Michel Cardon fue condenado a cadena perpetua por el asesinato de un vecino en 1977.
La triste historia del “preso olvidado” durante 41 años en una cárcel francesa.
Para Michel Cardon, la vida se detuvo el 29 de octubre de 1977. Ese día ingresó en prisión preventiva por la muerte de un vecino en Amiens, al que mató durante un robo de poca monta y por el que acabó siendo condenado a cadena perpetua. Desde entonces, el mundo de Cardon acababa en los muros de la prisión. No recibió una sola visita en 38 años. No pudo realizar ni una sola salida al exterior, salvo en las escasas ocasiones en que fue trasladado de cárcel, la última vez en 1996. Es uno de los presos más antiguos de Francia. También se lo conoce como “el preso olvidado”, incluso por la justicia. Hace 18 meses, un abogado se interesó por fin por su caso. El 1 de junio volverá a pisar la calle por primera vez desde que tenía 26 años. Ahora tiene 67. Saldrá a un mundo que solo conoce a través de la pequeña televisión que fue una de sus escasas distracciones durante más de cuatro décadas.
Probablemente Cardon habría seguido en el olvido más absoluto de no ser por el que fuera su compañero de celda durante siete años, hasta 2015. Consciente del aislamiento en que vivía Cardon, le aseguró que regresaría para ver cómo le iba. Cumplió su promesa, convirtiéndose en la primera visita que recibía Cardon en 38 años. Preocupado por la situación de su antiguo compañero —“es alguien muy envejecido, encerrado en sí mismo y desmoralizado”, le describió el preso, identificado solo como Benoît— decidió contar el caso de Cardon a la prensa. El 20 de agosto de 2016, el diario regional La Voix du Nord revelaba su historia. El abogado parisiense Éric Morain la leyó y se interesó por ese hombre aislado y olvidado en una cárcel en el norte del país. Se convirtió en la segunda persona que visitaba a Cardon en casi cuatro décadas. Y en su llave a la libertad.
“Tenía ante mí a un hombre que se parecía un poco a la imagen que tenemos de Robinson Crusoe, su cara estaba casi tapada por la barba, pero lucía una sonrisa maravillosa”, explicó en una entrevista televisada. Pero le afectó mucho su estado. “Le costaba hablar porque tiene la boca torcida tras un derrame isquémico, le costaba también respirar porque tiene problemas cardiacos y ceguera parcial, y está sordo de un oído”, relató.
Conmovido, decidió pelear para lograr su puesta en libertad. “La sociedad que te ha sancionado decidió también olvidarte”, lamentó en una carta abierta. No fue su única arma. También decidió recurrir directamente al presidente, Emmanuel Macron, solicitándole el primer perdón presidencial de su mandato.
“Le pido, solemnemente, que haga uso de su derecho de gracia en beneficio de Michel Cardon, detenido en la prisión de Bapaume, bajo el registro penitenciario número 7147, desde hace 40 años, tres meses y 14 días”, escribió Morain al Elíseo el 12 de febrero.
Finalmente, no ha hecho falta la magnanimidad presidencial. La condena de Cardon sumará otros 108 días, pero ni uno más. La semana pasada, la fiscalía de Arras, en el norte del país, anunció que será excarcelado el 1 de junio, aunque “bajo condición de que tenga éxito su reubicación en el exterior” durante un año.
Aunque Morain está acostumbrado a casos mediatizados —defiende a una de las presuntas víctimas de violación del islamista Tariq Ramadan—, este le ha afectado especialmente. “Esta es una de mis mayores emociones profesionales, también es una gran alegría para él y espero que pueda disfrutar de ella plenamente”, declaró tras conocer la decisión judicial.
Cardon entrará en un centro de albergue y reinserción en la región parisiense. Allí tendrá que aprenderlo casi todo de nuevo. La última vez que pudo caminar libre por las calles, el presidente era Valéry Giscard d’Estaing, solo había teléfonos fijos y ni siquiera se había inventado aún la palabra Internet. El día en que Cardon entró en prisión, faltaban todavía casi dos meses para que naciera el presidente que ahora gobierna Francia.