo, lleno de desgarraduras,
dolores, quebrantos. Y sino, recordemos cuál fue la situación de la revolución francesa, que no fue una revolución proletaria, que no fue una revolución que se planteara la construcción del socialismo, pero que sin embargo conoció de forma brutales de violencia, porque era un sistema que moría para dar paso a un sistema nuevo que nacía. Y así son los cambios sociales. Algún profesor universitario, alguna vez dijo, que la revolución es igual que un parto. Yo comparto también esa apreciación, porque siendo la revolución un proceso doloroso, con desgarramiento, con sangramiento, incluso, la criatura que nace, es una criatura maravillosa, y por ella vale la pena luchar. Nosotros estamos conscientes, que aquí, desde 1970, se ha iniciado un proceso lleno de complicaciones, y concedo también, con errores brutales. Sí señor, con errores brutales, y no es que nosotros estemos echándole la culpa al costo social, pero es que derribar el viejo edificio caduco, corrompido de la sociedad capitalista y edificar otro simultáneamente, crea muchas dificultades.
Yo quiero hacer, para terminar, las siguientes preguntas, y si pudiera, don Radomiro, incorporarla dentro de su segunda exposición, me gustaría que pudiera respondérmela. Supongamos que el presidente de Chile, no fuera Salvador Allende, fuese Radomiro Tomic; yo quiero saber si Radomiro Tomic hubiese concretado el programa presidencial que yo tengo aquí, que el sintetizó en la frase de la revolución anticapitalista, democrática y popular, yo quiero saber si él, si hubiese nacionalizado el cobre tendría o no tendría el bloqueo económico del imperialismo. Yo quiero saber, si él hubiese profundizado la Reforma Agraria como lo planteó, si tendría o no tendría el asedio, la ira y el odio de la SNA. Yo quiero saber, si él hubiese concretado el área social de la economía que su programa plantea, si tendría o no tendría el odio enconado del capital monopolista. Si él hubiese concretado, como plantea su programa, la transformación institucional, el cambio profundo en el Estado añejo, caducado, que él califica en su programa, si tendría a no tendría los
problemas que hoy día tenemos. Si en definitiva, el gobierno de Radomiro Tomic, habría o no habría agudizado las contradicciones de clases en nuestro país.
Porque yo comparto el hecho de que nosotros tenemos que trabajar por evitar a toda costa el enfrentamiento y la guerra civil. Pero nosotros no somos ilusos. No pretendemos, por así decirlo, borrar administrativamente un enfrentamiento, un enfrentamiento de clases, que no necesariamente se tiene que expresar en el terreno armado, que no necesariamente tiene que cobrar la forma de guerra civil, pero enfrentamiento al fin y al cabo entre los intereses de una mayoría de chilenos y una minoría que se enriqueció a costa del trabajo de la mayoría. Y está reconocido precisamente en el programa de Radomiro Tomic.
Yo quería plantear estas preguntas, porque a mí me parece que sobre esta base es que tenemos que plantear y desarrollar el diálogo.

MODERADOR.
Completamos entonces esta primera rueda, con la intervención de Ricardo Hormazábal.

RICARDO HORMAZÁBAL.
Aunque esto sea una reiteración, creo que resulta importante destacar el [aspecto] extraordinariamente positivo de la iniciativa de la Parroquia Universitaria. Los que venimos a participar en este diálogo lo hicimos pensando, en un principio, de que se desarrollaría dentro de las cuatro paredes de la Parroquia Universitaria. Pero al informársenos que se buscaba precisamente aprovechar esta coyuntura, para hacer un aporte a la búsqueda de una solución a los problemas del país -por lo menos es lo que respecta a Radomiro Tomic y al que habla- no hicimos objeción de ninguna especie, aun cuando muchas veces esta situación se sintiera que se está hablando para un poco más allá del auditórium que tiene entrada de por sí, sobre todo para quienes tenemos responsabilidades políticas directas, algún tipo de perturbaciones. Ya sea porque hay espíritus de mala fe que nos quieren malinterpretar, o ya sea porque hay gente, que alejada del contexto en el que se desarrollan los debates, pretenden sacar un mezquino provecho de las opiniones que uno expresa.
Me alegro además, para el sentido del diálogo, que haya sido Alejandro Rojas el que haya retirado un aspecto de su presentación, al cual yo tendría que haberme referido, por creerlo realmente, y por representar la posición de mis camaradas y de vastos sectores de la Universidad de Chile, en relación al problema de la FECH. Lo saludo como un hecho positivo, y le doy en cambio, otra cosa. Y lo que le doy a Alejandro Rojas es, mis buenos deseos de que este diálogo, no termine para él como terminó con Garaudy  y Althusser, que hoy día están fuera del Partido Comunista en Francia.
En el mundo hoy se vive un fenómeno nuevo. Y aunque no estoy en la política de los avisos económicos, creo que reflejan este sentido nuevo las palabras pronunciadas por un gran chileno, por un hombre extraordinario del cual me siento orgulloso de ser camarada y que también está esta noche, que es Gabriel Valdés, y que reflejaba ese nuevo sentir del proceso que se vive en el mundo. En el mundo, la época del conflicto está siendo superada, y se llega a la época de la negociación, del diálogo, del acuerdo. Es bueno que Gabriel Valdés esté en Chile en esta época, vamos a ser varios que vamos a recurrir a él, para conversar sobre esas cosas que siempre resultan interesantes.
A los democratacristianos no nos asustan los procesos sociales. Nunca creemos que la dinámica social se realiza en perfecto orden, con la apacible tranquilidad de un paisaje pastoril. Son hechos que van marcando situaciones determinadas y que están marcadas de signos diferentes, violentos muchas veces. No nos inquieta la primitiva situación de confusión que surge cuando se inician procesos sociales. Lo que sí nos preocupa, es que en nombre de los procesos sociales, se pretenda justificar algo que tiene el nombre de ineficacia, no de otra cosa.
¿En qué perspectiva miramos el proceso? Emmanuel Mounier escribe que, para enfrentarse a los marxistas, el cristiano debe cumplir a lo menos tres condiciones de la historia y los valores: sangre fría espiritual para analizar con rectitud lo que corresponde hacer en nuestra perspectiva cristiana para los problemas del mundo en que vivimos; sangre fría intelectual, para poder ubicar al adversario, clarificar sus posiciones y no desvirtuarlas de mala fe, y sentido de la historia y de los valores, para entender el papel que con estas diferencias fundamentales existen, pero un papel que podríamos desarrollar en conjunto, en la perspectiva de destruir el desorden establecido.
De una u otra manera, en Chile, los democratacristianos hemos tratado de ser fieles a estas tres características. Y de esas tres características se desprenden, en nuestra opinión, a lo menos dos posturas para enfrentar el proceso que se vive en el país. La primera es de aquellos grupos, que marginados de la historia, pretenden defender los injustos privilegios de los cuales aprovecharon y abusaron durante largos años en este país. Y la segunda perspectiva para enfrentarlos es de aquellos que, ubicados en el proceso histórico de cambio social, tienen algunas respuestas distintas [a la] que tiene la conformación del actual gobierno. No en vano se dice que tenemos una visión del hombre, del Estado y la sociedad distinta; pero no solo eso. Porque el sentido del diálogo aquí hoy día no es para discutir los grandes problemas que han debatido algunas veces en Francia, o en otras reuniones. Aquí hay una serie de sacerdotes o de personas que han estado en un diálogo permanente de esa naturaleza. Se trata de establecer hoy también, lo que es la visión de conjunto acerca de características que el proceso de cambio social tiene, y los resultados que ese proceso ha tenido.
Radomiro Tomic ubicaba al final de su intervención lo que para nosotros es el nudo esencial del problema: las condiciones históricas, políticas y sociales de este país hacen imprescindible la construcción de una nueva sociedad y en el lenguaje del hombre de hoy, esa es una nueva sociedad socialista, que para las condiciones del país, tiene que ser naturalmente democrática [y] pluralista. No hay otra posibilidad de socialismo en Chile.
Nos pareció distinguir, en la primera intervención de Allende en el Congreso Pleno, el 21 de Mayo del ´71, la visión acerca de la necesidad de que la construcción de un segundo modelo de socialismo, necesitaba de mayoría institucional. Descartó Allende, el primer camino, de la dictadura del proletariado, y habló de un segundo cambio, pluralista y democrático. Pero para que este camino opere, se requiere ser mayoría en el seno del pueblo, sujeto esencial del proceso, y también en las instituciones de este país. El gobierno entrevió este problema, pero no le quiso dar una salida, y permítanme la licencia rápida, y prefirió operar a través de otra vía. Sabía que necesitaba mayoría, entonces, se negó a hacer mayoría con la DC, y buscó otro camino, el de comprar la adhesión popular con una política populista, destinada a entregar beneficios, y no a exigir sacrificios.
No hay proceso histórico que se desarrolle sin pedirle al pueblo sacrificios. Pero para que ese pueblo esté dispuesto a hacer sacrificios, se requiere realmente que sea justo, activo y no reemplazado por una nueva capa dirigente. ¿Cuál fue el camino escogido por el gobierno? Reajustes extraordinariamente positivos en la primera época, no fundamentados en una mayor riqueza nacional, sino que en la emisión inorgánica. Una política de control artificial de la inflación, en la primera etapa, destinada a obtener en abril del ´71, una mayoría substancial, que le permitiera después generar un conflicto con el Congreso, disolver el Congreso, digamos, plantear entonces la Asamblea del Pueblo, con una modificación del sistema electoral chileno, con lo cual podían obtener una mayoría absoluta. Teniendo la mayoría, poder gobernar de acuerdo a la institucionalidad que el pueblo se habría dado, en virtud de los pronunciamientos masivos a que hacía referencia.
Pero esta estrategia fracasó, porque el gobierno logra solamente el 50%, un poquito más, en la elección de abril. Pero nuevamente se niegan, una vez hecha esta evaluación, a abrirse a la mayoría institucional, y empiezan a producirse los problemas que van distanciando cada vez más a la DC del gobierno. Pero entiéndase bien, no nos van distanciando porque este gobierno ofrezca cambios; nos van distanciando porque no nos satisface el proyecto de cambios de este gobierno, y porque, además, no nos satisface la eficiencia en el proceso de cambios que el gobierno ha desarrollado. Yo quiero decir que, en todo caso, esta no ha sido una tesis nueva, o que estamos inventando en este momento. Yo quiero citar un documento oficial de la JDC del año 1970, en la cual planteábamos algunas cosas.
“El gobierno de Allende puede tomar tres caminos posibles: el de la revolución democrática; el de la revolución totalitaria, el de la indefinición. La UP ha declarado que su camino es el de la revolución democrática, pero sin duda dentro de la Unidad Popular existen sectores de significación, que no solo tienen una concepción ideológica de carácter totalitaria, sino que también postulan para el gobierno de Allende el camino totalitario”. Por su parte, el MIR, que no compone la UP, tiene vinculaciones estrechas con esos sectores [y] tratará, sin duda, de crear hechos políticos, que tiendan a acercar al gobierno de Allende a formas totalitarias.
Seguimos diciendo el año ´70”: “Desde otro lado, operarán también los sectores de derecha, que a través de actitudes
boicoteadoras, o de carácter golpista, crearán situaciones que el gobierno de Allende se verá obligado a enfrentar. Y no seremos nosotros quienes permitamos que tales situaciones las enfrente a través de métodos totalitarios. Pero a no dudar, tales actitudes de la derecha, contribuyen poderosamente a fortalecer la estrategia de los sectores de ultraizquierda”.
Y finalizábamos el párrafo solicitando: “Hasta hoy, desde los inicios de su campaña, Allende se ha manejado tratando de no crearse problemas con estos sectores de ultraizquierda. Pero las responsabilidades de gobierno agudizarán las contradicciones internas, y se verá en la obligación de optar. Si elude la acción, habrá elegido el camino de la indefinición, y entonces, sus perspectivas de éxito se habrán reducido al mínimo. Si opta por el camino totalitario, se
expone a terminar bruscamente su gobierno, bajo la fuerza de un golpe de Estado, siendo sus perspectivas de ganar, las de enfrentar con éxito una cruenta guerra civil”.
Esto estaba planteado en un documento oficial de la JDC el año 1970, y para los que les gustan los argumentos de autoridad, firmado por el entonces presidente de la juventud, Pedro Felipe Ramírez.

Nosotros seguimos creyendo válida esta alternativa, y creemos que el gobierno ha escogido el camino de la indefinición, ha preferido mantener sin decisión los problemas fundamentales. Precisamente esa es la actitud que los lleva a la indefinición y el fracaso. No insistiré en esta oportunidad sobre los hechos evidentes del fracaso, que ya Radomiro Tomic [los] expuso, con una claridad meridiana. Lo que sí queremos dejar en claro en esta primera intervención, es que miramos el proceso de cambios con una perspectiva positiva y abierta, que tenemos una posición discrepante a la del gobierno porque su perspectiva de cambio es insatisfactoria e ineficiente; y también, que hemos sido capaces, los DC, de en el seno del pueblo ir proyectando algunas alternativas de cambios, no de retroceso, para la gran tarea
que tenemos que asumir todos los chilenos en la construcción de la nueva sociedad.
Eso en la primera intervención.

MODERADOR.
Al iniciarse la segunda rueda de intervención de este panel o foro, vuelve a hacer uso de la palabra el ministro de Defensa, Clodomiro Almeyda.

CLODOMIRO ALMEYDA.
No se trata de mirar hacia el pasado, ni se trata tampoco -como se dice vulgarmente- de arrancar para adelante, y de justificarlo todo en base a unos ideales lejanos, abstractos y poco perceptibles, que poco tienen que ver con la vida contingente y dramática que hoy día recorren los chilenos. Pero asumir totalmente el presente, significa, compañeros y compañeras, definir un poco este presente. Y definir un poco este presente, significa descubrir qué es lo que hay de fundamental y de esencial en este presente, y qué es lo que es lo secundario, por importante que sea, porque las cosas secundarias también son importantes; qué es lo accesorio, qué es lo dependiente.
Si aquí se piensa, por ejemplo, que hay aquí en Chile, en este momento, nuestro presente, una revolución fracasada por ineficiente, eso significa que se está tomando y enjuiciando y valorando el momento presente en Chile de una manera que para nosotros haría imposible un diálogo constructivo, destinado precisamente para seguir avanzando.
Esta revolución tendrá todos los defectos que aquí se le han recordado y traducido en déficit económico, en inflación, en desorden, en deterioro en la situación económica, pero este proceso revolucionario -y este es el punto de partida para ponerse de acuerdo-[es] en lo esencial positivo, y por este camino hay que avanzar.
Porque el decir, el valorar los elementos relativos a la ineficiencia del proceso, y hacer de ese elemento fundamental para querer corregir los defectos que positivamente existen, es una manera equivocada de aproximarse a la realidad chilena. Y ese camino elude el pronunciamiento fundamental.
Aquí en Chile se está por proseguir y avanzar en este proceso revolucionario, con todas sus condiciones, buenas y malas, como dato inicial. Para enseguida, proceder a intentar corregir los defectos que este tiene. Pero estos procesos que estamos viviendo, y no otro, que no existe. Ese es el punto de partida. Yo creo que no hay que equivocarse en este problema, para que en realidad el diálogo pueda ser fecundo y constructivo. Porque, compañeros y compañeras, si comenzamos nosotros a analizar la situación de Chile, un poco como lo hizo Radomiro Tomic para definir, o para justificar la urgencia del diálogo, en base a los índices de inflación, en base a los índices que también podría haber, de anarquía, de desorden, de anomia; en base a las rupturas de la legalidad; en base a los conflictos institucionales.
Si quisiéramos enfocar así el diálogo, estaríamos tomando al rábano por las hojas, porque eso querría decir que el diálogo tendría por objeto resolver el problema de la inflación, resolver el problema de la legalidad, resolver el problema de los conflictos de poderes, resolver el problema del orden. Y esa manera de enfocar el problema nos lleva fatalmente, a una solución en su esencia conservadora, a paralizar el proceso revolucionario, y [a] hacer el juego a aquellos que precisamente, so pretexto de la eficiencia, lo que critican es la revolución. Porque si la eficiencia es lo fundamental en este asunto, tendríamos que encontrar la razón a los críticos del problema de la eficiencia. Y, ¿dónde están “esos críticos”? ¿quiénes son los que critican la eficiencia de la revolución? ¿quiénes son los que hacen los análisis más exhaustivos para demostrar lo equivocado de la política económica del gobierno, para demostrar los efectos negativos que la Reforma Agraria ha producido en el desarrollo agropecuario, para demostrar los efectos negativos que el proceso de la construcción del área de propiedad social ha traído en la racionalidad, y en la organicidad de la economía chilena? Son los enemigos, no de la eficiencia; son los enemigos de la revolución. [Es] la SNA, la SOFOFA [Sociedad de Fomento Fabril], la Asociación [Nacional] de la Prensa [ANP], son todas las organizaciones gremiales y políticas que expresan el orden del pasado que se quiere destruir y que se está destruyendo, los grandes apologistas de la eficiencia. Por ese camino, no vamos a avanzar.
La definición fundamental está entre los que están por el proceso. Reitero, porque me parece fundamental, con todas sus características, con todos sus aspectos positivos y negativos. Y solo por esa toma de posesión, toma de posesión vital, política, combativa, sincera, auténtica, solo sobre esa base, con ese espíritu, y en esa dirección será posible corregir las deficiencias e ineficiencias que existan, y que yo estoy -y en esto comparto la opinión de los compañeros que me han precedido en la intervención- [por] cautelarla, porque de no ser así, se puede barrenar incluso el objetivo final que perseguimos.
Pero en términos políticos, para que nos entendamos, para que no haya equívocos, en una coyuntura como esta que vive Chile, para definirse, hay que tomar una posición vital [y no] una actitud de estar hacia acá y hacia allá. Y solo cuando se tome esa actitud hacia acá, con todos los riesgos que envuelve, con todos los peligros que signifique, solo en esa forma, y quienes asuman esa actitud y esa postura, de adentro, desde el alma, lo que equivale a decir sacándose, si es que se mantienen todavía prejuicios, que los hay muchos, y muy externalizados en la conciencia de la conciencia de la clase media chilena, de carácter conservador.
Solo sobre la base de ese previo proceso de liberación espiritual, es posible asumir una conducta que en realidad a la postre conduzca a una profundización, a un mejoramiento del proceso revolucionario y a la corrección de las ineficiencias que adolece, y que yo estoy cierto, es propósito común de los revolucionarios superar. Pero el problema de la eficiencia revolucionaria, es un problema de los revolucionarios.
Solo ellos pueden discutir sobre la eficiencia del proceso, pero no vengan acá los que son enemigos del proceso revolucionario a darnos lecciones de eficiencia. La eficiencia revolucionaria, reitero, es un problema de los revolucionarios, y por eso es que la definición indispensable para crear las bases de un diálogo que permita al reencuentro de la enorme mayoría de los chilenos que están en esa posición, supone también esa actitud de entrega y esa postura política espiritual, que es condición elemental para que podamos proseguir desarrollando este proceso que vive nuestra patria.

MODERADOR.
Corresponde en segundo lugar, en esta segunda rueda, a don Radomiro Tomic.

RADOMIRO TOMIC.
Voy a recoger, inmediatamente, el planteamiento que ha formulado Clodomiro Almeyda recién. Temo francamente que el
diálogo vaya a derivar, y esté derivando, a planteamientos fundamentales, de vigencia permanente, pero que pueden resbalar, y están resbalando, sobre el desafío y las exigencias inmediatas de un diálogo en Chile. No creo que esto sea una fuga hacia el porvenir como dijo denante, pero en fin, me temo que muchos de ustedes han venido para saber qué habría que hacer en Chile, ahora, en los próximos días, en las próximas semanas, no sea ese el tema que estamos enfocando, pero no me parecería justo de mi parte eludir la cuestión que acaba de plantear Clodomiro. Dice él, la tarea
revolucionaria es para los revolucionarios. Dicho de otra manera, las críticas a un proceso de cambio en profundidad, solo son útiles, solo tienen un valor positivo cuando son formuladas por quienes desean el proceso de cambio en profundidad, y pueden disentir de la forma como está llevándose a cabo. Yo acepto eso.
Pero aquí es donde caemos de hecho, de frentón, en el mayor problema para la Unidad Popular, diría yo. Creo que los cuatro que estamos aquí arriba, que intervenimos en el panel, estaremos de acuerdo con que desde Allende a la UP y a todos los que representaban esta posición, se les dijo a los chilenos que la realidad en Chile imponía un segundo camino al socialismo. ¿Cuál era el primero? Lo describió sumariamente Hormazábal, que es bien conocido, que está en Marx, que está en Lenin, está en todas las experiencias comunistas realizadas en los 14 países que en el mundo tienen hoy gobiernos comunistas. El camino clásico, el enfrentamiento armado, de la violencia como la partera necesaria de la revolución. Y atención, mi estimado Alejandro: no todos los partos terminan en la felicidad de la madre y del infante; en muchos muere la guagua. Y el problema es ese. Que si todo parto supone esfuerzo, y en alguna medida sufrimientos, este esfuerzo y este sufrimiento tengan un final positivo; la criatura sana, viva, alegre, normal, capaz de multiplicar la
vida, y no tenga como desenlace la muerte del niño. Y esto puede ocurrir, y no es mero símil retórico. Si tuviéramos tiempo podríamos hacer aquí la lista de las revoluciones fracasadas en el mundo, en que el sufrimiento, las lágrimas y la sangre fueron derramadas en vano, por lo menos en la medida del tiempo. Apoyémonos un poco, si queremos, en Toynbee. Según él, hay 23 civilizaciones desperdiciadas en el curso de la historia porque no fueron capaces de encontrar la respuesta adecuada al desafío de un tiempo determinado.
El problema ese del desafío y la respuesta; de la adecuación de la respuesta a las exigencias del desafío se le presenta de una manera muy nítida a quienes aspiran a sustituir un orden social, valores, instituciones, equipos humanos, por un nuevo orden social, nuevos valores, nuevas instituciones, nuevos equipos protagonistas. Ciertamente.
Entonces caemos en lo central. Es la Unidad Popular, Allende, quienes reconocieron: “En Chile no hay destino para una revolución basada en el primer camino, del enfrentamiento armado entre las clases dominantes y las clases dominadas”, y no desfiguro un ápice al pensamiento de los grandes teóricos y conductores del marxismo si digo, que en el primer camino, una exigencia puesta por ellos en blanco y negro del primer camino, es la destrucción del poder militar, que representa a las minorías que controlan el Estado y lo instrumentalizan en contra de las mayorías dominadas. Todo eso
forma parte, y otras cosas más, que no sería del caso empezar a recordar, de la metodología, del itinerario, de las exigencias teóricas y de las exigencias prácticas de un proceso socialista que pasa por el primer camino. Y entonces, en Chile, reconocieron, tengo la obligación de creerlo, lealmente, se lo dijeron al país, urbi et orbi, como el Papa, que aquí en Chile, el socialismo pasaba por un segundo camino.
¿En qué consiste el segundo camino? ¿Quién ha hecho el esfuerzo en la Unidad Popular de la elaboración teórica del segundo camino al socialismo? Porque si es el segundo, no es el primero, ¿no es cierto? Y si no es el primero, ¿en qué se distingue? ¿Cuáles son las exigencias teóricas del segundo camino al socialismo? ¿Cuál es la estrategia que singulariza el segundo camino, frente al primero?
¿Cuáles son las conducciones tácticas que diferencian el segundo camino del primero? ¿O todo se reducía a sacar el 36% de los votos el 4 de septiembre de 1970, y ese es el segundo camino?
Claro que no. Aquí hay una gran deserción a las exigencias del proceso revolucionario, y estoy hablando en este momento, poniéndome de un modo transitorio, en el punto de vista de la Unidad Popular, en el punto de vista de los marxistas chilenos, que dijeron antes del ´70, y después del ´73, que aquí había que llegar al socialismo por un segundo camino, y no por el primero, porque al primero, no se llega… Y estoy poniendo transitoriamente en ese punto de vista. Y vuelvo a decir, hay una gran deserción a la obligación elemental. No se ha hecho eso.
Ahora, desde el punto de vista de la Democracia Cristiana, recupero mi posición, ¿de qué se trata? Hace muchos años, nuestro partido se fundó para eso. Y desde entonces para adelante, con las variables del caso, naturalmente, la Democracia Cristiana es un partido democrático, no es un partido monolítico; o sea, caben tendencias, caben posiciones que discuten lealmente y deciden por votación. Pero desde hace mucho tiempo el partido, desde su nacimiento, entendió que su razón de ser histórica, era la sustitución del capitalismo en Chile. Porque el capitalismo está agotado. Agotado como valor, agotado como institución, agotado como equipo humano.
Y está realmente destruyendo a Chile, rompiendo primero que todo la unidad moral de la nación, antagonizando al país en sí mismo, luego obligándolo a estas contradicciones injustificables, de un país tan rico que no ha sido capaz de salir del subdesarrollo, en que la tasa de desarrollo económico de los últimos treinta años llega apenas al índice miserable de 2% neto anual, y la verdad es que en los últimos decenios se iba viniendo para abajo, del 2%, al 1% y al 1,6%; el endeudamiento externo, todas las demostraciones evidentes de que [es] inconciliable [el] capitalismo y [la] democracia en Chile.
Sí, de eso partimos nosotros: necesitamos la construcción de un orden nuevo, de sustitución del capitalismo, en que sean el trabajo y los trabajadores organizados el principal protagonista, al centro del poder político, social, económico. Sí, estamos en eso, claramente, limpiamente. Y cuando se firmó con Allende el Estatuto de Garantías Constitucionales, y con la UP, no hubo ninguna reserva sobre el programa económico social de la Unidad Popular. Ninguna exigencia de la Democracia Cristiana, salvo en el punto aquel de la nacionalización de la educación, que no es económico, que fue el único punto que se objetó del programa. Todo el resto, ni una palabra sobre los objetivos de tipo económico que se formulaban. Era otra cosa. Era el marco dentro del cual se llevaría adelante el proceso revolucionario.
Bueno, quiero recordar una vez más, y aquí voy a recoger las preguntas que me hacía Alejandro Rojas. Si hubiéramos ganado nosotros, si hubiéramos ganado con la aceptación de quienes debieran aceptar el planteo, por supuesto, [de que] la unidad política y social del pueblo en Chile es la condición necesaria para la construcción de una sociedad socialista, de fundamentación democrática, hubiéramos tenido la unidad política y social del pueblo, habríamos tenido detrás de nosotros el primer día casi el 70% de los chilenos, y todo el aparato institucional. Habríamos podido llevar adelante un esquema de ese orden, en la democracia de base personalista, y la socialización de las instituciones habría podido hacerse mucho más rápido, mucho más lejos y con mucho menos riesgos. Y dando satisfacción, no solo desde el punto de vista material, a la inmensa mayoría de los chilenos, sino literalmente, abriendo una nueva perspectiva histórica, un nuevo horizonte histórico para nuestra patria. Sí, Alejandro, no habría habido mayores problemas si quienes tenían la obligación de entender su deber revolucionario en esta hora, hubieran visto claro, y actuado en consecuencia, y hubiesen aceptado la tesis de la unidad política y social del pueblo, para construir en Chile, no el marxismo leninismo en función de la dictadura del proletariado y de la destrucción de las clases enemigas, sino el
socialismo democrático, si así queremos llamar para no usar demasiadas palabras calificatorias que harán falta para expresar con finura, el pensamiento en el sentido de las exigencias del pensamiento. Sí, así contesto su pregunta.
Pero volvamos a lo central. “Diálogo entre revolucionarios”, dice Clodomiro Almeyda, es la única manera, entre gente con conciencia revolucionaria, que desde adentro pretendan y quieran la constitución de un nuevo orden, es el único útil. Está bien. Pero volvamos otra vez a los orígenes del problema. Acuerdos para la construcción de un tipo nuevo de sociedad, en que estos dos valores, en nuestra opinión conciliables, sean conciliados en la práctica. Democracia y socialismo, sí. Acuerdos para que la Democracia Cristiana facilite, coopere y crea que es su deber patriótico la construcción en Chile de una sociedad marxista leninista, conforme al esquema clásico, no. [No] porque defendamos intereses de carácter económico, sino porque estamos convencidos, que en el contexto nacional, y podría agregar, en el
contexto internacional de la próxima generación de esta, no hay camino para la construcción en Chile de este tipo de sociedad.
Nosotros la rechazamos porque creemos que no es concorde con los valores fundamentales que nos interesa defender en el plano de la persona humana y sus derechos esenciales, y en el plano del interés nacional. Ahí entra a jugar aquello del contexto internacional. Creemos que una aventura marxista leninista en Chile es mala para los chilenos, y es mala para Chile. Es mala para los chilenos en la medida en que contradice cosas que nosotros creemos que son consubstanciales a la persona humana, valores que nosotros no aceptamos sacrificar, no por razones egoístas, por razones de plenitud humana; lo que se ha llamado alguna vez, la “liberación de todo hombre, y de todos los hombres”. Y somos contrarios, porque creemos que en otro contexto, mirando las cosas desde el punto de vista del interés nacional, independientemente de las personas, de fulano y zutano, es una decisión errónea. Es una decisión contradictoria con el
interés nacional. Con eso, para ese tipo de construcción social, o de regulación, no pueden pedir a la Democracia Cristiana que contradiga su razón de ser.
Tampoco nosotros pretendemos que los marxistas abandonen su propia visión, como decía Hormazábal, del hombre, del Estado, del destino humano. No. Pero sí creemos, la historia se mueve en el tiempo, y aunque no se mueva de un modo rectilíneo, ciertamente, estoy de acuerdo con Clodomiro en esto, así creemos que hay un largo trecho, en que sin entrar a discutir sobre el proyecto global de sociedad final, hay muchas tareas comunes, que podrían someterse por los chilenos que están convencidos, que el viejo orden no da más respuestas válidas, ni para los problemas de hombres y mujeres de Chile, ni para los problemas de la nación como un todo. Hay un largo trecho en que podríamos hacer cosas en común.
Y con esto termino. Cuando se habla del programa Tomic, yo quisiera recordar: no es el programa Tomic, es el programa de la Democracia Cristiana para dar gobierno a Chile, de 1970 a 1976. No es el de un hombre, es el del Partido Demócrata Cristiano que aceptó esas perspectivas, para cumplir a plenitud su deber y su misión histórica.

MODERADOR.
Corresponde la tercera intervención de esta segunda rueda, a Alejandro Rojas.

ALEJANDRO ROJAS.
Yo admito que hay lanzadas sobre el tapete demasiadas cosas tentadoras respecto de los cuales opinar. Sin embargo, yo quiero remitirme al origen de este diálogo, porque este foro me da la impresión a mí, que no es igual que todos los foros a los cuales hemos concurrido en varias ocasiones. Yo con Ricardo Hormazábal, compañeros, hemos tenido no sé cuántas discusiones en la universidad. Y yo digo, foros de esos, ha habido muchos. Pero aquí vinimos, bajo el rótulo del “diálogo hoy”. Yo no sé don Clodomiro, pero a mí este foro me produce una sensación de pequeña frustración.

RADOMIRO TOMIC.
Ya lo decía yo antes.

ALEJANDRO ROJAS.
Ya no sé si nos vamos a ir de aquí convencidos de que no es posible, simplemente, encontrar algunos puntos de contacto que nos permitan cumplir el objetivo para el cual estamos convocados a este diálogo: entregar un aporte que permita cerrar las perspectivas de una guerra civil en nuestro país, encontrar el consenso mínimo que piden los rectores que nos permita aislar a los violentistas, y crear las condiciones para que siga avanzando el proceso de cambios.
Estoy de acuerdo: nosotros somos marxistas leninistas. [Y] usted tiene una perspectiva distinta. Pero lo decía en sus últimas palabras, hay un largo trecho que se puede recorrer, de conjunto. Pero si vamos a oponer, como dice el compañero Almeyda, en lo plano el problema de si este proceso es eficiente o no, es difícil ponerse de acuerdo. Yo admito que aquí hay mucha ineficiencia, mucha burocracia y es un largo combate superar esa ineficiencia y esa burocracia. ¿Hubo ineficiencia y hubo burocracia o no la hubo en el gobierno de Frei?
Claro que la hubo. ¿Hubo sectarismo o no hubo sectarismo en el gobierno de Frei? Claro que lo hubo. ¿Lo deseaban los
democratacristianos? Yo creo que no. Nosotros no deseamos ni la ineficiencia, ni la burocracia, ni el sectarismo. Pero es que esto no se borra por decreto. Esto es un largo proceso, un combate en la conciencia de los hombres para superar estos problemas. Pero yo no puedo, no quiero llegar a la conclusión, no quisiera llegarla, de que los DC por el hecho de que notan ineficiencia, de que notan burocracia, de que notan rasgos de sectarismo, se decepcionan a tal grado de la perspectiva revolucionaria, que el camino es encontrarse con el Partido Nacional [PN] para cerrar las puertas a la revolución. Porque no nos vengan a nosotros con el cuento de que el Partido Nacional y Onofre Jarpa están preocupados por el problema de la eficiencia, de la burocracia, por el sectarismo que puede haber en determinados sectores de la administración pública. Ellos están trabajando con una perspectiva concreta: el derrocamiento del gobierno popular para
instaurar en Chile un gobierno derechista. Y en estos días hemos leído en “El Mercurio”, lo hemos leído todos, los cantos, las loas al régimen fascista de Brasil por ejemplo. Un señor Precht escribía en “El Mercurio”: “Qué grato andar por el Brasil. Los comunistas están donde deben estar, en la cárcel. Qué grato andar por Brasil, qué tranquilidad se respira, qué eficiencia, qué democracia”.
Pero yo creo que hay que venirse un poco más acá de Brasil y dirigir la vista al Uruguay, y saber qué está pasando con el gobierno de don Juan María Bordaberry, cuya inspiración programática no se distingue un ápice de la definición programática del Partido Nacional en Chile. Y allá hay una dictadura fascista en este instante. Y allá se está desatando la represión más brutal, no sólo en contra de los comunistas, no solo en contra de los socialistas, también en contra del
Partido Demócrata Cristiano. Y yo quiero saber, ¿y nosotros?
Naturalmente, el pronunciamiento de don Radomiro Tomic: no al golpe
fascista, ¿no es cierto? En el Uruguay, no al fascismo en el Uruguay.
“Salud a Líber Seregni”, dice don Radomiro Tomic en su telegrama. Lo saludamos, lo valoramos. Pero, aquí en casa, el 29 de junio, intento de golpe de Estado fascista, reconocido por Patria y Libertad. Empieza la declaración de Patria y Libertad diciendo: “Hoy hemos intentado derrocar al gobierno marxista, para instaurar el nacionalismo”, y todas esas cosas que ellos definen.
Aquí sobre la mesa, se ha dejado traslucir una idea. De que el principal peligro en contra del régimen constitucional en este instante, somos poco menos que los militantes de la Unidad Popular. ¿Y qué me dicen del intento de golpe de Estado del 29? ¿Y qué me dicen de la campaña sostenida, permanente y sistemática? Y sobre esto yo te pido un pronunciamiento, Ricardo Hormazábal: la campaña sistemática del Partido Nacional, cuya tesis fundamental es declarar
que este gobierno es ilegítimo, ¿con qué objeto?, con el objeto de que las Fuerzas Armadas tengan que, en resguardo de la Constitución, derribar a este gobierno ilegítimo.
El golpismo es el principal enemigo en este instante. Y el golpismo que propicia el Partido Nacional no va a respetar al socialismo comunitario, ni el segundo camino al socialismo que plantea la Democracia Cristiana. Los van a dejar fuera de la ley.
Usted, don Radomiro, y Ricardo Hormazábal, si es que triunfara la perspectiva del golpe de Estado, también tendrían que trabajar desde la ilegalidad. Y estos son los problemas que tenemos encima, y por esto estamos dialogando.
Y lo importante es saber, si respecto de este problema, el principal, nos vamos a poner, o no nos vamos a poner de acuerdo. Yo quiero decir lo siguiente: se nos critica el problema del poder popular, y yo de paso quiero ratificar aquí lo planteado por el secretario general de mi partido. Estamos por el desarrollo del poder popular en nuestro país. Apoyamos resueltamente las medidas de autodefensa popular planteadas por la CUT [Central Única de Trabajadores] que, por lo demás, no fueron resueltas ahora, fueron resueltas ya hace más de un año, con el voto conforme del propio vicepresidente de la CUT, que estuvo de acuerdo en la formación de los comités de protección de las empresas. Apoyamos las medidas de autodefensa de la CUT, apoyamos el poder popular, porque esto no es contradictorio con la
defensa del régimen constitucional. Al revés, la CUT ha planteado las medidas de autodefensa del pueblo, precisamente para movilizar y organizar a nuestro pueblo en la defensa del gobierno constitucional.Y estas medidas, por lo tanto, no se contraponen con las Fuerzas Armadas, como ha querido ser presentado, sino que al revés, unen el pueblo a las Fuerzas Armadas en la tarea de resguardar el régimen constitucional. Yo quiero decir, que respecto de este problema, habría mucho que hablar, pero a nosotros realmente nos llama la atención -o no nos llama la atención mejor-, retrata de cuerpo entero a la reacción chilena, la frescura, y permítame el término, la patudez, con que el Partido Nacional ahora está rasgando vestiduras porque la Unidad Popular está atravesando el régimen constitucional. Ellos y Patria y Libertad se levantaron en armas contra el gobierno constitucional.
Ametrallaron La Moneda, ensangrentaron el uniforme de los soldados de la patria. Son responsables de la muerte de más de 20 personas. Y ahora, después de eso, después que el pueblo resuelve organizarse, después que los trabajadores, aplicando el mismo criterio que pidió el presidente del Partido Demócrata Cristiano cuando el Tacnazo, esto
es, que el pueblo tomara las fábricas, que el pueblo paralizara el país, ahora, porque aplicamos esos criterios, el mismo que pidió el presidente del PDC en el ´69, resulta que la Unidad Popular es el principal enemigo del régimen constitucional.
Yo quiero decir lo siguiente, para nosotros no hay segundo camino al socialismo, don Radomiro Tomic. Porque no hay primero, ni hay tercero. Porque los caminos al socialismo son muchos. Porque usted mencionó 14 países socialistas, y ahí ha habido 14 caminos distintos. Porque el camino de Cuba es distinto al de China, y el de China es distinto al de Bulgaria, y el de Bulgaria es distinto al de la República Democrática Alemana [RDA] por ejemplo, donde existe un régimen pluripartidista, donde no existe el partido único… En Chile, aun evitando el enfrentamiento armado, también en nuestros procesos revolucionarios se repetirán, y se repiten hoy día, todas las leyes generales que rigen cualquier proceso revolucionario, y eso lo estamos viviendo ahora, dentro de nuestra experiencia. Entonces, se trata de saber qué actitud hay.
Admitimos aquí, que estamos dialogando con dos interlocutores que se definen por los cambios, que aspiran a un socialismo democrático como lo dice don Radomiro Tomic. Pero yo quiero saber, si se está dispuesto, en nombre del socialismo democrático, a seguir caminando de la mano con el Partido Nacional, que hoy está embarcado en el golpe, y por algo don Onofre Jarpa fue al aeropuerto a despedir a sus amigos de Patria y Libertad, que valerosamente arrancaron al Ecuador. El Partido Nacional embarcado en el golpe, la “Radio Agricultura” del Partido Nacional, tuvimos la ocasión de
escucharla el 29 de junio. El locutor gritaba alborozado: “Por fin, ha llegado el día que tanto anhelábamos todos los chilenos. Por fin, nuestro Ejército patriótico se ha resuelto a restablecer los valores de la nacionalidad”. Eso lo dijo la “Radio Agricultura”. El diario “La Tribuna” hoy día, dos días después [de] que el cardenal llama al diálogo entre los chilenos, a producir el consenso entre los chilenos, el titular de “La Tribuna” ¿cuál es? “Que se vaya el gobierno de Allende”. Esa es la respuesta del Partido Nacional, que naturalmente no quiere, no le interesa ni le puede interesar el diálogo. Este es el problema a nuestro juicio.
Por eso que hemos dicho, que el diálogo se orienta precisamente a crear las condiciones para seguir avanzando de acuerdo a nuestras normas democráticas. Y que nadie se asuste con la palabra dictadura del proletariado. Si la palabra dictadura del proletariado tiene connotaciones distintas en distintos países. Y nosotros sostenemos que la dictadura del proletariado no es otra cosa, que la hegemonía de los trabajadores en el aparato del Estado. Y yo quiero decir que en Chile no habrá socialismo sin la hegemonía de los trabajadores en el aparato del Estado. Y este es un convencimiento que tenemos todos, incluido el Presidente de la República, y parece que don Radomiro también, porque en su programa se plantea este problema de la hegemonía de los trabajadores en el aparato del Estado. Así que no hay que asustarse por la palabra dictadura del proletariado.
Y así como dice don Radomiro Tomic, el 70% de los chilenos se ponen de acuerdo en algunas tareas, adelante, no tenemos problemas. ¿Sobre qué base se puede realizar el diálogo por ejemplo? Nosotros creemos que hay muchas bases; basta tomar el programa de Radomiro Tomic. Acuerdo en materia de cuáles empresas pasaban al área social. Acuerdo en materias tan cardinales como la empresa de trabajadores. Acuerdos en materias tan importantes como la
participación de los trabajadores. Etcétera, etcétera. Allí están los acuerdos. Se llegó a acuerdo en el 90% de las materias, y esto lo sabemos todos los que estamos sentados aquí. Yo digo pues, iniciemos el diálogo, sobre la base de esos acuerdos. Nosotros estamos de acuerdo en llevarlos a la práctica. El año pasado no se concretaron, a nuestro juicio por responsabilidad de un sector del PDC.
Pero aquí no se trata de hacer recriminaciones. Sí estamos por concretarlas, sí podemos hacer ahora la unidad social y política del pueblo, adelante; sí podemos ponernos ahora de acuerdo en relación al problema de las tres áreas de la economía, en relación al problema de la participación, en relación al cambio institucional que hay que hacer en nuestro país, hagámoslo ahora. Yo creo que a don Radomiro Tomic no le importa que él sea o no sea el Presidente de la República, si nos podemos poner de acuerdo en estos problemas, adelante.
Sabemos que ponerse de acuerdo en estos problemas significa romper la alianza del Partido Demócrata Cristiano con el Partido Nacional. De eso sí que estamos convencidos. Nosotros no le pedimos a la DC que abandone su perspectiva opositora. Nosotros no le estamos pidiendo que se venga al gobierno. No le estamos pidiendo que de la noche a la mañana se dé una voltereta en el aire, y pase a engrosar las filas de la Unidad Popular. Le estamos pidiendo que desde su particular perspectiva opositora, tenga una voluntad orientada al acuerdo que crea las condiciones para seguir avanzando dentro el marco de la DC y del proceso de cambios.
Sobre estos problemas, yo quiero decir lo siguiente. Se dice que en defensa de la democracia y la libertad cualquier alianza es buena.
Pero yo quiero decir, que nosotros no podemos entender que se está trabajando de conjunto con el Partido Nacional hoy día, en la defensa de la democracia y la libertad. Con ellos, que son los principales enemigos de la democracia y la libertad. Son ellos, los defensores de Roberto Viaux Marambio , [que] es responsable de un alzamiento militar en contra, no del gobierno de Allende, en contra del gobierno de Eduardo Frei, y aquí tengo las declaraciones de don Eduardo Frei, que condenó presurosamente entonces el golpe. Lo condenó presurosamente, entonces, el golpe de Estado. Roberto Viaux Marambio, defendido, alabado por el Partido Nacional. Si precisamente en las elecciones sacaron a Gabriel González Videla, para entregarle su respaldo a la CODE [Confederación de la Democracia ]. Gabriel González Videla, el paladín de la democracia, precisamente el responsable de la creación del campo de concentración de Pisagua, el responsable de haber borrado de los registros electorales a 50 mil personas porque tenían algún tipo de conexión con el Partido Comunista. Con estos sectores se está defendiendo la democracia y la libertad, con estos mismos sectores que han guardado silencio hasta hoy, porque el Partido Nacional hasta el día de hoy, no ha dicho una sola palabra para condenar el intento de golpe de Estado del 29 de junio, que por cierto fue mucho más grave que el Tacnazo. ¿Y cuál fue nuestra actitud cuando el Tacnazo a las dos horas de declarado el alzamiento militar, la CUT dirigida por la Unidad Popular, llamaba al paro nacional, a la toma de las empresas, para defender el régimen constitucional, para sostener un
gobierno respecto del cual teníamos muchísimas observaciones críticas, y que era un verdadero cuchillo para los trabajadores. Pero esa fue nuestra actitud concretita de defensa del régimen constitucional.
Por eso nosotros decimos, queremos que se realice este diálogo, pero este diálogo tiene que orientarse naturalmente a encontrar soluciones concretas a los problemas principales. Y ese diálogo tiene que realizarse sobre la base de una cuestión elemental, el respeto al gobierno constitucional. Y una segunda cuestión fundamental: diálogo, no para congelar el proceso revolucionario sino que para ponernos de acuerdo en determinadas tareas que nos permitan seguir avanzando, no para volver atrás. Y si en esa perspectiva estamos de acuerdo, nosotros creemos que hay sentarse a discutir, que hay que sentarse a conversar, para producir el consenso que quiere el cardenal, para producir el consenso que piden los rectores de las universidades no estatales. Insisto, el sectarismo no se borra por decreto; la ineficiencia no se borra por decreto. Nosotros luchamos por la disciplina social, hemos dado grandes pruebas de que no queremos el sectarismo, y la principal prueba es a la cual me acabo de referir.
Finalmente, nosotros queremos decir, que queremos que este diálogo siga adelante para parar la guerra civil, para asegurar la estabilidad democrática de nuestra patria, para avanzar por el proceso revolucionario, uniendo a la mayoría, y aislando al fascismo con el cual, naturalmente, no se dialoga. Gracias.

MODERADOR.
Completando la segunda rueda, corresponde el turno a Ricardo Hormazábal.

RICARDO HORMAZÁBAL.
Creo que sería interesante colocar lo que en nuestra opinión es el problema de fondo. Yo discrepo de Alejandro Rojas. En realidad, esta no va a ser ni la primera ni la última vez. Pero en nuestra opinión, el problema de fondo no está planteado en la situación del viernes 29, que oportunamente condenamos, sino que el problema está en el carácter que adquiere el proceso de construcción de una nueva sociedad. Ese es el problema de fondo. Porque si aquí se da la unidad social del pueblo y el 70% de los chilenos están en ese proceso, no hay cuartelazo ni grupo minoritario fascista que pueda detener el avance incontenible del pueblo en esa perspectiva. Por lo tanto, para nosotros, ese es el problema de fondo.
Alejandro entra en contradicción con Salvador Allende, y sostiene que no hay segundo camino, ni primero, ni tercero. Que la dictadura del proletariado es necesaria en todos los casos. Pero define la dictadura del proletariado en términos de que son los trabajadores, controlando el Estado. Eso, para no desvirtuar el sentido de lo que él plantea. Entre la definición que dio Allende, el segundo camino, y la que da Rojas, con respeto de Alejandro, me quedo con la de Allende.
En la definición que da Alejandro sobre dictadura del proletariado, y la que da Marx, con todo respeto me voy a quedar con la de Marx, y la voy a citar. Yo quiero afirmar que en la página 369 del libro que se llama “Marx, Engels y el marxismo de Lenin”, edición de Moscú, por si acaso, para que no haya dudas, se establece que: “La dictadura del proletariado, es decir, la organización de la vanguardia de los oprimidos en clase dominante, para aplastar a los opresores, no puede conducir tan solo a la simple ampliación de la democracia. Es la organización de la vanguardia de los oprimidos”. La vanguardia de los oprimidos es el Partido Comunista, Engels. Continúo: “La dictadura del proletariado implica una serie de restricciones pues, a la libertad de los opresores, de los explotadores, de los capitalistas, debemos reprimir a éstos, para liberar a la humanidad de la esclavitud asalariada. Hay que vencer por la fuerza su resistencia. Y es evidente que allí donde hay represión, donde hay violencia, no hay libertad, ni hay democracia. El proletariado necesita el Estado no en interés de la libertad, sino en interés de la represión de sus adversarios, y cuando sea posible
hablar de libertad, ya no habrá Estado”.
Te respeto mucho Alejandro, pero entre lo que dice Marx, y lo que tú sostienes, me quedo con lo de Marx. Y continúa entonces: si esto es lo que se afirma que tiene que ser inevitable en el proceso chileno, es precisamente el elemento distintivo que nos dice “no”, a la característica del proceso que ustedes quieren llegar. No es esta la fórmula. No es esta la característica que debe tener el proceso en Chile.
Y aquí entonces, quiero entrar a otro problema de una gravedad extraordinaria, me parece a mí, que fue planteado por don Clodomiro Almeyda. Los únicos que tienen derecho a criticar el proceso, son los revolucionarios. ¿Quién califica quiénes son los revolucionarios?
Porque, por cierto, usted ponía como condición don Clodomiro, para el diálogo, “este proceso no se detiene”. Y si usted me dice, el proceso de creación de área social, de término del latifundio, recuperación de las riquezas básicas, de colocar la banca al servicio del interés de la comunidad, de desarrollar una gran perspectiva de una nueva sociedad, en ese proceso estamos los democratacristianos y lo hemos demostrado. Pero si usted califica como proceso, y confunde proceso de cambio con tarea de un gobierno que preside el señor Allende, es una diferencia importante para la evaluación de estas características.
¿Quién entra a definir quiénes son los revolucionarios? ¿Quiénes son los catones que dan el carnet de revolucionario? Aquí, parece ser que son los comités centrales de los partidos que conforman la Unidad Popular. Los radicales, con el señor Gabriel González Videla adentro, tuvieron alianzas con el antiguo FRAP [Frente de Acción Popular]. Ahí se olvidaron de Pisagua. Los radicales, que están hoy día en el gobierno, algunos pusieron la huella digital en una ley que los democratacristianos condenamos. Y uno de los discursos más notables que se recuerda en el Congreso Nacional defendiendo el derecho de los comunistas a existir como organización, es de Radomiro Tomic, que marca la consecuencia de los democratacristianos. Pero, ¿quiénes van a dar los cartones de revolucionarios? El PIR [Partido Izquierda Radical] mientras estaba en la Unidad Popular, era revolucionario; se sale de la Unidad Popular, son reaccionarios. El MIR [Movimiento de Izquierda Revolucionaria], en la medida en que no jugaba ciertas políticas de la Unidad Popular, es agente de la CIA [Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos]; en la medida en que sirve [a] la política de la UP, son compañeros revolucionarios que están más allá de la Unidad Popular.

¿Quién determina quién es el revolucionario? Esa es una lógica que representa el peligro de una lógica totalitaria. Es decir, son revolucionarios solamente los que yo califico, los que la vanguardia del proletariado determina que son revolucionarios. Y esto sí que es peligroso. Y eso sí que vulnera el diálogo. Porque aquí, si hemos venido a dialogar, lo hemos venido a hacer precisamente para colocar las cartas sobre la mesa, no para sacar aplausos. Para poder buscar soluciones hay que saber cuáles son los problemas centrales. Y entonces, la pregunta es, señores: ¿Los democratacristianos quieren que no haya área social? No señor, queremos área social. ¿Quieren que los bancos se devuelvan a sus antiguos propietarios? No señor, no queremos que se devuelvan a sus antiguos propietarios. Pero no vamos a estar aquí como las antiguas señoras beatas, golpeándonos el pecho, cada vez repitiendo lo mismo, que hemos demostrado en hechos. Son trabajadores nuestros los que impulsan el fin del latifundio, son trabajadores nuestros los que quieren el área social, y son trabajadores nuestros los que dicen que en este gobierno hay una mascarada de participación, y no solo son los democratacristianos.
Yo quiero citar aquí a un señor, que Alejandro Rojas conoce. Se llama don Luis Corvalán, que en el informe al último pleno [del Partido Comunista] establece lo siguiente: “En las industrias que han pasado al área social no hemos sido capaces de cambiar las relaciones de producción al interior de las empresas”. Y eso para los marxistas es fundamental. Y en dos años y medio no han sido capaces de hacerlo. Y voy a citar a otro señor que Alejandro Rojas también conoce, se llama don Claudio Alemani, que era por lo menos en esa época, el encargado sindical del Partido Comunista. Sigue siéndolo, más valor tiene entonces lo que voy a citar. Dice: “De 226 empresas que hay en el área social, solamente se ha constituido el Comité de Administración en 126 de ellas. Y de esas 126, el Comité de Administración solamente funciona en 12 de ellas”. La participación, un mito, una falacia, una mascarada para los trabajadores. Lo hemos dicho nosotros, y somos sediciosos. El señor Alemani pasó hoy día al bando de los explotadores cuando lo dice en
el comité central del Partido Comunista o en el pleno.
Pero es muy difícil, porque era muy fácil para los sectores poderosos de este país, llegar a las iglesias a golpearse el pecho con un ladrillo, mientras salían a fuera a explotar en las industrias, en los fundos, en los bancos, a la clase trabajadora chilena. Aquí hoy día es muy fácil: “Somos ineficientes”, “somos sectarios”, “hemos cometido errores”. Desde Lo Curro, desde El Arrayán, desde numerosas oportunidades vienen diciendo lo mismo. ¿Cuándo lo van a terminar? ¿En qué momento terminan con el sectarismo? No es por decreto, así que ni con mil declaraciones de Lo Curro; tienen que demostrarlo en hechos, y eso no han sido capaces de hacerlo.
Pero hay otras cuestiones fundamentales. Aquí el proceso adquiere connotaciones de violencia, porque hay algunos que han pretendido aplicar mecánicamente esquemas que no tienen validez para la realidad chilena. En el “Punto Final” [revista del MIR] que apareció hoy, creo, o ayer, al pasar, porque no he tenido tiempo de leerlo mayormente, porque estaba en un parto, que afortunadamente fue venturoso, Alejandro Rojas había otra cuestión, que es la siguiente: la guerra civil. El otro aspecto que se baraja en estos días es la amenaza de una guerra civil. No está de más recordar la definición leninista, la usa un marxista que debe saber más de esto que yo: “La guerra civil, es la forma más aguda de la lucha de clases, que después de una serie de coaliciones y luchas económicas y políticas repetidas, acumuladas, acrecentadas, agudizadas, llega a transformarse en lucha armada de una clase contra otra”. Lo dice don Manuel Cabieses,  que escribía, o escribe todavía en el diario “Última Hora”.
Pero hay otros que han tratado de aplicar este esquema mecánicamente. Y entre otros, el senador Altamirano que en estos casos sí que ha sido consecuente. En el “Punto Final” de fecha 22 de diciembre de 1970, don Carlos Altamirano contesta la siguiente pregunta: “¿La Unidad Popular se prepara para el enfrentamiento?”. A ella responde sin ambages el actual secretario general: “Sí. Nos preparamos, y pensamos que el desarrollo y la radicalización del proceso, debe llevar a ese enfrentamiento. Si me equivocare, en buena hora, pero pienso que lamentablemente, Chile no va a ser una excepción al conjunto de los procesos que se han desarrollado en la historia universal”. Otro que desmiente a Allende. Chile no va a ser la excepción. No hay segundo camino. Hay uno solo.
“¿El enfrentamiento, senador Altamirano -le pregunta “Punto Final” en una entrevista posterior-, en este proceso, un enfrentamiento le parece eventual, soslayable, o ineludible?”. La respuesta categórica: “Ineludible”. Es la aplicación de un esquema mecánico, en el rechazo categórico al segundo modelo. Es el paso al abismo y al fracaso.
Y si nosotros estamos en la perspectiva del diálogo, de la búsqueda de soluciones, es porque sabemos que este es un problema que afecta a todos los chilenos, no solo a la Unidad Popular y a los democratacristianos. Si aquí en Chile se desencadena un enfrentamiento, nadie lo va a ver por televisión, ni lo va a leer en los diarios. Van a sufrir las experiencias que otros pueblos han sufrido en la historia. Y es por eso que hemos buscado fórmulas de entendimiento. Es por eso que hemos planteado una apertura al diálogo permanente.
Alguien me decía, podría dar ejemplos del diálogo que han buscado. Más de un año y medio de experiencia democratacristiana en contacto con el gobierno. Podría dar ejemplos tan simples como los siguientes. En Valparaíso, en el ´71, muere una diputada democratacristiana. Se plantea la posibilidad de evitar la elección complementaria, que llevaría a un gasto inútil, y aparte de eso, a ahondar las diferencias DC-UP. Planteamos una fórmula, que el candidato a diputado sea Luis Badilla, la propusimos nosotros. ¿Cuál fue la respuesta de la UP? “No señor. No aceptamos candidato con la DC”. Después le propusimos otra fórmula más, en la Cámara de Diputados: elijamos una mesa conjunta. Somos 55 democratacristianos, escojan ustedes al presidente y nominen los dos vicepresidentes. ¿Cuál fue la respuesta de la Unidad Popular? Se la dio don Carlos Morales a don Pedro Felipe Ramírez: “Mientras no se dividan, nada. Mientras estén en la Democracia Cristiana, nada”. Esa es la estrategia criminal. Juegan a dividirnos.
Qué valioso resulta el discurso de Corvalán. A mí me mostraron un párrafo, y lo encontré positivo. Mencioné que es posible dialogar con otros sectores democráticos que están más allá de la Unidad Popular, que estén por los cambios, que no quieren el derrocamiento del gobierno. Pero antes y después, trata de meter la cizaña permanente en la Democracia Cristiana. Los progresistas y los reaccionarios, aquí están los buenos y aquí están los malos; aquí están los que tienen actitudes consecuentes y los que no tienen actitudes consecuentes. Esa pomadita, hoy día no resulta. Esa pomadita hoy día no es beneficiosa, como no lo fue antes. Hoy día es una herida más profunda, que tiende a superar, históricamente, con un costo que van a pagar todos los chilenos, las fuerzas que en un momento dado puedan unirse en una perspectiva de transformaciones.
Pero digamos las cosas claras para terminar. Si nos llaman al diálogo, para apoyar un proyecto marxista leninista con la aplicación mecánica de una estrategia que a grandes esbozos es diseñada en la mención de algunos personeros destacados, hoy, mañana y siempre, no tienen a la Democracia Cristiana. [Si] lo que buscan es un segundo modelo real, socialista, democrático y pluralista, como ayer, como hoy y como mañana, cuadrados [lo apoyamos].
En relación con el Partido Nacional, Alejandro Rojas. Ya no voy a defender al Partido Nacional, porque capaz que alguien por ahí me diga: “No me defienda, compadre”. Lo único que voy a decir es que quienes nos han arrinconado en determinadas maneras, buscando que la Democracia Cristiana haga como un suicido electoral [son ustedes].
Y para finalizar, una prueba. “La confederación donde ustedes fueron unidos con la derecha, de la manito con la derecha”. ¿Qué hicimos los democratacristianos? Primero presentamos una reforma constitucional, para impedir la fusión de partido, cada cual corre para su santo, señor. La derecha y la Unidad Popular dijeron que no.
Planteamos después un proyecto de pactos electorales. Y hubo acuerdo con la Unidad Popular y aprobamos en conjunto el proyecto de las cámaras, y después el Presidente de la República lo vetó. Y para la historia, de recuerdo, aquí está el proyecto. Con la firma de don Jorge Montes, comunista, con la firma de senadores DC, del senador [Luis Fernando] Luengo [Padena], con la firma de don Hugo Miranda [Partido Radical] y hasta con la firma de don Francisco Bulnes Sanfuentes [PN]. Aquí está el proyecto, aprobado en el Congreso Nacional, rechazado por ustedes.
Jugaron a arrinconarnos, nos tiraban dentro de un hoyo a patadas, y después querían que nos hiciéramos el harakiri.
La Democracia Cristiana, con un socialismo democrático hasta el fin, pero jamás comparsa, aceptar ser herida por estrategias fracasadas.

MODERADOR.
Bien, señores auditores, este fue el encuentro que sostuvieron el jueves pasado, en la Parroquia Universitaria de Santiago, Clodomiro Almeyda, Radomiro Tomic, Alejandro Rojas y Ricardo Hormazábal.