Un arquitecto chileno está a cargo del proyecto que cambiará para siempre la imagen de la Torre Eiffel. El icónico monumento parisino, enfrentado a la necesidad de garantizar la seguridad del público sin perder su atractivo, por estos días pone en marcha un nuevo perímetro de protección que busca evitar las aglomeraciones y estar a salvo de posibles atentados.
Los ataques yihadistas de noviembre de 2015 llevaron a las autoridades locales a replantear el dispositivo existente en sus principales monumentos y este proyecto, en manos de la agencia Dietmar Feichtinger Architectes, fue una petición expresa de la Prefectura de Policía.
Un gran muro de vidrio de tres metros de alto cubre la parte frontal y posterior, mientras en los laterales, donde están los nuevos accesos de los visitantes, se han erigido sendas vallas de otros 3,24 metros, con un diseño que no tapa la visibilidad del recinto pero lo protegen de intrusiones.
La valla alambrada "tiene una particularidad: imita la forma y las curvas de la Torre Eiffel, según la inspiración del dibujo inicial de Gustave Eiffel". La torre se encuentra entre la plaza de Trocadero y la Escuela Militar, en plenos jardines de los Campos de Marte, y el principal desafío a nivel estético, según explica el arquitecto chileno José Luis Fuentes, a cargo de la reforma, "fue mantener la transparencia y la presencia de ese eje".
Hasta ahora, todo aquél que quería disfrutar de las vistas desde lo alto del monumento accedía a alguno de sus pilares de entrada directamente, lo que en las esperas congregaba debajo del mismo a una gran cantidad de gente.
El nuevo diseño cuenta con dos puntos de acceso en los laterales de los jardines, con cinco puertas de entrada cada uno, todas ellas en vidrio, dotadas de arcos de seguridad y personal para registrar los bolsos.
Otros dos puntos de salida, con tornos igualmente transparentes, ayudarán a gestionar los flujos. Las obras comenzaron en 2017 y se calcula que concluirán a mediados de julio. Unos últimos ajustes se harán a mediados de septiembre.
La Torre Eiffel registra anualmente entre seis y siete millones de visitantes, y este lavado de cara era necesario en un momento en que la capital se dispone a albergar grandes acontecimientos como los Juegos Olímpicos de 2024.