En relevamiento fue publicado este jueves en la revista Science. Toma como referencia los datos genéticos de más de 470.000 personas que habían recurrido al Biobank del Reino Unido y a la empresa 23andMe, ambas iniciativas dedicadas al estudio del genoma humano.
Los investigadores consultaron a los participantes del estudio sobre su orientación sexual. Se les preguntó si habían tenido relaciones sexuales con una persona del mismo sexo y por quién se sentían atraídos. Con esa información, comenzaron a rastrear correlaciones entre respuestas y marcadores genéticos.
El análisis ubicó solo cinco variantes genéticas vinculadas "significativamente" con la orientación sexual y otras miles que podrían tener efectos pequeños sobre el comportamiento. El trabajo estuvo a cargo de Andrea Ganna, investigador del Hospital Genético de Massachusetts (EEUU) y del equipo científico del Laboratorio Europeo de Biología Molecular en el Instituto de Medicina Molecular de Finlandia. También participaron científicos de Harvard, del Instituto Karolinska de Suecia y la Universidad de Amsterdam, entre otros.
Según explicó a Clarín el científico Alberto Kornblihtt, que dirige el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Conicet-UBA), el ensayo confirmó que “no existe ninguna combinación de marcadores genéticos que puedan predecir con algún sentido que una persona va a tener cierta orientación sexual. Es decir que los genes no son los que determinan y que, indudablemente, hay un componente ambiental”. Sobre la asociación con algunas variantes genéticas a las que se refiere el estudio, Kornblihtt sostiene que “son muy débiles” y que va a depender de la interacción sobre el ambiente. “Lo que hace este estudio es confirmar una falta de determinismo genético”, señala.
“Nosotros tenemos 20 mil genes y 3 mil millones de letras en el ADN. Que algunas de esas letras estén distribuidas asimétricamente en individuos homosexuales o heterosexuales no quiere decir que sea predictivo”, insiste el científico.
Martín Canevaro, secretario de la ONG 100% Diversidad y Derechos, aseguró que “a lo largo de la historia, la ciencia o seudociencia se encargó de patologizar las identidades sexo afectivas no hegemónicas". "Hasta 1990, la homosexualidad figuraba en la lista de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud”, señaló Canevaro y pidió preguntarse cuál sería la necesidad de predecir esta cuestión y por qué se percibe la diferencia sexual como un peligro. Además, remarcó que sobre estas ideas se desarrollan las políticas excluyentes y los discursos de odio.
Esteban Paulón, vicepresidente de la Federación Argentina LGBT, también se expresó al respecto: “Evidentemente, seguimos viviendo en una sociedad en la que las sexualidades diferentes a la heterosexualidad son objeto de estudio, de duda, de morbo, de inquietud. ¿Nadie se pregunta cuál es el origen de la heterosexualidad?”, sostuvo. "Me parece un poco peligroso, creo que subyace la voluntad de explicar algo posiblemente para corregirlo", agregó y destacó que hay que poner el foco en "erradicar la discriminación, la violencia y la mirada prejuiciosa".