Oh I'm just counting

Radicalizar las propuestas democráticas y emancipatorias. Por Luciano Valle, Cientista político

Está claro, a esta altura, que una inmensa mayoría ciudadana se rebela contra el neoliberalismo, el orden económico-social injusto que contiene y su proyección al conjunto de la sociedad orientado  por una filosofía política utilitarista.

Como bien señala la portada de Cambio 21, no es solo el valor del pasaje del metro. Son un sinnúmero de demandas que incluyen además un rechazo a las pautas culturales de las clases dominantes que se han mostrado de forma nítida en las expresiones de ministros que resultan ofensivas y despreciables.   La movilización ciudadana  es la expresión de rebeldía y de hastío frente a la desigualdad, la explotación de los trabajadores y trabajadoras y la precarización de sus condiciones, el abuso y la impudicia de un riquerío egoísta  y mezquino que simplemente cree que el orden actual, naturalmente, es tal como es  y cómo debe ser.   

Las respuestas y reacciones iniciales e instintivas del gobierno están llenas de lugares comunes como la criminalización y estigmatización de las manifestaciones, reduciendo todo a un problema de orden público, (como si alguien estuviese de acuerdo con los saqueos y la delincuencia) para luego, con mayor elaboración, introducir  nociones e ideas  como  las de “clase política” o “la responsabilidad de todos”.

Siempre en los marcos sistémicos, dentro de los márgenes de llamado “modelo único”, recurre finalmente a las medidas de fuerza como las conocidas. Lo que se busca es invisibilizar la naturaleza de clase de los problemas y conflictos sociales.

En esa línea se inscriben las medidas propuestas por Piñera la noche del martes pasado,  la frustración que han generado y la sensación de que la convocatoria previa a los partidos, fue simplemente para poner en escena lo que ya tenían decidido.

Se han manifestado diferentes voces y opiniones para referirse  a la ineptitud del gobierno para salir de la crisis. Eso es efectivo. Pero también es efectivo que son incapaces de tomar medidas que alteren las bases estructurales de un sistema que consagra sus privilegios y los de quienes representan. Tampoco están en condiciones de entender la injustica y la inmoralidad intrínseca del modelo de organización de la sociedad que sostienen.

El problema está en que mientras “los de arriba” encuentran enormes dificultades para mantener lo que existe, “los de abajo” no quieren seguir como hasta ahora.

Radicalizar la propuesta democrática y emancipatoria consiste  en la identificación de las cuestiones esenciales del conflicto y de los términos del problema. No se refiere a la verbalización ultrarevolucionaria, o a formas de luchas determinadas, ni menos a expresiones de anomia, ajenas a la movilización política,  que pueden confundir respecto del horizonte valórico que inspira el anhelo de redención social, restar el apoyo de sectores que lo comparten,  e invisibilizar las raíces mismas de los problemas que se proponen resolver.

La actitud radical no es la absolutización de determinadas conductas y la descalificación de opciones diferentes que surgen al calor de las luchas de los pueblos que por su esencia misma son diversas y plurales.

La política contiene momentos de procesamiento, de aprendizaje común, de elaboración de propuestas, y de acción colectiva organizada y consciente.

En este contexto pueden darse negociaciones, acuerdos parciales y avances concretos sobre aspectos sociales y de gobernabilidad entre las distintas fuerzas políticas y sociales, pero otra cosa es hablar de un Nuevo Pacto Social y Político para Chile. No se puede, a propósito de protagonismos específicos e inmediatistas,  instrumentalizar conceptos a la ligera y distorsionar las raíces del problema.

El Nuevo Pacto Social y Político está referido a superar el débil e ilegitimo  contrato social vigente cuya divisa fundamental radica en la apropiación por una ínfima minoría de las riquezas y valores creados por una inmensa mayoría. Está referido a un nuevo orden social, económico y político en un marco institucional de democracia representativa pero con espacios legítimos de participación y deliberación popular.

Este pacto es  tarea de las fuerzas democráticas populares e inspiradas en el humanismo en sus diversas fuentes. Tal acuerdo y compromiso parte de reconocer la necesidad de  hacer avanzar un amplio movimiento popular, consciente, crítico y movilizado que haga frente, desde su pluralidad y matices, al orden imperante y en el que confluyan las luchas por la justicia social y la valoración de la centralidad del trabajo, de la superación de la cultura patriarcal, de la solidaridad intergeneracional que incluye las luchas por el uso racional y a escala humana de aquellos recursos de la naturaleza que como tales nos pertenecen a todos.


El amplio acuerdo político democrático y popular tiene que reconocerse en la legitimidad de las demandas emancipatoria y en asumir como una referencia clave que la política es la expresión concentrada de la economía y corresponde por tanto a la primera definir los marcos valóricos y los principios ordenadores de la segunda. .

Debe constituir asimismo un desmentido a las nociones distorsionadoras de conceptos como los de “clase política” como una entidad corporativa, con intereses comunes,  porque quienes se identifican y se han identificado con las luchas populares no son lo mismo que aquellos que defendieron la prolongación de la dictadura, que se han opuesto sistemáticamente a las reformas laborales y recurren permanentemente a mecanismos que terminan suplantando y escamoteando la voluntad mayoritaria incluso del parlamento chileno.


La radicalidad democrática, tal cual aquí se entiende, como elemento central del nuevo Pacto Social y Político, consiste en esclarecer conceptualmemnte y en  agudizar  la disputa entre dominación y emancipación.

Inspirado en un cartel que portaba un joven en la concentración de la Plaza Ñuñoa que señalaba que “quien no se mueve no escucha sus cadenas” es necesario recordar, como elemento para la construcción de la más amplia unidad del pueblo, que la política no  solo es el arte de lo posible sino esencialmente la brega por hacer posible lo necesario.