Y llegó este edía sábado 11 de noviembre.
El duelo entre Boca Juniors y River Plate no es un simple partido de fútbol. Es algo más, mucho más.
El duelo entre Boca Juniors y River Plate no es un simple partido de fútbol. Es algo más, mucho más.
Lo ha sido desde que ambos clubes nacieron en el barrio de la Boca de Buenos Aires hace ya más de 100 años, cultivando una rivalidad que trasciende el mundo del balón.
De allí que el Boca-River o River-Boca que definirá al campeón de la Copa Libertadores 2018 esté generando tanta expectativa en el mundo del fútbol.
"La final de todas las finales del fútbol", "El duelo del siglo", "El partido de todos los tiempos" o "El comienzo de la tercera guerra mundial" son algunos de los titulares y calificativos que ha recibido la versión internacional del Superclásico del fútbol argentino.
Es difícil pensar que haya habido otro partido de clubes de tanta importancia y con tanto morbo
Ni en la final de la Champions entre Milán y Juventus de 2003, ni para el Der Klassiker entre Bayern Múnich y Borussia Dortmund en la final de 2013, ni el derbi madrileño entre el Atlético y el Real Madrid que se disputó en la final del año siguiente, se llegó a las expresiones apocalípticas para definir lo que estará en juego en los estadios de la Bombonera, primero este sábado 10, y luego en el Monumental el próximo 24 de noviembre.
No es el mejor fútbol
¿Se está exagerando y sacando de contexto lo que serán simplemente otra final, dos partidos de fútbol entre dos eternos rivales? Es posible.
Es más, en un análisis meramente futbolístico y tomando en cuenta únicamente la calidad de los jugadores, el duelo entre los dos equipos argentinos no es comparable ni por asomo a la constelación de estrellas que se dieron cita en las tres finales de Champions mencionadas anteriormente.
Solo como ejemplo está la diferencia del valor de las plantillas del duelo en Lisboa en 2014 y el que se vivirá en Buenos Aires.
Mientras los jugadores del Real Madrid y el Atlético estaban valorizados por una cifra cercana a los US$1.000 millones, el valor de los futbolistas de los clubes argentinos superan por poco los US$200 millones.
Tampoco beneficia a la final sudamericana el bochornoso espectáculo que hubo durante la épica remontada de River frente a Gremio en Brasil, donde fue necesario el despliegue de las fuerzas antidisturbios para proteger al árbitro uruguayo Andrés Cunha.
A esto se suma la incertidumbre que generó el misterioso mensaje de la Confederación Sudamericana de Fútbol, la CONMEBOL, al anunciar la final entre ambos clubes argentinos, con la aclaratoria que está "sujeto a la decisión de la Unidad Disciplinaria respecto al reclamo de Gremio".
El club brasileño presentó un recurso por la presencia del técnico de River Plate, Marcelo Gallardo, en los vestuarios antes del partido en Porto Alegre pese a estar suspendido. El DT de River fue castigado por cuatro partidos –el primero ni siquiera podrá ir al estadio- y 50 mil dólares.
Tampoco ayuda la dificultad que hubo para elegir las fechas en las que se disputarán los partidos de la final, previstos en un principio para el 7 y 28 de noviembre y que tras analizar diferentes opciones se fijaron para los sábados 10 y 24 del mismo mes.
O el detalle que no podrán haber aficionados visitantes en ninguno de los dos encuentros, para evitar los ya característicos brotes de violencia que afectan al fútbol argentino.
Ni siquiera el presidente de Argentina, Mauricio Macri, quien estuvo al frente de Boca entre 1995 y 2007, fue partidario que se diera la tan esperada final.
"El que pierde va a tardar 20 años en recuperarse", expresó el mandatario antes de que se definieran la semifinales.
"Es una final que se juega mucho, demasiado. Sería mejor que uno de los dos que vaya a la final sea brasileño, al que le toque, pero así no tenemos esa final que nos quedamos de cama todos los hinchas de Boca y de River durante tres semanas", agregó.
Va más allá del balón
Pero no hay duda que el mismo Macri será desde este jueves unos de los afectados por esa enfermedad llamada fútbol.
Y tampoco que, pese a los argumentos mencionados anteriormente, el hincha del fútbol, el que vive y sufre por un balón, sea del equipo que sea, sabe que está a días de ver una final de clubes inédita, como nunca antes se había vivido.
Puede que la razón se empecine en decir lo contrario, pero el hincha no ama el fútbol con la mente, lo vive con la pasión del corazón y ahí no ha parámetro para comparar lo que significa un Boca-River en la final de la Copa Libertadores.
Tal vez algún día se dé un Barcelona-Real Madrid en un final de la Champions League. Pero hasta que eso no ocurra, sólo habrá un duelo que acaparará los temas de conversación tanto en Argentina como en muchas otras partes del mundo.
Eso sin importar si uno es Millonario o Xeneize o si el que está enfrente es "Gallina" o "Bostero".